Las personas que acostumbran a leer este blog estarán al tanto de mi interés por el desarrollo profesional, el estudio de los factores comunes a las diferentes psicoterapias y la influencia de estos en los resultados. No en vano, mucho de lo aquí escrito está relacionado con esas cosas. Por lo tanto, no les extrañará que, junto con otros compañeros, psicólogos clínicos y apasionados de la materia, haya participado en la elaboración y redacción de un artículo que verá la luz en el próximo número de Papeles del Psicólogo y del que ya se puede leer su versión “en prensa” pinchando en aquí: Pericia, efectos del terapeuta y práctica deliberada: el ciclo de la excelencia.
En
este trabajo presentamos, de forma muy sintetizada, información muy
reciente e importante sobre cuestiones relacionadas con la
efectividad de la terapia psicológica y la formación continua de
los profesionales. Aunque con
mucha humildad, creo que este artículo tiene mucho que aportar, al menos por tres
motivos de peso: primero, presenta temas que apenas han sido
desarrollados en español, a pesar de su gran importancia para el
campo de la psicoterapia; segundo, la información aportada es muy
reciente y, por lo tanto, novedosa, como muestran las abundantes
referencias mencionadas en el texto: hemos hecho una revisión
bastante exhaustiva de la materia (¡y he aprendido muchísimo!); por
último, trata de aplicar todo el conocimiento analizado a la
formación, aprendizaje y desarrollo profesional tanto de psicólogos
clínicos como de PIRes.
Como
aquí ya he hablado de la pericia clínica y los efectos del
terapeuta (con especial interés en algunos de ellos como es el caso
de la duda profesional o la alianza terapéutica), factores que se
tratan en la primera mitad del artículo, la entrada de hoy se
centrará en la parte de la práctica deliberada.
El
psicólogo Anders Ericcson es probablemente la persona que más ha
estudiado a los expertos: aquellas personas que destacan en
diferentes disciplinas. Y lo lleva haciendo desde hace bastante
tiempo. De hecho, el término práctica deliberada lo acuñó en un
artículo de 1993. Y aunque
la única obra suya que tenemos traducida al español puede darnos
mala espina debido a su título (“Número Uno: secretos para ser el mejor en lo que nos propongamos”),
lo cierto es que ha escrito varios artículos y libros
imprescindibles sobre pericia (“expertise”),
incluido el Manual de Cambridge de Pericia y Ejecución Experta (si se me permite la
traducción del título original en inglés).
Como
decía, Ericcson se dedicó a estudiar a expertos en diferentes
materias, tales como música, ajedrez o deportes, tratando de
desentrañar qué es lo que les hacía ser mejores que sus compañeros
o competidores. Y al contrario de lo que se suele pensar, no es la
mera experiencia lo que nos hace mejorar nuestro desempeño
profesional. Tampoco es una cuestión de talento innato. Lo que halló
este psicólogo es que el factor clave para convertirse en experto es
lo que llamó práctica deliberada. Ésta implica experiencia, mucha;
es una condición necesaria, pero no suficiente. La clave estriba en dedicar tiempo a ensayar y perfeccionar habilidades fundamentales
asociadas a un desempeño superior, siempre y cuando se haga de
acuerdo a una serie de pautas. Por un lado, es necesario disponer de
una persona que se encargue de revisar cómo hacemos las cosas, para
que posteriormente pueda ayudarnos a mejorar. Para lograr esto
último, nuestro “entrenador” se encargará de ponernos metas a
alcanzar, de forma progresiva y dentro de nuestras capacidades, que
nos obliguen a ir un más allá del nivel en el que nos encontramos.
Estas metas desafiantes irán acompañadas de indicaciones concretas
de cómo practicar para poder alcanzarlas. Así que lo que le queda
al alumno es dedicar un gran tiempo a practicar repetidamente las
mismas habilidades, de manera que las vaya haciendo cada vez mejor.
Para asegurarse que esto es así, su entrenador revisará
periódicamente la ejecución de su pupilo, proporcionando de nuevo
feedback y continuando con este ciclo a lo largo de toda su carrera
profesional.
Se
trata de una rutina que no tiene fin: uno no alcanza un nivel de
experto en el que se mantiene automáticamente, si no que necesita seguir
practicando para continuar destacando en su oficio. Por lo tanto, ser
bueno en lo que uno hace requiere tiempo y mucho esfuerzo.
En
los últimos años la práctica deliberada ha comenzado a captar el
interés de algunos profesionales de la psicoterapia. Aunque ya se
mencionó en algún artículo de hace más de 10 años, no ha sido
hasta fechas recientes cuando se ha comenzado a extender el uso del
término y a estudiar su relevancia aplicada al ámbito de la
psicología clínica. En artículo que hemos publicado esto se
explica con más detalle e incluso incluimos algunas sugerencias que
pueden dar pistas acerca de cómo aplicar los principios de la
práctica deliberada al desarrollo profesional de cada uno de
nosotros.
Uno
de los autores que más ha escrito sobre esta materia es Tony
Rousmaniere, que ha publicado un libro monográfico (y pronto verá la luz otro más), participado en la edición de
otra obra importante y que está llevando a cabo algunos seminarios y
talleres en diferentes puntos de la geografía. Hace poco inauguró
una página web dedicada específicamente a la práctica deliberada en psicoterapia. En el siguiente vídeo se puede ver uno de sus
seminarios al completo:
La
lógica de la práctica deliberada tiene mucho sentido: practicar,
recibir feedback, plantearse desafíos progresivos, dedicar tiempo a
tu propia formación, mantenerte actualizado, monitorizar tus
resultados… Nos suena familiar. Sin embargo, ¿en qué medida lo
hacemos? No parece una tarea fácil y existen algunos obstáculos a
la hora de llevarla a cabo, tal y como mencionamos también en
nuestro trabajo.
Cuando
leo sobre práctica deliberada, con frecuencia se me viene a la mente
una gran película, Whiplash,
en la que un joven músico se esfuerza hasta límites insospechados
por mejorar su desempeño, tal y como se muestra en la siguiente
escena:
En
otra parte de la película podemos contemplar un momento muy duro en
el que la persona a la que consideraríamos entrenador o mentor en la
práctica deliberada da feedback a su pupilo y sugerencias para
mejorar… aunque no de la forma más deseable:
¿Es
la práctica deliberada la nueva promesa que contribuirá a
desarrollar métodos de formación continuada más eficaces? ¿Se
puede aplicar este tipo de enfoque a la psicoterapia, un campo con
gran dosis de incertidumbre, ambigüedad y que siempre nos enfrenta a
momentos únicos e irrepetibles, persona a persona y momento a
momento? ¿Se convertirá a una nueva marca registrada que llevará a
la venta de libros, cursos de formación y demás intereses
económicos? El tiempo nos lo dirá. Lo cierto es que, se llamen como se llamen, los métodos de práctica de los especialistas están cobrando cada vez más importancia a la hora de mejorar los resultados de la psicoterapia, dejando atrás antiguos mitos como el de la necesidad de pasar por terapia personal para ser un buen clínico.
De
momento podemos afirmar que está sirviendo para explorar nuevas vías
que permitan que los clínicos mejoremos en nuestro trabajo,
desviando la atención de protocolos y marcas de tratamiento,
devolviéndonos un poco de humildad y animándonos a seguir
esforzándonos por encontrar la mejor versión de nosotros mismos.
Espero
que disfrutéis la lectura del artículo.