Aquí
he hablado mucho de los beneficios que puede aportar la psicoterapia.
Pero no todo son buenas noticias. A pesar de que una gran parte de
las personas que participan en un tratamiento psicológico logran
alcanzar sus objetivos y superar sus dificultades, hay otras que no
lo hacen. Y lo que es más preocupante: algunas incluso empeoran.
Como
media, un 8% de las personas ven como el problema que les ha llevado
a la consulta del profesional ha empeorado de forma significativa. Es
decir, aproximadamente 8 de cada 100. A esto se le llama, en la
literatura especializada, “deterioro”. Si tenemos en cuenta que
existe una creciente demanda de atención psicológica especializada
en nuestro país, nos podemos encontrar con que al final de cada año
cientos de personas empeoran a pesar de recibir una intervención, la
psicoterapia, que sabemos que es eficaz.
Más
aún: en algunos estudios se han hallado porcentajes mayores. En 2002
Hansen y sus colaboradores hablaban de un porcentaje de deterioro del
14% en ciertos contextos. En 2010 otros autores señalaron que en el
caso de la terapia con niños y adolescentes la cifra era todavía
más alarmante, encontrando tasas de hasta un 24%. Según estos
datos, ¡casi 1 de cada 4 niños empeoraría durante la terapia
psicológica!
¿Qué
significan estas cifras? ¿Es la psicoterapia la que hace que las
personas se encuentren peor? Michael Lambert, uno de los mayores
expertos mundiales sobre la investigación en este campo, ha señalado
que no podemos establecer una conexión casual entre el tratamiento
psicológico y los datos de deterioro. Según Lambert, en el caso de
muchas personas su estado psicológico llevaba siguiendo una
tendencia previa hacia el empeoramiento que ya resulta casi imparable. En
otras ocasiones, durante el curso de la intervención ocurren
determinados eventos en las vidas de las personas que nada tienen que
ver con la terapia, pero que sin embargo les afectan profundamente.
“Del mismo modo que los resultados positivos de la psicoterapia
dependen en gran parte de las características de los pacientes,
también ocurre igual con los resultados negativos”. Pero,
como indica después, “por desgracia, hay motivos para
creer que los terapeutas no son capaces de reconocer cuando un
cliente está empeorando, a pesar de que existen métodos disponibles
que ayudan a afrontar este problema”.
Así
es, estas tasas de deterioro dependen en gran medida de ciertas
características de las personas y de sus vidas, pero sería injusto
atribuirles toda la responsabilidad de los resultados negativos. Es
una actitud defensiva y nada terapéutica que el profesional de la
psicología clínica explique
el fracaso de la intervención en base a afirmaciones
tales como “es un paciente difícil”, “no quiere cambiar”,
“no hay nada que hacer con este tipo de trastornos”, etc. Al
igual que nos damos mucha prisa en colgarnos medallas cuando las
cosas salen bien, a pesar de que sabemos que el principal motor de
cambio son los recursos de las propias personas que consultan,
debemos asumir nuestra parte de responsabilidad cuando no se alcanza
el progreso esperado o deseado.
Los
datos no mienten: mientras que los porcentajes de resultados
negativos son similares en tratamientos de las diferentes
orientaciones teóricas consideradas eficaces, no ocurre lo mismo
cuando se comparan unos terapeutas con otros. Los datos son muy
dispares en función de quién sea el profesional que atienda un
determinado caso. Lambert ha señalado que los mejores
clínicos obtienen resultados negativos en alrededor del 5% de los
casos, mientras que los peores lo hacen en aproximadamente el 11%. En
definitiva, ser atendido por un profesional u otro duplica (o reduce
a la mitad) la posibilidad de que las cosas empeoren.
Pongamos
las cosas en su contexto y seamos claros. El fenómeno del deterioro
es, desgraciadamente, frecuente en la mayoría de las intervenciones
sanitarias. Muchos procedimientos médicos, por ejemplo, tienen
probabilidades muy altas de terminar perjudicando la salud del
paciente, a pesar de que los potenciales efectos beneficiosos sean
enormes. Y, cómo explicaba más arriba, hasta los profesionales más
expertos no pueden impedir que algunas personas abandonen o terminen
la terapia peor de lo que la empezaron. Es algo que le sucede a todos
los clínicos y que en la mayoría de los casos nada tienen que ver
con el propio tratamiento. Tampoco
con el modelo teórico. Mucho se ha criticado a determinados enfoques
terapéuticos, pero lo cierto es que incluso en estudios realizados
con terapia cognitivo-conductual se encuentran tasas similares. Este
mismo año, Cuijpers y sus colaboradores han llevado a cabo un análisis de varias investigaciones sobre el tratamiento de la depresión
(la mayoría de ellas realizadas desde un enfoque
cognitivo-conductual) en el que encontraron porcentajes de deterioro
que variaban desde el 4% hasta el 10%.
Por
otro lado, el porcentaje de personas cuyo estado empeora es mucho
mayor cuando no se lleva a cabo ningún tratamiento psicológico.
Acudir a terapia, por tanto, sigue siendo mucha mejor opción que no
hacerlo.
A
pesar de la importancia del dato (especialmente para aquellos que
forman parte de estos porcentajes de deterioro), muy pocas
publicaciones sobre eficacia de la psicoterapia incluyen información
sobre el número de personas en los que se observa este fenómeno.
El citado estudio de Cuijpers señala que solo en el 6% de los
trabajos revisados se incluyó este dato. ¡Solo en el 6%! ¿A qué
se debe esto? ¿Nos avergonzamos quizás de estos resultados?
De
nuevo, no hay que avergonzarse (¡pero tampoco enorgullecerse!).
Aceptar que esto sucede es un primer paso para que se pueda
investigar a fondo y así abrir la posibilidad a encontrar
soluciones. El hecho de que algunos clínicos obtengan mejores
resultados que otros nos indica que es posible mejorar el rendimiento
de los profesionales si descubrimos los mecanismos implicados que
permitan tal cosa de manera que podamos incluirlos en los planes formativos y de supervisión clínica.
Afortunadamente,
disponemos de investigaciones que demuestran la eficacia de
determinadas actuaciones terapéuticas que permiten disminuir el
porcentaje de resultados negativos. Puesto que los psicólogos
clínicos y otros trabajadores de la salud mental somos muy poco precisos a la hora de reconocer si una persona está empeorando o no,
se hace necesario utilizar medidas válidas que permitan monitorizar
la evolución de cada caso. De esto ya hablé recientemente en este artículo. A partir de ahí, se pueden implementar diferentes medidas
que permitan realizar una toma de decisiones que ayuden tanto a
clínico como a consultante a hallar una forma de encauzar la
situación y frenar el empeoramiento en curso. Michael
Lambert ha tratado a fondo este asunto en su magnífico libro “Prevention of Treatment Failure: The Use of Measuring, Monitoring, and Feedback in Clinical Practice”.
En
resumen, estas son algunas ideas clave a tener en cuenta:
-
Si, algunas personas empeoran durante la terapia (8 de cada 100)…
-
… pero muchas menos en comparación con las que no acuden a tratamiento (quizás la mitad).
-
Son muchos los factores que influyen en los resultados negativos y no se puede decir que la causa del deterioro sea la propia psicoterapia.
-
El empeoramiento no lo provoca ningún modelo de terapia específico (y aquí me estoy refiriendo a los tipos de psicoterapia que han mostrado su validez, no a cualquier cosa). Sin embargo, si que hay profesionales que obtienen mejores resultados que otros.
-
Existen métodos eficaces para reducir estos porcentajes y, por consiguiente, ayudar a más personas a mejorar su situación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario