lunes, 23 de julio de 2018

Respuesta a "¿Cómo escoger un buen psicólogo?"


Esto de aparecer en los medios de comunicación y que te asignen como portavoz de toda una profesión no debe ser tarea fácil. De hecho, me parece una responsabilidad enorme. Uno corre el riesgo de meter la pata y poner en un brete a todo el campo. En la actualidad, probablemente Rafael Santandreu sea el psicólogo más famoso de España. Famoso, que no importante ni relevante. Quienes nos movemos en el ámbito clínico, docente y científico atribuimos la etiqueta de “experto” o “referente” a otros profesionales que contribuyen de manera importante a la psicología. Sin embargo, sus nombres no suenan a los que no tienen relación con esta disciplina. Es normal, pasa en prácticamente todos los campos. Yo desde luego no sabría nombrar a una cirujana o una dentista reconocida, ¿por qué habría de ser diferente con la psicología?

La cuestión es que el señor Santandreu se hizo conocido gracias al éxito de ventas de sus libros de auto-ayuda y a sus apariciones polémicas en televisión. Sea como sea, su condición de psicólogo lo expone a la responsabilidad de dar una imagen general de la profesión, más aún teniendo en cuenta que se le presenta como un experto y persona de referencia, como señalé antes. Y las personas tenemos la tendencia a confiar en lo que nos diga una persona a la que se le atribuye cierta autoridad, especialmente si no tenemos muchos conocimientos sobre el tema del que nos habla y no estamos lo suficientemente motivados como para profundizar y analizar el contenido del mensaje. Es algo humano.

Lo que también es humano es errar. Y el amigo Rafael no es ajeno a ello. Por lo tanto, cuando se equivoca en cuestiones que afectan a la psicología y a las personas que pueden requerir los servicios de un profesional, no está de más ofrecer una pequeña corrección a sus (seguramente) involuntarios fallos. Y hace poco tuvo algunos. En concreto, en el artículo titulado ¿Cómo escoger un buen psicólogo?, publicado en La Vanguardia hace un par de semanas. Sé que a muchas compañeras de profesión el escrito les ha escandalizado, así que vamos a dedicar un espacio a su análisis.

Vaya por delante que la pregunta se las trae. ¿Cómo escoger un buen psicólogo? Creo que yo no sabría dar una buena respuesta. Buscando por internet, he descubierto que muchos artículos de portales y blogs ofrecen su respuesta a esta cuestión y que, en general, lo hacen de una manera bastante aceptable. No es el caso de Santandreu.

El problema es que existen más de 500 escuelas de psicología”, comienza Rafael. En verdad, escuelas de psicología son muy pocas. Si hablamos de psicoterapia, la lista se puede reducir fácilmente a cuatro o cinco. Supongo que se quería referir a modelos o programas de tratamiento, en donde ese dato sería correcto. Yo también he utilizado este dato en otros contextos (es muy ilustrativo de ciertas cuestiones que afectan a la psicología) pero, como decía, no tiene que ver con escuelas, si no con “marcas” de terapias, muchas de las cuales forman parte de las mismas escuelas (y muchas otras ni siquiera se pueden considerar terapias o tratamientos psicológicos de verdad).

Sobre la eficacia, dice que “la terapia cognitiva-conductual (TCC) es la más demostrada y la que se enseña en las universidades más científicas del mundo”. Es algo que ya parece un mantra propio y que no dejo de repetir: la investigación ha demostrado que cuando se comparan los efectos generales de los diferentes modelos (y aquí me refiero a escuelas, no a los 500 “tratamientos” diferentes) de psicoterapia no se encuentran diferencias significativos entre ellos: todos los estudiados funcionan. Es cierto que la TCC es probablemente la que más veces se ha puesto a prueba y que ha demostrado ser superior ante ciertos problemas, pero eso no implica que sea “mejor” que el resto en términos generales. Desde luego, si alguien de mi entorno me dijera si hace bien acudiendo a una psicóloga cognitivo-conductual le respondería que si, sin dudarlo. Pero también le diría lo mismo si fuera a una psicóloga sistémica, por ejemplo.

Los psicólogos cognitivo-conductuales (TCC) tenemos un porcentaje de resolución positiva en un 80% de los casos. Y su mejora es de alrededor de un 80% de media”. Esta afirmación es fascinante. Ojalá fuera cierta, pero no es así. Los datos obtenidos hasta el momento, comparando montones de estudios independientes, demuestran que la terapia es eficaz en cerca del 70% de los casos… en los ensayos clínicos aleatorizados, es decir, en situaciones experimentales muy controladas y que se salen de la práctica clínica habitual. Cuando se comparan los resultados de la psicoterapia en las consultas de psicología en condiciones normales, el porcentaje de eficacia desciende… hasta la mitad (o menos). Eso no quita que algunos profesionales muestren hasta un 95% de eficacia en algunos estudios. Pero tener resultados superiores no se asocia a ninguna escuela de terapia en particular.

Buscar a un psicólogo con, al menos, 5 años de experiencia contrastada; que haya tratado los temas más difíciles en psicología: depresión endógena, trastornos obsesivos, ataques de pánico, etc. Porque es tratando esos casos que uno aprende realmente los recovecos del funcionamiento mental”. Lo de los 5 años de experiencia es un dato que no está basado en la evidencia (ni en nada que yo conozca). De hecho, hace un año el mismo autor dijo que hacía falta el doble de tiempo. Si bien la experiencia es importante, lo que sabemos hoy en día es que por si misma no es suficiente para que los resultados del profesional mejoren. De hecho, el que es malo lo sigue siendo por mucha experiencia que tenga (¡o incluso empeora con el paso del tiempo!), a no ser que esa experiencia vaya acompañada del tipo de formación, supervisión y entrenamiento adecuado.

Y conoce tanto la formación y evolución de un problema que, en los primeros diez minutos de charla con alguien, ya tiene una primera hipótesis clara de lo que tiene y cómo solucionarlo. A la hora de haberla inspeccionado, prácticamente está seguro al 90%. Durante la intervención de las primeras dos sesiones, ya está seguro al 100%”. Es imposible conocer en 10 minutos “lo que tiene” una persona y “cómo solucionarlo”… salvo que te dediques a dar “café para todos”. Tampoco, en la mayoría de los casos, uno está “seguro al 100%” en dos sesiones. De hecho, estar así de seguro y no dudar de la propia percepción profesional de cómo van las cosas para el paciente se asocia a peores resultados del tratamiento.

Santandreu también dice que el psicólogo está capacitado para decirle al paciente cuántas sesiones van a ser necesarias para solucionar el problema. Ciertamente, hoy sabemos cuántas sesiones hacen falta, por término general, para que la mitad de las personas mejoren y contamos con fórmulas estadísticas que nos proporcionan una tasa de respuesta esperada (el progreso que se espera que la persona muestre sesión tras sesión). Esa es una información que podemos facilitar a las personas interesadas. Pero lo que no podemos hacer es prever cuánto va a durar el tratamiento de una persona en concreto, y menos sin haber tenido al menos una sesión. El número de consultas que propone, entre 10 y 20 es razonable y en efecto para muchas personas será suficiente. Aún otras necesitarán menos y otras más. Es imposible predecirlo para cada persona en concreto.

Desde hace poco, en España, se exige a los psicólogos realizar un master de especialización de dos años de duración, una vez acabada la carrera. Este master tiene unas condiciones muy rigurosas y exigen prácticas en centros avalados. Se trata de una decisión acertadísima por parte de las autoridades de la salud porque, aunque pueda no parecerlo, el tratamiento de los trastornos psicológicos requiere de muchísimo entreno.” Aquí Rafael se refiere al Máster en Psicología General Sanitaria, de reciente creación. Sin embargo, se olvida que desde hace 25 años existe el PIR, una formación sanitaria especializada que actualmente es de 4 años, práctica casi al 100%, y una especialidad en psicología clínica que este año cumple su 20º aniversario. Desconozco por qué no hace mención a ella, si es precisamente la formación que capacita para “el tratamiento de los trastornos psicológicos”, mientras que el máster está orientado a la promoción de la salud.


Sigo sin saber bien qué respuesta daría yo a la pregunta de cómo escoger un buen psicólogo. Pero si tengo claro cuáles serían algunos indicadores para desconfiar de un profesional:

- Si dice ser eficaz en un porcentaje de casos exageradamente alto y con poquísimas sesiones.
- Si utiliza un método propio que vende cómo revolucionario y excepcionalmente eficaz (o tiene cualquiera de las otras características propuestas en este otro artículo).
- Si dice que es capaz de saber cuál es tu problema y su solución en 10 minutos.
- Si afirma rotundamente que su método terapéutico es superior al de los demás.

Rafael, por favor, si vas a hablar en calidad de psicólogo, procura transmitir información más veraz.

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