viernes, 18 de mayo de 2018

Hype en psicoterapia


Hace unos días me llegó a mis manos un artículo titulado “How to spot hype in the field of psychotherapy: a 19-Item checklist” (cuya traducción es “¿cómo detectar exageraciones en el campo de la psicoterapia? Un inventario de 19 ítems”) y, aunque al principio lo cogí con cierto recelo, me ha gustado mucho. Mis reticencias tenían que ver con el temor a encontrarme con otro trabajo que, en su afán de ser aleccionador, incurriera en toda una serie de sesgos y distorsiones de la información que supusieran una crítica injusta a ciertos tipos de intervención psicológica, algo del estilo de lo que comentaba cuando me referí a la práctica basada en la evidencia. Sin embargo, tras leer los primeros párrafos mis miedos desaparecieron.

Donald Meichembaum y Scott Lilienfeld, psicólogos y profesores universitarios, nos ofrecen un texto original, provocador y por momentos divertido. Lo fascinante es que logran hacer un buen puñado de críticas a ciertos aspectos del marketing de las psicoterapias mostrándose, a la vez, muy respetuosos y humildes. Es un trabajo que, de haber sido publicado antes, sin duda se hubiese convertido en una importante fuente de inspiración para nuestro artículo sobre el negocio de la terapia psicológica. Y es que existen unos cuantos puntos en común entre ambos escritos.

Meichembaum y Lilienfeld denuncian con acierto el hype, la exageración y el auto-bombo, con el que se anuncian ciertos modelos de terapia y proponen la necesidad de que los profesionales desarrollen la habilidad para realizar un análisis crítico de aquello que se nos vende (la última gran marca de terapia y sus supuestos espectaculares beneficios). “Cuando hablamos de ‘auto-dudas saludables’ nos referimos a una tendencia a implicarse en la autorreflexión con respecto a los sesgos y limitaciones propias, así como a la selección e interpretación que uno hace de las técnicas de tratamiento y evaluación”, indican los autores. Para ayudar con esta tarea, han desarrollado un inventario con 19 señales de alarma que indican la posibilidad de que nos encontremos frente a un hype en psicoterapia. Las 13 primeras están más relacionadas con la promoción y marketing de los tratamientos, mientras que las 6 siguientes lo están con la calidad de la investigación.

Se advierte (y esto me ha gustado) que el hype o la exageración de las virtudes de un tratamiento específico no es algo exclusivo de lo que muchas veces se denominan “pseudo-terapias”, si no que incluso afecta a modelos de tan largo recorrido y amplio reconocimiento como la terapia cognitivo-conductual. En verdad, pocas marcas de psicoterapia están libres de caer, en un momento u otro, en la trampa del auto-bombo.

Estas son las señales que incluye el inventario para detectar cuando se están exagerando las cualidades de un enfoque terapéutico determinado:

1. Sus defensores utilizan afirmaciones enormemente exageradas y sin fundamento (“cura milagrosa”, “te cambiará la vida”, resultados increíbles”…).

2. Transmiten expectativas grandiosas pero infundadas (“si este tratamiento no te ayuda, entonces ningún otro podrá”).

3. Le dan excesiva importancia a un líder o gurú del propio método, de quien se debe aprender la técnica.

4. Confían profundamente en la aprobación dada por supuestos líderes en la materia, a menudo sin aportar referencias a dicha aprobación.

5. Crean un grupo de formadores y, tal vez, una organización internacional que promueve el tratamiento, todo esto acompañado de la venta de parafernalia (vídeos, grabaciones, talleres, formación avanzada...).

6. Otorgan certificados o diplomas que permiten que el profesional se pueda llamar “terapeuta X” o “terapeuta Y” (yo ya dije que abogo por la denominación de “terapeuta marca ACME”).

7. Tienden a crear comunidades (en redes sociales, por ejemplo) en las que compartir sus experiencias positivas y criticar a aquellos que son escépticos con su enfoque.

8. Amplio uso de psicocháchara, “uso de términos psicológicos que suenan científicos, pero que en realidad tienen poco o ningún contenido, para vender su enfoque”.

9. Amplio uso de neurocháchara y de reduccionismo biológico, utilizando hipótesis neurológicas de dudosa rigurosidad para explicar el funcionamiento de la terapia.

10. Tienen tendencia a estar a la defensiva ante las críticas y a rechazarlas, independientemente de lo válidas que puedan ser.

11. Se basan de forma excesiva en pruebas anecdóticas de su eficacia (por ejemplo, testimonios de personas que declaran lo mucho que les ayudó el tratamiento).

12. Afirman que el tratamiento “vale para todo”, sin excepción. Algunos han llegado a declarar que su enfoque funciona con “adultos, caballos, perros, niños...”.

13. Afirman que su terapia está “basada en la evidencia” apoyándose en observaciones clínicas informales.

14. Presentan apoyos empíricos inadecuados, con estudios en los que hay importantes limitaciones o en los que se omite información relevante.

15. No aportan una base científica que explique los mecanismos de cambio que supuestamente producen.

16. Explican los resultados negativos utilizando hipótesis elaboradas a posteriori para intentar justificarlos.

17. Para demostrar la eficacia de su terapia, la comparan con otras intervenciones que tienen debilidades o que no se pueden considerar verdaderos tratamientos psicológicos.

18. No tienen en cuenta el sesgo de lealtad, que indica que es más probable que una terapia demuestra ser eficaz cuando los investigadores son acérrimos defensores del enfoque que se pone a prueba.

19. No tienen en cuenta otros sesgos ni la influencia de factores comunes como la alianza terapéutica, las expectativas y otros similares.


Tengo que admitir que en algunos de los puntos de esta lista he visto reflejados a ciertos profesionales de talla internacional a quienes admiro, así que pocos se libran de sucumbir al poder del hype. De momento, el único antídoto que se me ocurre es el siguiente: humildad.

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