domingo, 12 de noviembre de 2017

Estupideces psicológicas


Hace poco escuché una noticia en la radio que volvió a despertar en mi una idea para este blog, acerca de cómo muchas veces algunos psicólogos se dedican a hacer ciertas declaraciones, publicaciones e investigaciones que poco o nada aportan a la disciplina; más bien, en ocasiones incluso la desprestigian. Ya en su momento dediqué unas líneas a las cuestionables afirmaciones que un conocido psicólogo había vertido en un medio de comunicación. Como dice el refrán, “el que tiene boca, se equivoca”, y ninguno estamos libres de caer en la trampa de decir cosas de las que luego nos arrepintamos.

Pero hoy vengo a hablar de algo diferente. Se trata de investigaciones y estudios llevados a cabo por (o con la participación de) psicólogos y que, francamente, no sirven de nada. Las declaraciones desafortunadas no suelen salir muy caras, pero realizar un trabajo de investigación supone un gasto de dinero y otros recursos que deben ser mínimamente justificados. Los resultados, idealmente, tienen que servir para algo. Además, los investigadores tienen una responsabilidad a la hora de presentar los resultados de manera adecuada a la comunidad científica y a la población.

La noticia que mencionaba era sobre un estudio realizado por el psicólogo Pascal Wallisch, de la Universidad de Nueva York, en el que relacionaba la psicopatía con el gusto por determinadas canciones. Es decir, llegaba a la conclusión de que se puede llegar a descubrir si una persona es psicópata en función de sus gustos musicales. En la radio incluso decían que se proponía que conocer dichos gustos podía ser muy útil a la hora de descartar aspirantes a un puesto de trabajo (no sé si esto fue una interpretación de quien daba la noticia o si realmente es una conclusión a la que llegó Wallisch).

Lejos de quedar relegadas a un cajón, este tipo de cuestiones son del agrado de la prensa, encantada de tener noticias a las que añadir un titular sensacionalista. Por ejemplo, el periódico El Mundo se hizo eco de este estudio y utilizó el siguiente titular: “Cómo detectar a un psicópata sólo conociendo la música que escucha”. Otros medios menos conocidos (pero que aparecen en los primeros resultados de Google al hacer la búsqueda correspondiente) van más allá y escriben lo siguiente: “Un estudio determina que si escuchas esta música, podrías ser un psicópata. Según el avance de este análisis, podemos concluir si una persona es desequilibrada basándonos en sus canciones favoritas”. En cualquier caso, el trato que hacen los medios de comunicación sobre las noticias relacionadas con la salud mental merece un esacpio a parte y no es la cuestión a discutir en esta entrada. Pero vaya tela con la redacción...

Otro ejemplo muy mediático es el del Blue Monday, o “el día más triste del año”. Se trata de una ecuación matemática presentada por otro psicólogo, Cliff Arnall, que calculó que el segundo lunes de enero era el día más deprimente del año… algo muy útil para todo ser humano, por supuesto. Ante lo vergonzoso de la fórmula, la propia Universidad de Cardiff, donde Arnall fue profesor, se quiso desmarcar de este asunto con un comunicado en la prensa. Existe también, por cierto, la versión contraria: el “Yellow Monday”, también descrito por una psicóloga, y que de nuevo usa una especie de ecuación para describirlo como “el día más feliz del año”.

El problema con este tipo de noticias es que las personas que no tienen conocimientos sobre la materia reciben una información adulterada y que puede llevar a confusión. Noticias como la de la psicopatía hacen que muchas personas interpreten actitudes y conductas de gente cercana como signos claros de que son “perturbados”, “gente tóxica”, etc.

Tal vez existe una presión tan grande en el ámbito universitario para que se haga investigación, junto con el elevado número de psicólogos y la “necesidad” de competir por destacar frente a los demás, que mucha gente se lanza a hacer estudios de lo que sea, con tal de publicar y acumular méritos en su carrera profesional. Pasa algo similar con las publicaciones en revistas científicas especializadas. Salvo en aquellas más rigurosas y con alto factor de impacto, es fácil publicar un artículo, sin importar si el escrito aporta algo nuevo al conocimiento científico.

Quizás un remedio para afrontar la rabia que produce ver que este tipo de trabajos los firman personas licenciadas (e incluso con doctorado) en psicología sea usar el humor. Para ello está bien echar un vistazo a los premios Ig Nobel, una celebración anual en la que se recompensa a aquellas investigaciones “que primero te hacen reír y luego te hacen pensar”, otorgadas en diferentes disciplinas científicas. La psicología, por supuesto, tiene su propio espacio (aunque muchas veces el premio no se le da a psicólogos, propiamente). Aquí van unos cuantos premios entragados en esta categoría:


¿Se llevará el estudio de Pascal el premio de 2017? Todavía no lo sabemos. Pero que quede claro: no se puede “diagnosticar” de psicópata a nadie solo por el tipo de música que escuche, por la hora a la que se levante o por la ropa que se ponga. Ni siquiera en “Blue Monday”.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Salvador Minuchin (1921 - 2017)


Hoy mi día ha comenzado con una triste noticia: la muerte de Salvador Minuchin, ocurrida hace dos días. Minuchin fue una de las figuras más importantes de la terapia familiar, especialmente desde la óptica sistémica, llegando a describir un método propio denominado “terapia familiar estructural”.

Minuchin, de nacionalidad argentina, además de ser conocido por su faceta de terapeuta familiar, era también psiquiatra y pediatra. Durante su larga vida (falleció con 96 años) llegó a ser catedrático de pediatría y psiquiatría infantil en la Universidad de Pensilvania, director de la Child Guidance Clinic de Filadelfia o fundador del Family Studies de Nueva York, dedicando gran parte de su actividad profesional a la formación de terapeutas familiares.

Algunas de sus obras se consideran lecturas obligadas para cualquier profesional que se quiera dedicar a la terapia familiar. Ha escrito libros imprescindibles en este ámbito como “Familias y terapia familiar” o “Técnicas de terapia familiar”. Personalmente, recuerdo con cariño y nostalgia estas dos obras, ya que fueron de los primeros libros que me prestó una de las psicólogas clínicas que trabaja en el centro de salud mental donde comencé la residencia y que leí con mucho interés. No conocí a Salvador, pero leyéndolo uno se da cuenta que para ser capaz hacer determinadas intervenciones en consulta tienes que ser Minuchin, tener ciertas actitudes y características de personalidad que te permitan decir cosas que puedan sonar muy provocadoras, pero hacerlo de tal manera que las familias no solo no se sientan burladas o insultadas, si no que incluso sean empujadas hacia un cambio positivo para su bienestar.

Sus observaciones acerca de la importancia de cuestiones tales como los límites entre subsistemas, las jerarquías, los roles de cada familiar, la presencia de alianzas o las triangulaciones siguen teniendo un amplio calado hoy en el trabajo terapéutico con familias. Quizás no fuera el primero, pero si que podemos considerarlo uno de los pioneros a la hora utilizar la terapia familiar como tratamiento de trastornos como la anorexia nerviosa. Los trastornos de la conducta alimentaria han sido abordados también por otros autores desde una óptica sistémica (el grupo de Milán, liderador por Mara Selvini, por ejemplo) y hoy en día la terapia familiar ha demostrador ser un tratamiento eficaz para la anorexia (con mayor apoyo empírico inlcuso que la terapia cognitivo-conductual) y la bulimia, tanto con adultos como con niños y adolescentes.

Probablemente los trabajos de Minuchin, en su momento novedosos y estimulantes, aportaron su granito de arena al desarrollo y estudio de la terapia familiar y de su eficacia, beneficiando de esta manera a un gran número de personajes aquejadass de problemas de salud mental como los señalados.

Sirvan estas líneas como homenaje y recuerdo a uno de los terapeutas familiares más influyentes de todos los tiempos, que seguirá siempre vivo en sus obras y enseñanzas.