martes, 21 de febrero de 2017

El problema no es la pobreza, es... ¿que no somos positivos?

Llego a casa tras la jornada de trabajo de la mañana y me encuentro en el buzón con el último número de “Papeles del Psicólogo”, revista del Consejo General de la Psicología de España, que recibo periódicamente por el mero hecho de estar debidamente colegiado. Veo que el tema monográfico de este volumen se titula “Psicología clínica aplicada: clínica y educación” y me empieza a invadir una ligera inquietud, a la que contribuye la imagen de portada: una mujer con un papel delante de su cara en el que se dibuja una sonrisa.

Me armo de valor y abro la revista. Un rápido vistazo al índice de artículos no hace más que aumentar mi preocupación. Movido por un extraño impulso hacia lo desagradable, empiezo a leer por encima algunas líneas. Y me encuentro con esto:

Como se ha subrayado anteriormente (Layard, 2005), a diferencia de lo que podría pensarse, la causa de los mayores infortunios en los países industrializados no es la pobreza. Lo que da lugar al mayor sufrimiento son los problemas de salud mental”.

La inquietud aumenta y se transforma en rabia. Vuelvo a la portada para asegurarme de que estoy leyendo una revista de psicología. Releo la parte superior para asegurarme de que esto lo edita el órgano de un colegio oficial. No hay suerte, no me he confundido, no he abierto el panfleto escrito por un gurú que anuncia que el cáncer lo causan los problemas psicológicos o el hecho de vivir en pecado. Tampoco es una revista editada, con toda su buena intención, por un grupo de estudiantes que, a pesar de su buena fe, todavía no han entendido muy bien cómo funciona esto. No, lo escriben unas personas que trabajan en la universidad. Gente culta.

Creo que el fantasma de aquella entrada que escribí hace unos meses se ha despertado de nuevo, para volver a llevar este asunto de la psicología positiva hasta el extremo más absurdo. Y yo sigo pensando que algunas personas están muy confundidas. Las emociones positivas, las fortalezas, el afrontamiento saludable, el optimismo, etc., todo esto está muy bien y nadie niega que no sean factores a tener en cuenta de cara a mejorar la salud mental de la población. El problema es cuando nos metemos en terrenos pantanosos y mezclamos cosas.

Me parece una verdadera barbaridad dar a entender que el problema no es la pobreza, la desigualdad social, la enfermedad, la guerra, la violencia... El problema somos nosotros, que no se nos ocurre otra cosa que ponernos tristes porque no tenemos para comer, o una vivienda digna que reúna las condiciones mínimas para nuestra salud. El problema es que nos centramos en lo negativo y no sonreímos ante la adversidad. Increíble.

Hay otro artículo en la misma revista que habla de la psicología positiva aplicada al cáncer. Otra vez el mensaje de que si sufrimos, es porque no sabemos desarrollar emociones positivas y aprender de la desgracia y un largo etcétera. Qué pena.


Qué pena que este tipo de cosas salga de las bocas y teclados de algunos psicólogos. Este tema va más allá de nuestra disciplina, es una cuestión social y política. Decir que el mayor “infortunio” es la pobre salud mental es casi negar la relación directa entre pobreza o crisis económica (o cualquier otra situación social que se nos ocurra) y bienestar/malestar. Es hacerle el juego a los gobiernos y las instituciones que tienen la capacidad para cambiar las cosas. Es confirmar el discurso de “al mal tiempo, buena cara” y condenar a aquellos que no se quieren someter a este refrán a ser categorizados como “trastorno depresivo”, “trastorno de personalidad” o “trastorno adaptativo”.

Ya lo han dicho muchos expertos: la psicología y la psiquiatría pueden ser usadas (y de hecho lo son) como medios de control social. Deciden quién es normal y quién no y lo que hay que hacer con ellos. Y, para la psicología positiva, por supuesto, el que tiene un cáncer y llora y se enfada y el que tiene que hacer malabarismos para llegar a fin de mes y sufre terriblemente... son perturbados. Se han olvidado que las emociones cumplen una función, también las negativas. No es algo patológico que haya que erradicar. Son patológicas cuando se vuelven desadaptativas, pero no por si mismas.

Los psicólogos podemos hacer daño, más que ayudar, cuando adoptamos actitudes y discursos que mantienen problemáticas sociales. Al que tiene problemas en el trabajo porque su jefe le trata mal, le enseñamos técnicas y estrategias para gestionar las emociones. Por supuesto, esto puede ser (y en efecto lo es) de ayuda en muchos casos, pero nos olvidamos de otra parte muy importante. Yo cada vez invito más a menudo a las personas en este tipo de situaciones a que hablen con un representante sindical, con la dirección, que denuncien en los juzgados... Quedarse solo en ayudar a la persona a desarrollar estrategias de afrontamiento y no hacer nada más es contribuir al mantenimiento de una estructura perversa.

Por cierto, que mucho de lo que propone esta psicología clínica positiva que nos intenta vender la revista en el último número no es nada novedoso. El trabajo con puntos fuertes, con emociones positivas, con las estrategias de afrontamiento es algo básico que ya vienen aportado multitud de psicoterapias. Tampoco es cierto lo que se afirma en otra parte del artículo cuando dicen que “Desde sus inicios, la Psicología Clínica se ha centrado de forma fundamental en lo negativo, esto es, en lo patológico, en lo anormal, en los problemas, en los trastornos. Básicamente lo que interesaba conocer era lo que iba mal en los cerebros de las personas, en su conducta, en sus relaciones personales, en su vida emocional. Se pretendía encontrar respuestas a problemas candentes que destrozaban o deterioraban a quienes los sufrían...”. Muy al contrario, la Psicología Clínica se ha preocupado de buscar tratamientos eficaces e incluye entre sus competencias la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad.

Si, tal vez haya sacado un poco de contexto la frase de marras. Pero lo cierto es que, si no los autores del artículo, algunos profesionales no se dan cuenta que muchos de los problemas que categorizamos como de salud mental no lo son en absoluto o no son más que un síntoma de una sociedad que no proporciona ni garantiza la satisfacción de las necesidades básicas de todo ser humano. Y, ante eso, sonreír no vale de mucho. No deja de ser un papel con un dibujo de una mueca que nos ponen en la cara, pero que en el fondo no es nuestra verdadero rostro.

sábado, 11 de febrero de 2017

Psicoterapia en YouTube y resolución de la APA del 2012

Hoy traigo al blog un par de recomendaciones relacionadas con la psicoterapia.

La primera de ellas es la visita al canal de YouTube titulado “Psychotherapy Expert Talks”. Allí podemos encontrar entrevistas bastante extensas (entre 30-60 minutos de duración, por norma general) a grandes figuras actuales de la psicoterapia. Se trata de verdaderos expertos en el campo de la psicología clínica, la terapia, la formación y la investigación. David Barlow, Bruce Wampold, Michael Lambert, John Norcross son algunas de las personas que protagonizan este espacio tan enriquecedor.

De momento solo he visto las intervenciones de Wampold, Norcross y Scott Miller, todas ellas muy recomendables. No distan mucho de lo que podría ser una conferencia, mesa redonda o un artículo de reflexión.

La pega, para los que no dominan el idioma, es las entrevistas son íntegramente en inglés. Se puede activar en YouTube la opción para que se generar subtítulos de forma automática (también en inglés), aunque dependiendo del acento del interlocutor la traducción puede ser mejor o peor. En cualquier caso, un canal de cabecera para el fanático de la psicoterapia.




La segunda recomendación es la lectura de un documento publicado por la APA en el 2012, que ha venido a mi mente después de encontrarme en un examen de oposición una pregunta en la que se hacía referencia al mismo. Se puede acceder libremente al contenido original (también en inglés) pinchando en el siguiente título: “Recognition of Psychotherapy Effectiveness”. 

Las ideas más importantes de esta resolución de la APA incluyen definiciones de conceptos fundamentales y las conclusiones a las que se ha llegado a través de la investigación.

  • La psicoterapia se define como una práctica diseñada para aliviar síntomas, lograr cambios personales, reducir futuros episodios sintomáticos, mejorar la calidad de vida, promover el funcionamiento adaptativo en la escuela, el trabajo o las relaciones con otras personas, aumentar la probabilidad de hacer elecciones saludables y ofrecer otros beneficios a través de la colaboración entre psicóloga y cliente/paciente. 
     
  • Resaltan la importancia de la alianza terapéutica, entendida como la relación establecida entre profesional y paciente, formada por el vínculo que se crea entre ambos, así como por el acuerdo en las metas de la terapia y en los medios para alcanzarlas.

  • Recuerdan que, en psicología, la práctica basada en la evidencia se define como la integración del mejor conocimiento científico con la experiencia clínica, teniendo en cuenta las características del paciente, su cultura y sus preferencias. Es importante repetir este concepto porque todavía es común que algunas personas lo confundan con el de “tratamiento basado en la evidencia”, con los perjuicios que esto puede ocasionar.

  • Se ha demostrado ampliamente que la psicoterapia tiene efectos significativos y que esta eficacia se produce a la hora de tratar diferentes condiciones diagnósticas. Los mejores o peores resultados están más relacionados con ciertas características de la persona (cronicidad, intensidad y apoyo social, por ejemplo) que con el diagnóstico clínico.

  • Comparados con los de los fármacos, los efectos de la psicoterapia suelen durar más tiempo y hacen menos probable que las personas necesiten nuevos tratamientos en el futuro (adquieren habilidades o cambios de otro tipo que les sirven para afrontar nuevos episodios por su cuenta y con eficacia).

  • Diversos estudios han mostrado que varios tipos de psicoterapia son eficaces y que tanto las características del cliente como del terapeuta afectan a los resultados del tratamiento.

  • La psicoterapia es un tipo de intervención que reduce costes sanitarios y el uso de la medicación. Se menciona también la reducción de costes que puede suponer su uso adecuado en servicios de atención primaria.

  • Es una intervención eficaz tanto en niños, como adolescentes, adultos y personas mayores. Tanto el formato individual, como el grupal y el familiar han mostrado ser eficaces.

  • Se insiste en la importancia de seguir investigando los factores que influyen en los resultados de la psicoterapia y en la búsqueda de una metodología que permita adaptar el tratamiento a las características, necesidades, preferencias y otros aspectos del cliente, terapeuta y contexto.

Y todo esto no es simplemente una seria de afirmaciones hechas sin base alguna. Al final del documento se puede encontrar una buena colección de referencias que demuestran el estado actual y científico de esta disciplina.

jueves, 2 de febrero de 2017

Programa de Apoyo a Familias

Si, sigo aquí, no he abandonado el blog. Estoy intentando hacer un poco de hueco para escribir más, pero estas últimas semanas he tenido mucho trabajo y mucho papeleo que hacer. Hoy voy a hablaros de una de las cosas que me tiene muy (agradablemente) ocupado, un programa en el que participo como colaborador externo.

Hace una semana, el 23 de Enero, participé en una ponencia, junto a otras compañeras, dentro de la “Jornada Interinstitucional de Atención Temprana”, celebrada en Avilés y dedicada a “la coordinación entre Salud Mental, Servicios Sociales y Educación”. En dicha conferencia, presentamos el Programa de Apoyo a Familias (PAF), unos de los programas del Centro de Iniciativas, Solidaridad y Empleo (CISE).


CISE es una institución nacida en el año 1987 en Gijón, cuyo objetivo inicial fue dar respuesta a un importante problema de desempleo. Actualmente, tiene cuatro programas complementarios: de inserción socio-laboral, programa infanto-juvenil (centro de día), PAF y un programa de reciente creación para apoyar a madres adolescentes.

PAF es un programa de intervención psico-social dirigido a lo que se suele denominar “familias multiproblemáticas”, una etiqueta que hace referencia a familias en las que dos o más miembros atraviesan por problemas psico-sociales. Atendemos a personas con ingresos bajos (la atención es gratuita para ellos), en gran parte originarios de países latinoamericanos, aunque también europeos y de otros lugares. Partimos de un enfoque sistémico, en un sentido amplio, entendiendo que el foco de intervención son la familia y los sistemas en los que están envueltos.

Por norma general, el hecho de que haya dos o más problemas implica que el número de instituciones intervinientes sea grande. Se trata de familias “multiasistidas”, que suelen tener procesos abiertos con Servicios Sociales, Salud Mental, Asociaciones y Centros Socio-educativos y de otro tipo, equipos de Orientación Escolar, etc. Uno de los puntos más importantes del programa es el trabajo de coordinación con el resto de intervinientes. En no pocas ocasiones, este tipo de casos desafía a los profesionales que tratan de ayudar, viéndose abrumados por la cantidad de dificultades presentes y, a veces, arrastrados por las “narrativas saturadas de problemas” (como diría Michael White) que traen consigo. Trabajar de forma coordinada con otras instituciones facilita la creación de nuevas historias, nuevos puntos de vista sobre las personas atendidas, en los que salen a la luz sus puntos fuertes y potencialidades y se reconoce el trabajo hecho por las partes implicadas. La falta de comunicación entre los profesionales que tratan a una misma familia puede crear problemas que, en última instancia, perjudiquen a aquellos a los que queremos ayudar. Frente al conflicto y la competencia entre organismos, nosotros abogamos por el respeto y reconocimiento del trabajo de los otros.

Como se puede entrever en el párrafo anterior, el enfoque de la terapia narrativa es otro de los pilares de nuestras intervenciones. El uso de cartas y documentos escritos es habitual en el equipo. No nos olvidamos tampoco de la teoría del apego de Bowlby ni de conceptos de psicología evolutiva tan importantes como el andamiaje y la zona de desarrollo próximo.

No hacemos diagnósticos médicos al estilo de las clasificaciones como la CIE-10 y el DSM-V. Diagnosticamos las dificultades de los miembros de la familia y del sistema en si mismo, de manera que obtengamos una guía acerca de en qué aspectos intervenir y de qué manera, adaptando la ayuda proporcionada a las necesidades particulares de cada caso. Los objetivos generales giran alrededor del cambio de estrategias de afrontamiento ineficaces, mejora de la comunicación, solución de problemas... así como los objetivos específicos habituales que han mostrado ser eficaces en las terapias familiares (trabajo con jerarquías, límites generacionales, pautas de parentalidad positivas, etc). El programa cuenta también con un servicio de mediación familiar.

El PAF está coordinado por una Doctora en Psicología y lo completamos dos Terapeutas Familiares, una Psicóloga Sanitaria, dos Psicólogos Clínicos y dos Trabajadoras Sociales. Todos tenemos algún tipo de formación o experiencia en terapia familiar sistémica. No solo somos un equipo, si no que también trabajamos en equipo. Esto significa que, aunque sea solo una profesional la que se encuentre dentro de la consulta con la familia, siempre tratamos con otros integrantes del equipo cada caso individual en sesiones de supervisión, informando previamente a los consultantes de ello. El hecho de estar varios terapeutas implicados nos da mucha mayor flexibilidad y versatilidad a la hora de intervenir.

No tenemos un número limitado de sesiones. Trabajamos con citas semanales o quincenales, habitualmente, de alrededor de 60-90 minutos de duración. Utilizamos cuestionarios para evaluar el progreso de la terapia y la relación terapéutica, haciendo un seguimiento a los 6 meses del alta del programa.

Desde Mayo de 2015 y hasta el día de hoy, por el programa han pasado 140 familias, derivadas desde otros programas de CISE, salud mental infantil, unidades y departamentos de orientación, servicios de pediatría, etc.

En definitiva, un modelo de intervención psico-social que tiene en cuenta las relaciones, no solo familiares, si no sociales e inter-institucionales, la comunidad, la multiculturalidad que busca proporcionar una ayuda “a medida” según las necesidades de cada familia, centrada en la búsqueda, desarrollo y potenciación de los propios recursos. Trabajar con estas familias y con el resto del equipo está siendo sin duda un experiencia muy enriquecedora y gratificante para mi. El feedback que nos dan los profesionales que trabajan en otros ámbitos y con los que nos coordinamos está siendo muy bueno y nos invita a seguir trabajando, con muchas ganas, en esta dirección.