martes, 20 de diciembre de 2022

Familia y esquizofrenia: Los chicos de Hidden Valley Road

La biología es cosa del destino, hasta cierto punto; eso no se puede negar. No obstante, ahora Lindsay comprendía que se trata de algo más que nuestros simples genes. De un modo u otro, somos producto de las personas que nos rodean, la gente que la que nos toca crecer y la gente con la que elegimos estar más adelante.

Nuestras relaciones pueden destrozarnos, pero también pueden cambiarnos y restaurarnos, y nos definen, aunque nunca lleguemos a ver cómo sucede.

Somos humanos porque las personas que nos rodean nos hacen humanos”.

 


Se acerca las vacaciones, al menos para los afortunados que podemos tenerlas en estas fechas navideñas. ¿Qué mejor momento que este para dedicarle un tiempo a la lectura? Si te apetece, pero no tienes ningún libro en mente, te voy a recomendar uno (ya hacía mucho tiempo que no hablaba de libros en este blog): “Los chicos de Hidden Valley Road.

Se trata de una obra escrita por el periodista Robert Kolker; no es ningún profesional de la salud mental, pero aborda uno de los temas estrella de este campo: la esquizofrenia. En este libro, Kolker se dedica a describir la historia real de una familia norteamericana, formada por los padres y 12 hijos, en la que se da la circunstancia de que la mitad de los hermanos fueron diagnosticados de esquizofrenia en algún momento de su vida, lo que se convierte en el tema central y motivo de este escrito.

La manera en que se narra la historia de la familia resulta muy interesante: se intercalan capítulos que abordan este asunto desde dos ópticas distintas. Por un lado, la parte más amplia (y, en mi opinión, la más interesante) describe la historia familiar (de dónde vienen los padres, cómo se forma el matrimonio, el nacimiento de los hijos y su desarrollo) y cómo se van desplegando los problemas psicológicos que muestran cada uno de los afectados, lo cual va dando lugar a una descripción muy rica de todas las situaciones que atraviesa esta familia, en la que van a ir apareciendo muchos momentos de marcado interés, incluyendo el descubrimientos de secretos ocultos hasta entonces. Por otro lado, tenemos capítulos en los que se habla de lo que discutía la comunidad científica acerca de la esquizofrenia en el mismo momento en que se desarrollan los acontecimientos narrados, comenzando por el debate (todavía vigente) acerca de hasta qué punto es un problema biológico, de los genes o neurotransmisores o tiene más que ver con el ambiente (la historia vivida de la persona, su contexto, circunstancias particulares y otras variables sociales). Es interesante ver como en ciertos instantes ambos relatos (el de la familia y el de los investigadores) se cruzan y cómo se va tratando a los diagnosticados en función de las explicaciones que existían en cada momento sobre el origen y la terapia de la esquizofrenia.

Creo que merece mucho la pena la lectura de este libro, sobre todo por lo que respecta a la parte en la que se detalla la historia de cada miembro de esta familia, todo muy bien documentado mediante entrevistas con los propios protagonistas, tratados con mucho respeto y compasión por el autor. Y, aunque no se hace en ningún momento un análisis desde una óptica sistémica, me parece un libro perfecto para aquellos que conocemos dicho enfoque (el estudio de cómo las relaciones con otras personas influyen en la aparición de los problemas psicológicos), ya que permite observar ciertos aspectos teóricos propuestos por dicho paradigma. De hecho, si yo fuera docente en un programa de formación en terapia sistémica propondría la lectura y análisis de este libro como ejercicio práctico para los alumnos, siempre pensando en utilizarlo como recurso didáctico, por supuesto, ni como la “verdadera” conceptualización de este caso.

Lo que menos me ha gustado es que la parte en la que se van describiendo las teorías y tratamientos de la esquizofrenia deriva (de forma sesgada) hacia una posición claramente biologicista de este trastorno. Al llegar a la mitad del libro, las hipótesis centradas en los genes y similares se tratan casi en exclusiva, dejando de lado otras teorías y tipos de intervenciones más psicosociales y contextuales, que sí están más presentes al principio de la obra, aunque de forma anecdótica. Me preocupa que esto pueda dar lugar la falsa impresión de que, efectivamente, a día de hoy es compartida la hipótesis de que la esquizofrenia y los trastornos psicóticos en general tienen un origen genético o biológico. Yo, desde luego, me declaro escéptico en este campo (el de el origen de la esquizofrenia), no por capricho, si no basándome en lo que la ciencia ha demostrado (o, más bien, no ha demostrado) en el momento actual. Lo qué si que sé es que ciertos eventos, experiencias que los seres humanos vivimos, influyen en la aparición de este tipo de problemas. De la misma manera que es sabido que existen tratamientos psicológicos que han demostrado ser eficaces para ayudar a las personas con este tipo de diagnósticos (véase, por ejemplo, este libro publicado recientemente). Entiendo, en cualquier caso, que Kolker es periodista y se ha basado en la información proporcionada por algunos psiquiatras que trabajan desde ese enfoque; es difícil para alguien lego en la materia acceder a información y a profesionales que ofrezcan otra versión de la historia, debido a la preponderancia que tiene en los medios y en la creencia popular la idea de la esquizofrenia como una “enfermedad del cerebro”. He echado en falta escuchar esas otras voces en las páginas del texto, las de personas que pudieran hablar, de forma respetuosa y no culpabilizadora, de explicaciones e hipótesis psicosociales.

También desluce un poco el contenido el ver una afirmación (creo que hecha con buena intención, aunque no por ello menos equivocada), repetida en dos ocasiones, que señala que “nunca” se ha demostrado que exista una relación entre haber sufrido abusos sexuales y ser diagnosticado/a de esquizofrenia. Precisamente, la evidencia científica indica, con claridad, que hay una asociación muy alta entre ambas variables, por lo que los abusos sexuales conforman un factor de riesgo claro de sufrir un trastorno psicótico (y de otros tipos). Por supuesto, sufrir ese tipo de experiencias no lleva inevitablemente a la esquizofrenia, del mismo modo que no todas las personas con este diagnóstico han sufrido abusos. Lo constatado es que aumentan el riesgo.

 

Aún con lo negativo, si uno se acerca a “Los chicos de Hidden Valley Road” con curiosidad e interés por ver, estudiar y conocer de forma compasiva a la familia Galvin, así como tratando de comprender, con empatía, lo que supone verse envuelto en un problema en el que no está claro su origen, probando diferentes tratamientos (algunos de ellos bastante perjudiciales para la salud), sintiéndose señalados o culpabilizados (en ocasiones) podrá disfrutar de una lectura muy estimulante.