martes, 29 de mayo de 2018

PIRatas en Zaragoza (XVIII Jornadas ANPIR)

 
De vuelta en Gijón después de pasar unos días espléndidos en una ciudad preciosa como es Zaragoza, donde se celebraron las XVIII Jornadas de ANPIR, una asociación de psicólogos clínicos y psicólogos internos residentes que cuenta ya con más de mil socios en sus filas. Han sido días intensos, frenéticos y, en algunos momentos, incluso abrumadores. Alrededor de 300 personas se inscribieron en un evento que busca darle valor a la especialidad en psicología clínica. Ha sido mi primera visita a la capital aragonesa y la primera vez que acudo a unas Jornadas de ANPIR; ambas cosas fueron realmente satisfactorias. 

Encuentros, re-encuentros, aprendizajes, calor, lluvia intensa, cafés, vinos, ternasco, trenzas, pasión, ilusión, homenajes, despedidas, bienvenidas, barcos, historias sobre la serotonina… todo eso y más nos encontramos al cruzar el Ebro.

La acción comenzó el miércoles por la tarde con un taller pre-congreso a cargo de Peter Fonagy, figura emblemática de la Terapia Basada en Mentalización, un enfoque terapéutico que ha mostrado ser eficaz en el tratamiento del trastorno límite de la personalidad. Aunque estaba prevista su presencia en Zaragoza, Fonagy finalmente tuvo que realizar su ponencia desde Londres a través de videoconferencia. Yo no estuve allí, pero cuentan que intentó hacerlo lo mejor que pudo, a pesar de la distancia.

El jueves seguimos calentando motores, esta vez con los dos talleres simultáneos pre-jornadas. Los asistentes tuvimos la difícil tarea de elegir entre dos pesos pesados de talla internacional: Paul Salkovskis o Giancarlo Dimaggio. Yo me decanté por el segundo y su exposición sobre la terapia metacognitiva interpersonal. Dimaggio demostró ser un hombre que se desenvuelve bien frente a la audiencia; muy interesante, aunque demasiado breve. Supo a poco y nos dejó con ganas de más.

Ya en horario de tarde se inauguraron, de forma oficial, las jornadas. Tras la presentación por parte de las autoridades invitadas se dio paso a la primera ponencia, dedicada a los factores comunes. De nuevo, interesante; de nuevo, se quedó corta. Quizás es la única crítica negativa que mencionaré en estas líneas y que no deja de ser una impresión personal: las ponencias fueron demasiado breves, lo cual dio como resultado que muchos temas se acabaran tocando de manera superficial. Luis Botella y Nelson Andrade mencionaron cuestiones interesantes de las que ya he hablado en otras ocasiones en este blog (y otras sobre las que hablaré en el futuro, como el uso del feedback en psicoterapia). Y aún hubo alguna que otra "novedad" presentada a modo de primicia, pero a la que en realidad se le podría aplicar la etiqueta #primeroenOutsiders (y permítanme este comentario tan críptico… es un guiño a ciertas personas que lo entenderán a la perfección).

La jornada terminó con la exposición de un caso clínico y su abordaje desde diferentes perspectivas teóricas, acompañada por una serie de comunicaciones orales, completadas a su vez por las comunicaciones en formato póster que adornaban el pasillo aledaño a la sala de conferencias. He tenido el privilegio de participar en la autoría de dos de estos trabajos, que los interesados pueden ver aquí y aquí.

Tras recuperar energías durante la noche, el viernes por la mañana se habló de nuevas tecnologías aplicadas a las terapias psicológicas, se dio voz a familiares y afectados por problemas de salud mental y continuaron las comunicaciones libres. Por la tarde llegaría uno de los platos fuertes, una mesa redonda con el título “El futuro de la psicología clínica a debate”, en la que participaron César González-Blanch (presidente de ANPIR), Miguel Ángel Santed (presidente de la conferencia de decanos de psicología), Francisco Santolaya (presidente del Consejo General de Colegios de Psicólogos) y Elsa Maestre (representante del Colectivo de Estudiantes de Psicología). El debate fue intenso, suscitó aplausos, comentarios del público y murmullos con diferentes tonalidades emocionales, mientras se hablaba de cuestiones tan importantes para la profesión como la excesiva proliferación de facultades de psicología o el itinerario formativo en psicología clínica.


Pero todavía quedaban cosas relevantes por suceder aquella misma tarde. La asamblea de socios posterior a la mesa redonda estuvo cargada de emociones. Se despidió a la junta directiva con un homenaje sorpresa protagonizado por un discurso lleno de poesía que elogiaba la labor de varios miembros destacados de la asociación y que conmovió a los allí presentes. Una despedida seguida de una bienvenida a una nueva junta que empieza con mucha fuerza y con ganas de situar a la psicología clínica española en el lugar que le corresponde. Con un barco pirata como insignia, comenzó el viaje de estos intrépidos marineros. “El PIR ata”, fue el lema que surgió de los mares (y un juego de palabras que mi recalentado cerebro no captó hasta el día siguiente, debo confesarlo).

Como todas las cosas tienen un final, el sábado llegó el momento de ir concluyendo las jornadas. Primero con un par de ponencias sobre terapia breve en atención primaria y psicología transcultural. Después con la conferencia de clausura a cargo de Robert Whitaker, autor de "Anatomía de una epidemia", libro que recomiendo leer con mucha atención. Un hombre muy agradable con el que intercambié unas breves palabras la noche anterior. La serotonina asomó la cabeza durante su conferencia y de esta manera se cerró el círculo. Un círculo que se había iniciado 3 días antes cuando la narrativa biologicista denunciada por Whitaker hizo acto de presencia de forma espontánea en medio de una calle cualquiera de Zaragoza. Pero esa es otra historia que no deba ser contada en este lugar.


Como si de una especie de ritual de paso se tratara, la lluvia se mostró en todo su esplendor cuando todo había terminado. Tal vez para facilitar que el barco PIR-ata comenzase su andadura navegando por el Ebro, dispuesto a cruzar mareas, océanos y todo aquello que se le ponga por delante. No pierdan de vista semejante embarcación porque va a dar mucho que hablar.

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