De
vuelta en Gijón después de pasar unos días espléndidos en una
ciudad preciosa como es Zaragoza, donde se celebraron las XVIII Jornadas de ANPIR, una asociación de psicólogos clínicos y psicólogos
internos residentes que cuenta ya con más de mil socios en sus
filas. Han sido días intensos, frenéticos y, en algunos momentos, incluso abrumadores. Alrededor de 300 personas se inscribieron en un evento que busca
darle valor a la especialidad en psicología clínica. Ha sido mi
primera visita a la capital aragonesa y la primera vez que acudo a
unas Jornadas de ANPIR; ambas cosas fueron realmente satisfactorias.
Encuentros, re-encuentros, aprendizajes, calor, lluvia intensa, cafés, vinos, ternasco, trenzas, pasión, ilusión, homenajes, despedidas, bienvenidas, barcos, historias sobre la serotonina… todo eso y más nos encontramos al cruzar el Ebro.
Encuentros, re-encuentros, aprendizajes, calor, lluvia intensa, cafés, vinos, ternasco, trenzas, pasión, ilusión, homenajes, despedidas, bienvenidas, barcos, historias sobre la serotonina… todo eso y más nos encontramos al cruzar el Ebro.
La
acción comenzó el miércoles por la tarde con un taller
pre-congreso a cargo de Peter Fonagy, figura emblemática de la
Terapia Basada en Mentalización, un enfoque terapéutico que ha
mostrado ser eficaz en el tratamiento del trastorno límite de la
personalidad. Aunque estaba prevista su presencia en Zaragoza, Fonagy
finalmente tuvo que realizar su ponencia desde Londres a través de
videoconferencia. Yo no estuve allí, pero cuentan que intentó
hacerlo lo mejor que pudo, a pesar de la distancia.
El
jueves seguimos calentando motores, esta vez con los dos talleres
simultáneos pre-jornadas. Los asistentes tuvimos la difícil tarea
de elegir entre dos pesos pesados de talla
internacional: Paul Salkovskis o Giancarlo Dimaggio. Yo me decanté
por el segundo y su exposición sobre la terapia metacognitiva
interpersonal. Dimaggio demostró ser un hombre que se desenvuelve
bien frente a la audiencia; muy interesante, aunque demasiado breve. Supo a poco y nos dejó con ganas de más.
Ya
en horario de tarde se inauguraron, de forma oficial, las jornadas. Tras la presentación por parte de las autoridades invitadas se dio paso a la
primera ponencia, dedicada a los factores comunes. De nuevo,
interesante; de nuevo, se quedó corta. Quizás es la única crítica
negativa que mencionaré en estas líneas y que no deja de ser una
impresión personal: las ponencias fueron demasiado breves, lo cual
dio como resultado que muchos temas se acabaran tocando de manera
superficial. Luis Botella y Nelson Andrade mencionaron cuestiones
interesantes de las que ya he hablado en otras ocasiones en este blog
(y otras sobre las que hablaré en el futuro, como el uso del feedback
en psicoterapia). Y aún hubo alguna que otra "novedad" presentada a modo de primicia, pero a la que en realidad se le podría aplicar
la etiqueta #primeroenOutsiders (y permítanme este comentario tan
críptico… es un guiño a ciertas personas que lo entenderán a la
perfección).
La
jornada terminó con la exposición de un caso clínico y su abordaje
desde diferentes perspectivas teóricas, acompañada por una serie de
comunicaciones orales, completadas a su vez por las comunicaciones en
formato póster que adornaban el pasillo aledaño a la sala de
conferencias. He tenido el privilegio de participar en la autoría de
dos de estos trabajos, que los interesados pueden ver aquí y aquí.
Tras
recuperar energías durante la noche, el viernes por la mañana se
habló de nuevas tecnologías aplicadas a las terapias psicológicas,
se dio voz a familiares y afectados por problemas de salud mental y
continuaron las comunicaciones libres. Por la tarde llegaría uno de
los platos fuertes, una mesa redonda con el título “El
futuro de la psicología clínica a debate”,
en la que participaron César González-Blanch (presidente de ANPIR),
Miguel Ángel Santed (presidente de la conferencia de decanos de
psicología), Francisco Santolaya (presidente del Consejo General de
Colegios de Psicólogos) y Elsa Maestre (representante del Colectivo
de Estudiantes de Psicología). El debate fue intenso, suscitó
aplausos, comentarios del público y murmullos con diferentes tonalidades emocionales, mientras
se hablaba de cuestiones tan importantes para la profesión como la
excesiva proliferación de facultades de psicología o el itinerario
formativo en psicología clínica.
Pero
todavía quedaban cosas relevantes por suceder aquella misma tarde. La asamblea de
socios posterior a la mesa redonda estuvo cargada de emociones. Se
despidió a la junta directiva con un homenaje sorpresa protagonizado
por un discurso lleno de poesía que elogiaba la labor de varios
miembros destacados de la asociación y que conmovió a los allí presentes. Una despedida seguida de
una bienvenida a una nueva junta que empieza con mucha
fuerza y con ganas de situar a la psicología clínica española en
el lugar que le corresponde. Con un barco pirata como insignia,
comenzó el viaje de estos intrépidos marineros. “El PIR ata”,
fue el lema que surgió de los mares (y un juego de palabras que mi
recalentado cerebro no captó hasta el día siguiente, debo confesarlo).
Como
todas las cosas tienen un final, el sábado llegó el momento de ir
concluyendo las jornadas. Primero con un par de ponencias sobre
terapia breve en atención primaria y psicología transcultural.
Después con la conferencia de clausura a cargo de Robert Whitaker,
autor de "Anatomía de una epidemia", libro que recomiendo leer con mucha atención. Un hombre muy agradable con el
que intercambié unas breves palabras la noche anterior. La serotonina asomó la
cabeza durante su conferencia y de esta manera se cerró el círculo.
Un círculo que se había iniciado 3 días antes cuando la narrativa
biologicista denunciada por Whitaker hizo acto de presencia de forma
espontánea en medio de una calle cualquiera de Zaragoza. Pero esa es otra historia que no deba ser contada en este lugar.
Como
si de una especie de ritual de paso se tratara, la lluvia se mostró
en todo su esplendor cuando todo había terminado. Tal vez para
facilitar que el barco PIR-ata comenzase su andadura navegando
por el Ebro, dispuesto a cruzar mareas, océanos y todo
aquello que se le ponga por delante. No pierdan de vista semejante
embarcación porque va a dar mucho que hablar.
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