viernes, 11 de enero de 2019

De la mejor terapia del universo a las revistas depredadoras

Me hubiese gustado publicar esta entrada el pasado 28 de Diciembre porque, en cierto sentido, lo que voy a contar aquí tiene tintes de inocentada, aunque la cosa es bastante seria. Pero en esas fechas, ya se sabe, el tiempo se escapa a gran velocidad. Hoy voy a hablaros de la terapia psicológica más eficaz del universo y de cómo gracias a ella terminé conociendo lo que son las revistas depredadoras.


Todo empezó por pura casualidad. Un día, paseando por Researchgate, me encontré con un comentario escrito por un tal Robert Moylan, el cual proclamaba los supuestos grandes beneficios de un enfoque terapéutico totalmente desconocido para mi: Emotional Core Therapy (ECT), algo así como “terapia del núcleo emocional” (perdonen la burda traducción, pero este invento tampoco se merece mucho más). El mensaje tenía toda la pinta de ser una especie de spam fraudulento que buscaba vender un producto muy concreto, la propia terapia ECT. Guiado por la curiosidad, me lancé a hacer una búsqueda en diferentes buscadores (generalistas y especializados) sobre Moylan, creyendo que la historia no tendría mucho recorrido y que no hallaría más que un puñado de resultados al respecto. Nada más lejos de la realidad.

Me encontré al señor Moylan hasta en la sopa (sin embargo, no pienso poner ni un solo enlace porque no quiero darle más publicidad). Además de su página web, tiene vídeos en Youtube, entrevistas en algún programa de televisión, varios libros a la venta en Amazon y algunos “artículos” publicados en “revistas científicas”. Mi interés siguió creciendo: según la página web oficial de ECT, “El Sr. Moylan proporciona evidencia científica de que la Emotional Core Therapy es el enfoque psicológico más simple, más efectivo y más inclusivo del mundo para tratar estrés relacional y psicológico. El Sr. Moylan ha probado su enfoque ECT miles de veces”. ¡Casi nada!

¿Quién no querría aprender la terapia más efectiva del mundo? Y si es la más sencilla, ¿bastará con leerme algún libro? Eso debieron pensar los pobres incautos que acudieron a Amazon a comprarlo, sobre todo cuando vieron las más de 300 opiniones que acompañan al producto, prácticamente todas ellas positivas. Sin embargo, leamos alguna de las escasas críticas negativas que podemos encontrar allí: “Como psicoterapeuta con una estantería llena de libros de psicología, counseling y auto-ayuda, me quedé intensamente decepcionado con este libro. Es el único libro que he pensando devolver en mi vida. Leí página tras página, esperando encontrar contenido útil de verdad, intervenciones o ideas sólidas o un encuadre para la ECT, solo para darme cuenta de que NO HAY NADA. No sé cómo se pueden escribir tantas páginas sobre nada, pero eso es lo que ha hecho este autor (…). Encargué este libro en base a las numerosas buenísimas reseñas, pero mirándolas más a fondo he llegado a creer que la mayor parte son falsas. Muchas usan las mismas ideas o frases...”. Efectivamente, lo que parece que sucede con los libros de Moylan en Amazon (tiene otro para adolescentes, otro para cuestiones espirituales y otro que… ¡aplica la ECT al golf!) es que se ha encargado de utilizar un montón de cuentas falsas (o ha contratado un servicio para hacerlo: esas cosas existen) para dejar una opinión muy positiva de su “obra”.

Pero echémos un vistazo al libro sobre la terapia más efectiva del mundo (el cual, en este caso no me avergüenza decirlo, he adquirido descargándolo por internet de forma poco ortodoxa). La primero que nos encontramos es una “advertencia” que dice así: “Este libro detalla las experiencias y opiniones personales del autor sobre salud mental y relaciones. El autor y el editor proporcionan este libro y sus contenidos sobre una base “tal cual” y no representan o dan garantías de ningún tipo con respecto a este libro y a sus contenidos (…) Además, el autor y el editor no representan o garantizan que la información accesible a través de este libro sea precisa, completa o actual”. Curioso. Un libro sobre algo tan maravilloso y que comienza diciendo que no se garantiza que lo escrito sea real. Quizás por eso no se aporta ni una sola referencia a lo largo de todo el volumen.

En la página web, donde hay una sección de formación igualmente sospechosa, se nos remite a la advertencia anteriormente mencionada, añadiendo que “La efectividad clínica a largo plazo de la ECT no puede ser puesta a prueba debido a la complejidad del proceso ECT [vaya, ¿pero no era el enfoque más simple del mundo?]. La única manera de probar la efectividad de ECT es mediante el método científico y trabajando el proceso con el ojo desnudo (¿?). En otras palabras, tienes que aplicar continuamente el proceso ECT a tu propio estrés o al de otros hasta que lo domines. Entonces es cuando necesitas hacer esta prueba a ojo desnudo con otro enfoque disponible para compararlo. ECT no puede prometer felicidad o un resultado positivo para cualquier individuo”.

Está bien, una página web para vender formación en un método que no funciona la puede hacer cualquiera. Escribir y publicar un libro también, así como pagar por bots o crear falsos usuarios de Amazon para que lo valoren positivamente. Lo mismo podemos decir de subir vídeos a Youtube haciendo una especie de seminarios para darle una mayor apariencia de seriedad al asunto. Sin embargo, también existen artículos de ECT publicados en revistas con revisión por pares. Así que quizás haya algo de verdad, después de todo. Porque ninguna revista científica publicaría un artículo que dice que una terapia es la más efectiva de todas sin que exista una buena fundamentación para ello.

¿O si?

Dirijamos la mirada ahora hacia uno de esos artículos de Moylan, de acceso abierto y publicado en una revista que dice tener revisión por pares. Tampoco hace falta ser muy meticuloso para darse cuenta que es una tomadura de pelo. El “trabajo” es brevísimo, no está bien estructurado y solo tiene cuatro referencias, que nisiquiera están puestas con el formato adecuado. Pero lo que ya es de risa es leer frases como las siguientes: “La XXXX [nombre de la revista] es un vehículo excelente para diseminar la verdad (…) las revistas son vehículos excelentes para establecer la verdad a través del método científico”. Y, en la sección de “método”: “Ya que cada persona es única a la hora de detectar y tratar el estrés relacional, las únicas herramientas que necesitas para probar su efectividad son tus propios eventos estresantes, mi libro de ECT y vídeos de entrenamiento...”.

Cualquier que haya leído dos o tres artículos de revistas especializadas y que conozca un poco el proceso de revisión sabe que nadie aceptaría la publicación de semejante despropósito y muchos menos si contiene la afirmación de que la ECT es la terapia que ha demostrado ser más efectiva sin aportar ni una sola prueba de ello. Por no hablar de que un niño de 10 años haría una redacción infinitamente mejor.

Entonces, ¿como es posible que existan unos pocos artículos de este tipo? Al principio pensé que la revista no existía y que era otra invención de Moylan. La página web de la misma tiene un aspecto bastante cutre que nada tiene que ver con el diseño habitual de este tipo de publicaciones. Sin embargo, al investigar un poco más me encontré con que la revista era real y que, según dicen, sigue un proceso de revisión por pares. Pero hay algo extraño. En vez de hablar de su factor de impacto, se refiere a al Índice Copernicus; y cuando menciona los sitios en los que está indexada, nombra páginas como Academia.edu, Researchgate o Google Scholar. Y así es como descubrí lo que es una revista depredadora.

Las revistas depredadoras son básicamente publicaciones en acceso abierto que se alimentan de la tasas que cobran a los autores por publicar sus artículos. Si bien es cierto que en muchas revistas serias los autores tienen que pagar un precio, este generalmente tiene que ver con servicios editoriales y demás que son necesarios para garantizar unos mínimos de calidad. El problema con las depredadoras es que las tasas nada tienen que ver con los costes de publicación o de edición. De hecho, aunque muchas, como en el ejemplo anterior, presumen de seguir una revisión por pares, esto realmente no se lleva a cabo. Tampoco hay gastos derivados de una edición en papel, de maquetación o diseño: las páginas webs de estas publicaciones y los artículos en si mismos están elaboradas mínimamente. Son revistas fraudulentas, en definitiva, cuyo único objetivo es sacar provecho económico, por lo que aceptan publicar prácticamente cualquier cosa, independientemente de su calidad o veracidad.

Ejemplo de lo anterior es el caso de un estudiante que, en el año 2010, envió un manuscrito que fue aceptado para su publicación (siempre que se pagara la tasa, claro), a pesar de que el artículo había sido generado aleatoriamente por un programa informático y estaba repleto de sinsentidos. Interesante también es el experimento del “Doctor Fraude”: un grupo de investigadores se inventó a una persona que se ofreció para formar parte del comité editorial de un buen número de revistas. A pesar de que no había publicado ni un solo artículo en su ficticia carrera y de que en su currículum decía haber escrito libros que no existían (publicados, además, por editoriales falsas), hasta 40 revistas aceptaron tenerla como editora. En 2013, John Bohannon escribió un artículo con defectos evidentes acerca de un supuesto constituyente y lo envió a varias revistas. El 60% de las publicaciones de acceso abierto lo aceptó, a pesar de su falsedad.

El problema ha ido creciendo a lo largo de los años, y ya en 2014 se estimaba que había unos 420000 artículos publicados en este tipo de revistas, cuyo número llegaba a las 8000. En un esfuerzo por ayudar a autores y lectores a filtrar este tipo de publicaciones, se han elaborado listas de revistas depredadoras, disponibles en internet y accesibles para cualquier persona.

Queda claro (por si alguien no lo sabía todavía), que muchos hacen de la ciencia y la asistencia sanitaria un negocio. No les importa generar conocimiento ni contribuir al desarrollo técnico, mucho menos el bienestar de las personas. Solo les preocupa su bolsillo. Los timadores también habitan la comunidad científica. Tienen en sus manos herramientas para difundir sus fraudes. Basta hacerse un página web bonita, publicar algunos libros vacíos de contenido en alguna editorial de bajo coste, subir vídeos a Youtube y mandar artículos a revistas dirigidas por otros personajes con la misma falta de conciencia moral y similar deseo de lucrarse sin importar el cómo.

En el fondo, lo que de verdad me preocupa es la posibilidad de que cosas similares sucedan también en las publicaciones consideradas serias. Al fin y al cabo, quien tenga un mínimo de formación y de experiencia se puede dar cuenta fácilmente de si está ante un artículo fraudulento o no. Cuesta más ser crítico y examinar a fondo los resultados mostrados en nuestras revistas de referencia, especialmente cuando apoyan las propias ideas, creencias o metodologías. Y, sin embargo, también ahí podemos encontrar problemas. Pero esa es otra historia.


Por lo demás, demos las gracias a Robert Moylan por descubrir la terapia más sencilla y efectiva del universo, que tanto sirve para gestionar el estrés interpersonal como para mejorar tu swing jugando al golf. ¡Gracias Señor Moylan!