Me
hubiese gustado publicar esta entrada el pasado 28 de Diciembre
porque, en cierto sentido, lo que voy a contar aquí tiene tintes de
inocentada, aunque la cosa es bastante seria. Pero en esas fechas, ya se sabe, el tiempo se escapa a gran velocidad. Hoy voy a hablaros de la
terapia psicológica más eficaz del universo y de cómo gracias a ella
terminé conociendo lo que son las revistas
depredadoras.
Todo empezó por pura
casualidad. Un día, paseando por Researchgate, me encontré con un
comentario escrito por un tal Robert Moylan, el cual proclamaba los
supuestos grandes beneficios de un enfoque terapéutico totalmente
desconocido para mi: Emotional Core Therapy (ECT), algo así como
“terapia del núcleo emocional” (perdonen la burda traducción,
pero este invento tampoco se merece mucho más). El mensaje tenía
toda la pinta de ser una especie de spam fraudulento que
buscaba vender un producto muy concreto, la propia terapia ECT.
Guiado por la curiosidad, me lancé a hacer una búsqueda en diferentes buscadores (generalistas y especializados)
sobre Moylan, creyendo que la historia no tendría mucho recorrido y
que no hallaría más que un puñado de resultados al respecto. Nada
más lejos de la realidad.
Me
encontré al señor Moylan hasta en la sopa (sin
embargo, no pienso poner ni un solo enlace porque no quiero darle más
publicidad).
Además de su página web, tiene
vídeos en Youtube, entrevistas en algún programa de televisión,
varios libros a la venta en Amazon y algunos “artículos”
publicados en “revistas científicas”. Mi interés siguió
creciendo: según la página web oficial de ECT, “El
Sr. Moylan proporciona evidencia científica de que la Emotional Core
Therapy es el enfoque psicológico más simple, más efectivo y más
inclusivo del mundo para tratar estrés relacional y psicológico. El
Sr. Moylan ha probado su enfoque ECT miles de veces”.
¡Casi nada!
¿Quién
no querría aprender la terapia más efectiva del mundo? Y si es la
más sencilla, ¿bastará con leerme algún libro? Eso debieron pensar
los pobres incautos que acudieron a Amazon a comprarlo, sobre todo
cuando vieron las más de 300 opiniones que acompañan al producto, prácticamente todas ellas
positivas. Sin embargo, leamos alguna de las escasas críticas
negativas que podemos encontrar allí: “Como
psicoterapeuta con una estantería llena de libros de psicología,
counseling y auto-ayuda, me quedé intensamente decepcionado con este
libro. Es el único libro que he pensando devolver en mi vida. Leí
página tras página, esperando encontrar contenido útil de verdad,
intervenciones o ideas sólidas o un encuadre para la ECT, solo para
darme cuenta de que NO HAY NADA. No sé cómo se pueden escribir tantas
páginas sobre nada, pero eso es lo que ha hecho este autor (…).
Encargué este libro en base a las numerosas buenísimas reseñas,
pero mirándolas más a fondo he llegado a creer que la mayor parte
son falsas. Muchas usan las mismas ideas o frases...”.
Efectivamente,
lo que parece que sucede con los libros de Moylan en Amazon (tiene
otro para adolescentes, otro para cuestiones espirituales y otro que…
¡aplica la ECT al golf!) es que se ha encargado de utilizar un montón
de cuentas falsas (o ha contratado un servicio para hacerlo: esas
cosas existen) para dejar una opinión muy positiva de su “obra”.
Pero
echémos un vistazo al libro sobre la terapia más efectiva del
mundo (el cual, en este caso no me avergüenza decirlo, he adquirido
descargándolo por internet de forma poco ortodoxa). La primero que
nos encontramos es una “advertencia” que dice así: “Este
libro detalla las experiencias y opiniones personales del autor sobre
salud mental y relaciones. El autor y el editor
proporcionan este libro y sus contenidos sobre una base “tal cual”
y
no representan o dan garantías de ningún tipo con respecto a este
libro y a sus contenidos (…) Además, el
autor y el editor no representan o garantizan que la información
accesible a través de este libro sea precisa, completa o actual”.
Curioso.
Un libro sobre algo tan maravilloso y que comienza diciendo que no se
garantiza que lo escrito sea real. Quizás por eso no se aporta ni
una sola referencia a lo largo de todo el volumen.
En
la página web, donde hay una sección de formación igualmente
sospechosa, se nos remite a la advertencia anteriormente mencionada,
añadiendo que “La
efectividad clínica a largo plazo de la ECT no puede ser puesta a
prueba debido a la complejidad del proceso ECT
[vaya,
¿pero no era el enfoque
más simple del mundo?].
La única manera de probar la efectividad de ECT es mediante el
método científico y trabajando el proceso con el ojo desnudo (¿?).
En otras palabras, tienes que aplicar continuamente el proceso ECT a
tu propio estrés o al de otros hasta que lo domines. Entonces es
cuando necesitas hacer esta prueba a ojo desnudo con otro enfoque
disponible para compararlo. ECT no puede prometer felicidad o un
resultado positivo para cualquier individuo”.
Está
bien, una página web para vender formación en un método que no
funciona la puede hacer cualquiera. Escribir y publicar un libro
también, así como pagar por bots o crear falsos usuarios de Amazon
para que lo valoren positivamente. Lo mismo podemos decir de subir
vídeos a Youtube haciendo una especie de seminarios para darle una
mayor apariencia de seriedad al asunto. Sin embargo, también existen
artículos de ECT publicados en revistas con revisión por pares. Así
que quizás haya algo de verdad, después de todo. Porque ninguna
revista científica publicaría un artículo que dice que una terapia
es la más efectiva de todas sin que exista una buena fundamentación
para ello.
¿O si?
Dirijamos la mirada ahora hacia uno de esos artículos de Moylan, de acceso
abierto y publicado en una revista que dice tener revisión por
pares. Tampoco hace falta ser muy meticuloso para darse cuenta que es
una tomadura de pelo. El “trabajo” es brevísimo, no está bien
estructurado y solo tiene cuatro referencias, que nisiquiera están
puestas con el formato adecuado. Pero lo que ya es de risa es leer
frases como las siguientes: “La
XXXX [nombre
de la revista] es
un vehículo excelente para diseminar la verdad (…)
las
revistas son vehículos excelentes para establecer la verdad a través
del método científico”.
Y, en la sección de “método”: “Ya
que cada persona es única a la hora de detectar y tratar el estrés
relacional, las únicas herramientas que necesitas para probar su
efectividad son
tus propios eventos estresantes, mi libro de ECT y vídeos de
entrenamiento...”.
Cualquier que haya leído dos o
tres artículos de revistas especializadas y que conozca un poco el
proceso de revisión sabe que nadie aceptaría la publicación de
semejante despropósito y muchos menos si contiene la afirmación de
que la ECT es la terapia que ha demostrado ser más efectiva sin
aportar ni una sola prueba de ello. Por no hablar de que un niño de
10 años haría una redacción infinitamente mejor.
Entonces,
¿como es posible que existan unos pocos artículos de este tipo? Al
principio pensé que la revista no existía y que era otra invención
de Moylan. La página web de la misma tiene un aspecto bastante cutre
que nada tiene que ver con el diseño habitual de este tipo de
publicaciones. Sin embargo, al investigar un poco más me encontré
con que la revista era real y que, según dicen, sigue un proceso de
revisión por pares. Pero hay algo extraño. En vez de hablar de su
factor de impacto, se refiere a al Índice Copernicus; y
cuando menciona los sitios en los que está indexada, nombra páginas
como Academia.edu, Researchgate o Google Scholar. Y así es como
descubrí lo que es una revista
depredadora.
Las revistas depredadoras son
básicamente publicaciones en acceso abierto que se alimentan de la
tasas que cobran a los autores por publicar sus artículos. Si bien
es cierto que en muchas revistas serias los autores tienen que pagar
un precio, este generalmente tiene que ver con servicios editoriales
y demás que son necesarios para garantizar unos mínimos de calidad. El problema con las depredadoras es que las tasas nada tienen que ver
con los costes de publicación o de edición. De hecho, aunque
muchas, como en el ejemplo anterior, presumen de seguir una revisión
por pares, esto realmente no se lleva a cabo. Tampoco hay gastos
derivados de una edición en papel, de maquetación o diseño: las
páginas webs de estas publicaciones y los artículos en si mismos
están elaboradas mínimamente. Son revistas fraudulentas, en
definitiva, cuyo único objetivo es sacar provecho económico, por lo
que aceptan publicar prácticamente cualquier cosa,
independientemente de su calidad o veracidad.
Ejemplo de lo anterior es el
caso de un estudiante que, en el año 2010, envió un manuscrito que
fue aceptado para su publicación (siempre que se pagara la tasa,
claro), a pesar de que el artículo había sido generado
aleatoriamente por un programa informático y estaba repleto de
sinsentidos. Interesante también es el experimento del “Doctor
Fraude”: un grupo de investigadores se inventó a una persona que
se ofreció para formar parte del comité editorial de un buen número
de revistas. A pesar de que no había publicado ni un solo artículo
en su ficticia carrera y de que en su currículum decía haber
escrito libros que no existían (publicados, además, por editoriales
falsas), hasta 40 revistas aceptaron tenerla como editora. En 2013, John Bohannon escribió
un artículo con defectos evidentes acerca de un supuesto
constituyente y lo envió a varias revistas. El 60% de las
publicaciones de acceso abierto lo aceptó, a pesar de su falsedad.
El problema ha ido creciendo a
lo largo de los años, y ya en 2014 se estimaba que había unos
420000 artículos publicados en este tipo de revistas, cuyo número
llegaba a las 8000. En un esfuerzo por ayudar a autores y lectores a
filtrar este tipo de publicaciones, se han elaborado listas de
revistas depredadoras, disponibles en internet y accesibles para cualquier persona.
Queda claro (por si alguien no
lo sabía todavía), que muchos hacen de la ciencia y la asistencia
sanitaria un negocio. No les importa generar conocimiento ni
contribuir al desarrollo técnico, mucho menos el bienestar de las
personas. Solo les preocupa su bolsillo. Los timadores también
habitan la comunidad científica. Tienen en sus manos herramientas
para difundir sus fraudes. Basta hacerse un página web bonita,
publicar algunos libros vacíos de contenido en alguna editorial de
bajo coste, subir vídeos a Youtube y mandar artículos a revistas
dirigidas por otros personajes con la misma falta de conciencia moral
y similar deseo de lucrarse sin importar el cómo.
En el fondo, lo que de verdad
me preocupa es la posibilidad de que cosas similares sucedan también
en las publicaciones consideradas serias. Al fin y al cabo, quien
tenga un mínimo de formación y de experiencia se puede dar cuenta
fácilmente de si está ante un artículo fraudulento o no. Cuesta
más ser crítico y examinar a fondo los resultados mostrados en
nuestras revistas de referencia, especialmente cuando apoyan las propias
ideas, creencias o metodologías. Y, sin embargo, también
ahí podemos encontrar problemas. Pero esa es otra historia.
Por lo demás, demos las
gracias a Robert Moylan por descubrir la terapia más sencilla y
efectiva del universo, que tanto sirve para gestionar el estrés
interpersonal como para mejorar tu swing jugando al golf.
¡Gracias Señor Moylan!
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