miércoles, 12 de octubre de 2016

De Mad in America para hispanohablantes al mito del origen biológico del sufrimiento humano



Creemos que la manera de entender el sufrimiento psíquico y las soluciones que se aportan en este momento no resuelven los problemas que nos afectan, se encuentran estrechamente vinculadas a mercados e instituciones cuya principal preocupación no es el bienestar de las personas y vulneran con demasiada frecuencia los derechos humanos. En este escenario, el sufrimiento psíquico y los diferentes modos de expresión emocional y de relación con el mundo son considerados enfermedades individuales que hay que curar, medicar, corregir y adaptar. Entendemos que el sufrimiento de la gente tiene que ver con sus vidas, con su biografía y con los espacios sociales, con el contexto que habitamos: el de la competitividad, el aislamiento y la creciente desigualdad.”

Este es uno de los párrafos que podemos leer en la sección “Sobre nosotras” de la nueva revista digital “Mad in America para el mundo hispanohablante”, una revista que, como se puede deducir del párrafo anterior, aboga por una comprensión de la psicopatología opuesta al paradigma biologicista, aquel que considera que los problemas de salud mental y el sufrimiento humano tienen su origen en alteraciones fisiológicas (exceso o falta de neurotransmisores en el organismo o lesiones en el sistema nervioso, por ejemplo). Frente a ese enfoque, son muchísimos los datos, obtenidos mediante amplias y variadas investigaciones, que demuestran que en nuestra salud mental influyen de manera determinante otro tipo de circunstancias relacionadas con factores psicosociales: desde las experiencias personales biográficas, pasando por problemas sociales, políticos o de desigualdad, hasta otro tipo de cuestiones cuyo origen no puede localizarse en una zona del cerebro o en una molécula determinada. Es decir, son las circunstancias de la vida y el contexto en el que estas tienen lugar las que juegan un papel fundamental en la aparición de los síntomas y problemas psicológicos.

La revista parte de “Mad in America”, publicación estadounidense nacida en el año 2003 “y que, con los años, se ha constituido en una comunidad virtual, lugar de encuentro para muchas de esas voces y conocimiento. Sus publicaciones han contribuido a abrir debates, difundir saberes y experiencias, así como a reunir a una extensa red de personas y grupos que comparten una visión crítica sobre el escenario de la salud mental en el mundo.” La edición americana promulga una reconstrucción de la psiquiatría (y de la psicología clínica, añadiría yo) por medio de dos vías de actuación: la publicación de la revista digital, en la que se difunden artículos, nuevas investigaciones y debates acerca del objetivo de dicha reconstrucción, por un lado, y el desarrollo de cursos en los que se explican modelos alternativos de atención a los problemas psicológicos, basados más en el tratamiento psicosocial que en el farmacológico, por el otro. A esto se le suma el acceso abierto a foros donde se pueden discutir todas estas ideas.

En la edición americana existe una sección dedicada a Rober Whitaker, periodista y autor de varios libros, ganador de diversos premios y cuyas investigaciones y publicaciones han suscitado mucha polémica en el ámbito de la salud mental. Recientemente se ha publicado en español su obra “Anatomía de una epidemia”, en la que denuncia la excesiva e injustificada medicalización de los trastornos mentales.

Mad in America para hispanohablantes se hace eco estos días de un artículo del año 2014 escrito por Mikel Valverde (psicólogo clínico) y José Inchauspe (psiquiatra) titulado “Campañas antiestigma y marketing encubierto”, que pone sobre la palestra un tema delicado y preocupante: la manipulación de la información y el uso fraudulento utilizado para beneficio propio de algunas empresas farmacéuticas. Valverde e Inchauspe destapan la verdad oculta sobre una campaña promocional, dirigida a pacientes y familiares, que supuestamente informa de forma veraz acerca de la esquizofrenia. Esta campaña estaba formada por una página web, folletos informativos y carteles aparecidos en dispositivos de salud. Fue lanzada por una conocida compañía farmacéutica que, por supuesto, cuenta entre sus productos con los fármacos promocionados.

En la campaña se difunde información falsa, como que está demostrado el desquilibrio químico y las bases genéticas de la esquizofrenia, que la medicación antipsicótica debe tomarse durante toda la vida o que aquella “protege” el cerebro (cuando hay datos que demuestran que más bien sucede todo lo contrario). Los autores del artículo desmontan punto a punto las afirmaciones de la empresa farmacéutica, pero no con opiniones si no con datos y referencias bibliográficas fiables, como debe ser. Hace unos pocos días escuchaba a una persona decir que “el componente genético de la esquizofrenia está clarísimo” y cosas por el estilo. Cuando le pedí las referencias en las que se basaba (investigaciones que hubiesen demostrado tal cosa) me respondió algo así como que no las conocía, pero que era así. Me encuentro con muchas personas con creencias de este tipo, que las han recibido de alguna parte, tal vez un curso, tal vez una clase de la universidad, pero que nunca se han preocupado en comprobar si eran ciertas o no. Y así, con un conocimiento sesgado o parcial de las cosas, se van difundiendo informaciones falaces. Lo más preocupante es que esto pasa con profesionales de la psicología y la psiquiatra, que son quienes mejor informados y preparados deberían estar. La población general no tiene por qué conocer estos datos. Alguien que está sufriendo, desbordada, al límite, desesperada por encontrar ayuda, una explicación, una solución, puede aceptar como válidas informaciones transmitidas por colectivos con conflictos de intereses claros, como pueden ser algunas compañías farmacéuticas.

¿Son los fármacos malos, innecesarios, totalmente contraproducentes? No. No se trata de demonizar todas las pastillas de forma radical. En ocasiones, un medicamento puede ser útil de forma puntual o más o menos sostenida en el tiempo. El problema que tenemos es que se están prescribiendo dosis por encima de las recomendaciones de las fichas técnicas, de forma generalizada, sin tener en cuenta las particularidades de cada caso, creyendo muchas veces el propio profesional que se debe proceder así, que los antipsicóticos son el único tratamiento eficaz para las psicosis y que deben tomarse de por vida. Pero resulta que no, que muchos casos pueden tratarse sin medicación, o con dosis mínimas o durante un tiempo limitado, etc.

Hay muchas cosas sobre el tratamiento de los síntomas psicóticos que la gente desconoce (incluso un número alarmante de profesionales de la salud). Por ejemplo, el nombre “antipsicótico” encierra en si mismo un engaño, pues lo que hacen estos fármacos no es “curar” o “quitar” la psicosis, si no reducir la intensidad de algunos síntomas, especialmente la angustia, pues en realidad son una suerte de relajantes mayores. Además, existen tratamientos puramente psicológicos que han mostrado resultados prometedores para tratar síntomas como las alucinaciones auditivas o los delirios.

Valverde e Inchauspe señalan varias conclusiones en su escrito, entre ellas las siguientes:

El folleto está orientado a convencer de que la esquizofrenia es una enfermedad crónica muy debilitante, que requiere obligadamente tratamiento farmacológico antipsicótico de manera indefinida. Entre los diversos antipsicóticos existentes se presentan como más idóneos los atípicos y de liberación prolongada, entre los que se anuncia que hay que solo requieren 12 administraciones anuales. La información facilitada sobre los tratamientos, y en particular los antipsicóticos, ni es fidedigna ni está contrastada ni responde a valores de rigor y excelencia.

Se trata de un relato que partiendo de la lucha contra los prejuicios asociados a la enfermedad mental y la necesaria información a pacientes y familiares acerca de la esquizofrenia, desemboca en la publicidad de un antipsicótico depot que la farmacéutica está actualmente promocionado. Del precio de ese fármaco, que nunca ha demostrado que sea más eficaz y tenga menos efectos adversos que otros,(51) no se puede deducir que la empresa sea especialmente generosa y altruista.

Se transmite una imagen llena de prejuicios sobre el paciente con esquizofrenia, como su evolución determinista, su falta de conciencia de enfermedad, la necesidad de medicarlo sin considerar su opinión y su rol de enfermo crónico pasivo. Además, se alienta una clínica de bajas expectativas. Todo ello inserto en una campaña de lucha contra los prejuicios, bajo cuyo auspicio se ofrece esa información. Se trata de un lenguaje y una línea de pensamiento alejados de la medicina basada en la evidencia, incluso del pensamiento más partidario de los tratamientos farmacológicos.”

Existe un problema serio con los conflictos de intereses, tanto en la investigación, como en otros ámbitos que alcanzan incluso a lo político e ideológico. Al diagnosticado de esquizofrenia u otro tipo de psicosis se le suele tratar mal, digámoslo así de claro. Se le infantiliza, humilla, denigra, desautoriza y desconsidera de forma flagrante. Ingresos forzosos, declaraciones de incapacidad, tratamientos obligatorios de dudosa eficacia... Prescripciones de medicamentos a dosis tan altas que en muchas ocasiones anulan casi por completo a la persona. Y al entorno, a la familia que no sabe qué hacer ni qué es lo que está pasando, se le da información sesgada y les pintan un futuro verdaderamente sombrío. Pero, ¿se obra así solo por interés propio o es también un síntoma del nihilismo terapéutico, el desconocimiento y la desgana de algunos profesionales?

Algunos seguimos mirando un poco más hacia el norte, a ese lugar en Finlandia en el que se están obteniendo resultados fabulosos atendiendo casos de lo que llamamos psicosis con intervenciones basadas en la psicoterapia, la familia, el contexto social y usando la medicación solo como una ayuda más para atravesar el proceso que tanto sufrimiento e incomprensión conlleva.

viernes, 7 de octubre de 2016

Los padres contra los deberes: aportaciones desde la psicología

Durante las dos últimas semanas ha sido noticia la campaña iniciada por la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (CEAPA) que lleva por título “En la escuela falta una asignatura: Mi tiempo libre”. Se trata de una llamada de atención hacia la excesiva cantidad de deberes que tienen que hacer en la actualidad los niños y adolescentes. El número de tareas para hacer en casa es tan alto que ocupa un gran número de horas de tiempo extraescolar, incluyendo fines de semana. Y eso sin contar el tiempo necesario para estudiar y preparar exámenes.


La campaña de CEAPA defiende algunos puntos importantes, siendo algunos de ellos los siguientes:

- Los deberes son un método de aprendizaje de erróneo.
- Los deberes sobrecargan al alumno.
- Los deberes generan situaciones de desigualdad entre el alumnado.
- Los deberes vulneran los derechos del niño.
- Los deberes suponen una intromisión e injerencia en la vida familiar y el tiempo de ocio.

Este problema no afecta solo a la población española. Lo anterior queda en evidencia si echamos un vistazo a un artículo publicado recientemente en la revista Monitor on Psychology, editada por la Asociación Americana de Psicología (APA). En este trabajo se hace una reivisón de lo que dice la investigación disponible hasta la fecha acerca de la idoneidad de los deberes de las alumnas. Algunas de las conclusiones más importantes señaladas en el artículo son las siguientes:

- Los deberes pueden producir beneficios (mayor comprensión y retención del material, por ejemplo), pero no necesariamente en todos los alumnos.
- Aunque sean beneficiosos, existe un límite a partir del cual los deberes no aportan mejores resultados. Algunos expertos proponen la llamada “regla de los 10 minutos”: los deberes no deben suponer más de 10 minutos diarios por grado, siendo el máximo aconsejable de 2 horas al llegar al instituto. Tiempos superiores pueden tener incluso consecuencias negativas: mayores niveles de estrés, problemas de sueño, menos tiempo para pasar con la familia, etc.
- Niños grandes y pequeños necesitan disponer de algún tiempo libre para hacer actividades agradables, ejercicio y socializar.
- Un estudio mostró que aquellos jóvenes que dedicaban una gran cantidad de tiempo a los deberes estaban más implicados en la escuela, pero a cambio sufrían más problemas de salud física y síntomas como dolores de cabeza y estomacales o falta de sueño.
- Otros estudios demuestran que reducir los deberes a un tercio o la mitad no influye de forma negativa en los resultados de los exámenes.
- Más que aumentar la cantidad de tareas a completar, es importante que estas sean de calidad (más calidad y menor cantidad).

La sobrecarga de trabajo, actividades, tareas y quehaceres en general de los niños y niñas de nuestra sociedad es el fiel reflejo del ritmo de vida occidental. Nos encontramos la mayor parte del tiempo envueltos en una frenética actividad donde el pararse un momento y tomarse un respiro paraece estar mal visto. Vivimos un momento en el que la valía de las personas se mide en por lo que se hace en lugar de por lo que se es. Hablamos del aumento de los casos de hiperactividad, pero no nos damos cuenta de que estamos inmersos en una época hiperactiva en si misma. Y en esto nos convertimos en modelos negativos de los más jóvenes, fomentando, además, un espíritu de competición poco saludable. Se genera también mucha frustración en aquellos chicos que necesitan más tiempo para obtener el mismo rendimiento que otros compañeros. Se confunden los resultados académicos con el nivel de inteligencia y se deja de favorecer el aprendizaje y desarrollo de otro tipo de conocimientos más pragmáticos para la vida de la persona en desarrollo.

El tiempo para el ocio, el deporte, el descanso o la simple contemplación (llamémosle meditación, por ejemplo) de la vida es necesario para un adecuado desarrollo de la mente humana y, con ella, de la sociedad.