martes, 29 de mayo de 2018

PIRatas en Zaragoza (XVIII Jornadas ANPIR)

 
De vuelta en Gijón después de pasar unos días espléndidos en una ciudad preciosa como es Zaragoza, donde se celebraron las XVIII Jornadas de ANPIR, una asociación de psicólogos clínicos y psicólogos internos residentes que cuenta ya con más de mil socios en sus filas. Han sido días intensos, frenéticos y, en algunos momentos, incluso abrumadores. Alrededor de 300 personas se inscribieron en un evento que busca darle valor a la especialidad en psicología clínica. Ha sido mi primera visita a la capital aragonesa y la primera vez que acudo a unas Jornadas de ANPIR; ambas cosas fueron realmente satisfactorias. 

Encuentros, re-encuentros, aprendizajes, calor, lluvia intensa, cafés, vinos, ternasco, trenzas, pasión, ilusión, homenajes, despedidas, bienvenidas, barcos, historias sobre la serotonina… todo eso y más nos encontramos al cruzar el Ebro.

La acción comenzó el miércoles por la tarde con un taller pre-congreso a cargo de Peter Fonagy, figura emblemática de la Terapia Basada en Mentalización, un enfoque terapéutico que ha mostrado ser eficaz en el tratamiento del trastorno límite de la personalidad. Aunque estaba prevista su presencia en Zaragoza, Fonagy finalmente tuvo que realizar su ponencia desde Londres a través de videoconferencia. Yo no estuve allí, pero cuentan que intentó hacerlo lo mejor que pudo, a pesar de la distancia.

El jueves seguimos calentando motores, esta vez con los dos talleres simultáneos pre-jornadas. Los asistentes tuvimos la difícil tarea de elegir entre dos pesos pesados de talla internacional: Paul Salkovskis o Giancarlo Dimaggio. Yo me decanté por el segundo y su exposición sobre la terapia metacognitiva interpersonal. Dimaggio demostró ser un hombre que se desenvuelve bien frente a la audiencia; muy interesante, aunque demasiado breve. Supo a poco y nos dejó con ganas de más.

Ya en horario de tarde se inauguraron, de forma oficial, las jornadas. Tras la presentación por parte de las autoridades invitadas se dio paso a la primera ponencia, dedicada a los factores comunes. De nuevo, interesante; de nuevo, se quedó corta. Quizás es la única crítica negativa que mencionaré en estas líneas y que no deja de ser una impresión personal: las ponencias fueron demasiado breves, lo cual dio como resultado que muchos temas se acabaran tocando de manera superficial. Luis Botella y Nelson Andrade mencionaron cuestiones interesantes de las que ya he hablado en otras ocasiones en este blog (y otras sobre las que hablaré en el futuro, como el uso del feedback en psicoterapia). Y aún hubo alguna que otra "novedad" presentada a modo de primicia, pero a la que en realidad se le podría aplicar la etiqueta #primeroenOutsiders (y permítanme este comentario tan críptico… es un guiño a ciertas personas que lo entenderán a la perfección).

La jornada terminó con la exposición de un caso clínico y su abordaje desde diferentes perspectivas teóricas, acompañada por una serie de comunicaciones orales, completadas a su vez por las comunicaciones en formato póster que adornaban el pasillo aledaño a la sala de conferencias. He tenido el privilegio de participar en la autoría de dos de estos trabajos, que los interesados pueden ver aquí y aquí.

Tras recuperar energías durante la noche, el viernes por la mañana se habló de nuevas tecnologías aplicadas a las terapias psicológicas, se dio voz a familiares y afectados por problemas de salud mental y continuaron las comunicaciones libres. Por la tarde llegaría uno de los platos fuertes, una mesa redonda con el título “El futuro de la psicología clínica a debate”, en la que participaron César González-Blanch (presidente de ANPIR), Miguel Ángel Santed (presidente de la conferencia de decanos de psicología), Francisco Santolaya (presidente del Consejo General de Colegios de Psicólogos) y Elsa Maestre (representante del Colectivo de Estudiantes de Psicología). El debate fue intenso, suscitó aplausos, comentarios del público y murmullos con diferentes tonalidades emocionales, mientras se hablaba de cuestiones tan importantes para la profesión como la excesiva proliferación de facultades de psicología o el itinerario formativo en psicología clínica.


Pero todavía quedaban cosas relevantes por suceder aquella misma tarde. La asamblea de socios posterior a la mesa redonda estuvo cargada de emociones. Se despidió a la junta directiva con un homenaje sorpresa protagonizado por un discurso lleno de poesía que elogiaba la labor de varios miembros destacados de la asociación y que conmovió a los allí presentes. Una despedida seguida de una bienvenida a una nueva junta que empieza con mucha fuerza y con ganas de situar a la psicología clínica española en el lugar que le corresponde. Con un barco pirata como insignia, comenzó el viaje de estos intrépidos marineros. “El PIR ata”, fue el lema que surgió de los mares (y un juego de palabras que mi recalentado cerebro no captó hasta el día siguiente, debo confesarlo).

Como todas las cosas tienen un final, el sábado llegó el momento de ir concluyendo las jornadas. Primero con un par de ponencias sobre terapia breve en atención primaria y psicología transcultural. Después con la conferencia de clausura a cargo de Robert Whitaker, autor de "Anatomía de una epidemia", libro que recomiendo leer con mucha atención. Un hombre muy agradable con el que intercambié unas breves palabras la noche anterior. La serotonina asomó la cabeza durante su conferencia y de esta manera se cerró el círculo. Un círculo que se había iniciado 3 días antes cuando la narrativa biologicista denunciada por Whitaker hizo acto de presencia de forma espontánea en medio de una calle cualquiera de Zaragoza. Pero esa es otra historia que no deba ser contada en este lugar.


Como si de una especie de ritual de paso se tratara, la lluvia se mostró en todo su esplendor cuando todo había terminado. Tal vez para facilitar que el barco PIR-ata comenzase su andadura navegando por el Ebro, dispuesto a cruzar mareas, océanos y todo aquello que se le ponga por delante. No pierdan de vista semejante embarcación porque va a dar mucho que hablar.

viernes, 18 de mayo de 2018

Hype en psicoterapia


Hace unos días me llegó a mis manos un artículo titulado “How to spot hype in the field of psychotherapy: a 19-Item checklist” (cuya traducción es “¿cómo detectar exageraciones en el campo de la psicoterapia? Un inventario de 19 ítems”) y, aunque al principio lo cogí con cierto recelo, me ha gustado mucho. Mis reticencias tenían que ver con el temor a encontrarme con otro trabajo que, en su afán de ser aleccionador, incurriera en toda una serie de sesgos y distorsiones de la información que supusieran una crítica injusta a ciertos tipos de intervención psicológica, algo del estilo de lo que comentaba cuando me referí a la práctica basada en la evidencia. Sin embargo, tras leer los primeros párrafos mis miedos desaparecieron.

Donald Meichembaum y Scott Lilienfeld, psicólogos y profesores universitarios, nos ofrecen un texto original, provocador y por momentos divertido. Lo fascinante es que logran hacer un buen puñado de críticas a ciertos aspectos del marketing de las psicoterapias mostrándose, a la vez, muy respetuosos y humildes. Es un trabajo que, de haber sido publicado antes, sin duda se hubiese convertido en una importante fuente de inspiración para nuestro artículo sobre el negocio de la terapia psicológica. Y es que existen unos cuantos puntos en común entre ambos escritos.

Meichembaum y Lilienfeld denuncian con acierto el hype, la exageración y el auto-bombo, con el que se anuncian ciertos modelos de terapia y proponen la necesidad de que los profesionales desarrollen la habilidad para realizar un análisis crítico de aquello que se nos vende (la última gran marca de terapia y sus supuestos espectaculares beneficios). “Cuando hablamos de ‘auto-dudas saludables’ nos referimos a una tendencia a implicarse en la autorreflexión con respecto a los sesgos y limitaciones propias, así como a la selección e interpretación que uno hace de las técnicas de tratamiento y evaluación”, indican los autores. Para ayudar con esta tarea, han desarrollado un inventario con 19 señales de alarma que indican la posibilidad de que nos encontremos frente a un hype en psicoterapia. Las 13 primeras están más relacionadas con la promoción y marketing de los tratamientos, mientras que las 6 siguientes lo están con la calidad de la investigación.

Se advierte (y esto me ha gustado) que el hype o la exageración de las virtudes de un tratamiento específico no es algo exclusivo de lo que muchas veces se denominan “pseudo-terapias”, si no que incluso afecta a modelos de tan largo recorrido y amplio reconocimiento como la terapia cognitivo-conductual. En verdad, pocas marcas de psicoterapia están libres de caer, en un momento u otro, en la trampa del auto-bombo.

Estas son las señales que incluye el inventario para detectar cuando se están exagerando las cualidades de un enfoque terapéutico determinado:

1. Sus defensores utilizan afirmaciones enormemente exageradas y sin fundamento (“cura milagrosa”, “te cambiará la vida”, resultados increíbles”…).

2. Transmiten expectativas grandiosas pero infundadas (“si este tratamiento no te ayuda, entonces ningún otro podrá”).

3. Le dan excesiva importancia a un líder o gurú del propio método, de quien se debe aprender la técnica.

4. Confían profundamente en la aprobación dada por supuestos líderes en la materia, a menudo sin aportar referencias a dicha aprobación.

5. Crean un grupo de formadores y, tal vez, una organización internacional que promueve el tratamiento, todo esto acompañado de la venta de parafernalia (vídeos, grabaciones, talleres, formación avanzada...).

6. Otorgan certificados o diplomas que permiten que el profesional se pueda llamar “terapeuta X” o “terapeuta Y” (yo ya dije que abogo por la denominación de “terapeuta marca ACME”).

7. Tienden a crear comunidades (en redes sociales, por ejemplo) en las que compartir sus experiencias positivas y criticar a aquellos que son escépticos con su enfoque.

8. Amplio uso de psicocháchara, “uso de términos psicológicos que suenan científicos, pero que en realidad tienen poco o ningún contenido, para vender su enfoque”.

9. Amplio uso de neurocháchara y de reduccionismo biológico, utilizando hipótesis neurológicas de dudosa rigurosidad para explicar el funcionamiento de la terapia.

10. Tienen tendencia a estar a la defensiva ante las críticas y a rechazarlas, independientemente de lo válidas que puedan ser.

11. Se basan de forma excesiva en pruebas anecdóticas de su eficacia (por ejemplo, testimonios de personas que declaran lo mucho que les ayudó el tratamiento).

12. Afirman que el tratamiento “vale para todo”, sin excepción. Algunos han llegado a declarar que su enfoque funciona con “adultos, caballos, perros, niños...”.

13. Afirman que su terapia está “basada en la evidencia” apoyándose en observaciones clínicas informales.

14. Presentan apoyos empíricos inadecuados, con estudios en los que hay importantes limitaciones o en los que se omite información relevante.

15. No aportan una base científica que explique los mecanismos de cambio que supuestamente producen.

16. Explican los resultados negativos utilizando hipótesis elaboradas a posteriori para intentar justificarlos.

17. Para demostrar la eficacia de su terapia, la comparan con otras intervenciones que tienen debilidades o que no se pueden considerar verdaderos tratamientos psicológicos.

18. No tienen en cuenta el sesgo de lealtad, que indica que es más probable que una terapia demuestra ser eficaz cuando los investigadores son acérrimos defensores del enfoque que se pone a prueba.

19. No tienen en cuenta otros sesgos ni la influencia de factores comunes como la alianza terapéutica, las expectativas y otros similares.


Tengo que admitir que en algunos de los puntos de esta lista he visto reflejados a ciertos profesionales de talla internacional a quienes admiro, así que pocos se libran de sucumbir al poder del hype. De momento, el único antídoto que se me ocurre es el siguiente: humildad.

jueves, 10 de mayo de 2018

Práctica basada en la evidencia (y evidencia basada en la práctica) en Psicología


Aunque ya expuse en otras ocasiones la definición de la práctica basada en la evidencia en psicología (voy a usar las siglas en inglés, EBPP, durante el resto de la entrada), hoy quiero ahondar en el tema y aclarar algunas cosas. Me parece importante hacerlo porque a menudo me encuentro por internet en diferentes páginas y blogs explicaciones distorsionadas, sesgas e incompletas. Me pasó hace muy poco cuando leí un artículo en el que se pretendía aleccionar acerca de "lo que es y lo que no es" la EBPP y en el que se cometían errores de bulto. El primero, y más habitual, es el de identificar EBPP con los tratamientos con validez empírica, algo sobre lo que ya llamamos la atención en un reciente artículo. Otro, el de ofrecer una definición de la EBPP incompleta. Es curioso, pero son precisamente aquellas personas que con más vehemencia hablan de la importancia de un enfoque científico en psicología las que suelen cometer estos errores.

El trabajo de referencia cuando hablamos de EBPP es una publicación de la Asociación de Psicología Americana (APA) de 2006, “Evidence-Based Practice in Psychology”, en la que voy a basar mis siguientes palabras, empezando por la definición que se hace de esta cuestión: “la integración de la mejor evidencia disponible con la pericia clínica en el contexto de las características, cultura y preferencias del paciente”. Así que podemos decir que la EBPP tiene tres pilares fundamentales: pruebas que demuestran la eficacia de las intervenciones (en sentido amplio, no solo modelos de tratamiento), las características del profesional experto y, sobre todo, factores asociados al paciente. En el blog que indicaba más arriba se hace alusión a la definición hecha en este artículo pero, misteriosamente, no menciona la última parte: las características, cultura y preferencias del paciente. Además del error que supone obviar información en un trabajo que pretende ser divulgativo y riguroso, la cuestión es más importante aún si tenemos en cuenta que son las variables asociadas al paciente las que mayor influencia tienen en los resultados de la psicoterapia. Por muy validados que estén los tratamientos y muy bueno que sea el clínico, al final el verdadero protagonista del proceso terapéutico es la persona que solicita ayuda. Ya desde el comienzo del artículo, la APA advierte que la EBPP no debe ser “mal usada como una justificación para restringir inapropiadamente el acceso al cuidado y a la elección de tratamientos”. Debemos adaptarnos a las necesidades de los pacientes y no imponerles un tipo de tratamiento específico cuando hay otras opciones que pueden ser eficaces.

Cuando se lee el artículo de la APA puede comprobarse claramente que la EBPP va mucho más allá de los tratamientos, a los que en definitiva dedica relativamente poco espacio, y que se centra en otras cuestiones mucho más importantes: principios terapéuticos. Más que contenidos, reglas que permiten que la terapia sea eficaz. Principios para una buena evaluación, una buena formulación del caso, una buena relación terapéutica y una buena intervención.


La mejor evidencia disponible

La APA lo dice claro: la investigación demuestra que la mayoría de las intervenciones conocidas y estudiadas son eficaces para abordar diferentes problemas psicológicos. Y es muy sensata a la hora de añadir que las intervenciones que no han sido estudiadas en ensayos clínicos aleatorizados no tienen que ser necesariamente ineficaces. Simplemente, no han sido puestas a prueba hasta la fecha. Esto es también importante. Muchas veces se habla con desprecio de ciertos modelos de tratamiento por el mero hecho de que no se han realizado estudios controlados. Quizás debemos ser más cautos y respetuosos (siempre dentro de los límites del sentido común, claro está: nos vamos a dar por válidas “terapias de vidas pasadas” o “terapias para curar la homosexualidad”).

Generalmente los malos interpretadores de la EBPP consideran que solo cuenta la evidencia procedente de ensayos clínicos aleatorizados. Sin embargo, la APA señala que la información se puede obtener de diferentes fuentes y ser considerada también científica: observaciones clínicas, investigaciones cualitativas, diseños experimentales de caso único, estudios en contextos reales (efectividad), estudios de variables de proceso…

La mejor evidencia o pruebas disponibles, por tanto, incluye tener en cuenta las siguientes variables y sus “combinaciones óptimas”: el método de tratamiento, las características del propio psicólogo, la relación terapéutica y las características del paciente.


Pericia clínica

Ya hablé de la pericia en psicología clínica en otra ocasión. De forma resumida, tiene que ver con aquellas características que convierten a un profesional en experto. “La pericia clínica es esencial para identificar e integrar las mejores evidencias disponibles con información clínica (…) en el contexto de las características y preferencias del paciente, para proporcionar servicios que tienen la mayor probabilidad de lograr alcanzar los objetivos de la terapia”. Los expertos en psicoterapia son capaces de valorar la relevancia de la información, identificar contenidos importantes y organizarlos de forma eficiente, sabiendo cuándo aplicarlos y en qué circunstancias, monitorizan su rendimiento y obtienen mejores resultados, entre otras cosas. La APA asocia la pericia clínica a las siguientes competencias:
  • Evaluación, juicio diagnóstico, formulación sistemática de casos y planificación de tratamientos, que tengan en cuenta las características únicas de cada persona.

  • Flexibilidad y destreza a la hora de llevar a cabo la terapia, lo que afecta a la toma de decisiones clínicas, la aplicación del tratamiento y la monitorización del progreso del consultante.

  • Pericia interpersonal: formar una alianza terapéutica sólida, mostrarse empático y crear expectativas realistas, entre otros factores.

  • Reflexionar sobre el propio desempeño y las destrezas y habilidades terapéuticas y esforzarse por seguir mejorando estos aspectos.

  • Suficiente conocimiento como para poder valorar y usar de forma útil la evidencia disponible.

  • Comprender y tener en cuenta la influencia de factores individuales, sociales y culturales.

  • Buscar, cuando sea necesario, recursos alternativos.

  • Utilizar las estrategias clínicas siguiendo un plan coherente.

Características, cultura y preferencias del paciente

Los servicios psicológicos tienen más probabilidades de ser efectivos cuando responden a los problemas específicos del paciente, sus fortalezas, personalidad, contexto sociocultural y preferencias”. Y una frase magnífica que deberían leer varias veces todos aquellos profesionales que creen que este trabajo consiste en hacer un diagnóstico de manual psiquiátrico y ofrecer un programa de tratamiento seleccionado de una lista de terapias validadas: “es importante conocer a la persona que tiene el trastorno, además de conocer el trastorno que la persona tiene”. Lo de si la persona "tiene" algo que llamamos "trastorno" ya es otra discusión en la que no vamos a entrar.


La evidencia basada en la práctica

Algunos autores proponen un giro de la práctica basada en la evidencia a la evidencia basada en la práctica, siguiendo el planteamiento de que el verdadero protagonista de la terapia es el consultante. Se trata, en pocas palabras, de que la eficacia de la psicoterapia sea evaluada en función de los resultados y del feedback proporcionado por el paciente, que sería quien guiaría la intervención y a quién se le pediría que informase si está siendo eficaz o no y cuáles serían los cambios que se podrían hacer para adaptar el tratamiento a sus necesidades. Dicho de otra manera: la terapia se guiaría por lo que dice el consultante (las pruebas o evidencias obtenidas durante las sesiones) más que por lo que dicen las pruebas/evidencias halladas en la literatura científica. De esto hablaremos en el futuro.

En cualquier caso, aunque algunos profesionales consideran que la EBPP y la evidencia basada en la práctica son enfoques diferentes, a la luz de lo expuesto en el documento de la APA y mostrando que la EBPP es mucho más que la elección de un tratamiento específico de una lista, a mi modo de ver ambas posturas pueden complementarse e integrarse, no son incompatibles.

Hasta aquí el texto de hoy. Espero que con esta entrada la cuestión haya quedado un poco más clara.

martes, 8 de mayo de 2018

IV Jornada SOPCA: abordaje del suicidio desde la psicología clínica

El sábado pasado, 5 de Mayo de 2018, celebramos en Oviedo la IV Jornada de la Sociedad de Psicología Clínica Asturiana (SOPCA), de la que fui presidente hasta ese mismo día. Quizás es momento de revelar cómo terminé ocupando ese puesto. No fue cuestión de méritos si no de una receta que incluía una pizca de desesperación, un poco de arrojo y mucho esfuerzo. La realidad es que hace 3 años llegó el turno de renovar la Junta Directiva y, por desgracia, no se presentó ninguna candidatura. SOPCA corría el riesgo de terminar desapareciendo si en unas semanas no aparecía nadie dispuesto a tomar las riendas de la sociedad. Yo acaba de terminar la residencia en aquel momento y era consciente de que había mucho por lo que la psicología clínica todavía tenía que seguir peleando. Así que me lancé, me ofrecí para evitar el naufragio y, afortunadamente, otras personas decidieron implicarse en una nueva junta que, hasta el sábado, ha estado funcionando y manteniendo con vida a este grupo de especialistas.

Este año hemos logrado no llegar a extremos y presentar una candidatura que a partir de ahora va a formar la cabeza visible de SOPCA. Parece mentira, pero aún siendo tan pocos se pueden lograr cosas importantes. Por ejemplo, y hablando del suicidio, que fue el tema monográfico de la IV Jornada: se está implementando en Asturias, a lo largo de este año, un protocolo de suicidio del SESPA, del cual SOPCA fuimos revisores. En el borrador inicial, se indicaba que los psicólogos clínicos no podían dar de alta del programa por no ser “médicos”. Sin embargo, si que somos facultativos especialistas de área, lo que da legitimidad para realizar cualquier acto clínico de este tipo, sin necesidad de ser licenciados en medicina. Tuvimos que recurrir a un abogado y presentar un informe jurídico. Con esto conseguimos cambiar esa parte del protocolo. Una pequeña pero importante victoria.

 
El suicidio llevaba semanas interesando a los medios de comunicación asturianos, así como el citado protocolo. Por lo tanto parecía pertinente que esta jornada abordara el tema. Y parece que acertamos. La sede del evento se tuvo que cambiar del Colegio Oficial de Psicólogos al Hospital Universitario Central de Asturias porque en pocos días habíamos completado el aforo y necesitábamos un espacio más grande. No recuerdo con exactitud la cifra, pero creo que hubo entre 86 y 88 inscritos. Todo un éxito, teniendo en cuenta que la jornada se hizo un sábado.
 
Empezamos con Jose Ramón Quirós, que forma parte de la Dirección General de Salud Pública y que llevó a cabo toda una proeza: presentar un montón de datos estadísticos y no resultar aburrido, si no todo lo contrario. Una exposición breve y amena que mostraba cómo había cambiado la frecuencia de suicidios en Asturias, aumentando especialmente en varones de mediana edad a partir de la crisis. Al contrario de lo que se suele decir habitualmente, los datos nos enseñaron que la crisis económica que comenzó en 2007-2008 aumentó el número de suicidios. Y nos dejó con una reflexión muy interesante: el número de accidentes de tráfico se ha reducido de forma drástica en los últimos años y esto se consiguió no interviniendo sobre la salud, si no con toda una serie de medidas procedentes de diversos campos: mejorar la seguridad de los coches, mejorar las carreteras, legislación, educación, etc. Quizás la mejor manera de combatir las altas tasas de suicidio no sea solo mediante lo sanitario: lo social, lo político y lo preventivo, entra otras cosas, juegan un papel fundamental.


María Teresa Reijas, doctora en psicología clínica y psicóloga clínica, nos explicó su trabajo en un programa gallego de intervención intensiva ante la conducta suicida. Los resultados del equipo son realmente buenos y María Teresa ilustró su manera de trabajar, dando algunas pincelas de la intervención terapéutica.


Delia Guitián, psicóloga clínica venida también desde la vecina Galicia, nos habló de la prevención, de los factores asociados a la misma, las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y los programas de prevención del suicidio, entre otras cosas de gran interés. Tanto ella como su compañera mostraron tener un profundo conocimiento de la materia y sus ponencias fueron muy bien recibidas por el público, que se animó a participar con multitud de preguntas y comentarios.

 
Por la tarde, ambas psicólogas formaron parte de una mesa redonda junto con Juan García Haro, psicólogo clínico del SESPA, que aprovechó para realizar una pequeña exposición en la que nos ofreció su visión sobre la conducta suicida. El debate fue intenso y pudimos observar cómo ciertas ideas comunes aparecían en los diferentes discursos: ¿es el suicidio síntoma de un trastorno o un signo de problemas sociales, económicos y políticos? ¿Son suficientes los protocolos que tenemos? ¿Se puede intervenir solo desde el ámbito sanitario?


Organizar unas jornadas exige cierto esfuerzo y acaba cansando. Pero resultados como el del sábado pasado hacen que merezca la pena todo el trabajo realizado. Desde aquí, como uno de los organizadores, mi agradecimiento público a ponentes, público y resto de la junta directiva de SOPCA por habernos regalado un día tan estimulante.

jueves, 3 de mayo de 2018

Psicoterapia: marca registrada

Acaba de publicarse el último número de la Revista de la AEN, en el que se encuentra un artículo que he escrito junto con dos amigos y compañeros. Se titula “Psicoterapia: marca registrada” y es un escrito que pretende ser una denuncia, al estilo de las entradas de este blog, acerca de cómo se hace negocio con la psicoterapia y de ciertas narrativas dominantes en el campo que no parecen justificadas, a la luz de la evidencia disponible. Un escrito que se ha ido co-creando poco a poco, cocinado a fuego lento.

El resumen es el siguiente: En este trabajo se discute acerca de la excesiva proliferación de diferentes tipos de psicoterapia y el negocio construido alrededor de los mismos: métodos patentados, cursos, acreditaciones oficiales, libros, etcétera. Se muestra cómo la evidencia científica no justifica la práctica habitual de privilegiar el tipo de tratamiento concreto que se utiliza en terapia sobre otras variables que han demostrado ser más relevantes, especialmente aquellas asociadas a la relación terapéutica y a los factores vinculados a terapeuta y paciente. Finalmente, se plantea la necesidad de abandonar la competición entre modelos y centrar la investigación en aquellos factores que hacen de la psicoterapia un procedimiento eficaz para solucionar problemas de salud mental, más allá de la marca (paradigma) del tratamiento empleado.

El artículo es de libro acceso y se puede ver pinchando AQUÍ.

Los modelos de psicoterapia son parecidas a las cabezas de la Hydra...

Estamos de acuerdo con lo dicho en 1985 por Thomas Szasz, citado en Kleinke: “(Los terapeutas) quieren lo que los padres quieren. Quieren reproducirse a sí mismos. Porque en cuanto un terapeuta comienza a ser medianamente bueno, lo primero que hace es fundar una escuela y hacerla suya”. Y más de 30 años después de hacerse esta afirmación, el panorama no ha cambiado mucho”.