miércoles, 27 de diciembre de 2017

Dos años

Hace casi un año celebraba en este blog el aniversario de mis andaduras en el apasionante y complicado mundo de la práctica privada autónoma. Hoy es agradable poder mirar atrás, al presente y hacia adelante y poder decir que sigo aquí, trabajando, tratando de crecer como profesional y como persona y de ayudar al mayor número de aquellos que me ofrecen el privilegio de colaborar, desde la psicología clínica, en la resolución de sus problemas. Seré honesto: la ayuda que brindo no siempre es eficaz; algunas personas no han logrado lo que se proponían cuando se aventuraron a entrar en mi consulta. Desde aquí, lamento públicamente no haber tocado la combinación de teclas necesaria para formar la melodía que ansiaban escuchar. También hago público mi compromiso personal para que el porcentaje de casos tratados sin éxito disminuya cada vez más (a mi favor, diré, que mis resultados se encuentran dentro de los márgenes que la investigación describe como habituales, en los casos de psicoterapia).

Este 2017 ha sido un año bastante interesante. La psicología clínica ha empezado a entrar, poco a poco, en los equipos de Atención Primaria en prácticamente todas las Comunidades Autónomas. Sin duda, algo que la población va a agradecer mucho. Queda bastante trabajo por hacer, pero la semilla ya está plantada.

La Sociedad de Psicología Clínica de Asturias cumplió 10 años y lo celebramos en familia. Es todo un honor ser el presidente de esta sociedad. Dentro de unos meses tocará renovar la junta directiva y dejar espacio para que otras personas siguen luchando por la psicología clínica en territorio asturiano.

Ha sido el año de artículos muy importantes en revistas especializadas, como el de “Nuevas controversias en psicología sanitaria”, “El negocio de la desesperación”, o “Pericia y excelencia en Psicología Clínica”, trabajos todos ellos con un gran componente crítico y constructivo, dirigido en último lugar a reforzar la profesión.

Doce meses de formación, de lecturas, de congresos, de aprender y de despedirse de genios como Salvador Minuchin. El 2018 va a traer más de todo esto (esperemos que en el caso de las despedidas, sea al revés) y algunas novedades importantes.

Por ahora es momento para que los afortunados que nos encontramos de vacaciones descansemos. Nunca dejaré de resaltar lo importante que es poder dedicarse a eso que se suele definir como “perder el tiempo” y que, en verdad, es algo con lo que ganamos más de lo que perdemos.

Aprovecho la ocasión, como no podía ser de otra manera, para desearos felices fiestas y feliz año 2018.



jueves, 7 de diciembre de 2017

Quiérete como persona, duda de ti como profesional


En el año 2015, la revista “Clinical Psychology and Psychotherapy” publicó un artículo de investigación muy interesante, relacionado con un tema al que ya se ha hecho mención en alguna ocasión en este blog, el de los “efectos del terapeuta” (recordemos: aquella parte de los resultados de la psicoterapia que se debían exclusivamente a la persona del psicoterapeuta). Es un ámbito que está despertando el interés de los investigadores más importantes y del que todavía queda mucho por hablar. Por ejemplo, recientemente la Asociación Americana de Psicología ha publicado un libro titulado “How and Why Are Some Therapists Better Than Others?: Understanding Therapist Effects (¿De qué manera y por qué algunos terapeutas son mejores que otros?: comprendiendo los efectos del terapeuta)”, editado por Louis Castonguay y Clara Hill, de lectura obligada para todo psicólogo clínico.

El artículo que mencionaba está firmado por un grupo de autores procedentes de Noruega y encabezados por Helene Nissen-Lie, que forma parte del departamento de Psicología de la Universidad de Oslo. El título del trabajo no puede ser más evocador: “Love yourself as a person, doubt yourself as a therapist? (¿Quiérete como persona, duda de ti como terapeuta?)”. Nissen-Lie y sus colaboradores describen un estudio en el que se investigó la relación que puede tener con los resultados de la psicoterapia una de las características propuestas como un factor asociado a los efectos del terapeuta: la auto-duda personal (personal self-doubt, PSD en adelante).

Simplificando y resumiéndolo en un titular podríamos decir algo así como que los psicoterapeutas que dudan más acerca de su desempeño profesional, obtienen mejores resultados. O dicho de otro modo: los pacientes/clientes atendidos por aquellos profesionales que se cuestionan más a menudo si están siendo eficaces ayudándoles, mejoran más que aquellos cuyos terapeutas no se llegan a cuestionar lo “bien” o “mal” que lo están haciendo. Esta conclusión, sin embargo, no es así de sencilla y necesita ser matizada.

El equipo de Nissen-Lie parte de la hipótesis de que los efectos del terapeuta tienen que ver con algún tipo de interacción entre ciertas características profesionales y personales del profesional. El concepto de PSD surge de trabajos previos y tiene que ver con “auto cuestionarse acerca de la propia eficacia a la hora de tratar pacientes”; incluye aspectos como los siguientes:
  • No tener confianza en ser capaz de tener un efecto beneficioso sobre un paciente
  • No está seguro de cómo tratar de forma efectiva con un paciente
  • Estar angustiado por la impotencia de no poder influir en alguna situación vital trágica del paciente
  • Preocupación por la posibilidad de que las circunstancias de la vida privada del profesional afecten a su trabajo
  • Sentirse en peligro de perder el control de la situación terapéutica
  • Temer estar provocando más daño que beneficio al tratar a un paciente
  • Desmoralizarse por la incapacidad de encontrar una forma de ayudar
  • Incapacidad de generar suficiente impulso
  • Incapacidad para comprender la esencia de los problemas del cliente

Todas estas características conforman los ítems que fueron evaluados para cuantificar la PSD en el grupo de profesionales que participaron en el estudio. Los propios clínicos eran quienes manifestaban con qué frecuencia tenían todos estos sentimientos. Además de la PSD, se evaluó el sentido del self de los terapeutas, la primera parte del título del artículo: de qué manera se trataban a si mismo como personas.

Por último, otro aspecto relevante a tener en cuenta fue el tipo de estrategias de afrontamiento que utilizaban los clínicos cuando se encontraban con dificultades en su trabajo con pacientes. Se describieron dos tipos de afrontamiento: constructivo y no constructivo.

El afrontamiento constructivo se caracteriza por:
  • Tratar de ver el problema desde una perspectiva diferente
  • Compartir tu experiencia o dificultad
  • Discutir el problema con otro colega de profesión
  • Consultar artículos relevantes
  • Involucrar a otro profesional
  • Revisar en privado con uno mismo cómo surgió el problema
  • Darte permiso para experimentar dificultades o sentimientos incómodos
  • Ver si puedes resolver la dificultad junto con el cliente
  • Consultar el caso con otro profesional más experimentado
  • Acudir a una conferencia
El afrontamiento no constructivo consiste en:
  • Simplemente esperar a que las cosas mejoren en algún momento
  • Criticar a un cliente por causarte un problema
  • Considerar seriamente terminar la terapia
  • Evitar afrontar el problema
  • Mostrar tu frustración
  • Posponer el trabajo de terapia
  • Salirse del rol de terapeuta para tomar acciones en nombre del cliente
  • Hacer cambios en el contrato terapéutico de un paciente
Los resultados obtenidos fueron bastante claros: los terapeutas con mayor niveles de PSD y que, al mismo tiempo, tenían un sentido del self positivo (se trataban a si mismos de forma amable, por decirlo así), eran los que lograban mayores beneficios para los pacientes. Que un profesional tuviera dudas sobre su eficacia, por si mismo, no era suficiente para que los resultados fueran mejores; es necesario (o al menos así se halló en este trabajo) que, además, se “quisiera” como persona. A la vez, un afrontamiento constructivo de las dificultades se asoció a mejores resultados (en este caso, independientemente del sentido positivo o negativo del terapeuta como persona).

En resumidas cuentas, dudar acerca de la eficacia en psicoterapia es algo, no solo humano y frecuente, si no incluso deseable. Confiarse en exceso en lo “bien” que lo está haciendo uno puede ser perjudicial para los pacientes tratados, más aún si tenemos en cuenta que somos muy poco precisos a la hora de valorar subjetivamente nuestro nivel de eficacia, como ya se ha demostrado en algún estudio (existe un sesgo a pensar que somos mucho mejores de lo que realmente somos). La auto-imagen personal y el trato hacia uno mismo, de forma global y no solo en relación con el trabajo, son también importantes y conviene, por tanto, cuidarlas. 

Muchas veces a los profesionales de la salud mental nos cuesta admitir nuestras dificultades e inseguridades. Quizás no se hable lo suficiente de ello, de manera que se crea una especie de mito que dice que una vez tienes tu titulación ya debes saber siempre qué hacer, y además hacerlo de la mejor manera. Esto puede llevar a actitudes defensivas, muy relacionadas con las características del afrontamiento no constructivo del que nos hablan Nissen-Lie y su equipo. Es importante que estas cuestiones se hagan explícitas durante la formación (y más allá) de los profesionales de la psicología clínica (y de otras especialidades, por supuesto). Para poner en marcha estrategias de afrontamiento activo y aumentar la probabilidad de que la ayuda ofrecida sea más eficaz es necesario que primero se de el reconocimiento de que existen dificultades y problemas.