Hace
casi un año celebraba en este blog el aniversario de mis andaduras
en el apasionante y complicado mundo de la práctica privada
autónoma. Hoy es agradable poder mirar atrás, al presente y hacia
adelante y poder decir que sigo aquí, trabajando, tratando de crecer
como profesional y como persona y de ayudar al mayor número de
aquellos que me ofrecen el privilegio de colaborar, desde la
psicología clínica, en la resolución de sus problemas. Seré
honesto: la ayuda que brindo no siempre es eficaz; algunas personas
no han logrado lo que se proponían cuando se aventuraron a entrar en
mi consulta. Desde aquí, lamento públicamente no haber tocado la
combinación de teclas necesaria para formar la melodía que ansiaban escuchar. También hago público mi compromiso personal para que el
porcentaje de casos tratados sin éxito disminuya cada vez más (a mi favor, diré, que mis resultados se encuentran dentro de los márgenes que la investigación describe como habituales, en los casos de psicoterapia).
Este
2017 ha sido un año bastante interesante. La psicología clínica ha empezado a entrar, poco a poco, en los equipos de Atención Primaria
en prácticamente todas las Comunidades Autónomas. Sin duda, algo
que la población va a agradecer mucho. Queda bastante trabajo por
hacer, pero la semilla ya está plantada.
La Sociedad de Psicología Clínica de Asturias cumplió 10 años y lo celebramos en familia. Es todo un honor ser el presidente de esta
sociedad. Dentro de unos meses tocará renovar la junta directiva y
dejar espacio para que otras personas siguen luchando por la
psicología clínica en territorio asturiano.
Ha
sido el año de artículos muy importantes en revistas
especializadas, como el de “Nuevas controversias en psicología sanitaria”, “El negocio de la desesperación”, o “Pericia y excelencia en Psicología Clínica”, trabajos todos ellos con un
gran componente crítico y constructivo, dirigido en último lugar a
reforzar la profesión.
Doce
meses de formación, de lecturas, de congresos, de aprender y de
despedirse de genios como Salvador Minuchin. El 2018 va a traer más
de todo esto (esperemos que en el caso de las despedidas, sea al revés)
y algunas novedades importantes.
Por ahora es momento para que los afortunados que nos encontramos de
vacaciones descansemos. Nunca dejaré de resaltar lo importante que
es poder dedicarse a eso que se suele definir como “perder el
tiempo” y que, en verdad, es algo con lo que ganamos más de lo que
perdemos.
Aprovecho
la ocasión, como no podía ser de otra manera, para desearos felices
fiestas y feliz año 2018.
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