Hace
unos meses escribí sobre la demonización del psicoanálisis y hoy
quiero volver a tocar el tema, sin ánimo de repetirme demasiado
(aunque me temo que tal vez lo haga, en parte), motivado por el hecho
de haberme encontrado de forma fortuita y con apenas unos pocos días
de diferencia con dos informaciones con respecto a esta materia.
La
primera es la siguiente: la Asociación Americana de Psicología
compartió hace unos días, en su cuenta de Twitter, un artículo de
la revista “Monitor on Psychology” titulado “Not your grandfather`s psychoanalysis” (que en español viene a dice algo
así como “No es el mismo psicoanálisis que el de los tiempos de tu
abuelo”). En este escrito se resume bastante bien el mensaje que
quise transmitir en la citada entrada de mi blog. Cabe destacar
algunos puntos importantes tratados en el artículo:
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El psicoanálisis ha ido evolucionando y cambiando, al igual que ha sucedido con el resto de terapias y de otras disciplinas; no es el mismo que utilizaba Freud, de la misma manera que la Terapia Cognitiva no es la misma que describían autores de las décadas de los 70 y 80 del siglo XX.
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Los clínicos e investigadores adscritos a corrientes del psicoanálisis se han abierto más a la investigación, siguiendo los estándares utilizados para comprobar la eficacia de los tratamientos psicológicos, lo que ha supuesto que la evidencia a favor de la psicoterapia psicodinámica haya ido en aumento.
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Peter Fonagy.
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Como se relata en el artículo, algunos piensan que el encuadre clásico del psicoanálisis se mantiene: tratamientos que duran años, con 4 o 5 sesiones semanales, usando el icónico diván. Nada más lejos de la realidad. Si bien es cierto que algunos psicoanalistas puede que sigan trabajando de esta forma, lo cierto es que hoy en día es habitual que el proceso terapéutico se base en una frecuencia de una sesión semanal y que la duración total de la terapia pueda ser tanto de unas pocas semanas o meses como de años; algo similar a lo observado en otro tipo de enfoques de psicoterapia. Por ejemplo, las sesiones semanales son habituales en la Terapia Cognitivo-Conductual y algunos protocolos de tratamiento tienen una duración de 1 o 2 años (véase el ejemplo de la Terapia Dialéctica Conductual, aplicada a casos de trastorno límite de la personalidad y considerada un tratamiento eficaz para este trastorno).
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“El enfoque se centra en ayudar a los pacientes a comprenderse de una forma más profunda, de manera que puedan identificar los factores que subyacen a sus dificultades y dejen de repetir los mismos patrones”, se dice en otro párrafo. De nuevo, una declaración nada cercana a corrientes pseudocientíficas y que tiene mucho en común con lo que se hace en otros modelos reconocidos. ¿No es una parte fundamental de la Terapia Cognitvo-Conductual que el paciente comprenda cómo sus conductas o sus pensamientos están manteniendo el problema para que así pueda elegir o aprender a comportarse de una forma diferente y más eficaz?
Con
respecto a la segunda referencia con la que me encontré durante
estas vacaciones navideñas, en el recién finalizado año 2017 la
revista JAMA Psychiatry publicó un artículo en el que se revisaba
de forma sistemática la evidencia sobre la eficacia de diferentes psicoterapias en el abordaje del trastorno límite de la personalidad. Se halló que tanto la Terapia Dialéctica Conductual
como la Psicoterapia Psicodinámica mostraron ser eficaces, si bien
es cierto que algunos resultados pueden estar sesgados. Ello no es
un obstáculo para mostrar dos cosas: que la psicoterapia psicodinámica es
susceptible de ser investigada siguiendo los mismos criterios que
otros tipos de tratamiento y que ha obtenido resultados
favorables. Por supuesto, estos resultados estarán abiertos a su
revisión y replicación (o no replicación), como sucede de forma habitual en la investigación científica.
Los clínicos, investigadores, estudiantes y divulgadores en general
deberían tener en cuenta este tipo de información antes de lanzarse
a descalificar una orientación psicoterapéutica y encasillarla como
“pseudociencia”. Desde luego que debemos denunciar aquellas
prácticas que no se ajustan a lo que sabemos sobre las necesidades
de las personas y la eficacia de la psicoterapia, pero una
sobregeneralización guiada por prejuicios personales o culturales y que ignora una parte
sustancial de la evidencia disponible puede ser tan dañina como un
tratamiento psicológico de dudosa validez.
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PD para posibles lectores recelosos: no trabajo desde una orientación psicoanalítica ni psicodinámica, por lo que puedo decir que un conflicto de intereses de este tipo queda descartado en este artículo.
Totalmente de acuerdo, Alberto. Y recomiendo al respecto el libro La Conexión Emocional de Ramón Riera (tanto para profesionales como para público general interesado). Gracias por tu blog (paso poco por él xo lo q leo me gusta y me aporta).
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Mercedes. Me alegra mucho saber que este blog puede aportarte algo.
EliminarUn saludo.
GRacias por la informacion
ResponderEliminarHe escrito varias veces, pero no se si se publica,
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