viernes, 26 de enero de 2018

¿Adicción a los videojuegos?


Hace unas pocas semanas pudimos leer en algunos medios una noticia referida a la inclusión de la “adicción a los videojuegos” dentro del grupo de los trastornos mentales recogidos en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), elaborada por la Organización Mundial de la Salud, y cuya onceava versión verá la luz a lo largo de este año. Será en dicha CIE-11 en la que aparecerá por primera vez esta nueva “enfermedad” relacionada con el uso de videojuegos.

No es ninguna novedad que las dos principales clasificaciones diagnósticas empleadas en psicología clínica y psiquiatría (CIE y DSM) se dediquen a aumentar de forma alarmante el número de supuestos trastornos mentales que “existen”. Se observa una tendencia a patologizar multitud de circunstancias, situaciones y rasgos de personalidad que forman parte de la vida cotidiana. Cientos de categorías diferentes llenan los manuales, solapándose entre si muchas de ellas, mostrando escasa o nula utilidad a la hora de diseñar tratamientos eficaces. Más preocupante aún es el hecho de que no existen evidencias físicas que demuestren que estamos hablando de “enfermedades” o “trastornos”.

En el caso de las adicciones, se acostumbra a describirlas como “enfermedades del cerebro”, cuando esto no es cierto (o al menos no se ha demostrado fehacientemente). Que existen sustancias que causan adicción y que interaccionan con el cerebro no lo discute nadie. Ahora bien, concluir que como las drogas afectan al sistema nervioso de diferentes formas esto es una prueba de que la adicción es una enfermedad es, cuando menos, un argumento bastante endeble. No existe ningún marcador somático, genético, biológico… que definitivamente demuestre que las adicciones tengan una causa “cerebral”. Sin embargo, si que tenemos claros indicadores y marcadores para males como la diabetes, la neumonía, etc., por lo que nadie duda de su existencia nosológica.

La adicción es un problema, sin duda. Sus efectos se hacen notar tanto a nivel físico como psíquico. Pueden producir sufrimiento y dificultades importantes. Pero no es una enfermedad (permitidme que me repita mucho hoy, pero me parece importante hacerlo). Algo que me incomoda bastante es escuchar aquello de que “el alcohólico es un enfermo”. Categorizar de esta manera un problema supone varias trabas para la terapia de la persona. Primero, le otorga un papel pasivo en el que nada puede hacer él o ella para lograr cambios, cuando precisamente intervenciones psicológicas basadas en reforzar los recursos personales, como puede ser la Entrevista Motivacional, han mostrado ser eficaces. Segundo, crea una situación donde la única solución posible, además de ser externa, debe ser médica (por ejemplo, una pastilla). Pero la realidad es que no existen fármacos que “curen” la adicción, ni el supuesto fallo en el cerebro. Por ejemplo, volviendo al caso del alcohol, los fármacos que se recetan suelen ser medicamentos aversivos que interaccionan con la bebida creando síntomas que producen un elevado malestar en el consumidor. Pero nada más. Solo “funcionan” si la persona bebe, quitándole las ganas de repetir por un proceso de condicionamiento. Ese es su único efecto, no van destinados a “curar” nada, a corregir ningún defecto del organismo. Tal vez porque no haya nada que curar.

Nada de lo que digo significa cosas como que “solo hace falta fuerza de voluntad” o que “el adicto no deja de drogarse porque no quiere”. No es tan sencillo como eso. Abandonar una adicción es muy complicado. Algo fundamental que se debe explorar en estos casos en una consulta de psicología clínica es el para qué (¿para qué esnifa cocaína? ¿Para qué se emborracha? ¿Para qué juega tanto a los videojuegos?). Es decir, qué función cumple la adicción en su vida. Es conocido ese dicho popular de “beber para olvidar”. Para muchas personas el alcohol cumple una función de evitación de los problemas. A otros les ayuda a desinhibirse. A algunas personas, aunque suene paradójico, una raya de cocaína les relaja. Para otros, funciona como antidepresivo. Quizás algunos se pasen horas jugando a la consola o con el ordenador porque no encuentran otras satisfacciones en la vida. En la mayoría de los casos, es más complejo que todo esto. Por eso es tan importante estudiar cada caso de forma individual, no simplificar en base a categorías diagnósticas que llevan a tratamientos menos eficaces, comprender las características de personalidad de la persona con un problema de este tipo, sus circunstancias vitales, su entorno… en definitiva, el contexto en el que aparece la adicción.

Con esto de los videojuegos podemos tener varios problemas. Hoy en día es una industria que mueve mucho dinero. Millones de personas en el mundo son jugadores. Corremos el riesgo de empezar a sobrediagnosticar. Corremos el riesgo de confundir a los padres que, preocupados por sus hijos, acaben creyendo que lo que les pasa es que tienen una enfermedad y no se den cuenta de las circunstancias que han llevado a esa situación y que son las que realmente requieren una intervención. Tal vez su hijo tenga grandes dificultades para relacionarse con los iguales (y si pudiera encontrarle a esto una solución, es probable que saliera más o hiciera otras cosas que le gustasen, en lugar de jugar tanto a “la Play”). O puede que se trate de una reacción ante problemas familiares. Bullying, traumas, dificultades del desarrollo, problemas relacionales, transiciones evolutivas… Múltiples motivos pueden estar detrás de las conductas adictivas.

Tampoco se debería demonizar a los videojuegos. Existen algunos estudios que demuestran que pueden ser beneficiosos para los niños (con un uso moderado, claro). Es curioso, por cierto, el hecho de que hace años se pusieron de moda juegos con nombres como “brain training” (“entrenamiento del cerebro”), dirigidos a mejorar funciones psicológicas como la memoria o la concentración, y que no han demostrado que sirvan para este objetivo. Al contrario, recuerdo haber visto en algún lado los resultados de un estudio que indicaban que los juegos de acción eran más beneficioso en este sentido. [Siento no aportar referencias a lo dicho en este párrafo, pero ahora mismo no las tengo a mano. Quedo abierto a correcciones si he dicho algo incorrecto].

En resumen, el mensaje que quiero transmitir es que las adicciones son problemas psicológicos, que tienen correlatos físicos, pero que no constituyen una enfermedad que aparezca por arte de magia; la persona que afronta una situación de este tipo, ya sea con sustancias o sin ellas (como en el caso de los videojuegos o los móviles) tiene un papel muy activo en el desarrollo y solución del problema. La psicología clínica ha desarrollado intervenciones eficaces para lidiar con las adicciones. Una prueba de ello (pero no la única) es el listado de tratamientos psicológicos basados en la evidencia (para casos de consumo y abuso de sustancias), que se puede consultar en los siguientes enlaces:

1 comentario:

  1. Muy buen articulo.
    La verdad es que el juego es una de las cosas que causan mayor adicción en los jovenes, principalmente porque no saben controlarse

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