lunes, 27 de mayo de 2019

Ocho claves para sabotear una terapia grupal

Hace ahora casi justo dos años, escribí una entrada sobre la terapia grupal, mencionando mis propias experiencias como profesional. Tal y como dije en ese momento, el primer grupo que llevé a cabo por mi cuenta se terminó antes de tiempo. Ahora, como ya hay un poco de confianza, voy a decirlo claramente: fue un absoluto desastre. No me cuesta admitir mis errores, de hecho lo veo como una forma muy útil de aprender. Al fin y al cabo, ni siquiera el clínico más eficaz puede decir que no ha tenido alguna experiencia negativa (en el sentido de no conseguir ayudar a un cierto número de personas).

Sirva mi propia historia, ocurrida hace 7 años, como una auto-revelación de la que otros profesionales puedan extraer enseñanzas prácticas para su desempeño en el trabajo clínico. Ahora que un grupo de nuevos residentes de psicología clínica acaba de comenzar su andadura, quizás esto que les cuenta uno que fue también PIR les ayude a evitar los errores que cometí.

Aquí van mis 8 claves para sabotear tu propio grupo de terapia:

1. Hazlo con prisas.

Si te dedicas a diseñar el grupo de forma rápida y con poca antelación, podrás aumentar claramente la probabilidad de fracasar. Por ejemplo, en mi caso no tuve mejor idea que prepararlo en medio de una rotación de tres meses (la de Atención Primaria), cuando ni siquiera me daba tiempo a realizar todas las sesiones que tenía en mente y dedicando una tarde o poco más a pensar en cómo podría hacerlo.

2. Hazlo solo.

Es sabido que coordinar un grupo de terapia es una tarea compleja. Si ya suele ser difícil lidiar con una sola persona, pareja o familiar, ¡imagínate lo que será con un grupo de entre 8 y 12 personas! Los expertos son conscientes de esta circunstancia y por ello suelen recomendar que haya al menos dos profesionales en el grupo. Y, sin embargo, allá fui yo, residente de segundo año, a enfrentarme solo con todo un grupo de personas deprimidas. No lo dudes, haz el grupo solo si quieres que no funcione.

3. Cuanta menos experiencia tengas, mejor.

Para ser un verdadero maestro del sabotaje grupal, nada mejor que una buena dosis de falta de experiencia en el manejo de dinámicas grupales, combinada con la falta de experiencia en el tipo de tratamiento empleado. Y si, además, no has hecho formación específica en terapia grupal, mejor que mejor. No olvides, por cierto, no leer demasiado del tema: corres el riesgo de aprender cosas y hacerlo bien.

4. Haz una mala selección de los participantes.

Guíate por el primer punto (las prisas) y tus ganas de hacer un grupo a la hora de elegir a las personas que van a participar. Si te han derivado pocas personas, mételas a todas independientemente de tus características de personalidad y circunstancias y olvida los criterios en los que ibas a basar la entrevista de admisión previa. Después, solo es cuestión de sentarlas a todas en la misma sala y esperar a que comience el caos.

5. Mezcla ideas de forma incoherente.

No integres, mezcla sin sentido. Integrar aspectos de diferentes enfoques, de forma sensata, puede ser muy útil, así que mejor no hacerlo. Por el contrario, haz como yo: pon en marcha un programa estructurado de Activación Conductual, pero no sigas la estructura del protocolo; en lugar de ello, desestructura las sesiones e incluye las dinámicas que estás aprendiendo en el curso de terapia grupal que comenzaste hace poco y que no tienen nada que ver con los principios terapéuticos que guían la intervención que tan poco tiempo te dedicaste a preparar.

6. No fomentes la cohesión grupal.

La práctica basada en la evidencia en psicoterapia he mostrado que la cohesión grupal es un factor que influye claramente en los resultados en este formato de terapia. Por lo tanto, si quieres fracasar estrepitosamente, no te esfuerces en fomentarla en el grupo que coordinas. Es mejor que los participantes no conecten entre si y se sientan incómodos en su asiento: eso ayudará a que no tengan ganas de volver a la siguiente sesión.

7. Cambia el horario de forma súbita.

Algo muy útil a la hora de conseguir que la gente deje de acudir al grupo es cambiar el horario (u otros aspectos del encuadre). Por ejemplo, si empezaste haciéndolo por las mañanas, pásalo a las tardes y viceversa. Si lo haces avisando con solo una semana de antelación y si los participantes trabajan o tienen otras ocupaciones en ese momento del día, el éxito en el sabotaje está casi asegurado. En mi caso, tras hacer un cambio similar, me encontré con una única persona en la siguiente sesión.

8. No supervises.

Una de las pocas cosas de las que me siento orgulloso de aquella experiencia es que sí me preocupé de buscar a alguien que me pudiera supervisar, aunque fuera en diferido. El corto desarrollo de este grupo no permitió que pudiera tener muchas consultas de supervisión, pero sin duda esos momentos me aportaron mucho. Es evidente, no contar con alguien más experto con quien podamos hacer una supervisión o consultaría cuando sea necesario, es una buena manera de sabotear nuestro trabajo.


A medida que he ido escribiendo estas líneas han ido acudiendo a mi mente pensamientos del tipo “¡no cuentes estas cosas!”, “¿qué va a pensar la gente de ti?”, etc. Quizás esté siendo un kamikaze y un nefasto comercial de mis propios servicios. O tal vez esto sea una forma de hacer que otros saquen provecho de mis tropiezos y, de paso, recordarme a mi mismo esta serie de principios, además de disculparme públicamente con las personas que formaron parte de aquel grupo (afortunadamente nadie salió “dañado”, hasta donde yo sé, por mi incompetencia). Espero de todo corazón que posteriormente hayáis tenido otras experiencias mejores y que fuera de verdadera ayuda para vuestros problemas.
 

En definitiva, si le damos la vuelta a las 8 claves anteriores, tenemos una serie de recomendaciones que, esta vez si, pueden ayudar a llevar a cabo un grupo verdaderamente terapéutico (todas ellas con sus variaciones en función del tipo de grupo y el contexto en el que se desarrolle):

1. Tómatelo con calma y emplea el tiempo necesario para diseñarlo bien.

2. Hazlo acompañado de otro/a co-terapeuta.

3. Procura que alguno de los terapeutas tenga suficiente experiencia y formación.

4. Haz una buena selección de los participantes.

5. Si integras, que sea en coherencia con los principios terapéuticos del tratamiento.

6. Fomenta y trabaja continuamente la cohesión grupal.

7. Mantén el encuadre inicial.

8. Supervisa con la frecuencia necesaria.

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