En
los últimos años, la Sociedad Británica de Psicología (BPS, de las
siglas en inglés), mediante su división de Psicología Clínica, ha
elaborado y publicado una serie de documentos muy interesantes que
suponen un cambio en la forma de entender la salud mental, tanto lo
que consideramos psicopatología o trastornos mentales como las
prácticas de ayuda (o terapias). Entre los documentos elaborados por
este grupo de psicólogas y psicólogos clínicos británicos se
encuentran trabajos dirigidos ayudar a comprender la experiencia de las personas que sufren problemas que acostumbramos a categorizar como psicosis, entender lo que denominamos trastorno bipolar, una
guía para usar un lenguaje no estigmatizante, culpabilizador o
patologizante en las comunicaciones profesionales, informes,
formulación de casos o cuando nos dirigimos a aquellas personas que
tan a menudo nos preguntan a los clínicos “¿qué es lo que me
pasa?” o cuestiones similares, además de alguna guía de formulación psicológica de casos (en la línea del libro, disponible en español, escrito por Lucy Johnstone y Rudi Dallos y que
estos días descansa en mi escritorio). Todos estos escritos están
disponibles para su descarga en formato PDF de manera gratuita.
El
documento que quiero comentar hoy es el titulado como Marco del
Poder, Amenaza y Significado (Marco PAS, en adelante), del que
existen dos versiones: una más elaborada y extensa, el trabajo principal, y otro más breve, en el que se reflejan los aspectos más
importantes de esta magnífica propuesta que nos brinda la BPS. El
documento del Marco PAS ha sido desarrollado principalmente por Lucy
Johnstone y Mary Boyle y desde hace poco tiempo está disponible la
traducción al español de la versión breve (que se puede descargar
pinchando AQUí).
¿A
qué hace referencia el Marco PAS? ¿Cuál es su objetivo? Según sus
autoras, “su objetivo es dar cuenta y ampliar los enfoques
existentes, al ofrecer una perspectiva básicamente distinta sobre
los orígenes, la experiencia y la expresión del sufrimiento
emocional y del comportamiento perturbado o perturbador”. Es,
en cierta manera, una forma diferente de entender los problemas de
salud mental de las personas. Se puede considerar
una vuelta a los orígenes de la formulación de dichos problemas
desde un punto de vista psicosocial, algo que se ha ido perdiendo a
medida que el modelo médico se ha ido asimilando por parte de la
psicología clínica. Lo novedoso es que este paradigma va acompañado
de datos y pruebas científicas que avalan lo explicado. Y, sobre
todo, lo más importante es que nos transmite el mensaje de que
las personas a las que se diagnostica de un “trastorno”
determinado no “tienen” una enfermedad que parece que surja de la
nada, como si fuera, por ejemplo, una diabetes. Ni siquiera presupone
que lo que le pasa a las personas se pueda considerar patología,
continuando con el símil médico, sino que “más bien describe
los mecanismos de supervivencia y afrontamiento que pueden ser más o
menos funcionales en la adaptación a conflictos y adversidades
concretas, tanto del pasado como del presente (…) Integra
los factores relacionales, sociales, culturales y materiales que dan
forma a la aparición, la persistencia, la experiencia y la expresión
de estos patrones (…) Atribuye
un papel central al significado personal, que surge de los discursos
sociales y culturales, los sistemas de creencias, las condiciones
materiales y las posibilidades somáticas”.
El
Marco PAS comprende cuatro aspectos relacionados entre si:
-
“El ejercicio del PODER (biológico, corporalizado, coercitivo, legal, económico, material, ideológico, social, cultural, e interpersonal).
-
La AMENAZA que el ejercicio negativo del poder puede suponer para la persona, el grupo y la comunidad, con una referencia centrada en el sufrimiento emocional y las formas en las que éste es mediado por nuestra biología.
-
El papel central del SIGNIFICADO (producto de los discursos sociales y culturales, que activa las respuestas corporales evolutivas y adquiridas) en la configuración de la acción, la experiencia y la expresión del poder, la amenaza y nuestra respuesta a la amenaza.
-
Como reacción a todo lo anterior, se encuentran las RESPUESTAS A LA AMENAZA, aprendidas y evolutivas, que una persona, familia, grupo o comunidad, puede necesitar usar para garantizar su supervivencia emocional, física, relacional y social. Estas respuestas abarcan desde reacciones fisiológicas (en gran parte automatizadas), hasta respuestas basadas en el lenguaje y las elegidas deliberadamente”.
Así
que, más que preguntar por síntomas, tratando de hacer un
diagnóstico de lo que le “pasa” a la persona, desde el Marco PAS
lo que interesa es saber qué le ha ocurrido a la persona (influencia
del poder en su vida), cómo le ha afectado (amenazas), qué sentido
le dio (qué significado tienen sus experiencias) y qué es lo que
tuvo que hacer para sobrevivir (respuestas a la amenaza); además de
ver también cuáles son sus puntos fuertes, en los que
apoyarse para salir adelante. En definitiva, la pregunta clave no es
“¿cuál es el diagnóstico?”, si no, “¿cuál es la historia
de la persona?”.
Cuando
se habla de respuestas ante las amenazas, a lo que se está haciendo
referencia es a que aquello que tradicionalmente se considera
sintomático, problemático, patología o trastorno en el fondo son
formas
de supervivencia que la persona utiliza en esas circunstancias en las
que se ha visto envuelto. Son respuestas que cualquiera de nosotros,
en determinadas circunstancias, podemos llegar a manifestar y que
pueden darse en diferentes situaciones (no son específicas de ningún
tipo de “trastorno” o “enfermedad”): es la forma que tenemos
los seres humanos de afrontar las adversidades.
En
el documento del Marco PAS se describen un Patrón Fundamental y
siete Patrones Generales provisionales, que incluyen una serie de
posibles respuestas a las amenazas, agrupadas en base a las funciones
que cumplen cada una de ellas. Estas
respuestas, en último término, aparecen porque las personas tenemos
una necesidad básica de sentirnos a salvo, protegidos, además de
queridos y de pertenecer a un grupo social, a una comunidad. Son
nuestros intentos, más o menos conscientes, de sobrevivir a los
impactos negativos que el poder puede tener sobre nosotros. No son
síntomas, son “estrategias de supervivencia”.
Un
enfoque como el descrito es muy importante porque señala la
influencia de las circunstancias sociales, culturales,
interpersonales, etc., en nuestro bienestar personal y salud mental.
Por desgracia, en multitud de ocasiones se transmite a la sociedad la
falsa idea de que una persona sana nunca se deprime, muestra ansiedad
o cualquier otro tipo de “síntoma”, sean cuál sean las
circunstancias. Parece como si deprimirse, asustarse o preocuparse en
exceso o dormir mal sea señal de debilidad o de algún problema
psicológico. Incluso esta idea la refuerza algún que otro psicólogo
mediático que proclama que él sería feliz aunque estuviera solo,
sin trabajo y sin techo. Y si no es así, es que algo marcha mal en
tu cabeza (piensas de forma “irracional”). Documentos como el del
Marco PAS traen a primera plano la importancia de la cultura y la
desigualdad social como generadoras de malestar. Además,
desestigmatiza, normaliza las respuestas a las amenazas, que son, en
definitiva, evolutivas y aprendidas. “En
vez de ser «diagnosticada» como persona que sufre pasivamente de
déficits biológicos, sugerimos que las personas usuarias de los
servicios (y todos nosotros) puedan ser reconocidas y validadas como
quienes activan respuestas para protegerse y sobrevivir. Las
experiencias definidas como «síntomas» se entienden mejor como
reacciones a la amenaza o «estrategias de supervivencia»”.
Quizás
la mejor manera de resumir lo que implica este enfoque es recurrir al
resumen narrativo del Patrón Fundamental:
“Las
desigualdades económicas y sociales, junto a los significados
ideológicos que respaldan la actividad negativa del poder provocan
el aumento de los niveles de inseguridad, falta de vinculación,
miedo, desconfianza, violencia y conflicto, prejuicio, discriminación
y adversidades sociales y relacionales en todas las sociedades. Esto
tiene consecuencias en todas las personas y, en particular, en
aquellas con identidades marginales. Limita la capacidad de las
personas cuidadoras para proporcionar en la infancia relaciones
tempranas seguras, lo cual no solo hace sufrir por ello al niño o a
la niña que se está desarrollando, sino que también puede
comprometer su capacidad para gestionar el impacto de las
adversidades futuras. Las adversidades se relacionan, de forma que su
presencia en la vida previa y/o en el presente de una persona,
aumentan la probabilidad de sufrir otras más adelante. Los elementos
como el daño intencionado,la
traición, la impotencia, el encontrarse atrapado y la
imprevisibilidad aumentan el impacto de estas adversidades y este
impacto no solo es acumulativo sino también sinérgico. Con el paso
del tiempo, la existencia de adversidades complejas que interactúan
tiene como efecto un incremento de la probabilidad de experimentar
sufrimiento emocional y activar conductas problemáticas o
perturbadoras. La forma deestas
expresiones de sufrimiento queda determinada por los recursos
disponibles, los discursos sociales, las posibilidades corporales y
el entorno cultural, y su función principal es promover la seguridad
y la supervivencia emocional, física y social. A medida que las
adversidades se acumulan, el número y la severidad de estas
respuestas aumentan en paralelo a otras consecuencias indeseadas en
el ámbito social, de la salud y del comportamiento. En ausencia de
factores o medidas de mejora, se instaura un ciclo que prosigue a lo
largo de las generaciones posteriores”.
Muchas
de estas ideas no son nuevas y resultarán conocidas a profesionales
formados en modelos teóricos alejados del paradigma médico. Sin
embargo, es importante que una sociedad nacional elabore y difunda
documentos como estos y que, además, lo haga con fundamentos
empíricos. Un intento más, que se suma a los realizados por muchos
otros, de volver a poner a la persona y la sociedad en primer lugar y
disolver el inmerecido protagonismo que se la ha dado a los
neurotransmisores y demás procesos bioquímicos.
Este
es el camino a seguir: dejar de culpar al cerebro del sufrimiento y
empezar a señalar a otros agentes responsables de los problemas (y
de las soluciones) psicosociales del ser humano del siglo XXI.
El nuevo constructo del Marco de Poder, Amenaza y Significado, que pretende erigirse en nuevo paradigma de la psicología es, a mi entender, una teoría sociológica más que auténticamente psicológica. Además es solo eso, pura teoría sin apenas aplicabilidad práctica.
ResponderEliminarCarece por completo de evidencia empírica, algo que llama más aun la atención cuando es esa misma falta de evidencia empírica lo que le achaca a los modelos de clasificación diagnóstica como una de las razones de su invalidez.
Explicar el sufrimiento psicológico humano exclusivamente desde los fenómenos sociales, excluyendo no solo variables biológicas (genéticas, hormonales, neurológicas…) sino también ignorando otras facetas de la psicología humana como son el temperamento/personalidad o la dimensión trascendental/espiritual, es una negación misma de la naturaleza humana, simplificando y despersonalizando nuestro ser de una forma pocas veces vista antes.
Por poner un ejemplo de lo absurdo de esta teoría: presupone que en un país como Reino Unido, un hombre blanco de clase media/alta tendrá bastantes menos posibilidades de padecer sufrimiento psicológico que una mujer negra de pocos recursos económicos. Y además, la causa de esto sería que ese hombre blanco de clase media/alta se ve menos amenazado por el “Poder” que la mujer negra de pocos recursos económicos.
Por cierto, ¿qué es esa manía de atribuir estados psicológicos o de estatus social a las personas en función de su raza y grupo étnico? ¿Es eso igualdad? ¿O acaso una nueva forma de racismo?
Creo que este nuevo paradigma de la psicología que se encasilla en las corrientes de pensamiento “de moda” en la actualidad (pero que beben de viejas ideologías) no va a hacer ningún bien a la psicología. Espero que los psicólogos no nos dejemos llevar “sin más” por “la nueva ola” y que rechacemos con nuestro espíritu crítico, independencia de pensamiento y sentido común, esta aberración.
En las pasadas jornadas de ANPIR de Junio pude preguntarle precisamente a la propia Lucy Johnstone si había evidencias que apoyaran los patrones descritos por el modelo. Ella nos explicó que en el documento más extenso se encuentran toda una serie de referencias que sustentan esa parte al menos. No he tenido tiempo de revisarlo, pero ahí está la documentación para consultarla y estudiarla.
EliminarEn ningún momento, por otro lado, se niegan variables individuales como las que usted menciona. Probablemente la brevedad de mi entrada pueda causar una imagen reduccionista de lo que propone este enfoque. Sin duda le recomiendo, en caso de que no lo haya hecho ya, que lea los trabajos originales (al menos el documento breve, traducido al español). Puede no estar de acuerdo con muchos o todos los aspectos, pero me cuesta mucho entender que un/a psicólogo/a pueda considerar estas ideas como "aberración".
Por supuesto, agradezco su comentario, aunque no esté de acuerdo. Es importante que se puedan exponer todas las posturas posibles.
Un saludo.