Durante
estas fechas, en las que muchas personas disfrutan de un merecido
período de vacaciones, llenas de momentos festivos y celebraciones
en nuestra cultura, hay un pequeño pero significativo número de
valientes que continúa haciendo un esfuerzo casi sobrehumano con el
fin de alcanzar el objetivo por el que llevan tanto tiempo luchando.
Ellas y ellos son lo que los galos a los romanos en los cómics de
Astérix. No sé cuál es su poción mágica ni de donde la sacan,
pero lo cierto es que hay algo que les permite mantenerse firmes y
seguir adelante. Estoy hablando, por supuesto, de las miles de
personas que preparan el examen de acceso al PIR de la actual
convocatoria. A vosotros, valerosos estudiantes, va dedicada la
entrada de hoy.
Muchos
hemos estado ahí antes y sabemos que lo que estáis haciendo es
duro, muy duro. Vuestro entorno no entenderá a veces que apenas os
toméis un descanso, las largas horas en frente de los libros, las
conversaciones frikis con
vuestras compañeras acerca de si “en el Belloch dice que
esto es así, pero en el Vallejo pone lo contrario”
y similares. Y aunque muchas veces os sentís incomprendidos, no
dejáis de perseguir vuestra ansiada plaza.
Hay
momentos en los que aparece en vosotras la tentación de tirar la
toalla y dedicaros a otra cosa. Sabéis que otras antes lo hicieron
así y os parece comprensible (lo es). Sin embargo, cuando parece que
ya todo está perdido, volvéis a levantar la cabeza, llenáis la
mochila de libros y apuntes y os ponéis de nuevo rumbo a la
biblioteca. ¡Qué valentía! ¡Qué osadía!
Porque
si, el PIR se convertirá en una especie de hogar para vosotras. Allí
os van a nutrir, a cuidar, a enseñar. Cuando hayan pasado los cuatro
años de residencia y miréis hacia abajo, al camino recorrido para
haber llegado allí, os daréis cuenta de que ha merecido la pena.
Habréis luchado por lo que era importante para vuestro desarrollo
profesional (y seguramente personal), siendo coherentes y honestos
con vosotros mismos y, sobre todo, con las personas a las que atenderéis.
Para muchas de ellas, jugareis un papel muy importante en una parte
de su vida. Y estaréis contribuyendo al bienestar de la comunidad en
general. Así que, ¡por favor, no dejéis de seguir caminando en esa
dirección! ¡Los que ya llegamos estamos deseando recibiros con los
brazos abiertos!
La
recta final es complicada. Lo cierto es que ni siquiera es una recta,
es un tramo lleno de curvas. Por eso es importante darse cuenta de
que lo que estáis haciendo tiene un sentido. Hace unos días, en una
conocida red social, una de esas valientes personas que prepara el
PIR, en su búsqueda de motivación, proponía a las que ya habían
hecho la residencia que contaran sus mejores recuerdos durante la
misma. Con el permiso de quienes contestaron, y de forma anónima,
aquí van algunos de esos comentarios. Espero que esto os ayude de
alguna manera a todos los que en estas fechas seguís demostrando que
sois como Astérix, Obélix y el resto de valerosos galos.
“En
mi caso sería una mezcla de los profesionales y personas que he
conocido (entre ellos el que es mi pareja desde hace 4 años) y la
cantidad de situaciones de aprendizaje que he tenido la oportunidad
de vivir: la psicoterapia y las cosas que te enseñan los pacientes,
las supervisiones, las formaciones, exponer sesiones clínicas, ir a
congresos, llevar terapias grupales, la rotación externa (y todo lo
que me cambió), participar en la elaboración de protocolos o
iniciar atenciones grupales en algún servicio concreto que luego
continúan como oferta asistencial, sentirme parte de un equipo
multidisciplinar y aprender con/de otras profesiones... Son tantas
cosas que no puedo elegir solo una”.
“Lo
primero que se me viene a la mente es los compañeros y compañeras
que he encontrado “por el camino” y que afortunadamente
conservo”.
“El
hambre de experiencias y compromiso profesionales (se atenúa con el
tiempo), es un privilegio sentirse en la trinchera y protegido, te
pasan las balas muy cerca y solo te pasan el fusil cuando estas
preparado para la batalla. Reconocer maestros en algún tutor. Seguro
las amistades que duran, las que hice luego y las que vendrán en ese
contexto. Sentir orgullo con en el talento de mis compañeros.
Activismo político. Fui papá en el hospital donde curraba. Es una
profesión que puede llegar a ser muy especial, el que lo probó lo
sabe.”
“Te
llevas muchas cosas. Muchas siguen durando. Aunque estuvo muy bien
que en uno de los grandes hospitales de España, el último día de
residencia, en un salón de actos repleto, donde se repartían los
diplomas de especialidades, la Psicología Clínica le levantara el
premio de investigación final de residencia a las otras
especialidades médicas. Fue un buen subidón, la verdad”.
“Ver
unidos a residentes y adjuntos para defender la Psicología Clínica
cuando hizo falta”.
“Las
sensaciones al trabajar, mezcla de curiosidad y vértigo al
enfrentarte a nuevos casos. El apoyo de la inmensa mayoría de los
supervisores. Luego, ya más mayor, el activismo, el compromiso, la
unión”.
“Las
personas que he conocido (no solo del ámbito clínico) y los cientos
de pacientes-usuarios con los cuales he ido aprendiendo una
profesión”.
“Son
cuatro años a intensidad experiencial máxima, en lo bueno y no tan
bueno. Al principio cuesta situarse, pero si estás en el momento
adecuado, maduro para vivirlo, es una experiencia insuperable”.
“Lo
mejor de la residencia... ¡¡poder seguir juntándonos
a recordar!!”
“Recuerdo
como uno de los días mas emocionantes de mi vida cuando se anunció
el numero de orden de plaza PIR oficial y la jornada de adjudicación
de plazas. En nuestra comunidad nos reunimos e hicimos un tour para
conocer todos los hospitales. Los resis nos recibían con los brazos
abiertos para ficharnos en su hospital”.
“El
conocer compañeros y aprender de ellos. Pero yo me quedo con momento
para mi importantes como las cañas después del curro, donde nos
uníamos los resis en ocasiones y hacíamos piña (yo hice la resi
fuera de mi ciudad y esa unión con mi Co-R, R mayores y R pequeños
fue un gran arrope emocional)”.
“El
aprender acompañada de adjuntos y compañeros y vernos crecer
personal y profesionalmente. El ver como los miedos del principio se
van transformando en mayor seguridad, las lecturas compartidas, las
cañas de los miércoles, en las que puedes hablar horas sobre el
trabajo y seguir pasándotelo bien. Las chancletas (festa de todos
los resis de Galicia donde damos la bienvenida a los nuevos y
despedimos a los que terminan la residencia). El recuerdo de algunos
pacientes, que te tocan especialmente... La rotación por
interconsulta, que te hace crecer... (a veces la rabia y el aprender
a manejarla). El conseguir pequeños grandes logros tras años de
esfuerzo, entre todos los resis (como fue la atención continuada en
nuestra comunidad y en nuestra área en concreto), los mayores que
nos han enseñado a luchar por los derechos de los pacientes en Salud
Mental (y nos han transmitido la historia que hay detrás). La
manifestación delante del ministerio (empanada incluida...). La
entrada en Atención Primaria de los Pires... Las sesiones clínicas,
el prepararlas con el resto de resis, la sesión de despedida y las
distinta emociones que la acompañan... La música que nos sigue
regalando nuestro tutor en cada evento… ¡Es una experiencia
increíble a todos los niveles! Es difícil quedarse con un recuerdo,
creo que son múltiples recuerdos, personales y profesionales que no
es fácil aislar”.
“Para
mí fue una experiencia tan gratificante que tardé años en empezar
a sentirme adjunta, seguí hablando de nosotros los pires mucho
tiempo. Hoy ya no se me escapa, pero son muchos los momentos en que
me siento PIR, ¡y me encanta! Por otro lado, ahora veo
también el estímulo que son los residentes para los adjuntos, cada
día te obligan a aprender, a seguir creciendo, a seguir viendo retos
en todas partes... También lo que queda por hacer, lo que podríamos
hacer y tantos miles de cosas”.
“Me
acordé de una supervisión con mi tutor de rotación el primer año
como PIR. Después de que me diera su opinión sobre el caso y
algunas indicaciones, añadió algo así como "...pero tú
puedes hacerlo cómo quieras, que yo te apoyaré". Es uno de
esos momentos en los que te sientes respaldado y considerado como
profesional capaz y que te marcan en cierta manera”.
“Las
compañeras de residencia, la supervisiones informales que hacíamos
entre todas. Y los pacientes de los que tanto he aprendido durante
estos años”.
¡Mucho
ánimo y felices fiestas a todas/os!