Esto
de aparecer en los medios de comunicación y que te asignen como portavoz de toda una profesión no debe ser tarea fácil. De hecho,
me parece una responsabilidad enorme. Uno corre el riesgo de meter la
pata y poner en un brete a todo el campo. En la actualidad,
probablemente Rafael Santandreu sea el psicólogo más famoso de
España. Famoso, que no importante ni relevante. Quienes nos movemos
en el ámbito clínico, docente y científico atribuimos la etiqueta
de “experto” o “referente” a otros profesionales que
contribuyen de manera importante a la psicología. Sin embargo, sus
nombres no suenan a los que no tienen relación con esta disciplina.
Es normal, pasa en prácticamente todos los campos. Yo desde luego no
sabría nombrar a una cirujana o una dentista reconocida, ¿por qué
habría de ser diferente con la psicología?
La
cuestión es que el señor Santandreu se hizo conocido gracias al
éxito de ventas de sus libros de auto-ayuda y a sus apariciones
polémicas en televisión. Sea como sea, su condición de
psicólogo lo expone a la responsabilidad de dar una imagen general
de la profesión, más aún teniendo en cuenta que se le presenta
como un experto y persona de referencia, como señalé antes. Y las
personas tenemos la tendencia a confiar en lo que nos diga una
persona a la que se le atribuye cierta autoridad, especialmente si no
tenemos muchos conocimientos sobre el tema del que nos habla y no
estamos lo suficientemente motivados como para profundizar y analizar
el contenido del mensaje. Es algo humano.
Lo
que también es humano es errar. Y el amigo Rafael no es ajeno a
ello. Por lo tanto, cuando se equivoca en cuestiones que afectan a la
psicología y a las personas que pueden requerir los servicios de un
profesional, no está de más ofrecer una pequeña corrección a sus
(seguramente) involuntarios fallos. Y hace poco tuvo algunos. En
concreto, en el artículo titulado ¿Cómo escoger un buen psicólogo?, publicado en La
Vanguardia hace un par de semanas. Sé que a muchas compañeras de
profesión el escrito les ha escandalizado, así que vamos a dedicar
un espacio a su análisis.
Vaya
por delante que la pregunta se las trae. ¿Cómo escoger un buen
psicólogo? Creo que yo no sabría dar una buena respuesta. Buscando
por internet, he descubierto que muchos artículos de portales y blogs ofrecen su respuesta a esta cuestión y que, en general, lo
hacen de una manera bastante aceptable. No es el caso de Santandreu.
“El
problema es que existen más de 500 escuelas de psicología”,
comienza Rafael. En verdad, escuelas de psicología son muy pocas. Si
hablamos de psicoterapia, la lista se puede reducir fácilmente a
cuatro o cinco. Supongo que se quería referir a modelos o programas
de tratamiento, en donde ese dato sería correcto. Yo también he utilizado este dato en otros contextos (es muy ilustrativo de ciertas
cuestiones que afectan a la psicología) pero, como decía, no tiene
que ver con escuelas, si no con “marcas” de terapias, muchas de
las cuales forman parte de las mismas escuelas (y muchas otras ni
siquiera se pueden considerar terapias o tratamientos psicológicos
de verdad).
Sobre
la eficacia, dice que “la terapia cognitiva-conductual (TCC) es
la más demostrada y la que se enseña en las universidades más
científicas del mundo”. Es algo que ya parece un mantra propio
y que no dejo de repetir: la investigación ha demostrado que cuando
se comparan los efectos generales de los diferentes modelos (y aquí
me refiero a escuelas, no a los 500 “tratamientos” diferentes) de
psicoterapia no se encuentran diferencias significativos entre ellos:
todos los estudiados funcionan. Es cierto que la TCC es probablemente
la que más veces se ha puesto a prueba y que ha demostrado ser
superior ante ciertos problemas, pero eso no implica que sea “mejor”
que el resto en términos generales. Desde luego, si alguien de mi
entorno me dijera si hace bien acudiendo a una psicóloga
cognitivo-conductual le respondería que si, sin dudarlo. Pero
también le diría lo mismo si fuera a una psicóloga sistémica, por
ejemplo.
“Los
psicólogos cognitivo-conductuales (TCC) tenemos un porcentaje de
resolución positiva en un 80% de los casos. Y su mejora es de
alrededor de un 80% de media”. Esta afirmación es fascinante.
Ojalá fuera cierta, pero no es así. Los datos obtenidos hasta el
momento, comparando montones de estudios independientes, demuestran
que la terapia es eficaz en cerca del 70% de los casos… en los
ensayos clínicos aleatorizados, es decir, en situaciones
experimentales muy controladas y que se salen de la práctica clínica
habitual. Cuando se comparan los resultados de la psicoterapia en las
consultas de psicología en condiciones normales, el porcentaje de
eficacia desciende… hasta la mitad (o menos). Eso no quita que
algunos profesionales muestren hasta un 95% de eficacia en algunos
estudios. Pero tener resultados superiores no se asocia a ninguna
escuela de terapia en particular.
“Buscar
a un psicólogo con, al menos, 5 años de experiencia contrastada;
que haya tratado los temas más difíciles en psicología: depresión
endógena, trastornos obsesivos, ataques de pánico, etc. Porque es
tratando esos casos que uno aprende realmente los recovecos del
funcionamiento mental”. Lo de los 5 años de experiencia es un
dato que no está basado en la evidencia (ni en nada que yo conozca). De
hecho, hace un año el mismo autor dijo que hacía falta el doble de tiempo.
Si bien la experiencia es importante, lo que sabemos hoy en día es
que por si misma no es suficiente para que los resultados del
profesional mejoren. De hecho, el que es malo lo sigue siendo por
mucha experiencia que tenga (¡o incluso empeora con el paso del
tiempo!), a no ser que esa experiencia vaya acompañada del tipo de
formación, supervisión y entrenamiento adecuado.
“Y
conoce tanto la formación y evolución de un problema que, en los
primeros diez minutos de charla con alguien, ya tiene una primera
hipótesis clara de lo que tiene y cómo solucionarlo. A la hora de
haberla inspeccionado, prácticamente está seguro al 90%. Durante la
intervención de las primeras dos sesiones, ya está seguro al 100%”.
Es imposible conocer en 10 minutos “lo que tiene” una persona y
“cómo solucionarlo”… salvo que te dediques a dar “café para
todos”. Tampoco, en la mayoría de los casos, uno está “seguro
al 100%” en dos sesiones. De hecho, estar así de seguro y no dudar de la propia percepción profesional de cómo van las cosas para el
paciente se asocia a peores resultados del tratamiento.
Santandreu
también dice que el psicólogo está capacitado para decirle al
paciente cuántas sesiones van a ser necesarias para solucionar el
problema. Ciertamente, hoy sabemos cuántas sesiones hacen falta, por
término general, para que la mitad de las personas mejoren y
contamos con fórmulas estadísticas que nos proporcionan una tasa de
respuesta esperada (el progreso que se espera que la persona muestre
sesión tras sesión). Esa es una información que podemos facilitar
a las personas interesadas. Pero lo que no podemos hacer es prever
cuánto va a durar el tratamiento de una persona en concreto, y menos
sin haber tenido al menos una sesión. El número de consultas que
propone, entre 10 y 20 es razonable y en efecto para muchas personas
será suficiente. Aún otras necesitarán menos y otras más. Es
imposible predecirlo para cada persona en concreto.
“Desde
hace poco, en España, se exige a los psicólogos realizar un master
de especialización de dos años de duración, una vez acabada la
carrera. Este master tiene unas condiciones muy rigurosas y exigen
prácticas en centros avalados. Se trata de una decisión
acertadísima por parte de las autoridades de la salud porque, aunque
pueda no parecerlo, el tratamiento de los trastornos psicológicos
requiere de muchísimo entreno.” Aquí Rafael se refiere al
Máster en Psicología General Sanitaria, de reciente creación. Sin
embargo, se olvida que desde hace 25 años existe el PIR, una
formación sanitaria especializada que actualmente es de 4 años,
práctica casi al 100%, y una especialidad en psicología clínica que este año cumple su 20º aniversario. Desconozco por qué no hace
mención a ella, si es precisamente la formación que capacita para
“el tratamiento de los trastornos psicológicos”, mientras
que el máster está orientado a la promoción de la salud.
Sigo
sin saber bien qué respuesta daría yo a la pregunta de cómo escoger
un buen psicólogo. Pero si tengo claro cuáles serían algunos
indicadores para desconfiar de un profesional:
-
Si dice ser eficaz en un porcentaje de casos exageradamente
alto y con poquísimas sesiones.
-
Si utiliza un método propio que vende cómo revolucionario y
excepcionalmente eficaz (o tiene cualquiera de las otras
características propuestas en este otro artículo).
-
Si dice que es capaz de saber cuál es tu problema y su solución en
10 minutos.
-
Si afirma rotundamente que su método terapéutico es superior al de
los demás.
Rafael,
por favor, si vas a hablar en calidad de psicólogo, procura transmitir información más veraz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario