Hoy
voy a comentar un poco acerca de este libro que acabo de terminar de
leer, la segunda edición “The Great Psychotherapy Debate”, de
Bruce E. Wampold y Zac E. Imel, publicado en 2015 (en Nueva York,
claro; parece ser que aquí no nos interesa traducir este tipo de
libros). Es una obra muy interesante que resume y explica un cantidad
considerable de hallazgos científicos con respecto a la terapia
psicológica. De hecho, Scott Miller dice en la contraportada del
volumen: “es uno de los libros más importantes publicados sobre
psicoterapia. Ya sea al principio, en la mitad o al final de la
carrera de cada uno, es de obligada lectura”.
El
libro compara dos modelos o formas de entender la psicoterapia. Por
un lado, el Modelo Médico, que básicamente consiste en
adoptar, por parte de la terapia psicológica, el método médico
tradicional, sin apenas modificaciones. Frente a este modelo se
encuentra el Modelo Contextual (del cual son partidarios los
autores). El primero considera, a grandes rasgos, que para que una
psicoterapia sea eficaz debe basarse en un tratamiento específico
para un trastorno concreto (por ejemplo, la terapia cognitiva para
tratar la depresión). Según este enfoque, las habilidades del
terapeuta, los recursos del paciente o la alianza, por ejemplo, no
sería factores importantes que determinen los resultados de la
terapia. Por el contrario, el Modelo Contextual considera que los
anteriores elementos (es decir, los factores comunes) son más
importantes que la elección de uno u otro tratamiento. Pero no
consideran que una psicoterapia basada en factores comunes sea
suficiente para que resulte eficaz. Wampold e Imel proponen que es
necesario que exista una explicación sobre el problema del cliente
que tenga sentido para este y un ritual (la técnica o tratamiento
específico) en el que la propio terapeuta tenga confianza (así como
la consultante) en que servirá para lograr los objetivos
consensuados.
A
lo largo de las páginas de la obra se examina de forma crítica la
evidencia científica y los métodos empleados para estudiar la
eficacia de la psicoterapia. “Lo que constituye el conocimiento en
un campo determinado depende, en parte, de la gente que dirige la
investigación, crea las teorías e influye en la comunidad
científica, particularmente en las ciencias sociales”. Como se
dice en el último capítulo, “con el número de ensayos de
psicoterapia y meta-análisis publicados cada año incrementándose
de forma exponencial, hayy una parte de evidencia de que uno puede
encontrar apoyo casi para cualquier punto de vista. Consecuentemente,
y de alguna forma trágicamente, hoy tenemos algunos de los mismos
debates sobre psicoterapia que ya tuvimos en el pasado”. Esta
afirmación es bastante indicativa de uno de los problemas que
tenemos (y me temo que seguiremos teniendo durante mucho tiempo) en
psicología: el uso manipulado de los resultados de la investigación
científica. Y que no se me entienda mal, no creo que la mayoría de
las conclusiones a los que llegan algunos investigadores sean
conscientemente manipuladas basadas en determinados intereses (aunque
en algunos casos es así), si no que a veces factores como una
deficiente formación en estadística y metodología, un mal diseño
de los experimentos y el alto grado de ambigüedad de nuestra
disciplina hace que los resultados se interpreten de forma
distorsionada. Por ejemplo, se tiende a confundir el término
“práctica basada en la evidencia” con el de “tratamientos
empíricamente validados”. La práctica basada en la evidencia hace
referencia a la integración de la evidencia disponible junto con la
experiencia clínica y los valores del consultante, mientras que los
tratamientos empíricamente validados son aquellas terapias
manualizadas que han mostrado ser eficaces (por ejemplo, la terapia
de exposición para tratar una fobia). Es decir, la práctica basada
en la evidencia incluye el uso de tratamientos validados, pero no
exclusivamente. También entran en juego la experiencia del clínico
con problemas similares y las preferencias de la paciente con
respecto al tipo de tratamiento que más encaje con sus necesidades,
valores y cultura, entre otras cosas. Por lo tanto, la práctica basada
en la evidencia no consiste únicamente en hacer un diagnóstico (por
ejemplo, fobia a los aviones) y aplicar un tratamiento de eficacia
demostrada (la exposición), si no que hay muchas otras cuestiones a
tener en cuenta.
De
hecho, como se demuestra en el libro, analizando la evidencia
disponible en la literatura científica, no existen diferencias
significativas entre los diferentes tipos de psicoterapia. Y, en
cualquier caso, el tratamiento seleccionado para tratar un
determinado problema, aún cuando muestre un tamaño de efecto
grande, cómo mucho puede explicar el 14% de los resultados (es
decir, cuando una persona mejora se puede decir que de las cosas que
han ayudado a conseguirlo, el tratamiento específico solo ha
influido en un 14%, debiéndose el 86% restante a otros factores,
como los recursos del cliente o los factores comunes). Sin embargo, a
pesar de la evidencia, algunas personas siguen insistiendo en que lo
más importante es la Terapia X y que el resto de factores asociados
con los resultados son variables extrañas que hay que controlar. Muy
al contrario, en el libro se defiende la tesis de que cuestiones como
el efecto placebo (o efecto de las expectativas) es importante de
cara a conseguir mejores resultados. Las personas que tienen
confianza en que un tratamiento les puede ayudar suelen obtener
mayores beneficios al final del proceso. De la misma manera, que el
terapeuta crea que el tratamiento que está aplicando va a resultar
útil en un caso concreto puede aumentar la probabilidad de que el
resultado sea exitoso.
A
lo largo de los nueve capítulos del volumen se nos advierte de
cuestiones importantes como la imposibilidad de hacer verdaderos de
estudios de doble ciego en psicoterapia (es imposible que el
terapeuta no sepa qué tipo de tratamiento está llevando a cabo),
las deficiencias en algunos grupos de control con los que se comparan
determinados tratamientos o cómo estos último se comparan con otras
supuestas “terapias” que realmente no lo son (por ejemplo,
consejo pastoral). Es interesante ver cómo no se confirman tampoco
los supuestos en los que se basan algunas terapias (por ejemplo, que
la terapia cognitiva produzca cambios a través de la modificación
de esquemas negativas o ideas irracionales) o que algunas variantes
de tratamientos en los que se eliminaba el supuesto componente
específico considerado eficaz (por ejemplo, la exposición en el
tratamiento del trastorno de estrés pos-traumático) lograban los
mismos resultados que el tratamiento completo (esto quedó claramente
ejemplificado cuando se mostró que el componente “activación
conductual” de la terapia cognitiva era por si mismo terapéutico).
En
definitiva, un libro muy completo y crítico, lleno de referencias y
datos (por lo que puede resultar un poco pesado a veces, sobre todo
teniendo en cuenta que está en inglés), que debe servir para que
los profesionales que se dedican a la psicoterapia reflexionen sobre
lo que están haciendo. A mi, personalmente, me gustaría que de una
vez se terminase con el favoritismo de algunas terapias a las que se
les asignado el estatus de científicas, frente a muchas otras que,
demostrando ser eficaces, por algún oscuro motivo (y lo obtuso del
pensamiento de algunas personas) se ningunea e incluso, en ocasiones,
se tachan de pseudocientíficas, cuando no de “magufadas”. Nos
quejamos de los intereses de la industria farmacéutica, pero poco se
dice de los de la industria de la psicoterapia, que por cierto,
también puede convertirse en todo un negocio (libros, conferencias,
cursos...). Nos hace falta más autocrítica (mucha, mucha más).
Nuevamente,
se llega en este libro a algunas conclusiones que ya se he mencionado
varias veces en este blog y que están apoyadas por datos
científicos:
- La psicoterapia es eficaz.
- Todas las psicoterapias bona fide son eficaces y no existen diferencias significativas entre ellas.
- La psicoterapia es algo más que el Tratamiento X. De hecho, el tratamiento concreto solo tiene que ver con el 14% de los resultados (y eso como mucho). A pesar de ello, es importante disponer de dichos tratamientos y comprobar su utilidad.
- La capacidad de crear una relación de colaboración entre la profesional y el consultante, con un acuerdo acerca de los objetivos y las tareas para alcanzarlos, una explicación plausible sobre el problema y la utilización de los recursos y capacidades del cliente son más importantes que cualquier técnica concreta.
Estos dos frases son incompatibles entre sí
ResponderEliminar- Todas las psicoterapias bona fide son eficaces y ***no existen diferencias significativas entre ellas***.
- La psicoterapia es algo más que el Tratamiento X. De hecho, ***el tratamiento concreto solo tiene que ver con el 14% de los resultados*** (y eso como mucho).
Si el tratamiento de elección explica el 14% de la varianza en los resultados, es imposible afirmar que no existen diferencias en eficacia entre tratamientos. Eso, o estoy entendiendo algo mal.
Un saludo.
Me expliqué un poco mal, lo siento. Es el problema de hacer un resumen y poner algunos datos descontextualizados. En el libro, por supuesto, está mejor explicado. Veamos si lo aclaro un poco:
EliminarSon cosas independientes. El 14% se refiere a el porcentaje de los resultados que explica el tratamiento en general (sea el que sea): lo que aporta el tratamiento, la alianza y el método seguido (por ejemplo, terapia cognitiva o terapia interpersonal para la depresión). Aquí no se comparan tratamientos, si no que se estudia la varianza de los resultados. Es decir, el 86% del resultado de la terapia tendría que ver con factores del cliente y extraterapéuticos. De hecho, en publicaciones de 2010, Duncan y Wampold descomponen la varianza asociada al tratamiento de la siguiente manera: de ese 14%, entre el 6-9% tiene que ver con factores asociados al terapeuta, entre el 5-7% lo explica la relación terapéutica y el 1% lo explica el modelo concreto utilizado.
Por otro lado, las investigaciones en las que se comparan tratamientos (siguiente con el ejemplo anterior, imaginemos que se comparan la eficacia de la terapia cognitiva y la interpersonal en el tratamiento de la depresión) no encuentran que haya diferencias significativas entre terapias.
Resumiendo, el primer punto de los que mencionas tiene que ver con comparaciones entre varios tratamientos diferentes y el segundo no tiene que ver con comparaciones entre tratamientos, si no con el porcentaje de los resultados de una psicoterapia que se podría explicar por un tratamiento determinado que mostrase tener un tamaño de efecto grande.
Gracias por tu comentario. Un saludo.