Ha
vuelto a suceder. Me temo que seguirá pasando durante unos cuaños
años. El estigma asociado al tratamiento psicológico y psiquiátrico
sigue vivo y coleando, especialmente en los medios de comunicación.
Hace
unos pocos días, una persona provocó intencionadamente una
explosión en un festival en Alemania, muriendo en el acto y causando
varios heridos. Enseguida, aparecieron titulares como el siguiente:
Uno
se pregunta hasta qué punto es relevante la información encajada en
esa frase: “en tratamiento psiquiátrico”.
¿Te imaginas una noticia en la que se indique que el protagonista
estaba “en tratamiento por diabetes”
o “con problemas cardíacos”?
¿Recuerdas alguna vez haber leído algo así cuando la noticia tiene
que ver con algún crimen? Parece como si el hecho de estar en
tratamiento psiquiátrico o psicológico o estar diagnosticado de un
trastorno mental explicara parte o la totalidad de la sucedido y esto
es muy peligroso.
Desde
hace tiempo conocemos la existencia de un sesgo cognitivo denominado
correlación ilusoria,
que consiste en sobrevalorar el grado en que dos características
suelen ir asociadas. Por ejemplo, asociar enfermedad mental con
violencia o peligrosidad. Todavía hoy muchas personas que creen que
las personas que padecen problemas psicopatológicos (especialmente
en el caso de las psicosis) son más peligrosas que las supuestamente
“sanas”. No es
infrecuente oirlo o leerlo. La influencia de los medios de
comunicación de masas es poderosa e innegable. No creo que,
generalmente, exista una mala intención detrás de titulares que
resaltan cosas como que “el
asesino estaba diagnosticado de esquizofrenia”
o “sufría
depresión desde hace años”,
si no una falta de información y un desconocimiento de la temática
enorme.
Lo
cierto es que, nos guste o no, la mayoría de los delitos y crímenes
violentes son cometidos por personas sin trastorno mental alguno.
Antonio Andrés Pueyo, catedrático de Psicología de la Universaidad
de Barcelona señala que “entre todos los delincuentes condenados por delitos violentos -homicidios,delitos de lesiones, agresiones sexuales, etcétera- un 5% están afectados por una enfermedad mental grave. Este porcentaje puede aumentar hasta un 40% si consideramos otras alteraciones menos severas. Solamente entre un 9 y un 10% de los enfermos mentales graves (depresión, psicosis, toxicomanías, etcétera) realizan conductas violentas y si se trata de los delitos violentos más graves esta prevalencia disminuye al 3-4%”.
Más aún, cuando los delitos son perpetuados por personas
diagnosticadas con algún trastorno mental, aquellos solo están
relacionados con los síntomas psiquiátricos en un 7,5% de los
casos, según los datos publicados por la Asociación Americana de Psicología.
Violencia
y psicopatología no son sinónimos. Estar “loco”
no significa ser más peligroso que los “cuerdos”.
Las personas con problemas de salud mental son todas diferentes,
únicas y tienen características propias que
nada tienen que ver con la etiqueta diagnóstica.
Por lo tanto, habrá personas en tratamiento psicológico que cometan
delitos y crímenes violentos, pero no por causa de su problemática
psicológica, si no por características idiosincrásicas,
históricas, sociales y contextuales que pueden explicar mucho mejor
lo sucedido.
El
caso del refugiado sirio mencionado anteriormente
es más grave, si cabe. Llama la atención que se destaque el hecho
de estar a tratamiento psiquiátrico y no otras circunstancias que
explican mucho mejor lo sucedido: el problema del terrorismo, la
guerra, la migración, el rascismo, la situación social y económica
mundial... Y podemos pensar en muchas otras circunstancias, pero
quizás suena mejor destacar los problemas psicológicos. O vayamos
más allá, a otro nivel más alto. ¿Y si usamos los problemas de
salud mental para desviar la atención acerca de los verdaderos
problemas de la gente? ¿Qué tal si convertimos las protestas, el
malestar, el incoformismo o incluso la rebeldía en condiciones
biológicas, en enfermedades del cerebro que explican el
comportamiento de la gente y que no tienen solución? ¿Y si usamos
eso como excusa y no solucionamos los problemas sociales? Así, en eso que llaman salud "biopsicosocial" nos olvidamos del psico y del social y nos quedamos con el bio-bio-bio, en una suerte de canto de pájaro lúgubre para todas aquellas personas estigmatizadas por causa de su diagnóstico.
Los
medios de comunicación, las administraciones y los profesionales de
la salud tenemos el deber de terminar de una vez por todas con el
estigma asociado a los problemas de salud mental. Hemos avanzado en
algunos aspectos, pero todavía nos queda mucho camino por recorrer.
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