martes, 8 de mayo de 2018

IV Jornada SOPCA: abordaje del suicidio desde la psicología clínica

El sábado pasado, 5 de Mayo de 2018, celebramos en Oviedo la IV Jornada de la Sociedad de Psicología Clínica Asturiana (SOPCA), de la que fui presidente hasta ese mismo día. Quizás es momento de revelar cómo terminé ocupando ese puesto. No fue cuestión de méritos si no de una receta que incluía una pizca de desesperación, un poco de arrojo y mucho esfuerzo. La realidad es que hace 3 años llegó el turno de renovar la Junta Directiva y, por desgracia, no se presentó ninguna candidatura. SOPCA corría el riesgo de terminar desapareciendo si en unas semanas no aparecía nadie dispuesto a tomar las riendas de la sociedad. Yo acaba de terminar la residencia en aquel momento y era consciente de que había mucho por lo que la psicología clínica todavía tenía que seguir peleando. Así que me lancé, me ofrecí para evitar el naufragio y, afortunadamente, otras personas decidieron implicarse en una nueva junta que, hasta el sábado, ha estado funcionando y manteniendo con vida a este grupo de especialistas.

Este año hemos logrado no llegar a extremos y presentar una candidatura que a partir de ahora va a formar la cabeza visible de SOPCA. Parece mentira, pero aún siendo tan pocos se pueden lograr cosas importantes. Por ejemplo, y hablando del suicidio, que fue el tema monográfico de la IV Jornada: se está implementando en Asturias, a lo largo de este año, un protocolo de suicidio del SESPA, del cual SOPCA fuimos revisores. En el borrador inicial, se indicaba que los psicólogos clínicos no podían dar de alta del programa por no ser “médicos”. Sin embargo, si que somos facultativos especialistas de área, lo que da legitimidad para realizar cualquier acto clínico de este tipo, sin necesidad de ser licenciados en medicina. Tuvimos que recurrir a un abogado y presentar un informe jurídico. Con esto conseguimos cambiar esa parte del protocolo. Una pequeña pero importante victoria.

 
El suicidio llevaba semanas interesando a los medios de comunicación asturianos, así como el citado protocolo. Por lo tanto parecía pertinente que esta jornada abordara el tema. Y parece que acertamos. La sede del evento se tuvo que cambiar del Colegio Oficial de Psicólogos al Hospital Universitario Central de Asturias porque en pocos días habíamos completado el aforo y necesitábamos un espacio más grande. No recuerdo con exactitud la cifra, pero creo que hubo entre 86 y 88 inscritos. Todo un éxito, teniendo en cuenta que la jornada se hizo un sábado.
 
Empezamos con Jose Ramón Quirós, que forma parte de la Dirección General de Salud Pública y que llevó a cabo toda una proeza: presentar un montón de datos estadísticos y no resultar aburrido, si no todo lo contrario. Una exposición breve y amena que mostraba cómo había cambiado la frecuencia de suicidios en Asturias, aumentando especialmente en varones de mediana edad a partir de la crisis. Al contrario de lo que se suele decir habitualmente, los datos nos enseñaron que la crisis económica que comenzó en 2007-2008 aumentó el número de suicidios. Y nos dejó con una reflexión muy interesante: el número de accidentes de tráfico se ha reducido de forma drástica en los últimos años y esto se consiguió no interviniendo sobre la salud, si no con toda una serie de medidas procedentes de diversos campos: mejorar la seguridad de los coches, mejorar las carreteras, legislación, educación, etc. Quizás la mejor manera de combatir las altas tasas de suicidio no sea solo mediante lo sanitario: lo social, lo político y lo preventivo, entra otras cosas, juegan un papel fundamental.


María Teresa Reijas, doctora en psicología clínica y psicóloga clínica, nos explicó su trabajo en un programa gallego de intervención intensiva ante la conducta suicida. Los resultados del equipo son realmente buenos y María Teresa ilustró su manera de trabajar, dando algunas pincelas de la intervención terapéutica.


Delia Guitián, psicóloga clínica venida también desde la vecina Galicia, nos habló de la prevención, de los factores asociados a la misma, las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y los programas de prevención del suicidio, entre otras cosas de gran interés. Tanto ella como su compañera mostraron tener un profundo conocimiento de la materia y sus ponencias fueron muy bien recibidas por el público, que se animó a participar con multitud de preguntas y comentarios.

 
Por la tarde, ambas psicólogas formaron parte de una mesa redonda junto con Juan García Haro, psicólogo clínico del SESPA, que aprovechó para realizar una pequeña exposición en la que nos ofreció su visión sobre la conducta suicida. El debate fue intenso y pudimos observar cómo ciertas ideas comunes aparecían en los diferentes discursos: ¿es el suicidio síntoma de un trastorno o un signo de problemas sociales, económicos y políticos? ¿Son suficientes los protocolos que tenemos? ¿Se puede intervenir solo desde el ámbito sanitario?


Organizar unas jornadas exige cierto esfuerzo y acaba cansando. Pero resultados como el del sábado pasado hacen que merezca la pena todo el trabajo realizado. Desde aquí, como uno de los organizadores, mi agradecimiento público a ponentes, público y resto de la junta directiva de SOPCA por habernos regalado un día tan estimulante.

jueves, 3 de mayo de 2018

Psicoterapia: marca registrada

Acaba de publicarse el último número de la Revista de la AEN, en el que se encuentra un artículo que he escrito junto con dos amigos y compañeros. Se titula “Psicoterapia: marca registrada” y es un escrito que pretende ser una denuncia, al estilo de las entradas de este blog, acerca de cómo se hace negocio con la psicoterapia y de ciertas narrativas dominantes en el campo que no parecen justificadas, a la luz de la evidencia disponible. Un escrito que se ha ido co-creando poco a poco, cocinado a fuego lento.

El resumen es el siguiente: En este trabajo se discute acerca de la excesiva proliferación de diferentes tipos de psicoterapia y el negocio construido alrededor de los mismos: métodos patentados, cursos, acreditaciones oficiales, libros, etcétera. Se muestra cómo la evidencia científica no justifica la práctica habitual de privilegiar el tipo de tratamiento concreto que se utiliza en terapia sobre otras variables que han demostrado ser más relevantes, especialmente aquellas asociadas a la relación terapéutica y a los factores vinculados a terapeuta y paciente. Finalmente, se plantea la necesidad de abandonar la competición entre modelos y centrar la investigación en aquellos factores que hacen de la psicoterapia un procedimiento eficaz para solucionar problemas de salud mental, más allá de la marca (paradigma) del tratamiento empleado.

El artículo es de libro acceso y se puede ver pinchando AQUÍ.

Los modelos de psicoterapia son parecidas a las cabezas de la Hydra...

Estamos de acuerdo con lo dicho en 1985 por Thomas Szasz, citado en Kleinke: “(Los terapeutas) quieren lo que los padres quieren. Quieren reproducirse a sí mismos. Porque en cuanto un terapeuta comienza a ser medianamente bueno, lo primero que hace es fundar una escuela y hacerla suya”. Y más de 30 años después de hacerse esta afirmación, el panorama no ha cambiado mucho”.

miércoles, 18 de abril de 2018

IV Jornada SOPCA

Hace 3 años, la Sociedad de Psicología Clínica Asturiana (SOPCA) estuvo a punto de desaparecer. Un grupo de intrépidas psicólogas y psicólogos clínicos decidimos formar una junta directiva que permitiera la continuidad de SOPCA. En unas semanas se cierra un ciclo y es agradable saber que esta vez existe una nueva candidatura a la junta directiva que seguro seguirá luchando por acercar a la población servicios de psicología clínica públicos y de calidad.

Pero antes de realizar semejante transición, vamos a celebrar las IV Jornadas de SOPCA. Hace un par de años nos centramos en el trastorno mental grave o severo. En esta ocasión vamos a dedicarnos al abordaje del suicidio: prevención, tratamiento, papel de los servicios de salud y de los especialistas en psicología clínica. Se trata de un tema de mucha actualidad en Asturias, donde recientemente se ha presentado un protocolo de suicidio en el Servicio de Salud del Principado de Asturias (SESPA).

El evento tendrá lugar en el Colegio de Psicólogos de Asturias, en Oviedo, y contará con la participación de dos psicólogas clínicas expertas en el tema venidas desde Galicia y de Juan Haro, psicólogo clínico del SESPA que estuvo implicado en la revisión del citado protocolo del suicidio.

La entrada es gratuita, previa inscripción escribiendo a asopca@gmail.com

El aforo está limitado a 60 personas y de momento estamos viendo mucho interés.

Seguro que aprendemos mucho de las ponentes y de las intervenciones de todos los participantes.


viernes, 13 de abril de 2018

¿Quién supervisa a los supervisores?


¿Quién vigila a los vigilantes?” es el eslogan que aparece de forma recurrente a lo largo de la clásica novela gráfica “Watchmen”, de Alan Moore y Dave Gibbons, llevada a la gran pantalla por Zack Snyder. En esta historia atípica los superhéroes no con como los que estamos acostumbrados a ver en otras narraciones, si no que forman parte de la maquinaria opresora del estado, además de presentar otras características que no los convierten, precisamente, en ciudadanos ejemplares. De ahí la frase que se puede ver escrita en las paredes de la ciudad que pueblan las viñetas de la obra. Porque si los héroes vigilan a la población, ¿quién se ocupa de comprobar que cumplen con su cometido y con lo que se espera de ellos?

Esta mañana se me ocurrió que se podía hacer una analogía con la cuestión de la supervisión. Ya hablé en su momento de la supervisión en psicología clínica, pero hoy quiero referirme específicamente a la supervisión en psicoterapia. Porque el tema se me ha presentado de diferentes formas durante los últimos días, algunas de ellas (casi) totalmente casuales:

1. Debido a que he estado revisando unos cuantos trabajos sobre un tema del que ya hablaré en otra ocasión, me he reencontrado con un dato muy interesante que ya conocía, pero que no deja de llamarme la atención. La supervisión en psicoterapia es algo habitual, necesario, sobre todo cuando uno da sus primeros pasos en la profesión. La formación oficial de cualquier modelo de terapia exige que el aprendiz realice un número mínimo de horas de supervisión con una persona presumiblemente más experta en la materia. Se considera, por tanto, una especie de regla de oro y requisito imprescindible para que el clínico haga bien su trabajo. El problema es que cuando se han hecho investigaciones al respecto, no se ha hallado una relación clara entre recibir supervisión y los resultados del tratamiento (es decir, parece que la supervisión no te convierte en mejor profesional). Además, no parece que tener un supervisor u otro marque mucho la diferencia: Rousmaniere y sus colaboradores hallaron en su estudio que los supervisores explican menos del 1% de la varianza de la psicoterapia.

2. Hace un par de días estuve hablando con un amigo sobre la formación de psicólogos clínicos y cómo se podría diseñar un formato de entrenamiento que permitiera mejorar los resultados de la terapia. Yo le decía que un elemento imprescindible era contar con un supervisor que jugara el rol de experto y que pudiera dar indicaciones precisas a los supervisados para que mejoraran su rendimiento. Mi amigo formuló una pregunta que dio en el clavo: ¿cómo sabemos quién es experto?

3. Researchgate, un portal donde se comparten trabajos y proyectos de investigación, debe funcionar con algún algoritmo inteligente como los que usan Facebook y otras redes sociales para inundar tu pantalla con anuncios adaptados a tus intereses, solo que en este caso lo que la página te recomienda son artículos científicos relacionados con tus búsquedas e interacciones recientes. Justamente esta mañana me recomendó la lectura de una revisión sistemática sobre la supervisión en terapia cognitivo-conductual (aunque admito que solo he leído el resumen). Las conclusiones del estudio son que no se ha podido identificar una relación clara entre supervisión y resultados de los pacientes. En definitiva, que pareciera que da igual haber sido supervisado o no porque las personas que reciben los servicios del profesional no lo van a notar. Lo que si que se encuentra que mejoran las “competencias”. La cuestión es que habría que plantearse si esas competencias sirven para algo, a la luz de los otros resultados obtenidos.

Creo que la clave aquí no está en concluir que la supervisión es innecesaria porque no mejora tus resultados. La supervisión seguramente es muy útil en ese sentido; lo que pasa es que no vale todo, igual que sucede al hacer terapia. El punto crítico puede hallarse en descubrir cómo se debe supervisar para obtener buenos resultados y quién y de qué manera debe hacerlo. Es decir, quizás lo que tenemos que saber es qué método de supervisión funciona y qué cualidades convierten a un profesional en un supervisor eficaz (un super-supervisor, si se me permite semajante término).

No tengo la respuesta, pero si alguna intuición que pasa por recuperar el estudio sobre la pericia clínica y de lo que nos convierte en verdaderos expertos en psicoterapia. Retomo por tanto aquella entrada dedicada al artículo de Prado, Sánchez e Inchausti, donde se mencionan dos artículos imprescindibles sobre lo que caracteriza a los psicoterapeutas expertos. Cada uno de estos trabajos propone diferentes criterios para valorar la pericia de los clínicos. Mi sugerencia es que quizás también se puedan aplicar para poder decidir si un supervisor es realmente experto o no.

Goodyear y colaboradores apuestan por los resultados de los pacientes: lo que convierte a un terapeuta en experto es sencillamente mostrar que cada vez lo hace mejor, lo cuál se demuestra aumentando el porcentaje de personas que mejoran con su atención. Aplicado a los supervisores, la idea sería que se pudiese demostrar que los profesionales bajo su tutela mejoren sus resultados más de lo que lo harían si no recibiesen tal supervisión.

Por su parte, el grupo encabezado por Clara Hill propone una evaluación más compleja que implica diferentes factores y que tal vez puedan ser adaptados también a la hora de caracterizar a los supervisores expertos:
  • Sensibilidad apropiada para responder de forma certera a las necesidades del momento
  • Un procesamiento cognitivo particular que le permita analizar las situaciones de manera rápida y eficaz
  • Obtener mejores resultados con los pacientes
  • Tener mayor experiencia clínica
  • Mostrar ciertas cualidades personales y relacionales que mejoran su rendimiento
  • Tener buenas credenciales
  • Tener una buena reputación
  • Capacidad de auto-evaluarse de forma precisa

Aunque la segunda propuesta es más completa, yo me decanto por la anterior. Al fin y al cabo, la psicoterapia es un procedimiento que está al servicio de los pacientes y su objetivo es que estos logren ver solucionados sus problemas. Tiene entonces sentido valorar si un profesional es más o menos experto en función de si ayuda a solucionar dichos problemas. Y, por extensión, se puede decir algo similar de los supervisores.

No acostumbramos a cuestionar los métodos de supervisión tradicionales. Simplemente hay una serie de teorías y un consenso en el seno de las asociaciones de psicoterapia que dicen que la supervisión es imprescindible en la formación del profesional. Pero nadie lo demuestra con datos. En algunos casos incluso se observan actitudes parecidas a los de algunos de los protagonistas de la novela gráfica de Moore y Gibbons: se recurre a un argumento basado en la autoridad. ¿Quién supervisa a los supervisores?

En cualquier caso, yo estoy convencido de las bondades de la supervisión y si que creo que es importante y puede ayudarnos a mejorar. Pero tenemos que seguir investigando en qué condiciones esto es realmente así y no una mera creencia, además de monitorizar el rendimiento de los aquellos que se dedican a la difícil y estimulante tarea de supervisar.

miércoles, 4 de abril de 2018

La CIA y el lado oscuro de la psicología.


John Bruce Jessen y James Elmer Mitchell son dos psicólogos estadounidenses que formaron una empresa de consultoría llamada “Mitchell Jessen and Associates” en 2005. Esta compañía llegó a cobrar 81 millones de dólares por los servicios prestados a una conocida organización norteamericana: la CIA. ¿Cuáles fueron tan valorados servicios? Ni más ni menos que el diseño de técnicas de interrogatorio para terroristas y sospechosos de serlo. Pero seamos claros, donde pone “interrogatorio” debería poner “tortura”.

En Agosto del año pasado se dio a conocer la noticia que decía que Jessen y Mitchell irían a juicio por haber diseñado las torturas psicológicas sufridas por varias personas. Pocos días después se supo que habían logrado eludir el juicio tras haber llegado a un acuerdo (el cual no ha trascendido). Sin embargo, no dejan de parecerme terribles las declaraciones de estos dos psicólogos en las que alguno afirma que puede dormir muy bien por las noches y en las que ambos dicen que no sabían que las técnicas descritas por ellos y vendidas a la CIA se habían utilizado para torturar prisioneros.

Mario Dominguez Sánchez, profesor de teoría sociológica y sociología del conocimiento de la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Sociología, dedica las últimas páginas del capítulo que ha escrito para el libro “Contrapsicología”, editado por Roberto Rodríguez, a este asunto. Dominguez explica cómo hasta 2009 no se supo que la CIA utilizaba a psicólogos y psiquiatras para diseñar “técnicas de interrogatorio mejoradas”, es decir, estrategias de tortura psicológicas aplicadas a presos.

Sus instrucciones eran tan precisas y exhaustivas que bien podían constituir un programa de aprendizaje para los profesionales de las ciencias de la conducta asignados en los interrogatorios de los detenidos. Esta documentación descubría también que existe una amplia diversidad de técnicas legalmente autorizadas que tienen como misión trastornar psicológicamente al detenido, magnificar sus sensaciones de indefensión e impotencia y reducir o suprimir su capacidad de resistirse a los intentos de información considerada decisiva”.

Instrucciones “precisas y exhaustivas”. Vamos, que es imposible que Jessen y Mitchell fueran tan inocentes como para no saber que aquello que estaban diseñando para la CIA iba a ser utilizado como protocolo de tortura.

La CIA utilizaba (y me temo que seguirá haciéndolo en la actualidad) psicólogos y psiquiatras que asesoraban en vivo (a través de pantallas de televisión) o en diferido a los interrogadores para ayudarles a sacar información a los detenidos. Por supuesto, esto no lo hacían recomendando técnicas motivacionales ni creando un contexto de colaboración, si no todo lo contrario.

Tal y como se relata en el citado capítulo, la organización de inteligencia estadounidense contempla tres tipos de “técnicas de inteligencia mejorada”: agresión física, métodos que provocan tensión física extrema y “métodos que son capaces de debilitar psicológicamente al detenido a través de una tensión extrema: privación sensorial, aislamiento extremo, luces y sonidos extremos, privación del sueño, humillación sexual y juegos mentales de desgaste”.

La mayoría de las personas sometidas a estas técnicas acaban padeciendo depresión y ansiedad, y hasta albergan pensamientos psicóticos, muy desorganizados, de modo que lo que pueden decir resulta poco fiable como información, lo cual indica que no es esto último lo perseguido, sino la eliminación psíquica del preso”.

La cuestión va todavía más allá y parece que incluso los presos se han utilizado para hacer experimentos e investigaciones psicológica. A pesar de todo esto, unos años antes (en 2005) la Asociación Americana de Psicología no solo no sancionaba o expulsaba a los psicólogos que participaban en interrogatorios, si no que simplemente se dedicaba a discutir como podían hacerlo de manera “ética”. Por fortuna, al otro lado del charco las cosas son diferentes y en nuestro código deontológico del psicólogo, artículo séptimo, nos encontramos con lo siguiente: “El/la Psicólogo/a no realizará por sí mismo, ni contribuirá a prácticas que atenten a la libertad e integridad física y psíquica de las personas. La intervención directa o la cooperación en la tortura y malos tratos, además de delito, constituye la más grave violación de la ética profesional de los/las Psicólogos/as. Estos no participarán en ningún modo, tampoco como investigadores, como asesores o como encubridores, en la práctica de la tortura, ni en otros procedimientos crueles, inhumanos o degradantes cualesquiera que sean las personas víctimas de los mismos, las acusaciones, delitos, sospechas de que sean objeto, o las informaciones que se quiera obtener de ellas, y la situación de conflicto armado, guerra civil, revolución, terrorismo o cualquier otra, por la que pretendan justificarse tales procedimientos”. A pesar de ello, me temo que en Europa este tipo de cosas suceden igualmente y no se expulsa a los psicólogos que participan en estas aberraciones.

La psicología tiene un lado oscuro que no se debe consentir. El caso de las torturas de la CIA es solo un ejemplo extremo, pero hay muchas otras prácticas menos llamativas y peligrosas pero igualmente perjudiciales para las personas. La psicología se utiliza a menudo como forma de control social, de mantenimiento del poder y del orden preestablecido, clasificando y diagnosticando a muchas personas en base a criterios supuestamente científicos.

Un ejemplo reciente, diametralmente opuesto pero igualmente reprobable, es el de el Consejo General de Psicología haciendo publicidad de artículos como este, en el que se intentan redefinir los problemas para tener un empleo estable como una cuestión de aprender a tolerar y aceptar la frustración. Algo similar a cuando una empresa ofrece a sus empleados unas sesiones de relajación, mindfulness o algo similar, con el objetivo de que se encuentren menos estresados en el trabajo (en lugar de modificar las condiciones laborales que contribuyen a ese estrés). Parte de la psicología se ha movido a una posición en la que carga toda la responsabilidad en el individuo que sufre, dando la impresión de que siempre es la persona la que está “mal” y no el contexto, la organización política y social, etc.

Los profesionales tenemos que ser más responsables con el uso que hacemos del conocimiento que tenemos de la psicología. Jessen y Mitchell sabían lo que hacían y por ello yo les digo aquello que canta Fernando Alfaro: “por tanto, se queda usted fuera: expulsado de la especie humana”.

jueves, 15 de marzo de 2018

XVIII Jornadas ANPIR


Un poco de publicidad (gratuita, la hago porque creo que es un evento que merece la pena): del 24 al 26 de Mayo se van a celebrar en Zaragoza las XVIII Jornadas de la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (ANPIR).

El programa tiene una pinta espectacular, con ponentes de talla internacional. El día previo (23) tendremos un taller adicional acargo de Peter Fonagy, figura clave en el tratamiento basado en mentalización de los trastornos de la personalidad.

Las jornadas abrirán con dos talleres simultáneos protagonizados por dos figuras de renombre. Desde Inglaterra llegará Paul Salkovskis, uno de los mayores expertos en trastornos obsesivo-compulsivos. Y procedente de Italia contaremos con la presencia Giancarlo Dimaggio, una eminencia en el campo de la terapia metacognitiva interpersonal. Una elección difícil la de decidir a cuál de los dos talleres acudir (yo me he decantado por el de Dimaggio).

A partir de ahí comenzarán las ponencias, que versarán sobre temas tan interesantes como los factores comunes en psicoterapia, el abordaje de casos clínicos desde diferentes modelos, la aplicación de nuevas tecnologías en psicología clínica o la psicología transcultural, entre otros asuntos.

De especial interés será el debate sobre el futuro de la especialidad, que contará con la participación de representantes de ANPIR, la universidad, el COP y el colectivo de estudiantes.

Por si todo esto fuera poco, la conferencia de clausura correrá a cargo de Robert Whitaker, periodista de investigación y finalista del premio Pulitzer. El título de su ponencia es toda una declaración de intenciones: “La globalización de la salud mental: cómo la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) y la industria farmacéutica vendieron una narrativa falsa de la ciencia a países de todo el mundo”.

Sin duda, va a ser uno de los principales eventos del año relacionados con la psicología clínica.


jueves, 1 de marzo de 2018

Y más y más libros

Como lo prometido es deuda y uno solo debe hacer amenazas si está dispuesto a cumplirlas, aquí estoy de nuevo haciendo inventario de libros relacionados con la psicología clínica que han impacto a diferentes personas, continuando con lo iniciado en la entrada titulada “Libros Outsiders”.

Hoy la selección viene a cargo de personas a las que quiero y admiro y con las que he compartido la residencia, la especialidad en la actualidad y, especialmente, grandes momentos dentro y fuera del ámbito laboral. Me apetecía mucho mostrarles mi afecto y agradecimiento público por todo lo que han aportado (y lo que siguen aportándome a día de hoy) a mi vida en la última década. Gracias de todo corazón. Sin más sentimentalismos, vamos con los libros.

Me parece obligado empezar con la selección de César, que está terminando el PIR en Valencia y es la persona que dio origen a esta idea para el blog. Fuimos compañeros de piso en Santiago, cuando preparábamos juntos el examen de acceso al PIR. Nos recomienda una novela, “Monte Miseria”, escrita por Samuel Shem (pseudónimo del psiquiatra Stephen Bergman). “La leí en mi primer año de facultad, pero conviene releerla de nuevo cuando sabes más, porque se aprecia mejor” todo el trasfondo que refleja la obra. “Me gustó la visión que transmite: alejarse de los diagnósticos para centrarse en conectar con el paciente, porque es lo que realmente resulta terapéutico”. He de añadir que yo leí esta novela precisamente por recomendación de César, hace unos años, y sin duda es altamente recomendable.


Teresa, que hizo el PIR en Gijón y ahora trabaja en la Fundación Siloé (durante el camino tuvo el valor de convertirse en amiga) ha elegido “El adolescente en la terapia familiar”, de Joseph Micucci (no confundir con Minuchin, a pesar de la similitud fonética). “Me parece muy completo y claro; detalla, a través de ejemplos, una forma particular de trabajar con adolescentes y sus familias. Incluye un resumen teórico breve, a modo de repaso, de las principales características del proceso terapéutico y de la adolescencia como período evolutivo. Dedica varios capítulos a describir de forma pragmática el trabajo con distintos tipos de dificultades en la adolescencia: psicosis, trastornos alimentarios, problemas escolares, situaciones de violencia y delincuencia, etc.; se explica también como abordar la terapia con familias multiproblemáticas. Todo ello bajo un marco donde no se olvida la importancia de la alianza terapéutica con los clientes, algo fundamental para la terapia; Micucci hace referencia a ella mediante el proceso ARCO (aceptación mutua, respeto, curiosidad, opinión sincera). Además, integra distintas estrategias de varias escuelas de terapia familiar”.


Anxo, amigo y psicólogo clínico, que también vino desde Galicia para hacer el PIR en Gijón, recomienda “Violencia en las relaciones íntimas”, José Navarro Góngora, “porque ofrece una visión amplia y descriptiva del estado de las mujeres que son víctimas de violencia de género y de cómo ayudarlas a lo largo de todo el proceso. En el libro se abordan situaciones de crisis, el acoso que pueden sufrir estas mujeres después de separarse, las dificultades que surgen con los hijos, etc. Además, aporta directrices útiles en el tratamiento de maltratadores y adolescentes que agreden a sus padres. Es una buena guía para identificar, entender e intervenir en un tipo de demanda de ayuda que, por desgracia, es demasiado frecuente en nuestra práctica profesional”.


Desde Navarra llegan los libros de Ana, mi “co R” de Avilés durante el PIR. “Modelos de locura de John Read: Por ofrecer una maravillosa comprensión y explicación de la psicosis y otras experiencias similares basada en la experiencia y sufrimiento humanos, rebatiendo cuidadosamente el modelo imperante de la psiquiatría basado en la enfermedad. Enmarca la génesis de la psicosis en el contexto social, y en las experiencias de trauma y abusos, desde las cuales los fenómenos "psicóticos" (voces, delirios, etc) tienen significado y dan sentido a la experiencia. Aporta gran cantidad de datos que justifican este enfoque, priorizando por encima de todo el máximo respeto a la persona que sufre y la validación de sus vivencias. Este libro marcó un antes y un después en mi concepción de la salud mental en general y de la psicosis en particular”. Y, por otro lado, “Trauma y recuperación. Cómo superar las consecuencias de la violencia de Judith Herman: Este libro realiza una magistral explicación del trauma basado en la experiencia profesional de la autora con víctimas de violencia patriarcal y abuso sexual. Permite entender los procesos de trauma y recuperación posterior, exponiendo cómo se produce y perpetúa el proceso, las estrategias del maltratador y cómo se culpabiliza a la víctima. Nos muestra los síntomas que se generan y cómo se ve afectada la identidad y la capacidad de relacionarse posteriormente. En la segunda parte expone maravillosamente el proceso de recuperación, elaboración del trauma y proceso de duelo, para poder recuperar la vida y otorgarle un sentido. Además de tratarse de una brillante exposición teórica, este libro destaca por el enfoque del trauma desde el máximo respeto hacia las personas que lo han sufrido, entendiendo y reconociendo su sufrimiento, empatizando desde una postura de humildad y genuino interés hacia la persona.”


Mi otra “co R” de Asturias, pero esta vez en Oviedo, Maru, se queda también con dos obras: “24 ideas para una psicoterapia breve, de Mark Beyebach. Es un libro sencillo de leer, que transmite ideas claras y prácticas para aplicar en consulta. Me parece de especial utilidad en el inicio de la andadura como terapeuta, cuando no tienes claro muy bien cuál es “tu papel” a ese lado de la mesa. En esos momentos de inseguridad son de gran utilidad esquemas fáciles y limpios como el que este libro plantea”. Además: “Entre padres e hijos, de Haim G. Ginott. Una guía para padres y profesionales que trabajen con ellos sobre cómo acompañar en el crecimiento de los hijos. Es sencilla, cercana y no cae en reduccionismos alejados de la vida real de las familias. Da una orientación sobre como conectar mejor en la comunicación entre padres e hijos y presenta un buen equilibro entre dos funciones eje en la realidad parental: necesidad de establecer límites y proporcionar cercanía.”


Ana hizo la residencia al mismo tiempo que yo, pero en el Hospital La Paz, por lo que propiamente no fuimos compañeros. A cambio, ahora es algo mucho mejor: mi “co R” en la vida. Ella nos trae no una ni dos, si no tres recomendaciones: “A los 15 años me leí "El túnel" de Ernesto Sabato y me inquietó profundamente. Puede que no sea un manual de psicología, pero abrió tantos interrogantes en mi cabeza sobre la mente humana y cómo funcionamos que me inspiró para querer seguir buceando en cabezas ajenas. Durante el intento de hacer el doctorado sobre emociones y salud, me pidieron leer "El cerebro emocional" de Joseph LeDoux. Es un libro que disfruté, que puso materia (gris y de otros colores) a las emociones y a ese escurridizo "cómo funcionamos", aunque en realidad dejó también muchas preguntas y la conciencia de que queda mucho por saber. Aunque quizá esté intelectualizando y realmente lo que me terminó de enganchar es saber que el autor tiene un grupo de rock llamado "LeDoux & the amygdaloids".... Para terminar, aunque se quedan tantos libros en el tintero... Me gustaría destacar una novela de Yalom, "La cura Schopenhauer", en el que se profundiza en los dos grandes intereses de Yalom: el existencialismo y la terapia grupal. Intereses que se me contagian y forman parte importante de mi manera de concebir la práctica clínica.” 


Algunas personas me comentaron que en la entrada de “Libros Outsiders” falta mi selección. Es difícil quedarse con una única obra. De hecho, voy a mencionar un trabajo que no definiría como “libro que recomiendo”, si no más bien como “libro que tuvo una gran influencia en mi”. Se trata de “Paradoja y Contraparadoja”, de Mara Selvini y sus compañeros del “Grupo de Milán”. Esta obra cambió de forma radical mi forma de entender la psicopatología y la psicoterapia. Mi primer encuentro con la sistémica, con una forma casi provocativa de abordar las sesiones. Me encantó ver la honestidad con la que los autores narraban sus experiencias con los casos descritos, admitiendo sus fracasos y errores, algo que no se ve con toda la frecuencia que se debería en los libros de psicoterapia. Para mi fue un alivio ver que hasta los terapeutas más prestigiosos, a veces, no lograban ser eficaces. Lo fascinante es que el Grupo de Milán reflexionaba mucho sobre sus intervenciones y el efecto que tenían en las familias, lo cual se puede constatar en el resto de sus obras, donde describen como su enfoque fue evolucionando en base al análisis de su trabajo.


Hasta aquí la lista. Voy a tener que ir haciendo hueco en las estanterías para que quepan todos estos estupendos libros. De nuevo, gracias a César, Tere, Anxo, Ana, Maru y Ana.