viernes, 13 de abril de 2018

¿Quién supervisa a los supervisores?


¿Quién vigila a los vigilantes?” es el eslogan que aparece de forma recurrente a lo largo de la clásica novela gráfica “Watchmen”, de Alan Moore y Dave Gibbons, llevada a la gran pantalla por Zack Snyder. En esta historia atípica los superhéroes no con como los que estamos acostumbrados a ver en otras narraciones, si no que forman parte de la maquinaria opresora del estado, además de presentar otras características que no los convierten, precisamente, en ciudadanos ejemplares. De ahí la frase que se puede ver escrita en las paredes de la ciudad que pueblan las viñetas de la obra. Porque si los héroes vigilan a la población, ¿quién se ocupa de comprobar que cumplen con su cometido y con lo que se espera de ellos?

Esta mañana se me ocurrió que se podía hacer una analogía con la cuestión de la supervisión. Ya hablé en su momento de la supervisión en psicología clínica, pero hoy quiero referirme específicamente a la supervisión en psicoterapia. Porque el tema se me ha presentado de diferentes formas durante los últimos días, algunas de ellas (casi) totalmente casuales:

1. Debido a que he estado revisando unos cuantos trabajos sobre un tema del que ya hablaré en otra ocasión, me he reencontrado con un dato muy interesante que ya conocía, pero que no deja de llamarme la atención. La supervisión en psicoterapia es algo habitual, necesario, sobre todo cuando uno da sus primeros pasos en la profesión. La formación oficial de cualquier modelo de terapia exige que el aprendiz realice un número mínimo de horas de supervisión con una persona presumiblemente más experta en la materia. Se considera, por tanto, una especie de regla de oro y requisito imprescindible para que el clínico haga bien su trabajo. El problema es que cuando se han hecho investigaciones al respecto, no se ha hallado una relación clara entre recibir supervisión y los resultados del tratamiento (es decir, parece que la supervisión no te convierte en mejor profesional). Además, no parece que tener un supervisor u otro marque mucho la diferencia: Rousmaniere y sus colaboradores hallaron en su estudio que los supervisores explican menos del 1% de la varianza de la psicoterapia.

2. Hace un par de días estuve hablando con un amigo sobre la formación de psicólogos clínicos y cómo se podría diseñar un formato de entrenamiento que permitiera mejorar los resultados de la terapia. Yo le decía que un elemento imprescindible era contar con un supervisor que jugara el rol de experto y que pudiera dar indicaciones precisas a los supervisados para que mejoraran su rendimiento. Mi amigo formuló una pregunta que dio en el clavo: ¿cómo sabemos quién es experto?

3. Researchgate, un portal donde se comparten trabajos y proyectos de investigación, debe funcionar con algún algoritmo inteligente como los que usan Facebook y otras redes sociales para inundar tu pantalla con anuncios adaptados a tus intereses, solo que en este caso lo que la página te recomienda son artículos científicos relacionados con tus búsquedas e interacciones recientes. Justamente esta mañana me recomendó la lectura de una revisión sistemática sobre la supervisión en terapia cognitivo-conductual (aunque admito que solo he leído el resumen). Las conclusiones del estudio son que no se ha podido identificar una relación clara entre supervisión y resultados de los pacientes. En definitiva, que pareciera que da igual haber sido supervisado o no porque las personas que reciben los servicios del profesional no lo van a notar. Lo que si que se encuentra que mejoran las “competencias”. La cuestión es que habría que plantearse si esas competencias sirven para algo, a la luz de los otros resultados obtenidos.

Creo que la clave aquí no está en concluir que la supervisión es innecesaria porque no mejora tus resultados. La supervisión seguramente es muy útil en ese sentido; lo que pasa es que no vale todo, igual que sucede al hacer terapia. El punto crítico puede hallarse en descubrir cómo se debe supervisar para obtener buenos resultados y quién y de qué manera debe hacerlo. Es decir, quizás lo que tenemos que saber es qué método de supervisión funciona y qué cualidades convierten a un profesional en un supervisor eficaz (un super-supervisor, si se me permite semajante término).

No tengo la respuesta, pero si alguna intuición que pasa por recuperar el estudio sobre la pericia clínica y de lo que nos convierte en verdaderos expertos en psicoterapia. Retomo por tanto aquella entrada dedicada al artículo de Prado, Sánchez e Inchausti, donde se mencionan dos artículos imprescindibles sobre lo que caracteriza a los psicoterapeutas expertos. Cada uno de estos trabajos propone diferentes criterios para valorar la pericia de los clínicos. Mi sugerencia es que quizás también se puedan aplicar para poder decidir si un supervisor es realmente experto o no.

Goodyear y colaboradores apuestan por los resultados de los pacientes: lo que convierte a un terapeuta en experto es sencillamente mostrar que cada vez lo hace mejor, lo cuál se demuestra aumentando el porcentaje de personas que mejoran con su atención. Aplicado a los supervisores, la idea sería que se pudiese demostrar que los profesionales bajo su tutela mejoren sus resultados más de lo que lo harían si no recibiesen tal supervisión.

Por su parte, el grupo encabezado por Clara Hill propone una evaluación más compleja que implica diferentes factores y que tal vez puedan ser adaptados también a la hora de caracterizar a los supervisores expertos:
  • Sensibilidad apropiada para responder de forma certera a las necesidades del momento
  • Un procesamiento cognitivo particular que le permita analizar las situaciones de manera rápida y eficaz
  • Obtener mejores resultados con los pacientes
  • Tener mayor experiencia clínica
  • Mostrar ciertas cualidades personales y relacionales que mejoran su rendimiento
  • Tener buenas credenciales
  • Tener una buena reputación
  • Capacidad de auto-evaluarse de forma precisa

Aunque la segunda propuesta es más completa, yo me decanto por la anterior. Al fin y al cabo, la psicoterapia es un procedimiento que está al servicio de los pacientes y su objetivo es que estos logren ver solucionados sus problemas. Tiene entonces sentido valorar si un profesional es más o menos experto en función de si ayuda a solucionar dichos problemas. Y, por extensión, se puede decir algo similar de los supervisores.

No acostumbramos a cuestionar los métodos de supervisión tradicionales. Simplemente hay una serie de teorías y un consenso en el seno de las asociaciones de psicoterapia que dicen que la supervisión es imprescindible en la formación del profesional. Pero nadie lo demuestra con datos. En algunos casos incluso se observan actitudes parecidas a los de algunos de los protagonistas de la novela gráfica de Moore y Gibbons: se recurre a un argumento basado en la autoridad. ¿Quién supervisa a los supervisores?

En cualquier caso, yo estoy convencido de las bondades de la supervisión y si que creo que es importante y puede ayudarnos a mejorar. Pero tenemos que seguir investigando en qué condiciones esto es realmente así y no una mera creencia, además de monitorizar el rendimiento de los aquellos que se dedican a la difícil y estimulante tarea de supervisar.

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