Veo
con cierta frecuencia hablar a algunas personas bastante mal del
psicoanálisis: desde profesionales de la psicología y la
psicoterapia hasta personas que se acercan a la materia desde otros
campos de conocimiento. Veo (uso el verbo “ver” y no el verbo
“oír”, porque es algo que especialmente me encuentro en otros
blogs o sitios de internet) hablar muy mal de ello y es algo que, en parte,
me molesta. Vaya por delante que no soy psicoanalista y que en mi
trabajo hay muy poco o nada del método usado por esta centenaria
escuela de terapia. Sin embargo, creo que se merece un mínimo
respeto por varias razones que iré exponiendo en las siguientes
líneas.
Las
cosas claras: el psicoanálisis está excluido explícitamente de la
Cartera de Servicios Comunes de Atención Especializada de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud (SNS) y ello es por buenos motivos.
El estilo clásico y ortodoxo, el que muchos conocen por su amplia
difusión en la cultura popular (especialmente en la norteamericana)
durante la mitad del siglo pasado, no es un método de psicoterapia
eficaz y mucho menos eficiente. O, al menos, no hay trabajos
rigurosos que demuestren que lo sea. Además, el encuadre de
psicoanálisis clásico supone la programación de hasta 3 y 4
sesiones a la semana durante varios años, algo imposible de asumir
por el SNS. Muchos de los conceptos desarrollados por Freud a
principios del siglo XX carecen de cualquier validez a día de hoy.
Dicho
lo anterior, no se puede negar la influencia que el psicoanálisis ha
tenido para el desarrollo de la psicología clínica y de la
psicoterapia. Independientemente de la existencia o ausencia de un
sustento científico, este enfoque abrió las puertas a un nuevo tipo
de terapia psicológica fundamentada en la relación estrecha entre
profesional y paciente, a la “curación por la palabra” (aunque
ya existían antecedentes muy remotos de esta idea), a la comprensión
de los problemas de salud mental como algo que iba más allá del
síntoma, donde los conflictos intra e interpersonales cobraban
protagonismo en la salud y enfermedad de las personas. Muchas de las
ideas que surgieron desde esta orientación se han mantenido y han
sido adoptados por la mayoría de modelos de psicoterapia que si han
mostrado ser eficaces; en ocasiones, con nombres y explicaciones
diferentes a las originales, pero claramente vinculados con los presupuestos originales. Por ejemplo, la importancia de la alianza terapéutica, los conceptos de
transferencia y contratransferencia (actualizados y revisados), los
mecanismos de defensa (al menos algunos de ellos), la influencia de
las experiencias tempranas en el desarrollo de la personalidad...
Comparto
muchas de las críticas que leo y escucho, igualmente. Yo no
aconsejaría a un familiar o un conocido que fuera a una consulta en la
que tiene que situarse en un diván en posición yacente, mientras la
analista le da la espalda y se esfuerza por mostrar esa supuesta
neutralidad extrema que debe tener. Creo que ese tipo de enfoque está
desfasado. Aún así, respeto a quien decida analizarse de esta
manera.
Lo
malo, en mi opinión, es que algunas personas que opinan sobre este
tema lo hacen partiendo de prejuicios y sin conocer toda la
información (o descalificando e ignorando aquella que desconfirma
sus argumentos). Casi desde sus comienzos, el psicoanálisis fue
desarrollándose, refinándose y actualizándose. Hubo vida más allá
de Freud, desde bien pronto. Los denominados “neofreudianos” y
los teóricos de las “relaciones objetales” mostraron otro tipo
de método psicoanalítico que diferían en algunos aspectos al
psicoanálisis ortodoxo: menor frecuencia de sesiones, terapias más
breves, focalizadas en el yo, teniendo muy en cuenta las relaciones
sociales, etc.
Así,
hoy en día contamos con la psicoterapia psicodinámica, que es, por
decirlo así, la versión moderna (aunque tiene décadas de
desarrollo) del psicoanálisis, que utiliza un encuadre no muy diferente
al de los otros grandes modelos de terapia psicológica. Los críticos
de los que he ido hablando tienden a desaprobar también este tipo de
enfoque y aquí es donde queda al descubierto su falta de
conocimiento. Las psicoterapias psicodinámicas han mostrado ser
eficaces para multitud de trastornos y así se puede comprobar, por
ejemplo, en el artículo de Fonagy en el que presenta los resultados de metanálisis donde se encuentra que tanto las terapias largas como breves obtienen resultados favorables. Y esto es así para problemas
tales como depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria,
trastornos de personalidad o consumo de cocaína, entre otros.
Algunas
de las personas que critican este tipo de terapias suelen ser
defensoras de los tratamientos empíricamente validados (que suelen
confundir frecuentemente con la psicología basada en la evidencia,
de la que forman parte, pero que no son el único elemento). A pesar de ello,
pasan por alto que varios de esos tratamientos validados están
basados en psicoterapias psicodinámicas. Por ejemplo, dos de los
cuatro tipos de tratamientos que gozan de evidencia para el trastorno límite de personalidad se fundamentan o parten de fundamentos
psicodinámicos: la terapia basada en la mentalización y la terapia
centrada en la transferencia. Para el tratamiento de la depresión,
también existe evidencia acerca de la eficacia de la psicoterapia
psicodinámica breve.
Basta
leer algunos artículos y libros basados en este tipo de enfoque para
darse cuenta que hay una diferencia bastante grande con el
psicoanálisis ortodoxo. Los programas de tratamiento actuales gozan
de buena salud y de pruebas científicas que indican su eficacia.
A
aquellos profesionales (psicólogos) que critican de forma salvaje las psicoterapias psicodinámicas
actuales no viene de más recordarles lo que dice el código
deontológico del psicólogo: “Sin perjuicio de la crítica
científica que estime oportuna, en el ejercicio de la profesión,
el/la Psicólogo/a no desacreditará a colegas u otros profesionales
que trabajan con sus mismos o diferentes métodos, y hablará con
respeto de las escuelas y tipos de intervención que gozan de
credibilidad científica y profesional”. Como he indicado más
arriba, en el momento actual disponemos de suficiente evidencia que
avala la eficacia de este enfoque y por este motivo, aunque no
compartamos su marco teórico, los profesionales que utilizan este
modelo merecen nuestro respeto.
Sea
bienvenido, siempre, el debate acerca de este tipo de cuestiones. Es
necesario y beneficioso para todos. No es obligatorio compartirlo ni
aceptarlo todo sin cuestionamiento o críticas. Pero que sean hechas siempre de una
forma respetuosa y teniendo en cuenta todos los datos, no solo los
que confirman nuestro punto de vista.
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