La
Doctora Zoe D. Katze es una profesional experta en hipnosis. Asi lo
acreditan tres asociaciones diferentes de hipnoterapia: The
National Guild of Hypnotists, The American Board of
Hypnotherapy y The International Meidcal & Dental
Hypnotherapy Association. Es miembro de la Asociación de
Hipnoterapeutas Profesionales y tiene un doctorado en Consejo
Psicológico. Por si fuera poco, en su currículum se incluye un
diploma concedido por una asocación de psicoterapia, diploma
reservado a “un selecto grupo de profesionales que, en virtud de
su amplia formación y pericia, han demostrado sus sobresalientes
capacidades en lo que respecta a su especialidad”. No está
mal, ¿verdad? Con esas credenciales uno podría sentirse tranquilo a
la hora de acudir a la consulta de la Doctora Katze para recibir
atención. Se puede decir que todo marcharía bien hasta el momento
en que se encontrara cara a cara con esta profesional. Algo
desconcertante llamaría su atención: que Zoe D. Katze es, en
realidad, una gata.
No,
no se trata de una broma: existe (o existió, desconozco si sigue
viva la pobre) una gata que obtuvo todos estos títulos. Desde luego,
no los consiguió por méritos propios, no se trata de un animal
extraordinariamente dotado y con capacidad verbal. El dueño de esta
gata quiso comprobar hasta qué punto se pueden comprar
acreditaciones y diplomas sin que exista una evaluación fiable de
los méritos del profesional. La historia completa se puede leer en
una traducción al español del artículo original del artífice de
tal engaño, Steve Dubrow, en el siguiente enlace:
http://www.grupohipnosiscopcv.es/wordpress/informacion-para-usuarios/profesionales-no-cualificados/el-doctor-zoe/acreditacion-puede-no-ser-el-maullido-del-gato/.
Esta
historia pone de manifiesto un problema, todavía vigente,
relacionado con la formación, que no solo afecta a la psicología;
se trata de algo, desgracidamente, generalizado. La compra-venta de
acreditaciones y diplomas existe y resulta preocupante. Una vez más,
algunas personas han visto la oportunidad de hacer negocio con la
desesperación y la competición entre profesionales. Saben que para
optar a un puesto de trabajo decente es necesario engordar el
currículum con diferentes aspectos, siendo uno de los más
importantes el de la formación.
Como
señala Dubrow en su artículo, “la psicoterapia es el
salvaje oeste de la acreditación (…) durante los
últimos 20 años se ha dado una proliferación de especialidades y
<<técnicas>>, algunas válidas, otras un poco dudosas,
y, otras, peculiares invenciones de sus creadores. En algunos
casos, especialidades como el tratamiento de los traumas,
neuropsicología y psicología forense, fueron esencialmente
inventadas donde no existía nada antes, debido principalmente a los
avances de la ciencia, así como la práctica de la Psicología. Sin
embargo, otras más dudosas credenciales se deben posiblemente
también a la existencia de algo que conduce a la elaboración de
<<certificados de especialistas>>, de <<terapeuta
de energía>>, de <<terapeutas de abducciones de
extraterrestres>>, o <<terapeuta de regresión a vidas
pasadas>>”.
En el juego de la venta de
acreditaciones no entran solo sociedades y empresas privadas, si no
que muchas universidades también participan, además de los propios
colegios profesionales. Por ejemplo, el Colegio Oficial de Psicólogos
recientemente ha puesto en marcha varios procesos de acreditación en
el que el profesional, además de cumplir ciertos requisitos, debe
pagar 120 euros. Cabe preguntarse si no es suficiente con la cuota
habitual de colegiado, que no es precisamente económica. Desconozco
si revisan los méritos exigidos con el mismo rigor que se hizo el
caso de la gata Zoe.
Acumular
titulos no se relaciona con la competencia del especialista (no
mejora los resultados de la terapia, por ejemplo) y eso es algo que
está estudiado. Un ejemplo de que uno puede obtener un acreditación
sin que ello signifique que haya aprendido absolutamente nada lo
tenemos en los cursos online. Para ilustrar este punto, hablaré de
un curso de especialista universitario que estoy haciendo estas
semanas. Se trata de una formación a distancia, cuyo método se basa
en material de lectura y en el visionado de clases grabadas en vídeo,
organizado por una universidad pública española. Pues bien, para
obtener el correspondiente título hay que aprobar una serie de
exámenes tipo test, uno por cada módulo. La cuestión es que para
superar cada exámen hay tres oportunidades. Una vez realizado el
primer intento, se obtiene una pantalla para ver cuáles son las
respuestas correctas. En los siguientes intentos las preguntas son
exáctamente las mismas, lo único que cambia es el orden. Por lo
tanto, yo podría haber pagado el curso y dedicarme exclusivamente a
responder cada exámen al azar en el primer intento; después, anotar
las respuestas correctas para repetir cada prueba y obtener la máxima
puntuación. Y listo, ya soy “Especialista en X” sin tener
ni la más remota idea de lo que significa “X”, sin haber
aprendido algo. Por supuesto, no es eso lo que estoy haciendo y todas
aquellas personas que se dediquen a ver las clases y leer el material
van a tener un amplio conocimiento sobre la materia (que no
necesariamente competencias).
Lo
mismo sucede con muchos otros cursos en los que nadie se va a
encargar de comprobar que, efectivamente, te has ganado el título.
Al final lo que verdaderamente cuenta, el requisito imprescindible,
es que hayas pasado por caja a tiempo.
Afortunadamente,
la mayoría de las psicólogas y psicólogos que buscan ampliar sus
conocimientos actúan motivados por el hambre de conocimiento y no
(solo) por la sed de acumular certificados y diplomas. Pero el
problema sigue estando ahí, en el hecho de que no nos podemos fiar
de que la impresionante colección de papeles sellados y firmados que
decoran los despachos de algunas personas signifiquen realmente algo.
Por eso es tan importante seguir defendiendo y luchando por un
sistema de formación especializado bien regulado, en el que se
evalúen competencias de forma rigurosa y que sea, en lo medida de lo
posible, ajeno a los intereses económicos de empresas, sociedades,
colegios, etc.
De
nuevo, recomiendo la lectura del artículo de Steve Dubrow: breve,
divertida y muy esclarecedora.
Es bien cierto que para el título de experto piden 121€, lo que es más cierto son la gigantesca cantidad de clínicos como "transitorios/habilitados" entraron y nunca se os oye maullar acerca de los conocimientos de esos compañeros... :-) Algun@s son dulces gatitos.
ResponderEliminarHola. Creo que no me expliqué bien. Como pongo al final, la mayoría de profesionales tratar de sacar partido, aprender y mejorar sus competencias. No hay ningún problema con aquellos que acrediten el título que sea. La crítica es a quien saca provecho de ello, en detrimento de la calidad de la formación.
EliminarSi que ha habido (y sigue habiendo) críticas hacia los clínicos que obtuvieron la especialidad por alguna de las vías extraordinarias.
Un saludo.