Esta
mañana me encontré en las redes sociales con un artículo publicado
en el New York Times titulado “Si, es culpa de tus padres”,
firmado por Kate Murphy, y al que se puede acceder (en español)
pinchando sobre el título anteriormente indicado.
Hacía
tiempo que quería escribir un poco sobre la teoría del apego y
parece que ha llegado la ocasión. Lo cierto es que es muy
gratificante encontrarse con un artículo en prensa no especializada
en el que se trate de forma tan buena un tema complejo como este. La
autora ha logrado explicar de forma sencilla, concisa y muy acertada
los puntos fundamentales de la teoría del apego, así que remito a
los lectores interesados en este asunto y que no tengan conocimientos
sobre dicha teoría, al citado artículo. Hay, en cualquier caso,
multitud de textos en los que se habla sobre el apego y no es difícil
encontrar información al respecto.
Le
teoría del apego se ha estudiado en profundidad y ha sobrevivido a
medio siglo de investigaciones; es ampliamente aceptada. Las
relaciones que tenemos con las personas de nuestro entorno,
especialmente con aquellas que son más significativas para nosotros
(familia y cuidadores), afectan a nuestro desarrollo cuando somos
niños, a nuestra manera de ver el mundo, de relacionarnos con otras
personas, a nuestro intelecto, a nuestro estado de ánimo...
Especialmente cuando somos pequeños, la manera en que nos traten los
adultos que se encargan de nosotros es clave. Como adultos, por supuesto, nos sigue influyendo.
Admito
que me ha gustado el título, aunque sea políticamente incorrecto y
necesite ser matizado. Me
gusta porque tiene parte de razón. Muchos problemas de salud mental,
muchos tipos de psicopatología y, sobre todo, aquello que conocemos
con la etiqueta de “trastornos de personalidad” tienen su origen
en los tratos recibidos por los padres (uso aquí el término
“padres” para referirme en general a los cuidadores primarios de
los niños). Vaya por delante: estoy convencido de que la gran
mayoría de los padres, si no casi todos, desean lo mejor para sus
hijos. Pero a veces, con o sin consciencia de ello, la manera que
tienen de tratarlos los perjudica más que beneficia. Me refiere, quizás a un pequeño porcentaje de casos, en el que los problemas de apego son más alarmantes.
Los
malos tratos físicos y psicológicos, los abusos de cualquier tipo,
la negligencia en el cuidado, son todos factores que afectan al
desarrollo humano, más aún cuando se producen de forma continuada.
Y hay muchos padres, muchos, que tratan mal a sus hijos. Los malos
tratos no consisten únicamente en castigos físicos, en pegar. Van
más allá, e incluyen los insultos, las descalificaciones, la
aplicación de castigos incoherentes, la falta de satisfacción de
las necesidades básicas de cualquier persona... En otras ocasiones,
se muestran conductas que no podrían categorizarse como malos
tratos, pero que igualmente afectan emocionalmente a los pequeños (y a los
mayores).
Se
ve habitualmente en cualquier consulta de psicología clínica:
personas con graves problemas de salud mental que han tenido
relaciones de apego inseguro que han contribuido a su sufrimiento y
problemas actuales. Les han hecho más vulnerables a los problemas
psicológicos. También se ve el otro extremo: personas salen
adelante en situaciones muy difíciles gracias al apoyo fundamental
de otras, cuyo vínculo se podría definir como apego seguro. En
psicoterapia, muchos enfoques se han preocupado de trasladar los
principios de la teoría del apego a la consulta. Véase, por
ejemplo, el libro “El apego en psicoterapia”
de David Wallin, "Teoría del apego y psicoterapia" de Jeremy Holmeso o la Terapia Basada en Mentalización de Bateman y Fonagy. Es
momento para recordar que (y no es casualidad) la alianza terapéutica
(que tiene que ver mucho con la relación segura entre paciente y
psicólogo clínico) es el mejor predictor de los resultados del
tratamiento psicológico.
No
se trata de culpabilizar (a pesar del título del artículo) a los padres, que no se me entienda mal. Repito:
la mayoría intenta hacerlo lo mejor posible y con buenas
intenciones. Pero a veces no aciertan. Todos nos equivocamos, los
padres también. El papel que tienen como educadores, socializadores,
maestros de la vida en general, es quizás uno de los más difíciles del mundo. Y ellos traen a sus espaldas también sus propias
experiencias de apego con sus cuidadores y toda una historia personal
detrás plagada de dificultades, experiencias, victorias,
frustraciones, deseos... Y, de nuevo, hay muchos niños que presentan
problemas, a pesar de tener relaciones de apego seguro con sus
padres. Por lo tanto, no hay que simplificar en exceso, ni de un lado
ni del otro: hay problemas de salud mental cuya fuente es el tipo de
apego y otros en los que no tiene nada que ver. Por en medio, quizás
lo más habitual: una mezcla de múltiples factores.
Por el bien de nuestra salud y de la de los que queremos: cuidémenos los unos a los otros. Cuidémenos mucho, con afecto, aceptación y paciencia.
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