A
grandes rasgos, y de una manera muy simplificadora, podríamos decir
que existen dos grandes grupos de investigaciones en cuanto a la
eficacia de la terapia psicológica. Por un lado tenemos una
corriente que estudia qué técnicas concretas son las que producen
los cambios terapéuticos. Son típicos de este planteamiento los
trabajos que comparan diferentes tipos de tratamientos entre si en el
abordaje de un trastorno determinado. Por ejemplo, aquellas
investigaciones que permiten concluir que para tratar la depresión,
la terapia de conducta, la terapia cognitiva o la terapia
interpersonal, entre otras, gozan de suficiente apoyo empírico. Otro
grupo de investigadores parte del hallazgo, continuamente replicado,
de que todas las psicoterapias formales son eficaces. A raíz de este
resultado, surgió la siguiente pregunta: si todas las terapias son
eficaces, ¿qué es lo que tienen en común, a pesar de partir de
diferentes modelos teóricos? O dicho de otro modo: ¿qué elementos
del tratamiento psicológico son los que facilitan los cambios en los
consultantes? En este sentido, no interesa saber si la “Terapia X”
es más o menos eficaz que la “Terapia Y”, si no cuáles son los
elementos de cada modelo implicados en dicha eficacia.
Los
factores comunes (o generales), por lo tanto, son aquellas variables
de la terapia psicológica que aparecen en la mayoría de modelos
teóricos, que no son exclusivos de un tratamiento determinado, y que
tienen efectos terapéuticos.
Podemos
destacar varios momentos históricos en el desarrollo del estudio de
los factores comunes. Generalmente se considera que la primera
mención a esta idea la hizo un autor llamado Rosenzweig, en 1936.
Sin embargo, tuvimos que esperar unos 50 años hasta que otro autor,
Frank, describiera lo que para él eran los elementos comunes a toda
psicoterapia: una relación de confianza con un profesional de la
salud; un contexto terapéutico; un terapeuta que proporciona una
explicación plausible de los problemas del paciente; y un
procedimiento o ritual para afrontar los síntomas.
Con
el avance en la aplicación del método científico al estudio de la
psicoterapia, las investigaciones de resultado (aquellas que
comprueban el efecto de una psicoterapia) fueron mostrando de forma
clara dos cosas: que la terapia psicológica es eficaz y que todas
las psicoterapias producen efectos terapéuticos.
En
1992, Lambert publicó un conocido estudio en el que describía qué
porcentaje de influencia tenían una serie de variables en los
resultados de la terapia. Sus datos indicaban que las técnicas
psicológicas específicas solo explicaban el 15% de los resultados,
el mismo porcentaje atribuido al efecto placebo; los factores comunes
explicarían el 30% del efecto de la terapia y el mayor porcentaje
(40%) se debería a los cambios extraterapéuticos (es decir, las
cosas que pasan fuera de la terapia y las características,
fortalezas y recursos de los pacientes). Más aún, casi 20 años
después, otro autor influyente, Bruce Wampold, señaló que solo el
1% de los resultados de la terapia se podían atribuir al modelo
específico, y que el 13% del cambio tenía que ver con las actitudes
y características del terapeuta.
¿Qué
quieren decir los resultados del párrafo anterior? Lo que nos
indican estos datos es que lo realmente determinante a la hora de
hacer una terapia no es tanto el modelo teórico que se siga (aunque,
por supuesto, es imprescindible tener uno) o las técnicas
específicas aplicadas por el profesional. Los factores más
importantes de cara a lograr un resultado positivo están en otros
lugares: en los factores comunes, en el terapeuta y, sobre todo, en
la paciente.
Para
Sprenkle, David y Lebow, los modelos teóricos son los vehículos a
través de los cuales los factores comunes operan. Estos autores
indican que son más importantes las características y capacidades
de los terapeutas que el propio tratamiento, y que ofrecer algo que
encaje con las necesidades de los pacientes y confiar en su capacidad
para usar lo que se le ofrezca, a su propia manera, es más
importante que la forma de ejecutar el tratamiento.
De
entre todos los factores comunes estudiados, quizás el que más
interés ha recibido es el de la alianza terapéutica, es decir, la
relación profesional y de colaboración que se establece entre la
psicóloga y el cliente. Si se dan ciertas características en dicha
relación, la probabilidad de que los resultados del tratamiento sean
positivos se incrementa notablemente. Y esto se ha demostrado en
diversas investigaciones. La relación terapéutica se relaciona con
cuestiones como el acuerdo en las metas de la terapia y en la manera
de tratar de alcanzarlas, así como con el vínculo emocional, de
confianza, respeto y honestidad que surge entre las personas
implicadas en el proceso terapéutico.
De
la misma manera que existen guías clínicas sobre tratamientos
eficaces para trastornos específicos, la Asociación de Psicología
Americana, a través de las divisiones de Psicología y de Psicología
Clínica ha desarrollado una guía con las conclusiones acerca de la
efectividad de algunos factores comunes relacionados con la alianza
terapéutica. Podemos resaltar algunos resultados importantes
analizados por estos expertos:
- La relación terapéutica influye de forma consistente y sustancial en los resultados de la terapia en todos los tipos de psicoterapia estudiados
- La alianza con adultos, con niños, adolescentes y sus padres es un predictor de los resultados de la terapia
- La alianza en terapia de pareja y familiar posee también apoyo empírico
- La cohesión en terapia grupal está asociada con los buenos resultados
- La empatía del terapeuta posee buen apoyo empírico
- Es importante el acuerdo sobre las metas (entre paciente y terapeuta) y la actitud de colaboración entre ambos
- La consideración positiva hacia el paciente está altamente recomendada
- Los terapeutas deben mostrar congruencia (autenticidad)
- Recoger feedback del cliente acerca de su estado es una práctica eficaz
- La presencia de reparaciones de rupturas de la alianza durante la terapia se relaciona de forma positiva con los resultados
- Se recomienda el manejo adecuado de la contratransferencia para promover el éxito del tratamiento y el funcionamiento positivo del paciente (los conflictos sin resolver del terapeuta se asocian a efectos antiterapéuticos)
- Es importante adaptar el tratamiento y la relación a cada paciente particular, teniendo en cuenta una serie de variables
Junto
con estas recomendaciones, que pueden mejorar los resultados del
tratamiento, se han hallado
una serie de características que resultan ineficaces o, en
ocasiones, incluso pueden afectar negativamente a la terapia:
- Confrontaciones
- Comentarios y actitudes críticas, negativas, hostiles, culpabilizadores o rechazantes hacia las pacientes
- Hacer suposiciones sin confirmarlas con el consultante
- Privilegiar la perspectiva del terapeuta sobre la del cliente
- Rigidez del terapeuta
- Lecho de Procusto: modificar las circunstancias para que encajen las teorías, datos o creencias propias, en lugar de adaptarlas a la situación
Aunque
cada uno de nosotros, como profesionales, tenga su modelo favorito,
conviene recordar que este no es más que una de las múltiples
interpretaciones posibles de la realidad y que la rigidez a la hora
de seguir un determinado enfoque no está justificada, a tenor de los
resultados de la investigación. Conviene reforzar los aspectos de la
relación terapéutica que han mostrado su utilidad y detectar,
apreciar, facilitar y potenciar los propios recursos de las personas
que solicitan nuestros servicios. Nunca podremos decir de forma
tajante que siguiendo las anteriores indicaciones los resultados
serán indiscutiblemente los deseados, pero al menos si que
dispondremos de más probabilidades de que así sea.