En
la última década la palabra mindfulness
se
ha puesto de moda en muchos ámbitos. Este término, que en español
se ha traducido como atención
plena,
hace referencia a un tipo de meditación cuyo fin es centrarse en el
momento presente, dejando pasar los pensamientos, que muchas veces
nos arrastran como un torbellino hacia la ansiedad, la angustia o
incluso la desesperación. Poco a poco, se ha ido convirtiendo en un
componente esencial de diversos programas de tratamiento psicológico,
especialmente de los incluidos dentro de las terapias de tercera
generación, como la terapia
de aceptación y compromiso.
Mindfulness, por lo
tanto, proviene de la meditación trascendental, despojada
(teóricamente) de componentes místicos y religiosos para adaptarse
a la terapia de problemas psicológicos. Su difusión en la cultura
occidental se la debemos especialmente a un profesor de medicina
llamado Jon Kabat-Zinn, autor de varios libros influyentes sobre la
atención plena y del programa de reducción de estrés del que
hablaremos más adelante.
El
mindfulness no es un tipo de relajación (aunque en muchas ocasiones
da como resultado ese estado). Podríamos decir que es más bien un
método de entrenamiento de la atención, de tal manera que la
llevemos al momento presente, al aquí y ahora. Muchas veces nos
encontramos haciendo una cosa de forma automática (por ejemplo,
lavar los platos o conducir) casi sin darnos cuenta de lo que
hacemos, al mismo tiempo que estamos pensando en todo lo que tenemos
que acometer a continuación, recordando repetidamente algo que nos
ha pasado y que nos ha provocado sufrimiento o anticipando cosas que
todavía no han sucedido (y que quizás nunca lo hagan). Esto nos
mantiene alejados de la experiencia actual y de nuestras sensaciones
corporales. Con la atención plena se pretende que la persona se
acostumbre a dirigir la atención a lo que hace en cada momento, a
hacer las cosas con conciencia de que las está haciendo, dejando a
un lado todos aquellos pensamientos que aparecen en nuestra mente y
que, la mayoría de las veces, no resultan útiles ni productivos. A
estas ideas, temores, preocupaciones, planes mentales, etc, no se las
intenta suprimir ni controlar (lo cual, por otro lado, resultaría
imposible), si no relacionarse con ellas de otra manera. Muchos hemos
experimentado en más de una ocasión la experiencia de cómo cuando
intentamos conscientemente dejar de pensar en algo se produce el
efecto contrario: ese algo no desaparece de nuestra mente, si no que
se hace más presente y molesto. Desde el enfoque de la atención
plena se actúa sin intentar suprimir ningún pensamiento que surja
en nuestra mente, si no simplemente “observándolo” como lo que
es: una idea, un deseo o un temor, algo que está en nuestra mente
pero que no
es la realidad.
Aceptar que algo está pasando por nuestra cabeza y dejarlo ir de
forma natural, redirigiendo nuestra atención al mundo exterior en el
momento presente: ya sea prestando atención a nuestro cuerpo, a la
respiración, al ambiente...
Supone
un cambio radical, con respecto a otros enfoques terapéuticos, de
afrontar el malestar, ya que su intención no es controlarlo, si no
dejar que se autorregule de forma natural. Nuestro organismo tiende
hacia la homeostasis (es decir, hacia un punto de equilibrio): cuando
algo nos separa del equilibrio, automáticamente se ponen en marcha
procesos cuyo objetivo es recuperar nuestro estado habitual. Por eso
en mindfulness se habla de abrazar
la experiencia,
dejando que suceda de forma natural. No supone resignarse, si no
implicarse de forma activa en lo que vivimos, tal y como sucede. Una
parte fundamental del procedimiento consiste en no juzgarse, ni
criticarse por los pensamientos que puedan aparecer, o por no lograr
estar centrado todo el tiempo en el presente.
Digamos, por
ejemplo, que una persona se dice a si misma mentalmente “soy una
fracasada”. Si este pensamiento aparece durante una práctica de
mindfulness se invita a la persona que lo tiene a tomar distancia de
él, como si fuera una nube que pasa por el cielo, o una hoja de un
árbol llevada por la corriente del río. Se trata de tomar
perspectiva y darse cuenta de que “soy una fracasada” son solo
palabras, pensamientos; no son la realidad. Uno puede decidir
creérselo o dejarlo pasar, sin valorarlo ni juzgarse por tener esa
experiencia.
La
atención plena es el elemento central de dos programas de
tratamiento que gozan de una amplia expansión y que han mostrado
resultados positivos en algunos estudios. Uno de ellos es el Programa
de Reducción de Estrés Basado en Mindfulness
de
Kabat-Zinn, orientado al tratamiento del estrés. Es un tratamiento
grupal de unas 8 sesiones de alrededor de 2 horas de duración cada
una, en el que se combinan ejercicios de meditación con yoga y la
realización de tareas para casa. El otro es la Terapia
Cognitiva Basada en Mindfulness
de
Segal y colaboradores, destinada inicialmente a la prevención de
recaídas en personas con diagnóstico de depresión. También se
utiliza un formato grupal, con unos 12 participantes, en 8 sesiones
de 2 horas. En este tratamiento se combina el mindfulness con algunos
principios de la terapia cognitiva.
Mindfulness
se ha empleado en multitud de problemas: trastornos
psicofisiológicos, trastornos psicosomáticos, estrés, depresión,
trastornos de personalidad, trastornos alimentarios, ansiedad
generalizada, violencia, problemas de pareja, etc. Personalmente,
durante el tiempo que pasé como psicólogo residente en el Hospital
de La Paz (Madrid), pude participar en varios grupos. Dos de ellos
seguían el programa de reducción de estrés y otro el de la terapia
cognitiva (este último formaba parte de una investigación sobre
este tratamiento en paciente diagnosticados de trastorno bipolar).
Muchos de los participantes encontraban muy útil este tipo de
técnica, observándose grandes cambios en algunos de ellos. Dejo
aquí un vídeo en el que se puede ver un fragmento de un documental
emitido por La 2 (“Sensibilidad
al trasluz”), en el que se incluyó una parte dedicada al
mindfulness. La grabación corresponde precisamente a uno de los
grupos de los que formé parte.
Por
supuesto, la
atención plena no es la panacea (ningún tratamiento o técnica lo
es).
Es preferible entenderlo como una técnica que se puede emplear
dentro de un tratamiento más amplio. No es tanto una terapia como un
estilo o filosofía de vida. Es difícil que un trastorno psicológico
pueda solucionarse solo haciendo mindfulness (lo cual no significa
que sea imposible). Tampoco es idóneo para todo tipo de personas.
Pensemos que en nuestra era existe una tendencia exagerada a
mantenernos activos, como si siempre tuviéramos que estar haciendo
algo. La práctica de mindfulness requiere que una se pare a “no
hacer nada”, a estar simplemente conectando consigo misma y con lo
que está sucediendo en su presente. A muchas personas les puede
resultar difícil hacerlo. Algunos profesionales también han
criticado que el mindfulness pueda usarse, paradójicamente, como una
forma de evitación continua. Esto puede pasar, como con todas las
técnicas, cuando se hace un mal uso de ella.
Conviene estar
alerta en otro aspecto. Cuando algo se pone de moda, aparecen por
todos lados actividades que lo utilizan como reclamo. En ocasiones,
hay personas que imparten grupos de mindfulness sin tener ni la
formación ni los conocimientos suficientes para hacerlo en
condiciones adecuadas. Otras veces se mezcla con cuestiones más o
menos místicas que poco o nada tienen que ver con la finalidad de
este tipo de meditación. Por lo tanto, si estás pensando en
apuntarte a un grupo de mindfulness es aconsejable que primero te
informes bien de quién lo coordina o quién imparte la formación,
su acreditación y si está preparado para tratar con tus
necesidades.
Para
aquellas personas que estén interesadas en conocer un poco más hay
dos referencias interesantes. Una es el libro “Vivir con plenitud
las crisis”, de Kabat-Zinn, una obra amplia en la que explica los
fundamentos de su programa para el estrés y los efectos que pueden
tener en la salud. La otra es un libro del maestro zen Thích Nhất
Hạnh, “El milagro de mindfulness”, un texto corto en el que se
incluyen multitud de ejercicios sencillos que se pueden practicar en
cualquier momento del día.
Para terminar,
incluyo un archivo de sonido a modo de demostración de cómo sería
una meditación basada en la respiración, con fines únicamente
didácticos.
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