Los
servicios de salud mental reciben cada día un mayor número de
consultas en los que los protagonistas son los niños, que cada vez
acuden desde más pequeños al psicólogo clínico. ¿A qué se debe
este incremento de demandas? ¿Las nuevas generaciones tienen más
problemas psicológicos que las anteriores o es que nos preocupamos
en exceso ante cualquier síntoma que vemos en los menores?
Trastornos
mentales en la infancia... ¿existen?
Muchos
expertos han descrito la existencia de trastornos parecidos o
similares a los que se observan en los adultos: depresión, fobias,
ansiedad, trastorno obsesivo compulsivo... Ciertamente esto no
son más que etiquetas que utilizamos los profesionales para
comunicarnos entre nosotros y facilitar nuestra labor, pero si en
personas mayores se ha cuestionado la existencia de las denominadas
enfermedades mentales, la cuestión es mucho más polémica en el
caso de los niños. Véase, por ejemplo, el caso de trastorno de
déficit de atención con hiperactividad (TDAH), una entidad
diagnóstica que ha recibido un verdadero aluvión de críticas.
Recientemente Fernando García de Vinuesa, Héctor González Pardo y
Marino Pérez Álvarez han publicado un libro (“Volviendo a la
normalidad”, editado por Alianza en 2014) en el que se dedican a
desmontar este (para ellos) supuesto trastorno. Muy recomendable para
todos aquellos padres y madres que tengan un hijo diagnosticado de
TDAH.
Nos
es objeto de este artículo discutir sobre las categorías
diagnósticas (quizás lo haga en otra ocasión). Al fin y al cabo,
repito, se trata de un lenguaje que utilizamos los especialistas. Más
allá de diagnósticos, trastornos o etiquetas, lo que es evidente
muchas veces es que los niños tienen problemas que causan
sufrimiento, bien a ellos, bien a sus familiares o a ambos. Negar la
existencia del TDAH o de la depresión infantil como tales, no
significa que no se reconozcan las dificultades de los más jóvenes.
Estas, por supuesto, existen. La buena noticia es que tienen
solución.
Es
importante tener en cuenta un hecho fundamental: que muchos niños,
sobre todo los más pequeños, no se han desarrollado lo suficiente
como para expresar sus preocupaciones o problemas como lo haría
alguien mayor. Es decir, a veces un menor puede percibir que algo no
va bien en su entorno, pero no ser capaz de comprenderlo del todo, de
expresarlo claramente o ambas cosas. En esos casos pueden mostrar
síntomas de diverso tipo, que ponen en alerta a los padres. Niñas y
niños manifiestan el sufrimientos de múltiples formas: mostrándose
tristes, llorando más de lo habitual, orinándose en la cama,
dejando de comer, enfadándose a menudo, retrayéndose... Algunas de
estas conductas o reacciones son totalmente normales y corresponden
al estadio evolutivo del niño. Si se deja seguir su curso normal,
acaban desapareciendo de forma espontánea. Ellos y ellas suelen
adaptarse mucho mejor que los adultos a las nuevas circunstancias de
la vida, y este tipo de cosas no son una excepción.
A diferencia de lo que pasa con los mayores, el tratamiento psicoterapéutico de los problemas en la infancia se aborda generalmente con intervenciones psicológicas, procurando evitar la prescripción de fármacos. Lamentablemente, la tendencia en algunos países está siendo a medicar cada vez más a los menores, con consecuencias bastante indeseables. Tengamos en cuenta que los psicofármacos suelen tener efectos secundarios muy molestos, en especial cuanto más potentes sean. Esto se muestra muy claramente en un estremecedor documental que se emitió hace unos años en RTVE, titulado “El niño medicado”, y que se puede ver en el siguiente enlace: http://www.dailymotion.com/video/xs6x84_570-el-nino-medicado_news
A diferencia de lo que pasa con los mayores, el tratamiento psicoterapéutico de los problemas en la infancia se aborda generalmente con intervenciones psicológicas, procurando evitar la prescripción de fármacos. Lamentablemente, la tendencia en algunos países está siendo a medicar cada vez más a los menores, con consecuencias bastante indeseables. Tengamos en cuenta que los psicofármacos suelen tener efectos secundarios muy molestos, en especial cuanto más potentes sean. Esto se muestra muy claramente en un estremecedor documental que se emitió hace unos años en RTVE, titulado “El niño medicado”, y que se puede ver en el siguiente enlace: http://www.dailymotion.com/video/xs6x84_570-el-nino-medicado_news
Tipos
de dificultades que pueden aparecer en los más pequeños
Dificultades
evolutivas que desaparecen espontáneamente:
Quizás uno de los
primeros pasos que pueden dar los padres preocupados por haber
observado algo inusual en su hijo es darse un tiempo para pararse y
pensar qué puede estar pasando. Tal vez se trate de que el niño o
la niña está entrando en una nueva etapa de la niñez en la que sea
normal que le pasen cosas que antes no sucedían. Por ejemplo, a
partir de cierta edad los niños empiezan a protestar más, a negarse
a seguir ciertas órdenes. Es una fase habitual, en la que el infante
prueba los límites que le ofrecen los padres y su capacidad para
empezar a tener cierta autonomía. A
medida que los adultos van enseñando al chico a manejar esta nueva
capacidad que está desarrollando y a adaptarla a las nuevas
situaciones que surjan, es esperable que las dificultades no vayan
más allá. Si los padres están preocupados, existe la alternativa
de compartir su
experiencia con otros conocidos
que tengan o
hayan tenido niños
de edades similares. Muchas veces descubrirán que lo que le pasa a
su hijo le ha pasado también a otros, lo cual puede tranquilizarles
bastante. Otra opción es consultar
con el pediatra
habitual, que conocerá perfectamente las dificultades evolutivas que
pueden atravesar los más pequeños y cómo afectan estas a las
familias.
Dificultades
evolutivas normales, pero que se convierten en un problema:
Las personas nos
acostumbramos a utilizar el mismo tipo de solución para cada
problema cuando vemos que resulta eficaz. Esto suele funcionar
siempre y cuando se mantengan las mismas circunstancias. Pero estas
circunstancias, en el caso de los niños, cambian constantemente, y
una labor muy importante de los padres es darse cuenta de la
necesidad de modificar las
estrategias que utilizan para ayudar a sus hijos a medida estos que
van creciendo. Por
ejemplo, con un niño muy pequeño puede que no tenga sentido ponerse
a negociar las normas que se le ponen, pero si con un adolescente. Lo
que funcionaba
para lograr que un chico de ocho años obedeciese puede no ser útil
con ese mismo chico cuando cumpla
12 años. El seguir tratando de solucionar un problema con métodos
que ya no funcionan no solo puede resultar ineficaz, si no que en
ocasiones es la causa de que se mantenga el problema, si que nos
demos cuenta de ello. Puede
suceder algo parecido cuando se manifiestan ciertas conductas nuevas
pero que no son sintomáticas de ningún trastorno y, a pesar de
ello, nos esforzamos por solucionarlo a toda costa, transformando (de
nuevo sin quererlo) una dificultad evolutiva en un problema. Aquí
el mejor consejo es el de la flexibilidad.
No se trata de dejar total libertad al chico para que haga lo que
quiere, si no de buscar
nuevas formas de ayudarle,
de que siga aprendiendo y desarrollando sus capacidades, sin
entorpecer su ciclo evolutivo.
Dificultades
que se salen de lo normal y requieren atención especializada:
la mayoría de familias
maneja las anteriores situaciones por su cuenta sin mayores
problemas. En otros casos pueden surgir dificultades antes las que
los adultos
han probado todo lo que el sentido común les dice que es necesario
hacer, pero aún así siguen existiendo síntomas que les preocupan:
niños cuyo rendimiento académico ha descendido notablemente, que no
juegan nunca, que tienen un miedo excesivo, muy inquietos o muy
tristes... En los casos en los que a estos chicos les pasan cosas que
no son habituales en otras personas de su edad y que les están
provocando limitaciones importantes en una o varias áreas de su vida
y en los que el pediatra cree que puede existir algún problema de
tipo psicológico, es cuando es aconsejable consultar
con un especialista.
Los
mejores psicólogos: los padres
Dos
buenas noticias sobre los problemas de salud mental de los niños:
cuando reciben el apoyo adecuado, suelen
mejorar mucho y de forma rápida;
la terapia
psicológica ha demostrado ser eficaz
en una amplia variedad de problemas de la infancia y adolescencia.
El
tratamiento de los niños varía según la edad y la madurez del
infante. Generalmente se trata de una terapia lúdica, en donde el
uso de juguetes, pinturas, plastilina y otro tipo de juegos es
fundamental. Ayuda a establecer una buena relación entre clínico y
niño y potencia los recursos y puntos fuertes de este. Muchos
tienen miedo de
ir a la consulta de un psicólogo: no saben con lo que se van a
encontrar y pueden imaginarse que es como ir a un médico, en el que
le harán cosas molestas como pincharle o quizás reñirle. En cuanto
comprueban que esto no es así y que el ambiente de
trabajo
con niños suele ser relajado, es normal que vayan adquiriendo
rápidamente confianza y empiecen a acudir con más ganas a las
siguientes sesiones.
Sin
duda el papel más
importante en la terapia lo tienen los padres.
Es
fundamental sus asistencia a la consulta, ya que van a ser la mayor
fuente de apoyo y aprendizaje de su hijo. Algunos adultos temen que
al asistir a una cita con una psicóloga se les culpe por lo que les
pasa a los niños. Lo cierto es que esto no es así. La
gran mayoría de los padres quieren lo mejor para sus hijos y que a
veces se equivoquen no los hace responsables de los problemas que
presenten.
Tengamos en cuenta que el niño puede pasar una hora a la semana en
la consulta del profesional, pero el resto del tiempo está con sus
padre u otros familiares. Por ello contar sus ayuda es tan
importante, son
la principal influencia en sus vidas.
Al fin y al cabo son los que mejor conocen a su hijo.
Cuando
en terapia trabajan conjuntamente niño, familia y terapeuta, el
resultado suele ser óptimo. Además, los
niños
tienen una especia de radar, una sensibilidad particular hacia los
problemas de los mayores, de forma que captan todo lo que pasa en su
entorno, aunque a veces los padres traten de protegerlos al no
implicarlos en sus propios problemas. En muchas ocasiones llegan
niños a consulta cuyos síntomas están relacionados con problemas
de los adultos. Después de todo, ellos también quiere a sus padres
y se preocupan por ellos. Se fijan mucho en sus reacciones (más que
en los hechos en si mismos), y si su madre o su padre tiene sus
propios problemas, ellos lo van a notar. Así, en muchas ocasiones,
cuando son los padres los que acuden a consultar sus propias
dificultades, indirectamente ayudan a sus hijos con las suyas.
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