La ansiedad, en sus diversas
formas, es algo que todas las personas experimentamos a lo largo
de nuestras vidas. A veces lo llamamos “nervios”, otras
“angustia”. La manera en que la experimentamos varía según las
características de cada uno de nosotros. Y, en si misma, no es algo
negativo. Se convierte en problemática cuando limita partes de
nuestra vida (o toda ella), perjudica nuestra salud física y mental
o nos impide adaptarnos a las circunstancias. Afortunadamente, cuando
esto es así, un buen tratamiento psicológico realizado por un
profesional competente puede ayudarnos a afrontar la ansiedad y a
reducir la influencia que pueda tener en nuestro día a día.
La
ansiedad como señal de alarma
Es complicado clasificar la
ansiedad como emoción, sentimiento
o sensación, por
ejemplo, porque generalmente se trata de una experiencia que incluye
componentes de esas diferentes categorías. Podemos decir que en el
nivel cognitivo es algo que se experimenta como una preocupación,
pensamientos acerca de la posibilidad de que algo vaya mal, que nos
ocurra algo dañino a nosotros mismos
o a personas importantes de
nuestro entorno. En el nivel
emocional suele asociarse al miedo,
una de las emociones más universales que conocemos. Las
manifestaciones en el nivel fisiológico, en el cuerpo, pueden
incluir sensaciones como taquicardia, sudor, tensión muscular, falta
de aire, mareo, dolores... Como decía antes, estas formas de
presentación de
la ansiedad varían mucho de una persona a otra; incluso la misma
persona la puede experimentar de varias maneras en diferentes
momentos de su vida.
La
ansiedad cumple una función,
como casi todo lo que sucede en nuestros cuerpos de forma habitual.
Por lo tanto, es importante prestarle atención y escucharla cuando
aparece. A veces nos puede costar identificarla, debido en parte a
que se acompaña
de sensaciones tan inespecíficas que es complicado saber de qué se
trata realmente. Al igual que un ruido en el estómago nos puede
avisar de que tenemos hambre o una garganta seca de que necesitamos
beber, las sensaciones corporales y psicológicas asociadas a la
ansiedad nos están avisando de que algo sucede. Cuando notamos
ansiedad es como si nuestro sistema nervioso estuviera dando la voz
de alarma y preparando a nuestro organismo para responder de la mejor
manera posible. Por ejemplo, si yo veo un animal salvaje que se
acerca hacia mí rápidamente voy a recibir señales de mi cuerpo que
me indican que existe un peligro y que debo reaccionar emitiendo una
determinada respuesta (correr, esconderme, apartarme, buscar
ayuda...). Tal vez si no sintiera ninguna ansiedad, no podría
responder con eficacia a la amenaza, mi cuerpo reaccionaría
de forma más lenta y acabaría
sufriendo algún tipo de daño.
Lo anterior nos sirve de
ejemplo para aquellas ocasiones en que podemos ver fácilmente la
causa de nuestra ansiedad. Sin embargo, en muchas ocasiones nos
podemos sentir nerviosos y no saber muy bien por qué. El que
desconozcamos la causa no significa que no exista ninguna o que
simplemente sea una “enfermedad”. Determinados problemas físicos
y orgánicos pueden causar ansiedad sin que haya una explicación
psicológica, pero la mayoría de problemas de salud mental
relacionados con la ansiedad que llegan a la consulta de psicología
clínica suelen tener una causa de otro tipo. La señal de alarma
está encendida, pero no sabemos de dónde viene la amenaza.
Cuando la ansiedad es
excesiva es importante consultar con un experto, sobre todo
porque pone en riesgo nuestra salud: afecta a nuestro corazón
por su excesiva activación, disminuye nuestra concentración, puede
afectar a nuestras defensas frente a determinadas enfermedades...
Manifestaciones
clínicas de la ansiedad
En el siguiente cuadro se
muestran diferentes diagnósticos considerados trastornos de ansiedad
en los manuales de psicopatología:
Cuadro
1: manifestaciones clínicas de la ansiedad
Algunas claves para afrontar
la ansiedad
Es imposible poder decir cuál
es la mejor manera de hacer frente a la ansiedad en general. Es
necesario hacer una buena evaluación del problema para encontrar la
intervención más adecuada para cada persona. Por ello aquí solo
voy a enumerar unas indicaciones generales que puedan servir de
orientación para aquellas personas que necesiten ayuda.
-
Prevenir (cuidado de uno
mismo):
en el caso de que todavía no se haya manifestado una ansiedad
problemática, hay varias cosas que se recomiendan para prevenirla y
que en general tienen que ver con el cuidado de uno mismo. Son
consejos que se dan habitualmente
para llevar una vida sana: ejercicio regular (buscar uno que no sea
demasiado intenso y que se adapte a las preferencias personales),
dormir las horas necesarias (variables para cada una), vigilar el
consumo de sustancias estimulantes (café, té) y de otro tipo
(alcohol, drogas), reservar un tiempo al día para hacer alguna
actividad agradable, participar en actividades sociales y
familiares...
-
Normalizar:
lo primero que tenemos que saber es lo que he venido comentando en
párrafos anteriores, que la ansiedad es una respuesta normal de
nuestro organismo, la mayoría de las veces. No es algo que se pueda
“quitar”. Al contrario, intentar evitar sentir ansiedad a toda
cosa puede limitar seriamente nuestra vida. Si alguna vez notamos
sensaciones físicas o mentales de preocupación o miedo, podemos
dedicar un momento a pensar qué está pasando: una época estresante
en
el trabajo, los exámenes que se acercan, una discusión de pareja,
una enfermedad o intervención médica... son cosas que es normal que
nos causen ansiedad y que no necesitan de la actuación de un
profesional.
-
Evaluación profesional:
Si la ansiedad es muy alta, no sabemos de dónde viene o nos está
perjudicando la mejor alternativa antes de tomar ninguna medida es
consultarlo con un profesional cualificado. El médico de cabecera
nos puede orientar en primera instancia, descartando la sospechas de
algún problema orgánico. Si físicamente está todo bien, el
siguiente paso será realizar una evaluación psicológica que ayude
a determinar qué puede estar pasándonos. Se trata de desentrañar
el significado
de la alarma de nuestro cuerpo. Aquí será también importante
estudiar la forma de presentación de nuestra ansiedad: como una
preocupación excesiva por múltiples cuestiones (ansiedad
generalizada), circunscrita a un hecho muy concreto (miedo a viajar
en avión, a ciertos animales... fobias específicas), preocupaciones
por nuestro aspecto, por el futuro...
- Técnicas
de afrontamiento:
Existen varios programas de relajación que pueden resultar de ayuda
a muchas personas. A pesar de que haya libros o grabaciones con
indicaciones de cómo llevar a cabo el procedimiento de relajación,
siempre es preferible contar con el asesoramiento de un experto que
nos guíe y resuelva las dudas que pudieran surgir. Con algunas
prácticas como el yoga, la meditación, mindfulness, etc., también
se pueden obtener buenos resultados. Si se acude a una actividad
guiada de este tipo conviene informarse de la titulación que tiene
la persona encargada de dirigirla.
-
Tratamientos psicológicos:
La
terapia psicológica es
un tratamiento de elección para los trastornos de ansiedad (fobias,
crisis de ansiedad, ansiedad generalizada, trastorno
obsesivo-compulsivo...). La psicoterapia es una buena opción cuando
la ansiedad está motivada por algún problema humano y no se limita
solo a un síntoma específico. La ansiedad como síntoma puede
abordarse con procedimientos técnicos como la exposición (en todas
sus variantes), la reestructuración cognitiva o la intención
paradójica, por ejemplo. El objetivo de una psicoterapia bien
planteada no debe ser que el psicólogo clínico libere al paciente
de sus síntomas, si no que este último pueda adquirir una serie de
estrategias que le permitan afrontar por si mismo las situaciones que
le producen ansiedad. En ocasiones el objetivo de la terapia no será
eliminar la ansiedad, si no aprender a convivir con ella y conseguir
que la influencia que tenga sobre nuestra vida sea la menor posible.
-
Tratamientos farmacológicos:
los
medicamentos ansiolíticos (aquellos
que reducen
la ansiedad) son de los fármacos más recetados en nuestro país.
Aunque pueden ser de gran ayuda en momentos puntuales (ciertas crisis
de ansiedad, por ejemplo), a largo plazo no solucionan el problema
que hay detrás, la verdadera causa de la ansiedad. Además, algunos
de ellos (las benzodiacepinas) tienen serios problemas en cuanto a la
dependencia que causan, así como efectos secundarios comunes a
muchos fármacos. Si se toman, se debe hacer siempre bajo
prescripción facultativa y
seguir un control continuo.
Debido a que se recetan tan a menudo, es fácil que un familiar,
pareja o amistad tenga alguno que nos pueda ofrecer si lo
necesitamos. El
consejo es no tomarlo nunca sin haberlo consultado con un médico
especialista, preferiblemente psiquiatra.
Cuadro
2: Resumen de recomendaciones para afrontar la ansiedad
En
definitiva, si notas algún síntoma que no puedes identificar, que
te preocupa o está limitando tu vida, consultar con un experto puede
ayudarte a mejorar mucho tu calidad de vida y prepararte para
afrontar situaciones similares en el futuro.
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