martes, 26 de julio de 2016

La salud mental estigmatizada en los medios de comunicación (una vez más...)

Ha vuelto a suceder. Me temo que seguirá pasando durante unos cuaños años. El estigma asociado al tratamiento psicológico y psiquiátrico sigue vivo y coleando, especialmente en los medios de comunicación.

Hace unos pocos días, una persona provocó intencionadamente una explosión en un festival en Alemania, muriendo en el acto y causando varios heridos. Enseguida, aparecieron titulares como el siguiente:




Uno se pregunta hasta qué punto es relevante la información encajada en esa frase: “en tratamiento psiquiátrico”. ¿Te imaginas una noticia en la que se indique que el protagonista estaba “en tratamiento por diabetes” o “con problemas cardíacos”? ¿Recuerdas alguna vez haber leído algo así cuando la noticia tiene que ver con algún crimen? Parece como si el hecho de estar en tratamiento psiquiátrico o psicológico o estar diagnosticado de un trastorno mental explicara parte o la totalidad de la sucedido y esto es muy peligroso.

Desde hace tiempo conocemos la existencia de un sesgo cognitivo denominado correlación ilusoria, que consiste en sobrevalorar el grado en que dos características suelen ir asociadas. Por ejemplo, asociar enfermedad mental con violencia o peligrosidad. Todavía hoy muchas personas que creen que las personas que padecen problemas psicopatológicos (especialmente en el caso de las psicosis) son más peligrosas que las supuestamente “sanas”. No es infrecuente oirlo o leerlo. La influencia de los medios de comunicación de masas es poderosa e innegable. No creo que, generalmente, exista una mala intención detrás de titulares que resaltan cosas como que “el asesino estaba diagnosticado de esquizofrenia” o “sufría depresión desde hace años”, si no una falta de información y un desconocimiento de la temática enorme.

Lo cierto es que, nos guste o no, la mayoría de los delitos y crímenes violentes son cometidos por personas sin trastorno mental alguno. Antonio Andrés Pueyo, catedrático de Psicología de la Universaidad de Barcelona señala queentre todos los delincuentes condenados por delitos violentos -homicidios,delitos de lesiones, agresiones sexuales, etcétera- un 5% están afectados por una enfermedad mental grave. Este porcentaje puede aumentar hasta un 40% si consideramos otras alteraciones menos severas. Solamente entre un 9 y un 10% de los enfermos mentales graves (depresión, psicosis, toxicomanías, etcétera) realizan conductas violentas y si se trata de los delitos violentos más graves esta prevalencia disminuye al 3-4%”. Más aún, cuando los delitos son perpetuados por personas diagnosticadas con algún trastorno mental, aquellos solo están relacionados con los síntomas psiquiátricos en un 7,5% de los casos, según los datos publicados por la Asociación Americana de Psicología.

Violencia y psicopatología no son sinónimos. Estar “loco” no significa ser más peligroso que los “cuerdos”. Las personas con problemas de salud mental son todas diferentes, únicas y tienen características propias que nada tienen que ver con la etiqueta diagnóstica. Por lo tanto, habrá personas en tratamiento psicológico que cometan delitos y crímenes violentos, pero no por causa de su problemática psicológica, si no por características idiosincrásicas, históricas, sociales y contextuales que pueden explicar mucho mejor lo sucedido.

El caso del refugiado sirio mencionado anteriormente es más grave, si cabe. Llama la atención que se destaque el hecho de estar a tratamiento psiquiátrico y no otras circunstancias que explican mucho mejor lo sucedido: el problema del terrorismo, la guerra, la migración, el rascismo, la situación social y económica mundial... Y podemos pensar en muchas otras circunstancias, pero quizás suena mejor destacar los problemas psicológicos. O vayamos más allá, a otro nivel más alto. ¿Y si usamos los problemas de salud mental para desviar la atención acerca de los verdaderos problemas de la gente? ¿Qué tal si convertimos las protestas, el malestar, el incoformismo o incluso la rebeldía en condiciones biológicas, en enfermedades del cerebro que explican el comportamiento de la gente y que no tienen solución? ¿Y si usamos eso como excusa y no solucionamos los problemas sociales? Así, en eso que llaman salud "biopsicosocial" nos olvidamos del psico y del social y nos quedamos con el bio-bio-bio, en una suerte de canto de pájaro lúgubre para todas aquellas personas estigmatizadas por causa de su diagnóstico.

Los medios de comunicación, las administraciones y los profesionales de la salud tenemos el deber de terminar de una vez por todas con el estigma asociado a los problemas de salud mental. Hemos avanzado en algunos aspectos, pero todavía nos queda mucho camino por recorrer.

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