La
semana pasada me enfrenté a los 38 grados que, de forma
completamente inusual, inundaron las calles de Vitoria. Tal vez el
motivo de semejante aumento de temperatura estuviera relacionado con
la celebración del IV Congreso Nacional de Psicología que allí
tuvo lugar.
Para
mi ha sido un honor que me invitaran a participar en la mesa
redonda organizada por la división de Psicología Clínica y de la Salud del Consejo General de la Psicología y cuyo tema central ha
sido el de exponer mejoras para la práctica clínica. Moderada por
Jesús López, vocal de la junta directiva de la división, la mesa
contó con la presencia de Sergio Sánchez y Patricia Escalona, de
quienes pude aprender mucho sobre supervisión y gestión clínica,
respectivamente. Eso si, quiero darle un pequeño tirón de orejas a
la organización del Congreso: el número de mesas redondas,
simposios, y comunicaciones orales en general fue excesivo, llegando
a haber en muchos momentos nada menos que 15 ponencias al mismo
tiempo, lo cual hacía que en muchas de ellas el público fuera más bien escaso. Esto se pudo notar incluso en algunas de las
presentaciones, a priori, más relevantes.
Lo
bueno de estos eventos, como casi siempre, es poder pasar tiempo con
amigos y compañeros (y conocer a otros colegas de profesión),
dentro y fuera del congreso, compartiendo conversaciones informales
(pero infinitamente interesantes) sobre psicología clínica y
cuestiones afines. Algunas de ellas, me atrevería a decir, dignas de
ser grabadas o plasmadas en un papel. Pero quizás su principal valor
esté precisamente en el hecho de que se desarrollen alrededor de una
mesa llena de bebida y comida, entre risas, en un escenario
caracterizado por la complicidad.
Mi
propuesta para mejorar la práctica clínica, por cierto, estuvo
enfocada hacia el uso de feedback en psicoterapia. A continuación os dejo
un resumen de la misma, acompañado de algunas de las diapositivas
mostradas en Vitoria.
Aunque
nos gusta presumir de la eficacia de la psicoterapia (y con razón,
tenemos buenos motivos para ello), lo cierto es que todavía tenemos
un margen importante de mejora. Incluso en los estudios más
rigurosos en los que se emplean terapias con apoyo empírico
sólidamente establecido, nos encontramos con entre un 30% y 50% de
personas que no se benefician del tratamiento psicológico, un número
importante de abandonos y casos en los que incluso el resultado es
negativo. Y esto sucede independientemente del tipo de terapia
utilizada o de la orientación teórica del clínico; la explicación
de los resultados negativos, por lo tanto, no tiene que ver con el
uso de una marca determinada de psicoterapia. (¡Ojo! Estoy hablando
de terapias psicológicas bona fide, cuya efectividad ha sido
probada repetidamente; lo que quiero resaltar no es que el método no
importe, si no que no es perfecto y que se pueden hacer cosas para
mejorar, como lo que se propone a continuación).
Los
datos obtenidos y replicados en múltiples investigaciones muestran
que una terapia tiene más probabilidades de ser eficaz si se adapta
a ciertas características de la persona a la que va dirigida. El uso
sistemático de la monitorización de resultados y feedback de los
consultantes es una manera eficaz de realizar este tipo de
adaptaciones. Sus efectos se notan específicamente en aquellos casos
que no progresan como se esperaba (NOT).
Las
gráficas que se muestran en la imagen son pantallazos de una de las
versiones electrónicas de PCOMS (uno de los sistemas de feedback
basado en la evidencia) y corresponden a dos casos reales de mi
práctica clínica. La línea roja indica el progreso en terapia
valorado por el consultante, sesión tras sesión; la línea verde
representa el progreso esperado en función de lo que sabemos sobre
la efectividad de la psicoterapia; la línea azul muestra la
puntuación en la escala que evalúa la alianza terapéutica. En el
caso de la izquierda, las líneas roja y verde se ajustan casi a la
perfección: se trata de una terapia exitosa en el que la
monitorización de resultados no dispara ninguna alarma. Sin embargo,
en la gráfica de la derecha se observa que después de tres sesiones
no se habían producido cambios cuando lo esperable era otra cosa.
Este es un ejemplo de caso NOT. Cuando se detecta, corresponde al
clínico hacer cambios en la intervención. Estos pueden ser de
diferentes tipos: en el enfoque, la alianza de trabajo, los recursos
asistenciales… Siempre compartiendo estas decisiones con los
consultantes, solicitando sus ideas, opiniones, sugerencias, etc.,
haciéndoles protagonistas del curso del tratamiento.
Ya
hablamos de este tema en este artículo publicado el año pasado,
mencionando algunos ejemplos y diferentes herramientas disponibles,
de las cuales solo dos (hasta la fecha) han mostrado su eficacia:
OQ-Systems y PCOMS.
Algunos
profesionales creen que no necesitan utilizar escalas para valorar el
progreso de las personas a las que prestan sus servicios. Confían
firmemente en sus conocimientos teóricos y su experiencia, así como
en su juicio u ojo clínico. Sin embargo, algunos datos indican que
es mejor que no nos fiemos demasiado de nuestras percepciones, porque
suelen estar bastante sesgadas: tendemos a pensar que lo hacemos
mejor de lo que realmente demuestran los números. Algunos ejemplos:
La
obtención y uso de este tipo de feedback es una práctica basada en
la evidencia en psicoterapia. Al contrario que otros factores
comunes, de los que solo se puede mostrar correlación con los
resultados, en el caso de OQ y PCOMS se han desarrollado varios
ensayos clínicos aleatorizados que muestran sus beneficios, lo cual
permite señalar con mayor fiabilidad que existen una relación
causal.
Los
expertos aconsejan utilizar versiones electrónicas de OQ y PCOMS,
especialmente aquellas que tengan sistemas de alarma que permitan
detectar e identificar rápida y claramente aquellos casos que están
en riesgo de convertirse en un “fracaso terapéutico”. En la
imagen de abajo, por ejemplo, se observa un pantallazo de un grupo de
personas atendidas en mi consulta el mes pasado. Todas tienen un
código de color: el verde indica que la terapia está funcionando en
esos casos; el rojo nos alerta de un caso en el que algo está
fallando y se hace necesarios realizar algún cambio para lograr
solucionar este estancamiento.
Cada
vez conozco más casos de clínicos y residentes que están empleando
este tipo de herramientas. Algunos, en los servicios públicos. Aquí
van dos ejemplos, dos estudios que precisamente ganaron sendos
premios en las pasadas Jornadas de ANPIR. Nosotros hemos publicado
recientemente también algunos datos utilizando PCOMS (artículo en prensa en Ansiedad y Estrés).
Para
finalizar, un par de referencias en las que se muestran los
beneficios de implementar instrumentos de monitorización y feedback
que sean empleados por todo el equipo. En estos dos estudios, los
resultados generales de los servicios mejoraron a lo largo del
tiempo. Nótese que en el segundo caso se trataba de un servicio de
salud mental público, señal de que este tipo de buenas prácticas
clínicas no son quimeras que solo puedan utilizarse en ensayos
clínicos lejanos a la realidad del día a día; los profesionales “de
trinchera” también pueden emplearlos. Eso si, es importante que
haya detrás una organización que se preocupe por crear las
condiciones que permitan la calidad asistencial que todos los
ciudadanos merecen.
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