“Creemos
que la manera de entender el sufrimiento psíquico y las soluciones
que se aportan en este momento no resuelven los problemas que nos
afectan, se encuentran estrechamente vinculadas a mercados e
instituciones cuya principal preocupación no es el bienestar de las
personas y vulneran con demasiada frecuencia los derechos humanos. En
este escenario, el sufrimiento psíquico y los diferentes modos de
expresión emocional y de relación con el mundo son considerados
enfermedades individuales que hay que curar, medicar, corregir y
adaptar. Entendemos que el sufrimiento de la gente tiene que ver con
sus vidas, con su biografía y con los espacios sociales, con el
contexto que habitamos: el de la competitividad, el aislamiento y la
creciente desigualdad.”
Este
es uno de los párrafos que podemos leer en la sección “Sobre
nosotras” de la nueva revista digital “Mad in America para el mundo hispanohablante”, una revista que, como se puede deducir del
párrafo anterior, aboga por una comprensión de la psicopatología
opuesta al paradigma biologicista, aquel que considera que los
problemas de salud mental y el sufrimiento humano tienen su origen en
alteraciones fisiológicas (exceso o falta de neurotransmisores en el
organismo o lesiones en el sistema nervioso, por ejemplo). Frente a
ese enfoque, son muchísimos los datos, obtenidos mediante amplias y
variadas investigaciones, que demuestran que en nuestra salud mental
influyen de manera determinante otro tipo de circunstancias
relacionadas con factores psicosociales: desde las experiencias
personales biográficas, pasando por problemas sociales, políticos
o de desigualdad, hasta otro tipo de cuestiones cuyo origen no puede
localizarse en una zona del cerebro o en una molécula determinada. Es
decir, son las circunstancias de la vida y el contexto en el que
estas tienen lugar las que juegan un papel fundamental en la
aparición de los síntomas y problemas psicológicos.
La
revista parte de “Mad in America”, publicación
estadounidense nacida en el año 2003 “y que, con
los años, se ha constituido en una comunidad virtual, lugar de
encuentro para muchas de esas voces y conocimiento. Sus publicaciones
han contribuido a abrir debates, difundir saberes y experiencias, así
como a reunir a una extensa red de personas y grupos que comparten
una visión crítica sobre el escenario de la salud mental en el
mundo.” La edición americana
promulga una reconstrucción de la psiquiatría (y de la psicología
clínica, añadiría yo) por medio de dos vías de actuación: la
publicación de la revista digital, en la que se difunden artículos,
nuevas investigaciones y debates acerca del objetivo de dicha
reconstrucción, por un lado, y el desarrollo de cursos en los que se
explican modelos alternativos de atención a los problemas
psicológicos, basados más en el tratamiento psicosocial que en el
farmacológico, por el otro. A esto se le suma el acceso abierto a
foros donde se pueden discutir todas estas ideas.
En
la edición americana existe una sección dedicada a Rober Whitaker,
periodista y autor de varios libros, ganador de diversos premios y
cuyas investigaciones y publicaciones han suscitado mucha polémica
en el ámbito de la salud mental. Recientemente se ha publicado en
español su obra “Anatomía de una epidemia”, en la que denuncia
la excesiva e injustificada medicalización de los trastornos
mentales.
Mad
in America para hispanohablantes se hace eco estos días de un
artículo del año 2014 escrito por Mikel Valverde (psicólogo
clínico) y José Inchauspe (psiquiatra) titulado “Campañas antiestigma y marketing encubierto”,
que pone sobre la palestra un tema delicado y preocupante: la
manipulación de la información y el uso fraudulento utilizado para
beneficio propio de algunas empresas farmacéuticas. Valverde e
Inchauspe destapan la verdad oculta sobre una campaña promocional,
dirigida a pacientes y familiares, que supuestamente informa de forma
veraz acerca de la esquizofrenia. Esta campaña estaba formada por
una página web, folletos informativos y carteles aparecidos en
dispositivos de salud. Fue
lanzada por una conocida compañía farmacéutica que, por supuesto,
cuenta entre sus productos con los fármacos promocionados.
En
la campaña se difunde información falsa, como que está demostrado
el desquilibrio químico y las bases genéticas de la esquizofrenia,
que la medicación antipsicótica debe tomarse durante toda la vida o
que aquella “protege” el cerebro (cuando hay datos que demuestran
que más bien sucede todo lo contrario). Los autores del artículo
desmontan punto a punto las afirmaciones de la empresa farmacéutica,
pero no con opiniones si no con datos y referencias bibliográficas
fiables, como debe ser. Hace unos pocos días escuchaba a una persona
decir que “el componente genético de la esquizofrenia está
clarísimo” y cosas por el estilo. Cuando le pedí las referencias
en las que se basaba (investigaciones que hubiesen demostrado tal
cosa) me respondió algo así como que no las conocía, pero
que era así.
Me encuentro con muchas personas con creencias de este tipo, que las han
recibido de alguna parte, tal vez un curso, tal vez una clase de la
universidad, pero que nunca se han preocupado en comprobar si eran
ciertas o no. Y así, con un conocimiento sesgado o parcial de las
cosas, se van difundiendo informaciones falaces. Lo más preocupante
es que esto pasa con profesionales de la psicología y la psiquiatra,
que son quienes mejor informados y preparados deberían estar. La
población general no tiene por qué conocer estos datos. Alguien que
está sufriendo, desbordada, al límite, desesperada por encontrar
ayuda, una explicación, una solución, puede aceptar como válidas
informaciones transmitidas por colectivos con conflictos de intereses
claros, como pueden ser algunas compañías farmacéuticas.
¿Son
los fármacos malos, innecesarios, totalmente contraproducentes? No.
No se trata de demonizar todas las pastillas de forma radical. En
ocasiones, un medicamento puede ser útil de forma puntual o más o
menos sostenida en el tiempo. El problema que tenemos es que se están
prescribiendo dosis por encima de las recomendaciones de las fichas
técnicas, de forma generalizada, sin tener en cuenta las
particularidades de cada caso, creyendo muchas veces el propio
profesional que se debe proceder así, que los antipsicóticos son el
único tratamiento eficaz para las psicosis y que deben tomarse de
por vida. Pero resulta que no, que muchos casos pueden tratarse sin
medicación, o con dosis mínimas o durante un tiempo limitado, etc.
Hay
muchas cosas sobre el tratamiento de los síntomas psicóticos que la
gente desconoce (incluso un número alarmante de profesionales de la
salud). Por ejemplo, el nombre “antipsicótico” encierra en si
mismo un engaño, pues lo que hacen estos fármacos no es “curar”
o “quitar” la psicosis, si no reducir la intensidad de algunos
síntomas, especialmente la angustia, pues en realidad son una suerte
de relajantes mayores. Además, existen tratamientos puramente
psicológicos que han mostrado resultados prometedores para tratar
síntomas como las alucinaciones auditivas o los delirios.
Valverde e Inchauspe señalan
varias conclusiones en su escrito, entre ellas las siguientes:
“El folleto está
orientado a convencer de que la esquizofrenia es una enfermedad
crónica muy debilitante, que requiere obligadamente tratamiento
farmacológico antipsicótico de manera indefinida. Entre los
diversos antipsicóticos existentes se presentan como más idóneos
los atípicos y de liberación prolongada, entre los que se anuncia
que hay que solo requieren 12 administraciones anuales. La
información facilitada sobre los tratamientos, y en particular los
antipsicóticos, ni es fidedigna ni está contrastada ni responde a
valores de rigor y excelencia.
Se
trata de un relato que partiendo de la lucha contra los prejuicios
asociados a la enfermedad mental y la necesaria información a
pacientes y familiares acerca de la esquizofrenia, desemboca en la
publicidad de un antipsicótico depot que la farmacéutica está
actualmente promocionado. Del precio de ese fármaco, que nunca ha
demostrado que sea más eficaz y tenga menos efectos adversos que
otros,(51) no se puede deducir que la empresa sea especialmente
generosa y altruista.
Se transmite una imagen
llena de prejuicios sobre el paciente con esquizofrenia, como su
evolución determinista, su falta de conciencia de enfermedad, la
necesidad de medicarlo sin considerar su opinión y su rol de enfermo
crónico pasivo. Además, se alienta una clínica de bajas
expectativas. Todo ello inserto en una campaña de lucha contra los
prejuicios, bajo cuyo auspicio se ofrece esa información. Se trata
de un lenguaje y una línea de pensamiento alejados de la medicina
basada en la evidencia, incluso del pensamiento más partidario de
los tratamientos farmacológicos.”
Existe
un problema serio con los conflictos de intereses, tanto en la
investigación, como en otros ámbitos que alcanzan incluso a lo
político e ideológico. Al diagnosticado de esquizofrenia u otro
tipo de psicosis se le suele tratar mal, digámoslo así de claro. Se
le infantiliza, humilla, denigra, desautoriza y desconsidera de forma
flagrante. Ingresos forzosos, declaraciones de incapacidad,
tratamientos obligatorios de dudosa eficacia... Prescripciones de
medicamentos a dosis tan altas que en muchas ocasiones anulan casi por
completo a la persona. Y al entorno, a la familia que no sabe qué
hacer ni qué es lo que está pasando, se le da información sesgada
y les pintan un futuro verdaderamente sombrío. Pero, ¿se obra así
solo por interés propio o es también un síntoma del nihilismo
terapéutico, el desconocimiento y la desgana de algunos
profesionales?
Algunos
seguimos mirando un poco más hacia el norte, a ese lugar en Finlandia en el que se están obteniendo resultados fabulosos atendiendo casos de lo que llamamos psicosis con
intervenciones basadas en la psicoterapia, la familia, el contexto
social y usando la medicación solo como una ayuda más para
atravesar el proceso que tanto sufrimiento e incomprensión conlleva.
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