domingo, 20 de noviembre de 2016

IX Congreso Internacional y XIV Nacional de Psicología Clínica

Este fin de semana asistí al IX Congreso Internacional y XIV Nacional de Psicología Clínica, organizado por la Asociación Española de Psicología Conductual y celebrado, en esta ocasión, en el Palacio de la Magdalena de Santander. El evento comenzó el jueves con los talleres pre-congreso y finalizó en la mañana del domingo con las últimas conferencias y simposios invitados.

Han sido muchas horas de ponencias, de comunicaciones orales y escritas, en las que se ha podido debatir sobre multitud de temas, desde cuestiones relacionadas con diferentes manifestaciones de la psicopatología hasta diferentes enfoques psicoterapéuticos. Equipos y profesionales de todos los puntos de la península, así como de Portugal y algunos otros lugares del mundo, se dieron cita en la capital de Cantabria para explicar su forma de trabajar, los resultados de sus investigaciones o viñetas extraídas de los casos clínicos con los que se encuentran en su práctica diaria.

El Palacio de la Madalena (Santander).

Mis expectativas con respecto a los congresos, jornadas y similares ha ido cambiado a lo largo de los años. Al principio uno, en su afán de aprender todo lo posible (una verdadera utopía, ya que en esta profesión el buen profesional siempre se queda con la sensación de que todavía no lo sabe todo) espera volver a casa con la mochila llena de aprendizajes. Después de dos o tres experiencias frustradas, te vas dando cuenta de que la adquisición de competencias sucede en otros lugares y empiezas a utilizar los congresos con otros fines: presentar ponencias y pósters, ampliar el curriculum, enterarte un poco de lo que se está haciendo en otros lugares y reencontrarte con antiguos compañeros y compañeras. Y al final, con esta actitud de no esperar recibir una lección que ilumine tu carrera profesional si no simplemente de estar allí, hablando de temas que te apasionan con otros colegas de profesión, paradójicamente uno acaba adquiriendo ciertos aprendizajes (aunque probablemente no aquellos que esperaba obtener) muy valiosos.

En mi opinión, compartida por muchas otras personas con las que hablé durante el congreso, el evento ha adolecido de algunos fallos importantes. Si bien la experiencia ha sido grata en cuanto a contenidos, quiero comentar algunos aspectos que se pueden mejorar. Por ejemplo, la cantidad de contenidos fue excesiva. Excepto en la conferencia de apertura, el resto de la comunicaciones se realizaron de forma simultánea. En ocasiones se programaron hasta 7 conferencias y simposios a lavez, por lo que no quedaba más remedio que elegir uno y perderte los otros 6. Esto resultaba especialmente problemático cuando se superponían varias ponencias que eran del interés del congresista. Otro problema se produjo con las salas en las que se llevaban a cabo las presentaciones. En muchas ocasiones no había asientos suficientes y algunas personas tenían que quedarse de pie o sentarse en el suelo. Teniendo en cuenta que la asistencia fue masiva, el comité organizador debería haber previsto este tipo de situaciones. Además, no se programaron pausas para descansar, ni siquiera a la hora de la comida. El congreso comenzaba a las 9 de la mañana y se extendía hasta las 19:30 sin ni siquiera 5 minutos de descanso. Además, aunque el Palacio de la Magdalena es un edificio situado en un lugar hermoso, está un poco lejos de núcleos urbanos en los que se puedan encontrar un sitio donde comer, por lo que entre el tiempo destinado a desplazarse hasta un restaurante, comer y volver al recinto, se perdían muchos minutos y, por consiguiente, alguna que otra ponencia. Por otro lado, los pósters científicos solo se exhibían durante hora y media, en una sala pequeña, poco iluminada y alejada del resto de espacios dedicados al congreso y a las mismas horas en que se estaban produciendo el resto de actividades. Quizás esta aceptación de contenidos (simposios y pósters) excesiva tenga algo que ver con el negocio que gira alrededor de la necesidad que tenemos los profesionales de la psicología clínica de hacer currículum, como ya expliqué en otra entrada de este blog. Faltó también la traducción simultánea de los trabajos expuestos en inglés y portugués. Esperemos que en la próxima edición del congreso, que se llevará a cabo el año que viene en Santiago de Compostela, se tengan en cuenta estos pequeños fallos y se corrijan.

En cuanto al contenido, hubo bastantes cosas interesantes. No pude disfrutar de algunas de ellas debido a los problemas mencionados anteriormente (solapamiento de sesiones, problemas de horario, etc.), pero si tuve la suerte de asistir a algunas ponencias muy enriquecedoras.

La conferencia de apertura, a cargo de Susan McDaniel, presidenta de la Asociación Americana de Psicología, trató de la importancia de la terapia familiar en atención primaria y de su experiencia en este ámbito. Una ponencia muy interesante y contada de forma muy amena.

Susan McDaniel, presidenta de la Asociación de Psicología Americana, durante la conferencia de apertura.

Desde Argentina, Héctor Fernández propuso la terapia cognitiva como un modelo abierto a la integración de aportaciones provenientes de otros paradigmas, en una construcción teórica en constante evolución.

Me gustó especialmente asistir al simposio coordinado por Derek Truscott, llegado desde Canadá, que junto con sus colegas norteamericanos expuso cuán importante es recoger el feedback de los clientes que acuden a psicoterapia, como una manera de mejorar los resultados de la misma. Fue una pena que acudiera tan poca gente (a penas unas 15 personas), quizás por la falta de traducción simultánea, porque los ponentes se mostraron muy apasionados y aportaron datos importantísimos sobre lo que hace que una terapeuta sea mejor en su trabajo. A mi me han dado un par de ideas con las que empezar a trabajar en mi práctica diaria, además de reforzar mi confianza en algunas de las cosas que ya estoy haciendo y de las que ellos hablaron.

El simposio coordinado por Derek Truscott acerca del feedback en psicoterapia.


El sábado los simposios a los que asistí estuvieron muy relacionados con la teoría del apego. Por ejemplo, la ponencia que proponía la “reconsideración de algunos diagnósticos clínicos desde una relación de apego alterada” o la sesión aplicada del profesor Javier Gómez dedicada a la terapia de pareja. Hubo también tiempo para explorar el duelo a lo largo del ciclo vital en un simposio presentado por un grupo de psicólogas clínicas con las que he tenido el placer de compartir muchos espacios durante todo el congreso.

El domingo terminamos aprendiendo algo de los “nuevos acercamientos a la intervención precoz en adolescentes” en un simposio coordinado por Carlos Mirapeix.

Por desgracia no pude asistir a muchas otras cosas interesantes que tenía ganas de oír, relacionadas con el trabajo con familias o con adolescentes “rebeldes”, la situación de la formación sanitaria especializada en psicología clínica y de la psicología sanitaria en general, el papel de los psicólogos en atención primaria o algunas aplicaciones de la terapias contextuales, por ejemplo. Ha sido muy agradable comprobar que muchas de las profesionales que protragonizaron estas sesiones eran personas con las que compartí tiempo de estudio y/o de trabajo en los últimos años (y que incluso hoy en día dedican parte de su valioso tiempo a leer este humilde blog).

Como siempre, lo mejor de todo ha sido el reencuentro con estas personas y el debate informal sobre el estado de la psicología clínica.

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