Es
doloroso ver como como una profesión que ha tenido que luchar tanto
por llegar a donde está se pone la zancadilla a si misma. Solo los
más veteranos saben realmente lo mucho que costó que la psicología
clínica adquiriera el estatus de especialidad sanitaria, regulada y
reconocida, que se estableciera un sistema de formación consistente
y de calidad y que a los profesionales que trabajan en los servicios
públicos se les pueda considerar Facultativos Especialistas de Área,
situándose de esta forma en el mismo nivel que el de las
especialidades médicas, con todo lo que ello implica (no solo en
cuanto a sueldo, si no, y principalmente, en cuanto al reconocimiento
de la importancia y utilidad de la profesión). Aunque en nuestro
país algunas psicólogas ya desempeñaban labores clínicas desde
hace décadas, la creación, reconocimiento e implantación de la
figura del psicólogo clínico fue un paso histórico y crucial para
la disciplina.
Como
estas cosas ocurrieron hace ya más de 20 años y los seres humanos
tenemos una capacidad asombrosa para olvidar y acomodarnos a las
circunstancias, en la actualidad nos encontramos con algunas
situaciones que, más que seguir impulsando el crecimiento de la
especialidad, se están convirtiendo en verdaderos obstáculos y
lastres que amenazan con la posibilidad de perder todo lo conseguido
en épocas anteriores. Aquí enumero alguno de los que, en mi
opinión, son más preocupantes.
La
adopción e imitación (hasta el extremo) del modelo médico
clásico.
Por modelo médico aquí hay que entender aquel tipo de actividad
sanitaria que considera que para tratar cualquier problema de salud lo
fundamental es encontrar un diagnóstico y aplicar un tratamiento
específico que haya demostrado ser eficaz para curar la patología
en cuestión. Una gran parte de la comunidad de la psicología
clínica (aunque quizás no tan
grande
como se piensa) ha adoptado este esquema a su disciplina, que en si
mismo no es negativo. El problema surge cuando se hace de forma
rígida y se asume que los problemas de salud mental tienen
exactamente los mismos mecanismos que los de las enfermedades.
Aquellos psicólogos clínicos que siguen este paradigma trabajan
haciendo diagnósticos de supuestos trastornos mentales y aplicando
el tratamiento que corresponda. Sin embargo, muchos profesionales y
especialistas, expertos en la materia y con amplia experiencia tanto
en la clínica como en investigación, nos indican que no parece que
el esquema “diagnóstico x tratamiento” sea el más adecuado para
resolver los problemas psicológicos, ya que, entre otras cosas,
semejante enfoque no ha demostrado ser completamente eficaz y deja de
lado las características de la persona, sus circunstancias vitales,
el contexto, etc. Tampoco tiene en cuenta la importancia de los
factores comunes, la cual ya he comentado en otras ocasiones.
El
“juego de tronos” de los modelos teóricos.
Otro problema los tenemos con la diversidad de modelos teóricos y la
consiguientes divisiones internas que llegan a producir. No logramos
hablar un lenguaje común y todos sabemos lo que sucede cuando nos
encontramos con alguien que no habla nuestro idioma y con quien nos
vemos obligados a interaccionar: confusión, frustración... mala
comunicación en general. Afortunadamente, creo que la mayoría de
psicólogas clínicas son capaces de entenderse y respetar que otras
profesionales sigan paradigmas diferentes (recordemos que los psicoterapeutas expertos de diferentes orientaciones teóricas se parecen más entre si que los terapeutas nóveles de la misma escuela). De nuevo el problema surge
cuando se adoptan posturas extremas y se entra en el desprestigio, la
crítica y la competición entre modelos. Aquel lego en la materia
que observe discutir a dos personas con posturas diferentes para ver
quien tiene razón tiene que quedarse pasmado. Debe ser algo así
como ver a varias personas intentando guiarse en una ciudad, cada una
de ellas con un mapa diferente, discutiendo entre ellos cuál tiene
el mejor, pero sin mirar realmente la calle que tienen delante.
La
mala praxis de algunos clínicos.
También son, afortunadamente, pocos los profesionales que ejercen su
actividad de forma incompetente o incluso perjudicial para sus
pacientes, pero nunca lo serán suficientes. El
mal hacer, el comportamiento poco ético, la falta de empatía o el
uso de procedimientos de dudosa validez, son algunos de los ejemplos
de acciones realizadas por parte de algunos psicólogos clínicos y
que no hacen más que desprestigiar la profesión. No queremos ni
esperamos acertar siempre o ser capaces de solucionar todos los
problemas psicosociales de nuestros consultantes, no se trata de eso.
Las malas prácticas son otro tipo de actividades, es la falta de
honestidad o el no derivar un caso cuando uno no tiene las
competencias suficientes para atenderlo o usar una especie de
recetario mágico con fórmulas empleadas para todas por igual, sin
tener en cuenta las particularidades de cada caso.
Las
marcas registradas.
Hace unos días volvía a indignarme al ver una cosa que no era nueva
para mí pero que no deja de molestarme. Se trata de leer el nombre
de un tratamiento psicólogo o programa de intervención, seguido del
superíndice “TM” (siglas en inglés de trade
mark,
“marca registrada”). Yo, iluso de mi, pensaba que cuando
investigamos y diseñamos técnicas de intervención o modelos de
psicoterapia lo hacemos para ayudar a la gente y por el avance de la
ciencia sanitaria y social y que nos vemos en la obligación de que
si encontramos métodos eficaces para solucionar problemas debemos
difundirlos y facilitar el acceso y la formación al resto de
profesionales. Pero parece que otras personas no comparten este punto
de vista. Poniendo la marca “TM” o la famosa “R” rodeada de
un círculo precisamente lo que hacemos es eso: rodear y proteger el
conocimiento, cerrarlo y solo dar acceso a aquellas personas que
pasen por caja previamente. ¿Los más perjudicados? Las de siempre,
nuestras consultantes.
Desinformación
y manipulación: el caso del Máster en Psicología General
Sanitaria.
Ríos de tinta bañan los foros de internet sobre psicología con
respecto al debate acerca de las funciones del Psicólogo General
Sanitario (ya explicadas brevemente en esta otra entrada) y su
comparación con las de la Psicóloga Clínica. Desgraciadamente,
aunque parecen claro las limitaciones del primero de estos
profesionales, asistimos a publicaciones en las que algunos
psicólogos aseveran que básicamente las capacitaciones de ambas
figuras son las mismas y que una psicóloga general sanitaria puede
hacer psicoterapia y tratar trastornos. Curiosamente, este mensaje
suele transmitirse por parte de personas relacionadas de alguna
manera con el citado máster, ya sea porque clases o porque tienen algún otro
tipo de vinculación con el asunto. Los alumnos, deseosos de abrir su consulta y
dedicarse a aquello con lo que soñaban, se aferran a cualquier información que
confirme sus deseos y entonces el conflicto está servido. La
población general no tiene (ni le interesa lo más mínimo) que
conocer estas diferencias entre las funciones de unos y otros, lo que
pueden hacer y lo que no, pero puede salir perjudicada si es atendida
por una persona que no está capacitada para atender su problema
(pero que cree que si).
Falta
de autocrítica y quedarse de brazos cruzados.
Los psicólogos clínicos nos sabemos muy bien aquello del locus
de control interno/externo,
pero parece que en cuanto debatimos sobre el estado de la profesión
el “interno” desaparece por completo. Parece que la culpa es del
intrusismo (los coach, las enfermeras que dice hacer psicoterapia,
los charlatanes), de los políticos y las administraciones (que solos
les importa hacer dinero y obvian la salud pública), de la gente
(que solo quiere pastillas), de los psiquiatras (que no les gusta que
no hayamos estudiado medicina)... No tenemos la costumbre de pararnos
a pensar que quizás
tenemos algo que ver con lo que nos pasa : vamos cada uno por su
lado, nos enfrascamos en batallas interminables sobre cual es el
mejor enfoque de terapia, atendemos más a nuestras necesidades que a
las de la gente, dejamos de involucrarnos en luchar por el desarrollo
de la disciplina en cuanto tenemos una plaza fija... Eso si, nos
quejamos mucho en los foros de internet y las barras de los bares.
Con los brazos cruzados, por supuesto.
Aunque hay alguna cosa más (que
voy a autocensurar), no me gustaría terminar esto solo
describiendo la parte sombría. Por suerte existen personas y
asociaciones que están haciendo un trabajo encomiable por cambiar
las cosas, como son ANPIR, la plataforma APPI o la Mesa Galega da Psicoloxía Clínica, por ejemplo. Es curioso que algunas de estas
personas ni siquiera sean todavía especialistas en psicología
clínica, pero que estén haciendo mucho más que los que ya llevan
un tiempo siéndolo.
Muy bueno. Comparto.
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