lunes, 1 de agosto de 2016

La psicología dentro de las novelas

Ahora que estamos en pleno verano (si, en Gijón también... aunque no lo parezca) y muchas personas están de vacaciones, puede ser un buen momento para dedicarle algo de tiempo a la lectura. ¿Qué mejor que disfrutar de una buena novela en la playa, bajo una sombrilla, o en el campo, al refugio de un árbol?

Se puede aprender mucho de psicología a través de las diferentes manifestaciones artísticas del ser humano: pintura, música, cine, escritura... En cuanto a la literatura, no solo se aprende leyendo libros académicos o monografías sobre diversos temas, si no que una pueden extraer profundos conocimientos sobre la mente humana a través de los escritos de grandes autores. Quizás algunos de los más grandes novelistas hayan adquirido dicho estatus precisamente por sus excelente caracterización de los personajes que habitan en sus obras. Estoy pensando, por ejemplo, en Dostoievski, un escritor muy destacado por su capacidad de mostrar la psicología de los hombres y mujeres que desfilan por las páginas de sus libros. Personalmente recomiendo la lectura de “Memorias de la casa de los muertos”, en que la relata, de forma novelada, su estancia en prisión. A lo largo de los capítulos profundiza en la descripción, sentimientos y vivencias de los otros reclusos con los que se va encontrando a lo largo de su condena, con una precisión digna de cualquier experto en psicología de la personalidad. Es uno de mis libros favoritos, aunque quizás sea algo duro para el período estival.

Aquí va una confesión: a pesar de ser un amante del cine de ciencia ficción, durante muchos años me resistí a leer libros con esa temática. Creía que carecerían de interés (claro, no tienen esos efectos especiales tan vistosos made in Hollywood) y que no serían lo suficientemente profundos como para engancharme a ellos. Afortunadamente, en algún momento de mi vida (no hace mucho) salí de mi error y descubrí que en una novela de ciencia ficción se pueden encontrar también descripciones interesantes de los procesos mentales de las personas, con sus dilemas morales, sus preocupaciones y sus complicadas relaciones con los otros. Es el caso de todo un clásico del género, “El juego de Ender” de Orson Scott Card, un libro en el que lo menos importante es la historia espacial que se relata (que es, desgraciadamente, en lo único que se centró la película realizada hace poco, con lo que se perdió la verdadera esencia de la obra, dando como un resultado un mal film). Resulta fascinante adentrarse en la personalidad de Ender, los demonios internos que van surgiendo a medida que la misma se va desarrollando en unas condiciones realmente duras, con el fantasma de la relación con su hermano rondando durante todo su viaje.

Otra de mis novelas favoritas es “La trilogía de Nueva York” de Paul Auster. Es un libro difícil de leer, por lo extraño y enigmático, pero en el que desde una lente psicológica se pueden observar retazos de paranoia y hasta psicosis en sus personajes y las situaciones en las que se ven envueltos. Pero si esta obra resulta demasiado complicada, también se puede recurrir a la voluminosa David Copperfield” de Charles Dickens, en la que acompañamos durante prácticamente toda su vida a su protagonista, que nos hace partícipe de sus penas, anhelos y alegrías. Eso si, puede resultar bastante irritante la imagen que se da de las mujeres, a las que se dibuja en muchos momentos de una manera bastante denigrante. En esos casos tenemos oportunidad no ya de estudiar la psicología de los personajes, si no de las creencias, ideologías y puntos de vista de la época. Lo malo es que no era solo cuestión de los profanos; baste leer los tratados médicos de hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX, donde la definición del carácter de la mujer resulta bastante insultante (merece una pena echar un vistazo, por ejemplo, a “La histeria antes de Freud”, para comprobar a lo que me refiero).




Volviendo a la ciencia ficción, uno de los autores más prestigiosos del género es, sin duda, Isaac Asimov. Aunque no es de mis favoritos, quiero proponer a la lectora uno de sus cuentos breves. Se titula “Mundos posibles” y se puede encontrar en la colección “Cuentos completos I”, publicado en España por Zeta (también se puede leer pinchando aquí). En esta historia se refleja uno de los problemas más habituales a los que nos enfrentamos: el “¿y si...?”. ¿Y si hubiese dicho B en lugar de A? ¿Y si me hubiese esforzado más? ¿Y si pasa algo malo? ¿Te resulta familiar? Es algo habitual y normal. Nos paramos a darle vueltas a las cosas, a arrepentirnos de no haber hecho o dicho algo de forma diferente o a anticipar lo que va a pasar mañana o dentro de un mes. No tiene nada de extraño, es la forma de funcionar de la mente. El problema surge cuando nos quedamos demasiado enganchados a estos pensamientos y empezamos a vivir más en ellos que en el momento presente. En el relato, Norman y Livy son una pareja que emprende un viaje en tren, en el que se encuentran con un extraño hombre que les da la posibilidad de observar cómo hubiese sido su vida si no se hubiesen conocido, lo que acaba desencadenando alguna que otra desavenencia entre ellos.

Quizás este cuento resulte una lectura mucho más ligera que las anteriores recomendaciones. Si lo lees, te invito a que prestes mucha atención a una de las frases que dice Livy, ya casi al final de la historia:

“— Estaba equivocada. Yo pensaba que puesto que nos teníamos el uno al otro, también poseíamos todos los posibles del uno y del otro. Pero no todas las posibilidades nos afectan. Con lo real tenemos suficiente. ¿Entiendes lo que quiero decir?”.

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