Ahora
que estamos en pleno verano (si, en Gijón también... aunque no lo
parezca) y muchas personas están de vacaciones, puede ser un buen
momento para dedicarle algo de tiempo a la lectura. ¿Qué mejor que
disfrutar de una buena novela en la playa, bajo una sombrilla, o en
el campo, al refugio de un árbol?
Se
puede aprender mucho de psicología a través de las diferentes
manifestaciones artísticas del ser humano: pintura, música, cine,
escritura... En cuanto a la literatura, no solo se aprende leyendo
libros académicos o monografías sobre diversos temas, si no que una
pueden extraer profundos conocimientos sobre la mente humana a través
de los escritos de grandes autores. Quizás algunos de los más
grandes novelistas hayan adquirido dicho estatus precisamente por sus
excelente caracterización de los personajes que habitan en sus
obras. Estoy pensando, por ejemplo, en Dostoievski, un escritor muy
destacado por su capacidad de mostrar la psicología de los hombres y
mujeres que desfilan por las páginas de sus libros. Personalmente
recomiendo la lectura de “Memorias de la casa de los muertos”,
en que la relata, de forma novelada, su estancia en prisión. A lo
largo de los capítulos profundiza en la descripción, sentimientos y
vivencias de los otros reclusos con los que se va encontrando a lo
largo de su condena, con una precisión digna de cualquier experto en
psicología de la personalidad. Es uno de mis libros favoritos,
aunque quizás sea algo duro para el período estival.
Aquí
va una confesión: a pesar de ser un amante del cine de ciencia
ficción, durante muchos años me resistí a leer libros con esa
temática. Creía que carecerían de interés (claro, no tienen esos
efectos especiales tan vistosos made in Hollywood)
y que no serían lo suficientemente profundos como para engancharme a
ellos. Afortunadamente, en algún momento de mi vida (no hace mucho)
salí de mi error y descubrí que en una novela de ciencia ficción
se pueden encontrar también descripciones interesantes de los
procesos mentales de las personas, con sus dilemas morales, sus
preocupaciones y sus complicadas relaciones con los otros. Es el caso
de todo un clásico del género, “El juego de Ender”
de Orson Scott Card, un libro en el que lo menos importante es la
historia espacial que se relata (que
es, desgraciadamente, en lo único que se centró la película
realizada hace poco, con lo que se perdió la verdadera esencia de la
obra, dando como un resultado un mal film). Resulta fascinante
adentrarse en la personalidad de Ender, los demonios internos que van
surgiendo a medida que la misma se va desarrollando en unas
condiciones realmente duras, con el fantasma de la relación con su
hermano rondando durante todo su viaje.
Otra
de mis novelas favoritas es “La trilogía de Nueva York”
de Paul Auster. Es un libro difícil de leer, por lo extraño y
enigmático, pero en el que desde una lente psicológica se pueden
observar retazos de paranoia y hasta psicosis en sus personajes y
las situaciones en las que se ven envueltos. Pero si esta obra
resulta demasiado complicada, también se puede recurrir a la
voluminosa “David Copperfield”
de Charles Dickens, en la que acompañamos durante prácticamente
toda su vida a su protagonista, que nos hace partícipe de sus penas,
anhelos y alegrías. Eso si, puede resultar bastante irritante la
imagen que se da de las mujeres, a las que se dibuja en muchos
momentos de una manera bastante denigrante. En esos casos tenemos
oportunidad no ya de estudiar la psicología de los personajes, si no
de las creencias, ideologías y puntos de vista de la época. Lo malo
es que no era solo cuestión de los profanos; baste leer los tratados
médicos de hasta finales del siglo XIX y principios del siglo XX,
donde la definición del carácter de la mujer resulta bastante
insultante (merece una pena echar un vistazo, por ejemplo, a “La histeria antes de Freud”,
para comprobar a lo que me refiero).
Volviendo
a la ciencia ficción, uno de los autores más prestigiosos del
género es, sin duda, Isaac Asimov. Aunque no es de mis favoritos,
quiero proponer a la lectora uno de sus cuentos breves. Se titula
“Mundos
posibles”
y se puede encontrar en la colección “Cuentos
completos I”,
publicado en España por Zeta (también
se puede leer pinchando aquí).
En esta historia se refleja uno de los problemas más habituales a
los que nos enfrentamos: el “¿y
si...?”.
¿Y si hubiese dicho B en lugar de A? ¿Y si me hubiese esforzado
más? ¿Y si pasa algo malo? ¿Te
resulta familiar? Es algo habitual y normal. Nos paramos a darle
vueltas a las cosas, a arrepentirnos de no haber hecho o dicho algo de
forma diferente o a anticipar lo que va a pasar mañana o dentro de un
mes. No tiene nada de extraño, es la forma de funcionar de la mente.
El problema surge cuando nos quedamos demasiado enganchados a estos
pensamientos y empezamos a vivir más en ellos que en el momento
presente. En
el relato, Norman y Livy son una pareja que emprende un viaje en
tren, en el que se encuentran con un extraño hombre que les da la
posibilidad de observar cómo hubiese sido su vida si no se hubiesen
conocido, lo que acaba desencadenando alguna que otra desavenencia
entre ellos.
Quizás este cuento resulte una lectura mucho más
ligera que las anteriores recomendaciones. Si lo lees, te invito a que prestes mucha atención a
una de las frases que dice Livy, ya casi al final de la historia:
“—
Estaba equivocada. Yo pensaba que puesto que nos teníamos el uno al
otro, también poseíamos todos los posibles del uno y del otro.
Pero no todas las posibilidades nos afectan. Con lo real tenemos
suficiente. ¿Entiendes lo que quiero decir?”.
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