El
pasado sábado se desarrollaron en Oviedo las III Jornadas de la
Sociedad de Psicología Clínica Asturiana (SOPCA), centradas este
año en el papel del psicólogo clínico en los programas de atención
a los trastornos mentales graves, con (me atrevería a decir)
bastante éxito.
Desde
el 2013, SOPCA no organizaba unas jornadas de este tipo; somos una
sociedad pequeña (aunque hemos crecido durante el último año)
formada por personas ocupadas con muchos otros asuntos. Esta ha sido
la primera ocasión en la que los miembros de la actual junta
directiva ha funcionado como comité organizador de un evento de este
tipo. Y lo cierto es que nos hemos quedado muy satisfechos con el
resultado. Más de 60 personas nos inscribimos en las jornadas:
psicólogos clínicos, psicólogas, estudiantes... a pesar de ser un
sábado. Los asistentes mostraron un gran interés en las ponencias,
lo cual quedó en evidencia por el número de preguntas e
intervenciones que se produjeron durante los minutos dedicados al
debate. Creo que uno de los aciertos de la organización fue,
precisamente, el dejar un tiempo amplio al final de cada ponencia
para que el público pudiera interactuar y compartir sus impresiones.
No podemos estar más que agradecidos por su participación y el
feedback que recibimos al finalizar el evento. En las hojas de
evaluación se repitieron mensajes de enhorabuena y de lo ajustado
del tiempo (muchas personas indicaron que les hubiese gustado que la
jornada fuera más larga).
Ha
sido curioso observar la sinergia que se produjo entre los ponentes.
Aunque algunos de ellos se conocían y mantienen una amistad, fueron
contactados de forma independiente y trataron temas diferentes. Y, a
pesar de ello, mostraron muchos puntos en común en su forma de
entender el papel de la psicología clínica. La importancia del
contexto, a la hora de comprender los problemas de estas personas,
quedó de manifiesto en cada una de las exposiciones, así como el
papel fundamental de la relación terapéutica y de una atención
individualizada, centrada en la persona. Quedó claro que el
psicólogo clínico tiene mucho que aportar, y no solo porque lo
digamos los especialistas en psicología clínica, si no porque la
evidencia así lo demuestra y porque guías nacionales e
internacionales recomiendan la terapia psicológica como tratamiento
de primera elección.
Al
mismo tiempo que estuvimos todos de acuerdo en esto último, también
coincidimos en denunciar la falta de recursos dedicados a las
intervenciones psicológicas en los servicios públicos. Por ejemplo,
los ETAC (Equipo de Tratamiento Asertivo Comunitario) de Oviedo y
Avilés no tienen psicólogo clínico, incomprensiblemente.
La
inauguración de la jornada corrió a cargo de Elena Cubero (en
representación del Colegio Oficial de Psicólogos del Principado de
Asturias, entidad colaboradora en esta edición) y de José Ángel
Arbesú (responsable de la Unidad del Programa Marco de Salud Mental
de la Consejería de Sanidad). Este último mencionó algunas de las
líneas estratégicas del Plan de Salud Mental de Asturias 2015-2020,
en el que se contempla la contratación de 19 psicólogos clínicos y
el refuerzo de los programas de trastorno mental severo.
Marino
Pérez, catedrático de la Universidad de Oviedo, propuso un modelo
de psicopatología centrado en la persona, en el que lo fundamental
es la intervención psicológica, vehiculizada a través de la
relación terapéutica, principal herramienta de actuación. Recordó
la importancia de atender a la experiencia subjetiva de la persona
aquejada de síntomas psicóticos y aportó una amplia bibliografía
científica que demuestra la falta de evidencia de que trastornos
como la esquizofrenia constituyan una “enfermedad del cerebro”.
Así mismo, la medicación antipsicótica no parece ser el remedio a
este problema, en base a los resultados de diversas investigaciones.
Óscar
Vallina, psicólogo clínico del Servicio Cántabro de Salud, nos
contó su experiencia en el programa de intervención temprana en
psicosis. Vimos los buenos resultados que se pueden obtener con poca
inversión y supimos de las dificultades con las que se encuentra la
psicología clínica a la hora de abrirse hueco en un sistema donde
sigue predominando el modelo médico. Comprobamos también como en
España seguimos atrasados en cuanto a programas de prevención de
psicosis: el aumento de dispositivos de este tipo ha sido
considerable en países vecinos como el Reino Unido, mientras que
aquí siguen escaseando.
Continuamos
la jornada con una mesa redonda en la que participaron todos los
ponentes y, por supuesto, el resto de los asistentes. Aquí se
trataron los temas señalados en los primeros párrafos: la
importancia de las intervenciones psicológicas, la necesidad de
aumentar este tipo de prestaciones en los servicios públicos,
mantener un enfoque contextual y hacer algo de autocrítica (algunos
especialistas en psicología clínica apegados a un modelo médico
que poco favor hacer a la profesión y a los pacientes).
Después
del descanso para comer, continuamos con la ponencia de Javier
Fernández, psicólogo clínico del Servicio de Salud del Principado
de Asturias, que nos habló de todas las intervenciones psicológicas
recomendadas para los trastornos mentales graves y cómo muchas de
ellas no se están aplicando, dando lugar a situaciones como la del
Centro de Tratamiento Integral de Montevil (Gijón), en la que la
proporción de psiquiatras y psicólogos clínicos es de
prácticamente 4 a 1. Terminó dejándonos con dos preguntas bastante
interesantes: “¿Y tú, a qué habrías dedicado el millón de
euros que costó el Xeplion?”; y “Contexto médico o social:
¿dónde deberíamos estar los psicólogos clínicos?”.
La
última exposición, a cargo de Marco Luengo (psicólogo clínico y
Director del Área de Promoción Social del Ayuntamiento de Avilés),
también suscitó mucho interés. Versó sobre un tema poco tratado
pero de gran importancia: los trastornos mentales graves en personas
sin hogar. Nos mostró los resultados del programa Housing First en
España y respondió a la pregunta de “¿para qué sirve la
psicología clínica aquí?”: para no sorprenderse de la situación,
para tener una visión funcional y contextual de la psicopatología,
para diseñar una atención adecuada y para ser crítico en cuanto a
cómo abordamos la salud mental de las personas, entre otras cosas.
En
definitiva, el resultado de las III Jornadas de SOPCA ha superado
nuestras expectativas. La psicología clínica sigue reclamando su
sitio, y no tanto por intereses personales, si no en base a la
aportación que puede hacer a la hora de ayudar a que las personas
afronten las dificultades de su vida, conservando su autonomía y
capacidad de desarrollo personal.
Gracias
a todas las personas que lo hicieron posible: comité organizador
(Almudena, Antía, Carlos, María y Teresa), COPPA, Marino, Óscar,
Javier, Marco, Nacho y a todas y todos los asistentes. Esperamos
volver a veros pronto.
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