lunes, 22 de septiembre de 2025

Pañuelos de papel

 

 

Hace unos cuantos años, coincidí en un viaje con una psicóloga que me contó, emocionada, que su jefa había tenido una idea "buenísima": quitar los paquetes de pañuelos de papel de la consulta. Habían observado que funcionaban como estímulos discriminativos de la conducta de llorar; quitándolos de la vista de los consultantes, lograban que llorasen menos en sesión. Ahora bien, el por qué se supone que eso es deseable no me lo explicó.

Tiempo después, como alumno de un máster, me encontré con un profesor que nos decía, lleno de seguridad, que si un "paciente" lloraba en consulta, bajo ningún concepto le acercáramos nosotros (los terapeutas) la caja de pañuelos, que "eso es contratransferencia" (también nos advirtió de mirar a otro lado si nos los cruzamos por la calle; ¡nada de saludar!).

Y, hace poco, leí a otro colega, en esta misma red, que afirmaba que acercar los pañuelos de papel al "paciente" podía hacerle sentir muy mal, como que le daba pena al terapeuta. Y eso perjudicaría al vínculo, a la terapia, etc.


En esos tres ejemplos echo en falta algo: ¿alguien se ha molestado en preguntarle a la persona su opinión o cómo se sentía al respecto? Claro que no. ¿Cuántas reglas como estas nos transmiten (y transmitimos) en nuestro proceso de aprendizaje? Es evidente que necesitamos tener ciertas reglas o principios que seguir para poder hacer nuestro trabajo; la cuestión es no olvidarse de lo que son: reglas, no Verdades inmutables. Seguirlas de forma rígida puede ser lo peor que podamos hacer. Porque nuestros actos tienen significados diferentes para cada persona, en función de su propia historia y circunstancias particulares.

Es como la duda sobre si ponerse en contacto o no con alguien que no acude a una cita programada. Es un tema que surge a menudo en supervisión y formación. "¿Llamo o no llamo?". Carl Rogers decía que no llamaba a los que no acudían y dejaba que fueran ellos los que tomasen la decisión de retomar el contacto; para él, era otra forma de mostrar respeto a su autonomía. Habrá quien viva como intrusivo el que su psicólogo se ponga en contacto para preguntar qué ha pasado; sin embargo, otras personas lo entenderán como una muestra de interés genuino.

Así que, cuando me preguntan, yo creo que lo idea sería llegar a un acuerdo al comienzo de la terapia, preguntando a la persona cuál sería su preferencia. Y así con otras tantas cosas del proceso terapéutico: pregunta, escucha, interésate por sus preferencias y trata de entenderlas. Colabora de forma radical y no tengas miedo a cuestionar las reglas que te han transmitido o que has creado.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

Suicidio y autocuidado del terapeuta

Hoy es el día mundial de la prevención del suicidio. El suicidio, uno de los aspectos que más estrés generan en los terapeutas.

Hace 2 años, Eduardo Fonseca Pedrero y Susana Al-Halabí editaron el "Manual de psicología de la conducta suicida", una obra de referencia para cualquier profesional de la psicología interesado en el tema. Un libro fantástico que ofrece una mirada humana y contextual a este tema tan relevante.

Tuve el honor de poder participar en este manual, escribiendo un capítulo sobre autocuidado del terapeuta. Hoy es un buen día para recordar las recomendaciones que hicimos en esas páginas:

1. Mantente informado acerca de los factores de riesgo asociados al estrés laboral que pueden afectar a tu desempeño profesional.

2. Desarrolla e implícate, de forma intencional, en un plan de autocuidado a lo largo de toda tu carrera profesional.

3. Implícate en actividades a tu medida, en función de tus circunstancias, características y necesidades particulares.

4. Considera el autocuidado como una estrategia preventiva más que de intervención. La evidencia demuestra que los efectos del autocuidado son
muy limitados cuando el profesional ya sufre las consecuencias del estrés.

5. Monitoriza de forma continuada tu propio estado psicológico y físico, y estate atento a la presencia de factores de riesgo.

6. Encuentra un balance adecuado entre trabajo y vida personal, desarrollando otro tipo de actividades que no tengan que ver con la actividad profesional, estableciendo límites y diversificando.

7. Desarrolla flexibilidad a la hora de hacer frente a situaciones estresantes, combinando diferentes estrategias de afrontamiento cuando alguna no resulte eficaz.

8. Haz uso de tus redes sociales ajenas al trabajo como fuente de apoyo.

9. Llevar a cabo prácticas relacionadas con la espiritualidad, en un sentido amplio y personal (dar sentido al trabajo, estar en contacto con la naturaleza o prácticas más formales, por ejemplo).

10. Cuida tu salud física mediante una dieta adecuada, la práctica de ejercicio regular y la higiene del sueño.

11. Considera la posibilidad de hacer terapia personal cuando sea necesario.