sábado, 13 de mayo de 2017

Investigación en psicología clínica: un ejemplo


Las competencias en materia de investigación son parte de la formación del psicólogo especialista en psicología clínica y tienen su espacio durante los cuatros años de residencia (PIR). Es fundamental, aunque el profesional no se vaya a dedicar a investigar, poseer una serie de conocimientos sobre metodología, análisis estadístico y procesos de investigación, así como desarrollar la capacidad de lectura crítica de la literatura especializada. Quizás muchas psicólogas y psicólogos clínicos no lleven a cabo nunca ninguna investigación propia, pero si que van a tener que leer en algún momento, con total seguridad, trabajos para cuya correcta interpretación es necesario tener los conocimientos científicos suficientes.

En Asturias es obligatorio para todos los residentes de psicología clínica y de psiquiatría el desarrollo y realización de un trabajo de investigación. Es una experiencia que, en general, resulta estresante para el futuro especialista, pero una vez superada, aporta una serie de competencias muy útiles. Durante mi período como PIR, llevé a cabo un estudio sobre cómo uno de los factores comunes eficaces en psicoterapia influía en los resultados del tratamiento psicológico. Aquel trabajo dio lugar a un artículo que publiqué en Revista de Psicoterapia en 2015 y que puede leerse al completo pinchando aquí.

No explicaré cómo se hizo el estudio, ya que el proceso está resumido en el mencionado artículo. Lo que quiero compartir aquí son los resultados con los que me encontré. Aquellos relacionados con el principal objetivo de la investigación aparecen en la publicación, pero hay otros hallazgos posteriores que fueron presentados en formato póster en varios congresos. Son análisis de los datos que hice después de finalizar el estudio, motivado por algunas preguntas que me hicieron en la exposición del trabajo de fin de residencia.

Vaya por delante que el trabajo tiene varias carencias y limitaciones metodológicas, por lo que las siguientes conclusiones no se pueden generalizar. 
 
  • El primer dato importante es que se mostró algún tipo de asociación entre la mejoría sintomática de los pacientes y la empatía percibida en los terapeutas. Esto no es nada nuevo. Como ya comenté en alguna otra ocasión, la empatía a demostrado (en investigaciones mucho mejor diseñadas que esta) ser un factor potenciador de los resultados de la psicoterapia.

  • Algo novedoso (hasta donde yo sé) consistió en comprobar si algún rasgo de personalidad de las personas atendidas se asociaba a la percepción que tenían de la empatía de la profesional que los trataba. La respuesta fue si: cuanto más extrovertida es una persona es más probable que puntúe más favorablemente la empatía de la terapeuta. Esto puede tener implicaciones a la hora de valorar los resultados mencionados en el punto anterior, ya que las características de personalidad pueden actuar como variable extraña de los resultados.

  • Fue interesante comprobar que aproximadamente la mitad de las personas había mejorado bastante en pocas sesiones (5 o menos), lo que es indicativo de que los tratamientos psicológicos pueden resultar eficaces en un breve período de tiempo y que los residentes de psicología clínica muestran un elevado nivel de competencia en esta materia.

  • Ya que tenía medidas de rasgos de personalidad y de resultados de la intervención, me decidí a comprobar si determinadas características personales de los pacientes tenían relación con la evolución del tratamiento. Y así fue: el rasgo Neuroticismo correlacionó positivamente con mejoría en los factores Problemas/Síntomas (p = 0.002), Riesgo (p =0.018), Puntuación Total (p = 0.011) y Puntuación Total sin los ítems de Riesgo (p = 0,009); el rasgo Responsabilidad correlacionó negativamente con Riesgo (p = 0.004); no se encontraron correlaciones significativas con los otros tres rasgos de personalidad del NEO-FFI. En resumen, se halló que a mayor nivel de Neuroticismo en los pacientes, mayor probabilidad de mejoría clínicamente significativa durante las primeras sesiones de terapia. Por otra parte, aquellos con niveles altos de Responsabilidad mostraban empeoramiento en los ítems relacionados con el riesgo de presentar conductas auto o heteroagresivas.

  • Finalmente, quise ver si el sexo del terapeuta afectaba de alguna manera a los resultados del tratamiento. Aquí me centré en dos cuestiones: ¿hay diferentes en empatía percibida entre hombres y mujeres? ¿Los resultados del tratamiento son diferentes cuando existe congruencia entre el sexo del paciente y el del terapeuta con respecto a cuando no se da esta coincidencia? En ambos casos la respuesta fue negativa: tanto mujeres como hombres fueron percibidos como igual de empáticos y el hecho de la congruencia de sexo entre profesional y consultante no afectó a los resultados. Sostengo la creencia, sin embargo, de que en casos específicos el sexo del terapeuta puede ser un factor muy importante, dependiente de la persona, el problema por el que consulta y las preferencias que tenga.

En definitiva, sirva esto como humilde ejemplo de otras de las tareas que realizan los psicólogos internos residentes durante su formación y para resaltar, una vez más, la importancia de los factores asociados con la relación terapéutica durante la psicoterapia.

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