martes, 19 de octubre de 2021

¿Qué es la terapia psicológica?

Hace unos días en Maldita Ciencia me hicieron unas preguntas que se publicaron en este artículo, con motivo del día de la salud mental, y en el que participaron otras compañeras de profesión. Pudimos ver que hay mucho consenso con respecto a lo que es y lo que no es una terapia psicológica, psicoterapia o tratamiento psicológico. Como creo que han quedado bien las y que son bastante comprensibles para el público general, a continuación, dejo por aquí mis respuestas completas a las preguntas que me hicieron inicialmente.

 

Fotos de stock gratuitas de adentro, análisis, apoyar

 

¿Qué es y en qué consiste la terapia psicológica?

La terapia psicológica o psicoterapia es una aplicación de la ciencia de la psicología dirigida a ayudar a personas que experimentan algún tipo de sufrimiento humano (lo que llamamos ansiedad o depresión, por ejemplo, entre otras cosas) mediante el uso de diferentes procedimientos y técnicas que permiten solucionar los problemas relacionados con su malestar.

Hay varias formas de llevar a cabo la terapia, que se puede hacer, según las necesidades de cada caso, de forma individual, en grupo, en terapia de pareja o terapia familiar. En general, la terapia consiste en una conversación con un profesional de la psicología, un tipo de conversación que es diferente a la que se tiene con un familiar o un amigo y en la que todo lo que hace y dice el psicólogo se basa en una serie de principios fundamentados en estudios científicos que muestran que así se pueden producir cambios y encontrar soluciones a los problemas de las personas. La primera parte de la terapia consiste en recopilar información sobre lo que le sucede a la persona y contextualizarlo, es decir, asociarlo a las circunstancias que la rodean. Se trata de desarrollar una hipótesis acerca de qué es lo que necesita cambiarse, fijar unos objetivos concretos y analizar las opciones disponibles para conseguirlos. Luego se le ayuda a poner en marcha las acciones necesarias, siempre teniendo en cuenta las características relevantes de cada persona, sus valores y sus preferencias, tres pilares fundamentales de lo que llamamos la práctica basada en la evidencia, y que es una especie de estándar para garantizar que la terapia se base en el conocimiento científico vigente (APA, 2006).

 

¿Qué no lo es y cómo podemos distinguirla?

La terapia psicológica no consiste en dar consejos o solo escuchar. No se trata tampoco de hacer comentarios con la intención de "animar" a alguien. Muchos menos en tomar decisiones en nombre de otro. Cualquier procedimiento que incluya ideas pseudocientíficas tampoco se puede considerar psicoterapia. Por ejemplo, si se habla de cosas más bien esotéricas como "vidas pasadas", "energías", "constelaciones" o similares esto nos da una clara señal de que eso no es terapia psicológica. Otra manera de distinguir lo que es psicoterapia de lo que no es en función de la titulación de quien diga ejercerla. En España, a falta de una regulación específica sobre la psicoterapia como tal, quienes pueden hacer terapia son profesionales sanitarios debidamente cualificados, principalmente psicólogos/as de la rama clínica. Si el terapeuta no tiene la formación adecuada no podemos considerar que lo que haga sea terapia psicológica.

 

¿Para qué nos puede servir y cómo nos puede ayudar?

Es eficaz para multitud de problemas: reducir sensaciones de ansiedad, miedo o depresión. problemas en las relaciones con otras personas o afrontar situaciones difíciles como eventos traumáticos u otros sucesos particularmente estresantes. Si hablamos en términos de diagnósticos clínicos, al menos tres décadas de estudios vienen demostrando consistentemente que la psicoterapia nos ayuda a resolver problemas de todo tipo, incluidos los que generalmente consideramos graves, tales como depresión, fobias, trastornos de la conducta alimentaria, trastornos de la personalidad, trastornos psicóticos, etc. Y esto está demostrado tanto con adultos (Fonseca-Pedrero et al, 2021a) como con niños y adolescentes (Fonseca-Pedrero et al, 2021b).

  

¿Qué no podemos esperar de ella? Es decir, ¿qué límites tiene?

La terapia no nos va a dar respuestas a todas nuestras preguntas ni el psicólogo va a tomar decisiones por nosotros. El profesional no tiene la solución exacta para cada problema, más bien las herramientas para lograr que sea la propia persona la que pueda aprender a afrontarlo. Tampoco podemos esperar metas irrealistas como conseguir que no nos afecten las cosas, no sentirnos mal o ser felices todo el tiempo. Esas cosas no son ni posibles ni deseables. El malestar, por desagradable que sea, cumple una función en nuestra vida y no podemos erradicarlo sin más. Igualmente, la terapia no va a cambiar tu personalidad, valores o forma de ser. No te puede convertir en otra persona diferente. Lo que sucede en las sesiones tiene un efecto muy limitado si no se llevan a cabo cambios fuera de la consulta. Y en estos juegan un papel muy importante las circunstancias de cada uno. A pesar de lo que dicen algunos, no puedes encontrarte bien si no tienes unas condiciones de vida suficientemente buenas. Eso es lo que habría que cambiar, muchas veces, y ya no depende de la terapia.

 

¿Quiénes y cuándo deberíamos acudir a terapia? O de otra forma, ¿todo el mundo debería ir a terapia alguna vez?

No, no todos deberíamos ir a terapia alguna vez. De hecho, lo que nos muestra la investigación en psicología debería poder utilizarse para crear unas condiciones de vida (sanitarias, sociales, comunitarias, políticas, etc.) que favorecieran el bienestar de la población e hicieran innecesaria la terapia. No hay problemas de salud mental sin problemas en el entorno. Por ejemplo, unos sociólogos ingleses publicaron hace poco un libro que reúne un buen número de investigaciones que muestran que cuanto mayor es la desigualdad social en un lugar determinado, mayor es también la proporción de problemas psicológicos (Wilkinson y Picket, 2019). Además, el porcentaje de personas que se recuperan de problemas como la depresión sin recibir ningún tipo de terapia es alto (Rodríguez-Morejón, 2016). En general, las personas tendemos a adaptarnos y superar dificultades continuamente, siempre que las circunstancias sean favorables.

En cualquier caso, hay algunas señales que deberían llevarnos a consultar con un profesional: si tenemos un problema que nos limita en algún área importante de nuestra vida, si el malestar es muy intenso o continuo, o cuando pensamos en suicidarnos o hacernos daño, por ejemplo.

 

Cualquier otra cuestión relacionada.

Como cualquier intervención técnica, para que la terapia resulte útil tienen que darse unas condiciones suficientes, como una frecuencia e intensidad adecuadas. Normalmente, se recomienda comenzar con sesiones semanales de 50 o 60 minutos. Con esto tenemos un problema en el Sistema Nacional de Salud: no hay suficientes psicólogos clínicos para atender a la población en las condiciones adecuadas, lo que pone en riesgo su salud mental, como se ha denunciado recientemente en esta nota de prensa: Se sigue negando el acceso a psicoterapia en la sanidad pública

 

Referencias:

APA Presidential Task Force on Evidence-Based Practice. (2006). Evidence-based practice in psychology. The American Psychologist, 61(4), 271-285.

Fonseca-Pedrero, E., Pérez-Álvarez, M., Al-Halabí, S., Inchausti, F., Muñiz, J., López-Navarro, E., ... & Marrero, R. J. (2021a). Tratamientos Psicológicos Empíricamente Apoyados Para Adultos: Una Revisión Selectiva. Psicothema, 33(2), 188-197.

Fonseca-Pedrero, E., Pérez Álvarez, M., Al-Halabí, S., Inchausti, F., Muñíz, J., López Navarro, E., ... & Montoya Castilla, I. (2021b). Tratamientos Psicológicos Empíricamente Apoyados Para la Infancia y Adolescencia: Estado de la Cuestión.

Rodríguez-Morejón, A. (2016). El cliente en psicoterapia: contribución al resultado terapéutico. Anales de Psicología/Annals of Psychology, 32(1), 1-8.

Wilkinson, R. G., & Pickett, K. (2019). Igualdad: Cómo las sociedades más igualitarias mejoran el bienestar colectivo. Capitan Swing.

miércoles, 25 de agosto de 2021

Historias de psicólogos


Déjame que te cuente una historia que me ha confiado un psicólogo al que conozco bien, quien me ha dado permiso para compartirla públicamente. Los hechos tienen lugar en tres momentos temporales diferentes y todos ellos comparten un nexo común: la visita a una consulta de psicología.

 

-      Primera experiencia: cuando tenía alrededor de 10 años, este futuro psicólogo empezó a pensar en su propia existencia y a ser consciente de que algún día se moriría. El hecho de pensar en su propia muerte le angustiaba tanto que no podía centrarse en otra cosa. Sus padres, preocupados por su estado anímico y no sabiendo bien qué hacer, decidieron llevarlo a la psicóloga clínica de salud mental infantil. Aquel niño recuerda que fueron pocas sesiones, pero muy intensas para él. No era fácil hablar de cosas que daban miedo, y menos con una desconocida que le miraba detrás de la mesa con una cara más bien inexpresiva. En su memoria ya no queda prácticamente nada del contenido de sus conversaciones. Solo puede visualizar con total claridad una escena: la psicóloga haciéndole muchas preguntas sobre su relación con un amigo que tenía entonces, un chico con el que había pasado malos momentos. Nuestro protagonista no entendía por qué aquella mujer indagaba con tanto interés en este punto, “¡si a mi lo que me pasa no tiene nada que ver con este chico! ¡Yo lo que tengo es miedo a morir!” Recibió pronto el alta, puesto que no había ningún problema clínico que tratar.

 

-      Segunda experiencia: al poco de empezar la licenciatura en psicología, recibió la triste noticia de que un familiar cercano había sido diagnosticado con una enfermedad grave y con muy mal pronóstico. Y, aunque más adelante la enfermedad sería superada, en el momento aquello supuso un duro golpe para él. Unido a otras circunstancias que ha preferido no compartir, nuestro amigo cayó en una depresión, lo que le llevó a la consulta de otra psicóloga. De aquella nueva terapia, muy breve, recuerda también pocas cosas: el estar sentado durante horas cubriendo un cuestionario de personalidad que parecía interminable; un comentario de la psicóloga con el que pretendía convencerle de que una de las cosas que temía que le sucedieran no era negativa, si no al contrario, lo mejor que le podía pasar; y la sonrisa y el afecto con el que le trataba. Sobre todo, esto último.

 

-      Tercera experiencia: años después, una ruptura de pareja le volvió a dejar tocado y no dudó en buscar ayuda profesional. En esta ocasión dio con un psicólogo de su seguro médico que le dedicaba unos 20 minutos por sesión (no fue a muchas, dice que cree que no volvió después de la segunda) y del que recuerda básicamente dos cosas: que no parecía haberse enterado o no recordaba el motivo de consulta, porque apenas le preguntó por ello; y, lo peor de todo, la siguiente escena: “una vez le estaba contando que me sentía solo y que eso era muy duro para mí y su respuesta fue algo así como que él, muchas veces, se iba a su casa en coche después de ver muchos pacientes, se encontraba con su mujer y sus hijos y que deseaba poder estar solo un rato. Vamos, le faltó decirme ¡Uy, pues que suerte! ¡Cómo me gustaría a mi estar solo un rato y que me dejaran en paz la gente pesada, como tú y mi familia”.

 

Ahora, años después de estos hechos y con 10 años de experiencia a sus espaldas, mi amigo es capaz de mirar atrás, analizar estos sucesos y utilizarlos como experiencias de aprendizaje que indican cosas que es importante tener en cuenta de cara a tratar con personas en su trabajo diario.

 

-      Primera experiencia: de aquí se pueden destacar dos cosas. La primera, la importancia de calibrar la intensidad de la sesión, más aún en el caso de los niños. Los profesionales debemos crear unas condiciones que sean lo más amables posibles para las personas, favoreciendo el hablar de cosas que generan ansiedad, difíciles de expresar y de escuchar. Una cara inexpresiva y una configuración del espacio poco amigable no ayuda a sentirse cómodo. Quizás mejor retirar la mesa de en medio y esbozar una sonrisa. Por otro lado, a menudo hacemos preguntas que no parecen relacionadas con el motivo de consulta. Para nosotros puede estar claro por qué las hacemos, basadas en nuestros conocimientos; pero, a menudo, su sentido no es tan evidente para quienes acuden a consulta. Bastaría con hacer una serie de comentarios que contextualizaran dichas preguntas y comprobar que la persona lo entiende y está de acuerdo. Tampoco está de más pedir permiso: “Ahora te voy a hacer unas preguntas sobre otros aspectos de tu vida, para conocerte mejor a ti y a tus circunstancias y poder ver si hay algo que influye en lo que te ha traído a consulta, o al menos poder descartar otros factores. Empezaremos por hablar un poco de tu familia. ¿Te parece bien que le dediquemos unos minutos?”. “Si te extraña que te pregunte por alguna cosa en particular, ¿serías tan amable de hacérmelo saber? Estaré encantado de explicarte cuanto necesites y resolver todas tus dudas”.

 

-      Segunda experiencia: “Si vas a pedirle a alguien que cubra un test de 500 preguntas, y no estoy exagerando, mejor dale la opción de que lo haga en casa o en donde quiera, con calma. Quedarte solo en un despacho durante horas no es agradable”, dice en este punto mi compañero. Además, destaca lo agradable que le resulta recordar la sonrisa de su psicóloga. “Que alguien te sonría, incluso después de haberlo contados aspectos que para ti son muy oscuros, es liberador. Hace que no te sientas un bicho raro por sentir lo que sientes; te transmite aceptación. Imagínate hacer un esfuerzo enorme por abrirte, siendo una persona muy introvertida, y encontrarte con un semblante serio o cara de susto. Se te quitarían las ganas de volver a hablar, ¿no? Podrías pensar: ¿tan raro o malo es lo que me pasa? ¿Es así de grave?”. Sin embargo, un sabor amargo acompaña al recuerdo del comentario poco empático, aunque bien intencionado, de esta psicóloga: “¡eso que temes es lo mejor de la vida!”. Un mensaje, sin duda, que trata de ayudar pero que falla de pleno: provoca una sensación de incomprensión y de invalidación de las propias emociones.

 

-      Tercera experiencia: “esta fue la peor de todas, con diferencia. Primero, el psicólogo no se interesó por aquello que me había pasado, las circunstancias. Iba solo al síntoma, por así decirlo. Segundo, lo hacía de forma poco personalizada, mandándome tareas para casa de manual (un autorregistro ABC de toda la vida). Tercero, lo más sangrante: lo de decirme que ojalá el a veces se sintiera solo me pareció uno de los comentarios menos empáticos que escuchado en toda mi vida. Me parece increíble que no se diera cuenta de lo desagradable que era que me dijera que él se pasaba el día rodeado de gente y que terminaba la jornada en su casa rodeado de su familia”. Y así es, siguiendo la línea de la anterior experiencia: intentar convencer a una persona para que vea las cosas de otra manera es contra-terapéutico en muchos sentidos. Además, aunque pueda tener sentido no hablar del motivo de consulta de la persona, si esto no se explica adecuadamente el resultado es negativo. Las personas llegan a consulta con sus preocupaciones y no tienen que saber si deben centrarse en una cosa u otra en la terapia. Es lícito que quieran sentirse escuchadas, que al menos hayan percibido que pudieron expresarse hasta donde necesitaban, que nos interesamos por ellas y por sus vivencias. Es después de esto cuando podremos ir, al ritmo que sea adecuado, focalizando la conversación en lo que puede llevar a conseguir los cambios deseados. Pero esto debe hacerse de forma consensuada, explicando, negociando los temas y metas a trabajar.

 

Una última nota de mi amigo: dice que él no está libre de caer en estos y otros errores; y que, de hecho, le ha pasado en más de una ocasión. Incluso está bastante convencido de que le seguirán pasando cosas similares. Sin embargo, es firma su creencia en que pararse a reflexionar y hablar sobre estos asuntos, revisar sus propias sesiones, lo que hizo bien y lo que hizo mal, es una práctica fundamental para seguir creciendo como profesional. Y yo estoy bastante de acuerdo con él. Al fin y al cabo, compartimos las mismas experiencias desde hace ya 40 años.

jueves, 24 de junio de 2021

Apariciones varias

En esta entrada escribiré poco y enlazaré mucho, conectando con diversos lugares en los que se me puede oír y escuchar hablando de psicología clínica y psicoterapia.

Recientemente grabé un curso de 7 horas para Psicoflix, con quienes hablé el año pasado de terapia familiar en su podcast. En este curso explico en detalle como trabajar en terapia con la monitorización de resultados, la obtención y uso de feedback de forma sistemática y la evaluación e integración de las preferencias de la persona que acude a consulta. Son estrategias clínicas que permiten reducir el porcentaje de casos que no se benefician de los tratamientos psicológicos, detectando a tiempo aquellas situaciones en riesgo y proponiendo intervenciones eficaces para solucionar la falta de progresos. Se trata de profundizar en algunos de los aspectos abordados en mi libro, solo que aquí se abordan en mayor detalle y con un par de ejemplos más elaborados. Teniendo en cuenta que en lo que queda de año no tendré tiempo de hacer más cursos como docente y el precio al que lo han puesto los compañeros de Psicoflix, creo que merece la pena para aquellos profesionales de la psicología interesados en mejorar su desempeño profesional.

 


Al hilo del mencionado curso, participé en esta interesante entrevista en Youtube y de nuevo en el podcast de Psicoflix.



También fui entrevistado por un podcast del otro lado del Atlántico, PsicoGeeks, en el que hablamos de diversas cosas relacionadas con la psicoterapia. Lo puedes escuchar pinchando aquí.

 

Por último, el próximo 10 de julio estaré en las Jornadas Nacionales de Psicología, participando en un debate sobre la eficacia de los tratamientos psicológicos con profesionales de renombre como Eduardo Fonseca, Marino Pérez y Luis Botella. Todo un honor para mí formar parte de esa mesa.

 

Eso es todo por hoy. Las vacaciones se acercan y qué mejor que dedicar un tiempo a hablar de nuevo sobre el auto-cuidado del terapeuta. Pero para ello habrá que esperar a la próxima entrada del blog. Mientras tanto, se puede revisar mi anterior artículo sobre el tema.