viernes, 30 de junio de 2017

El Psicoanálisis demonizado

Veo con cierta frecuencia hablar a algunas personas bastante mal del psicoanálisis: desde profesionales de la psicología y la psicoterapia hasta personas que se acercan a la materia desde otros campos de conocimiento. Veo (uso el verbo “ver” y no el verbo “oír”, porque es algo que especialmente me encuentro en otros blogs o sitios de internet) hablar muy mal de ello y es algo que, en parte, me molesta. Vaya por delante que no soy psicoanalista y que en mi trabajo hay muy poco o nada del método usado por esta centenaria escuela de terapia. Sin embargo, creo que se merece un mínimo respeto por varias razones que iré exponiendo en las siguientes líneas.

Las cosas claras: el psicoanálisis está excluido explícitamente de la Cartera de Servicios Comunes de Atención Especializada de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud (SNS) y ello es por buenos motivos. El estilo clásico y ortodoxo, el que muchos conocen por su amplia difusión en la cultura popular (especialmente en la norteamericana) durante la mitad del siglo pasado, no es un método de psicoterapia eficaz y mucho menos eficiente. O, al menos, no hay trabajos rigurosos que demuestren que lo sea. Además, el encuadre de psicoanálisis clásico supone la programación de hasta 3 y 4 sesiones a la semana durante varios años, algo imposible de asumir por el SNS. Muchos de los conceptos desarrollados por Freud a principios del siglo XX carecen de cualquier validez a día de hoy.

Dicho lo anterior, no se puede negar la influencia que el psicoanálisis ha tenido para el desarrollo de la psicología clínica y de la psicoterapia. Independientemente de la existencia o ausencia de un sustento científico, este enfoque abrió las puertas a un nuevo tipo de terapia psicológica fundamentada en la relación estrecha entre profesional y paciente, a la “curación por la palabra” (aunque ya existían antecedentes muy remotos de esta idea), a la comprensión de los problemas de salud mental como algo que iba más allá del síntoma, donde los conflictos intra e interpersonales cobraban protagonismo en la salud y enfermedad de las personas. Muchas de las ideas que surgieron desde esta orientación se han mantenido y han sido adoptados por la mayoría de modelos de psicoterapia que si han mostrado ser eficaces; en ocasiones, con nombres y explicaciones diferentes a las originales, pero claramente vinculados con los presupuestos originales. Por ejemplo, la importancia de la alianza terapéutica, los conceptos de transferencia y contratransferencia (actualizados y revisados), los mecanismos de defensa (al menos algunos de ellos), la influencia de las experiencias tempranas en el desarrollo de la personalidad...

Comparto muchas de las críticas que leo y escucho, igualmente. Yo no aconsejaría a un familiar o un conocido que fuera a una consulta en la que tiene que situarse en un diván en posición yacente, mientras la analista le da la espalda y se esfuerza por mostrar esa supuesta neutralidad extrema que debe tener. Creo que ese tipo de enfoque está desfasado. Aún así, respeto a quien decida analizarse de esta manera.

Lo malo, en mi opinión, es que algunas personas que opinan sobre este tema lo hacen partiendo de prejuicios y sin conocer toda la información (o descalificando e ignorando aquella que desconfirma sus argumentos). Casi desde sus comienzos, el psicoanálisis fue desarrollándose, refinándose y actualizándose. Hubo vida más allá de Freud, desde bien pronto. Los denominados “neofreudianos” y los teóricos de las “relaciones objetales” mostraron otro tipo de método psicoanalítico que diferían en algunos aspectos al psicoanálisis ortodoxo: menor frecuencia de sesiones, terapias más breves, focalizadas en el yo, teniendo muy en cuenta las relaciones sociales, etc.

Así, hoy en día contamos con la psicoterapia psicodinámica, que es, por decirlo así, la versión moderna (aunque tiene décadas de desarrollo) del psicoanálisis, que utiliza un encuadre no muy diferente al de los otros grandes modelos de terapia psicológica. Los críticos de los que he ido hablando tienden a desaprobar también este tipo de enfoque y aquí es donde queda al descubierto su falta de conocimiento. Las psicoterapias psicodinámicas han mostrado ser eficaces para multitud de trastornos y así se puede comprobar, por ejemplo, en el artículo de Fonagy en el que presenta los resultados de metanálisis donde se encuentra que tanto las terapias largas como breves obtienen resultados favorables. Y esto es así para problemas tales como depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria, trastornos de personalidad o consumo de cocaína, entre otros.

Algunas de las personas que critican este tipo de terapias suelen ser defensoras de los tratamientos empíricamente validados (que suelen confundir frecuentemente con la psicología basada en la evidencia, de la que forman parte, pero que no son el único elemento). A pesar de ello, pasan por alto que varios de esos tratamientos validados están basados en psicoterapias psicodinámicas. Por ejemplo, dos de los cuatro tipos de tratamientos que gozan de evidencia para el trastorno límite de personalidad se fundamentan o parten de fundamentos psicodinámicos: la terapia basada en la mentalización y la terapia centrada en la transferencia. Para el tratamiento de la depresión, también existe evidencia acerca de la eficacia de la psicoterapia psicodinámica breve.

Basta leer algunos artículos y libros basados en este tipo de enfoque para darse cuenta que hay una diferencia bastante grande con el psicoanálisis ortodoxo. Los programas de tratamiento actuales gozan de buena salud y de pruebas científicas que indican su eficacia.

A aquellos profesionales (psicólogos) que critican de forma salvaje las psicoterapias psicodinámicas actuales no viene de más recordarles lo que dice el código deontológico del psicólogo: “Sin perjuicio de la crítica científica que estime oportuna, en el ejercicio de la profesión, el/la Psicólogo/a no desacreditará a colegas u otros profesionales que trabajan con sus mismos o diferentes métodos, y hablará con respeto de las escuelas y tipos de intervención que gozan de credibilidad científica y profesional”. Como he indicado más arriba, en el momento actual disponemos de suficiente evidencia que avala la eficacia de este enfoque y por este motivo, aunque no compartamos su marco teórico, los profesionales que utilizan este modelo merecen nuestro respeto.

Sea bienvenido, siempre, el debate acerca de este tipo de cuestiones. Es necesario y beneficioso para todos. No es obligatorio compartirlo ni aceptarlo todo sin cuestionamiento o críticas. Pero que sean hechas siempre de una forma respetuosa y teniendo en cuenta todos los datos, no solo los que confirman nuestro punto de vista.

viernes, 23 de junio de 2017

Facultades de Psicología: el negocio de la desesperación



En más de una ocasión he dedicado este espacio a contenidos controvertidos o polémicos sobre psicología en general y psicología clínica en particular. Escribir acerca de estas cuestiones me resulta mucho más estimulante que hacerlo sobre otros temas más básicos de los que ya poco más hay que decir. Me interesa especialmente todo aquello que tenga que ver con la auto crítica y la reflexión desde dentro de la profesión: aquí he escrito sobre la polémica entre diferentes figuras profesionales dentro de la psicología sanitaria, algunos desarrollos de la profesión, el negocio montado alrededor de la psicología o, recientemente, el negocio escondido detrás de las acreditaciones. De la entrada del año pasado acerca del negocio de la psicología ha salido incluso un artículo sobre psicoterapia que ha estado varios meses parado en mi portátil y que espero que en los próximos meses, en colaboración con un amigo y colega de profesión, esté publicado en alguna revista del campo. Pero ahora le ha llegado el turno a la universidad.

Con el sugerente título “Del Libro Blanco del título de Grado en Psicología al negocio de la desesperación: análisis cuantitativo de los estudios de Psicología en España durante la década de 2005-2015” se ha publicado un artículo que ha sido difundido esta misma semana en su edición digital y que aparecerá en el próximo número de la edición en papel de “Papeles del Psicólogo”, la revista del Colegio de Psicólogos. Quedaos con las palabras que dan título a esta entrada, “negocio de la desesperación”, porque ahí se encuentra una de las claves del trabajo.

Escrito, entre otros, por varios de los autores de Nuevas controversias en psicología sanitaria: un análisis libre de ruido”, se trata de un estudio que pone al descubierto cuestiones alarmantes que afectan a la carrera de psicología. Basten algunos fragmentos extraídos del artículo para entender la relevancia de lo que aquí se trata:

El concepto de Libro Blanco hace referencia a la elaboración de un documento, por lo general a instancias del Gobierno, en el que se describe una situación particular junto con los procesos y procedimientos que auxilian la toma de decisiones”.

El Libro Blanco realiza una serie de propuestas a modo de recomendaciones que se derivan de la situación analizada. Una de las más destacadas aborda específicamente la cuestión del tamaño de la oferta formativa en Psicología señalando lo <excesivo y desajustado> del volumen de estudiantes y profesionales existentes en España. Motivo por el que propone explícitamente la reducción del número de alumnos que acceden a la titulación”.

Los indicadores de inserción laboral señalaban que “la oferta de licenciados y la demanda real de dichos profesionales en la sociedad no están equilibradas” (…) “una titulación política, social y económicamente rentable que ha dado lugar a la proliferación de Facultades de Psicología en las universidades españolas. Este hecho no ha ocurrido normalmente en el resto de Europa” (…) Abordar la elevada tasa de fracaso académico y restringir el número de estudiantes se señalaba como esencial para lograr converger con los criterios de excelencia formativa delineados por el EEES, así como para mejorar las tasas de inserción laboral de los egresados. En consecuencia, 10 años después, el propósito del presente trabajo consiste en analizar el grado de implementación de las medidas y propuestas del Libro Blanco hasta el 2015, y presentar modelos de pronóstico en base a las tendencias”.

Para aquellas personas que no estén familiarizadas con terminología técnica y estadística, quizás la parte donde se explica la metodología pueda resultar algo densa. Sin embargo, su presencia está totalmente justificada y es necesaria para entenderlo todo a la perfección. Esta parte muestra que las conclusiones a las que se llega no son meras impresiones subjetivas, si no que existen datos que señalan que algo turbio está sucediendo con la psicología y que no se trata de defender “los intereses personales” de unos pocos ni los de determinados grupos (aquellos que denuncian la situación) si no de mostrar lo que está ocurriendo en algunos sectores de la universidad: la perversión del conocimiento, su instrumentalización y mercantilización, más allá de las necesidades e intereses de la comunidad.

Los resultados del estudio son bastante claros: “Desde el año 2005, se incrementa el número total de centros donde se imparte el Grado de Psicología en España desde 33 hasta 52, lo que supone un incremento del 57% en una década (Figura 1). Este incremento es más acentuado para las centros adscritos a universidades privadas, que pasaron de 10 a 23, lo que supone un crecimiento del 130%. Respecto a los centros adscritos a universidades públicas, el incremento es de 23 en el curso 2005-06 a 29 en el curso 2015-16, lo que supone un crecimiento del 26,08%”.

Pero el plato fuerte llega en la sección de “Discusión” y en la de “Conclusiones”. Ojo, porque vienen curvas:

A la luz de los resultados, sobresale una clara discrepancia entre lo recomendado en dicho documento y las medidas adoptadas en cuanto a la oferta docente y al crecimiento del número de graduados. En la última década, marcada en lo económico por una de las mayores crisis económicas de la historia de España, se ha experimentado un incremento superior al 26% en el número total de centros donde se imparte el Grado de Psicología, un 130% en las de naturaleza privada, lo cual caracteriza la década 2005-15 como una de las más fructíferas en este sentido. Similarmente, el número de alumnos matriculados evolucionó con una tasa de incremento anual superior al 2%, por encima del 6% en el caso de la matriculación en universidades privadas”.

Durante la reciente I Jornada de la División de Psicología Clínica y de la Salud: Actualidad y retos, organizada por el Consejo General de la Psicología, el Dr. Núñez Partido, en representación de la Junta Directiva de la Conferencia de Decanos de Psicología de las Universidades Españolas, profundizaba de forma meridiana en esta rentabilidad con las siguientes palabras: “como los alumnos dan dinero […] lógicamente parar eso [el número de alumnos] ahora mismo, con este nivel de demanda, es como pretender cerrar una tienda de caramelos que está siendo un éxito” (ver en Consejo General de la Psicología, 2016, 1:12:41; Núñez Partido, 2016). Estas palabras describen un sistema de formación universitario centrado en la consolidación del poder de la propia facultad de psicología en el acceso a recursos frente a amenazas internas (diferentes facultades dentro de la misma universidad) y externas (competencia frente a otras facultades de psicología) a través del incremento de la oferta de estudios. Si bien es compresible la aspiración de cualquier organización a sobrevivir en un entorno competitivo, no lo es la aspiración al crecimiento por el crecimiento al margen de la responsabilidad social de la Universidad”.

Crecimientos como el analizado, describen un sistema universitario mercantilizado que corre el riesgo de alejarse de la búsqueda del conocimiento, de la excelencia, de la investigación, distorsionando en última instancia el desarrollo profesional que justifica su existencia. Esta hipertrofia necesita incorporar progresivamente más alumnos para mantener la dinámica económica, cristalizando en un funcionamiento decadente que pone en jaque a la demanda profesional real que no es proporcional y en riesgo de colapso a la disciplina misma”.

Y señalan con rotundidad que “un total de demandantes de empleo por encima de tres promociones completas de egresados convierten una elección inicialmente atractiva en una fuente de frustración y desesperación, para muchos, crónica”.

Necesitamos más trabajos de este tipo, cargados de crítica y reflexión, y que no tienen ningún afán destructivo ni en favor del interés personal, como desde algunos contextos (aquellos ocupados por ciertos personajes aferrados a un cómodo sillón que permite una posición aún más cómoda, mientras miles de psicólogos tienen que reinventarse y lidiar con la frustración y la desesperación a la que se refieren los autores del artículo) si no el de abrir un debate tan incómodo (para algunos) como imprescindible (para la profesión).

Se puede acceder al artículo completo desde el siguiente enlace:
 DEL LIBRO BLANCO DEL TÍTULO DE GRADO EN PSICOLOGÍA AL NEGOCIO DE LA DESESPERACIÓN: ANÁLISIS CUANTITATIVO DE LOS ESTUDIOS DE PSICOLOGÍA EN ESPAÑA DURANTE LA DÉCADA 2005-2015.


sábado, 17 de junio de 2017

10 Años de UFIP + Monte Miseria

Últimamente actualizo poco el blog; un montón de tareas me mantienen ocupado: las consultas, exámenes de oposición, un curso universitario a distancia, preparación de clases de AsturPIR, el desarrollo de un par de artículos, la lectura de algunos libros más que interesantes... Y como me “obligo” a guardarme al día un tiempo suficiente para descansar y para el ocio, las 24 horas del día se quedan cortas. Por si fuera poco, y por diferentes motivos, al fin me he decidido a comenzar una ardua pero interesante tarea: registrar la información de todas mis consultas con el fin de autoevaluar mis resultados y analizar una serie de variables. Así que hoy vengo por estos lares básicamente a mostrar que sigo activo y, de paso, recomendar un par de lecturas.

La primera de ellas tiene que ver con la publicación en la revista Átopos del artículo “Diez años de la Unidad de Formación e Investigación en Psicoterapia (UFIP) del Hospital Universitario La Paz de Madrid (2006-2016)”. En este trabajo, las autores explican en qué consiste la UFIP y su método de trabajo. Recomiendo su lectura por una cuestión básicamente personal: con ellas realicé, durante 4 meses, mi rotación externa durante el PIR. Mi experiencia fue muy grata: aprendí muchas cosas nuevas, me sirvió para mejorar el conocimiento sobre mis competencias profesionales y me empujó a probar nuevas formas de trabajar en terapia. Además, me llevé un buen recuerdo de todo el equipo de la UFIP, especialmente de mi supervisora, Carmen Bayón.



Otra lectura muy diferente tiene forma de novela. Me acordé de ella la semana pasada durante una conversación con otros psicólogos clínicos sobre nuestra profesión. Alguien hizo un comentario (la conversación fue derivando y se me olvidó preguntar si aquello que dijo estaba relacionado con la asociación que hice) que llevó mi mente a un aspecto clave del libro “Monte Miseria”, escrito por Samuel Shem (que es un seudónimo del psiquiatra Stephen Bergman). Esta novela es la continuación de otra ficción clásica para los estudiantes de medicina, “La casa de Dios”, una narración ficticia protagonizada por un estudiante de dicha profesión sanitaria. “Monte Miseria” trata sobre el período de residencia en psiquiatría del protagonista del anterior libro. Es ficción, pero basada en vivencias reales del autor, teñidas de humor en algunas ocasiones (impagable el personaje de la psicoanalista) y llenas de dramatismo en otras. Aunque trate sobre psiquiatría, creo que en muchos momentos la residente de psicología clínica puede sentirse muy identificada. Merece la pena leerla, sin duda. Me la recomendó un amigo y, aunque la obra está descatalogada y es difícil de conseguir, tuve la suerte de encontrar un ejemplar en una biblioteca pública de A Coruña.

Hoy termino aquí, no tengo tiempo para mucho más (es sábado y creo que merezco un descanso). Ahora continuaré con una lectura que me tiene enganchado, “Deliberate Practice for Psychotherapists: A Guide to Improving Clinical Effectiveness”, de Tony Rousmaniere, un interesantísimo trabajo que describe la búsqueda personal de este profesional empeñado en obtener mejores resultados como psicoterapeuta.

jueves, 1 de junio de 2017

Acreditaciones, diplomas... y la increíble historia de la Doctora Zoe D. Katze

La Doctora Zoe D. Katze es una profesional experta en hipnosis. Asi lo acreditan tres asociaciones diferentes de hipnoterapia: The National Guild of Hypnotists, The American Board of Hypnotherapy y The International Meidcal & Dental Hypnotherapy Association. Es miembro de la Asociación de Hipnoterapeutas Profesionales y tiene un doctorado en Consejo Psicológico. Por si fuera poco, en su currículum se incluye un diploma concedido por una asocación de psicoterapia, diploma reservado a “un selecto grupo de profesionales que, en virtud de su amplia formación y pericia, han demostrado sus sobresalientes capacidades en lo que respecta a su especialidad”. No está mal, ¿verdad? Con esas credenciales uno podría sentirse tranquilo a la hora de acudir a la consulta de la Doctora Katze para recibir atención. Se puede decir que todo marcharía bien hasta el momento en que se encontrara cara a cara con esta profesional. Algo desconcertante llamaría su atención: que Zoe D. Katze es, en realidad, una gata.


No, no se trata de una broma: existe (o existió, desconozco si sigue viva la pobre) una gata que obtuvo todos estos títulos. Desde luego, no los consiguió por méritos propios, no se trata de un animal extraordinariamente dotado y con capacidad verbal. El dueño de esta gata quiso comprobar hasta qué punto se pueden comprar acreditaciones y diplomas sin que exista una evaluación fiable de los méritos del profesional. La historia completa se puede leer en una traducción al español del artículo original del artífice de tal engaño, Steve Dubrow, en el siguiente enlace: http://www.grupohipnosiscopcv.es/wordpress/informacion-para-usuarios/profesionales-no-cualificados/el-doctor-zoe/acreditacion-puede-no-ser-el-maullido-del-gato/.

Esta historia pone de manifiesto un problema, todavía vigente, relacionado con la formación, que no solo afecta a la psicología; se trata de algo, desgracidamente, generalizado. La compra-venta de acreditaciones y diplomas existe y resulta preocupante. Una vez más, algunas personas han visto la oportunidad de hacer negocio con la desesperación y la competición entre profesionales. Saben que para optar a un puesto de trabajo decente es necesario engordar el currículum con diferentes aspectos, siendo uno de los más importantes el de la formación.

Como señala Dubrow en su artículo, “la psicoterapia es el salvaje oeste de la acreditación (…) durante los últimos 20 años se ha dado una proliferación de especialidades y <<técnicas>>, algunas válidas, otras un poco dudosas, y, otras, peculiares invenciones de sus creadores. En algunos casos, especialidades como el tratamiento de los traumas, neuropsicología y psicología forense, fueron esencialmente inventadas donde no existía nada antes, debido principalmente a los avances de la ciencia, así como la práctica de la Psicología. Sin embargo, otras más dudosas credenciales se deben posiblemente también a la existencia de algo que conduce a la elaboración de <<certificados de especialistas>>, de <<terapeuta de energía>>, de <<terapeutas de abducciones de extraterrestres>>, o <<terapeuta de regresión a vidas pasadas>>”.

En el juego de la venta de acreditaciones no entran solo sociedades y empresas privadas, si no que muchas universidades también participan, además de los propios colegios profesionales. Por ejemplo, el Colegio Oficial de Psicólogos recientemente ha puesto en marcha varios procesos de acreditación en el que el profesional, además de cumplir ciertos requisitos, debe pagar 120 euros. Cabe preguntarse si no es suficiente con la cuota habitual de colegiado, que no es precisamente económica. Desconozco si revisan los méritos exigidos con el mismo rigor que se hizo el caso de la gata Zoe.

Acumular titulos no se relaciona con la competencia del especialista (no mejora los resultados de la terapia, por ejemplo) y eso es algo que está estudiado. Un ejemplo de que uno puede obtener un acreditación sin que ello signifique que haya aprendido absolutamente nada lo tenemos en los cursos online. Para ilustrar este punto, hablaré de un curso de especialista universitario que estoy haciendo estas semanas. Se trata de una formación a distancia, cuyo método se basa en material de lectura y en el visionado de clases grabadas en vídeo, organizado por una universidad pública española. Pues bien, para obtener el correspondiente título hay que aprobar una serie de exámenes tipo test, uno por cada módulo. La cuestión es que para superar cada exámen hay tres oportunidades. Una vez realizado el primer intento, se obtiene una pantalla para ver cuáles son las respuestas correctas. En los siguientes intentos las preguntas son exáctamente las mismas, lo único que cambia es el orden. Por lo tanto, yo podría haber pagado el curso y dedicarme exclusivamente a responder cada exámen al azar en el primer intento; después, anotar las respuestas correctas para repetir cada prueba y obtener la máxima puntuación. Y listo, ya soy “Especialista en X” sin tener ni la más remota idea de lo que significa “X”, sin haber aprendido algo. Por supuesto, no es eso lo que estoy haciendo y todas aquellas personas que se dediquen a ver las clases y leer el material van a tener un amplio conocimiento sobre la materia (que no necesariamente competencias).

Lo mismo sucede con muchos otros cursos en los que nadie se va a encargar de comprobar que, efectivamente, te has ganado el título. Al final lo que verdaderamente cuenta, el requisito imprescindible, es que hayas pasado por caja a tiempo.

Afortunadamente, la mayoría de las psicólogas y psicólogos que buscan ampliar sus conocimientos actúan motivados por el hambre de conocimiento y no (solo) por la sed de acumular certificados y diplomas. Pero el problema sigue estando ahí, en el hecho de que no nos podemos fiar de que la impresionante colección de papeles sellados y firmados que decoran los despachos de algunas personas signifiquen realmente algo. Por eso es tan importante seguir defendiendo y luchando por un sistema de formación especializado bien regulado, en el que se evalúen competencias de forma rigurosa y que sea, en lo medida de lo posible, ajeno a los intereses económicos de empresas, sociedades, colegios, etc.

De nuevo, recomiendo la lectura del artículo de Steve Dubrow: breve, divertida y muy esclarecedora.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Carl Rogers


Carl Ransom Rogers fue (y sigue siendo, a pesar de haber muerto hace 30 años) uno de los psicólogos más influyentes de la historia. Nacido en 1902 en Illinois (Estados Unidos), tuvo una carrera larga y productiva. Prueba de la importancia de su figura se puede apreciar en algunos de los puestos que ocupó durante su vida: Presidente de la Asociación Americana de Psicología Aplicada (1944), Presidente de la Asociación de Psicología Americana (1946), Presidente de la Asociación Americana de Psicoterapeutas (1956), además de ocupar otros cargos y puestos en diferentes instituciones y universidades de Estados Unidos, ser profesor de psicología y psiquiatría en varias de ellas y, por supuesto, desempeñar una importante labor en el ámbito de la psicoterapia. Rogers, que comenzó dedicándose a la agricultura para posteriormente comenzar estudios teológicos que terminó abandonando, se doctoró en 1931 y obtuvo una cátedra de psicología clínica en la Universidad Estatal de Ohio.

Es el fundador de la “terapia centrada en el cliente”, un tipo de psicoterapia que forma parte del movimiento humanista, del cual Rogers también fue protagonista junto con otro autor clásico en psicología, Abraham Maslow. A este enfoque se lo denominó, en el momento de su aparición, la “tercera fuerza”, en relación a los otros dos modelos de psicoterapia existentes en aquel entonces: el psicoanálisis y la terapia de conducta.

La terapia centrada en el cliente (posteriormente cambió el término “cliente” por el de “persona”) se caracteriza por ser un método no-directivo, es decir, en el que el profesional no trata de explicar, dar consejos o instruir al cliente para que haga algo determinado que pueda solucionar su problema. Al contrario, el efecto terapéutico de este enfoque descansa sobre la actitud de respeto y aceptación de la persona, en la confianza de que es capaz de tomar sus propias decisiones y de encontrar la solución a sus problemas y conflictos. Rogers fue uno de los autores que más incidió en la importancia de la relación terapéutica como vehículo para la sanación. En un trabajo clásico, describió lo que para él eran las condiciones necesarias y suficientes para que una psicoterapia fuera eficaz, todas ellas asociadas a actitudes del terapeuta: aceptación incondicional (algo así como el respeto absoluto hacia todas las características que muestra la persona, incluso aquellas que ella misma rechaza), empatía (un profundo interés por tratar de adoptar el marco de referencia interno del cliente, de ver el mundo con sus propios ojos) y congruencia (mostrarse honesto, sincero, sin disfraces).

La investigación, con el paso de los años, ha ido mostrando que estas tres condiciones no son suficientes para que la terapia tenga éxito, pero prácticamente todos los modelos de psicoterapia considera que las tres son necesarias para establecer una buena alianza terapéutica. De hecho, hoy en día forman parte de la lista de factores comunes eficaces estudiada por Norcross. Personalmente, me he encontrado con algunos casos en mi práctica clínica en la que se podría decir que estas tres condiciones, en diferente medida, fueron suficientes para que la persona consiguiese solucionar sus problemas, y en muy poco tiempo. Es cierto que se trata de un número reducido de casos y de relativamente poca gravedad, pero no deja de ser importante que cualquier psicólogo clínico tenga en cuenta la relevancia de estos factores.

Creo que en algunos ámbitos universitarios y profesionales se desconoce bastante un hecho importante: Rogers se preocupó mucho de investigar el proceso de terapia, especialmente en lo referente a la relación terapéutica. Su equipo se dedicó a grabar y transcribir sesiones reales que luego eran analizadas. En sus libros muestra su genuino interés por la investigación en este ámbito y siempre habla con cautela de sus resultados. Además, se le considera el primer profesional en poner en marcha las prácticas con supervisión.

Sus contribuciones no se limitaron a la terapia. También desarrolló una teoría de la personalidad y se preocupó por el mundo de la educación, en el cual veía muy beneficioso la aplicación de algunas de las ideas en las que se basaba su terapia no-directiva.

Traigo a Rogers hoy a este blog porque estoy leyendo uno de sus libros, “Psicoterapia centrada en el cliente” y me ha parecido verdaderamente poético y hasta conmovedor un fragmento que ocupa parte del Prefacio y que reproduzco en el siguiente párrafo. En las palabras de Rogers, a lo largo de toda la obra, se desprenden las mismas actitudes que él ve como necesarias para la terapia.

Al escribir este libro a menudo he pensado en la idea de un semántico, de que el significado verdadero, genuino, real, de una palabra nunca puede ser expresado en palabras, porque el significado real sería la cosa misma. Si alguien desea transmitir un significado real semejante, debe taparse la boca con la mano y señalar. Esto lo que me gustaría hacer. Gustosamente arrojaría todas las palabras de este manuscrito si pudiera, de algún modo, señalar efectivamente la experiencia terapéutica. Es un proceso, una cosa-en-si, una experiencia, una relación, una dinámica. Lo que este libro o cualquier otro puede decir de ella, no es más de lo que de una flor puede decir la descripción del botánico o el éxtasis del poeta. Si este libro sirve como un gran indicador señalando una experiencia accesible a nuestros sentidos del oído y de la vista y a nuestra capacidad para la experiencia emocional y si capta el interés de algunos y los lleva a explorar más profundamente esta cosa-en-si, habrá cumplido su propósito. Si, por el contrario, este libro se agrega a la ya vacilante pila de palabras acerca de palabras, si sus lectores obtienen de él la noción de que la verdad son palabras y de que la página impresa lo es todo, entonces habrá fracasado tristemente en el logro de su propósito. Y si sufre la degradación final de convertirse en “conocimiento académico” -en el que las palabras muertas de un autor son disecadas y volcadas en las mentes de estudiantes pasivos, de modo que individuos vivos cargan con las porciones muertas y disecadas de lo que una vez fueron pensamientos y experiencias vivos, sin tener siquiera conciencia de alguna vez lo fueron-, entonces habría sido mucho mejor no haberlo escrito nunca. La terapia está hecha de la esencia de la vida, y es así como debe ser comprendida. Es sólo la lamentable inadecuación de la capacidad del hombre para comunicarse lo que hace necesario correr el riesgo de tratar de captar esa experiencia viva mediante palabras.

[…] Esta obra se refiere al sufrimiento y a la esperanza, a la ansiedad y a la satisfacción, que llenan el consultorio de cada terapeuta. Se refiere a la unicidad de la relación que cada terapeuta establece con cada cliente, e igualmente a los elementos comunes que descubrimos en todas estas relaciones. Se refiere también a las experiencias altamente personales de cada uno de nosotros. Trata acerca de un cliente, en mi consultorio, que se sienta frente al escritorio, luchando por ser él mismo, y sin embargo mortalmente temeroso de serlo; esforzándose por ver su experiencia tal como es, deseando ser esa experiencia, y sin embargo mortalmente temeroso ante esa perspectiva. El libro trata acerca de mi mismo, sentado allí con ese cliente, enfrentándolo, participando en esa lucha tan profunda y sensiblemente como puedo hacerlo. Trata acerca de mi en tanto me esfuerzo por percibir su experiencia, y el significado, el sentimiento, el sabor, las cualidades que tiene para él. Trata acerca de mí en la medida en que deploro mi fiabilidad humana en la comprensión de ese paciente, y los fracasos ocasionales en ver la vida tal como aparece para él, fracasos que caen pesadamente en la intrincada, delicada red de crecimiento que se está produciendo. Se refiere a mí en la medida en que me regocijo de ser partero de una nueva personalidad; en la medida en que reverencio la emergencia de un yo, de una persona; que observo un proceso de nacimiento en el cual he tenido un papel importante y facilitador. Se refiere tanto al paciente como a mí en tanto observamos maravillados las fuerzas potentes y ordenadas que se hacen evidentes en esta experiencia total, fuerzas que parecen profundamente arraigadas en el universo como un todo. Creo que el libro se refiere a la vida, en la medida en que la vida se revela vívidamente en el proceso terapéutico, con su poder ciego y su tremenda capacidad de destrucción, pero con su equilibrador impulso hacia el crecimiento, cuando se dan las condiciones propicias".




miércoles, 17 de mayo de 2017

Libros de psicoterapia para comenzar la residencia


Dentro de unos días toda una generación de residentes de psicología clínica termina su formación y pasan a ser oficialmente Psicólogos Especialistas en Psicología Clínica. Les darán el relevo los nuevos “R1”, residentes de primer año que comienzan este mes el apasionante viaje que supone hacer el PIR.

Los nuevos futuros psicólogos clínicos comenzarán a leer libros y artículos, ansiosos por aprender lo antes posible. La mayoría de ellos comenzarán su primera rotación en algún Centro de Salud Mental, donde gran parte de su labor se va a centrar en la psicoterapia. En pocas semanas estarán viendo de forma autónoma a sus propios pacientes, lo que supone cierta excitación, pero también bastante inseguridad. Así que las lecturas comenzarán a acumularse en sus hogares.

Todo esto me hace pensar en cuáles serían los libros que yo recomendaría a una persona que va a iniciarse en la formación de psicología clínica, más específicamente en el campo de la psicoterapia. Así que he seleccionado unas cuantas obras que me parecen muy importantes e interesantes para el terapeuta novel (y no tan novel). Probablemente hace 2 años no hubiese elegido los mismos libros y sé que es posible que dentro de 2, 5 o 10 años esta lista vaya cambiando, junto con mi perspectiva de este trabajo. Por lo tanto, es una lista personal, realizada sin darle demasiadas vueltas, en el aquí y ahora. Son libros que recomiendo porque fueron muy útiles para mi, pero seguro que existen muchos otros igual de buenos o mejores que estos. Eso si, he tratado de que sean libros referidos a la psicoterapia en general, sin adscripciones férreas a una escuela determinada, aunque alguno de ellos puede asociarse a enfoques muy específicos.


¿Es real la realidad?, de Paul Watzlawick.

Para empezar, un libro que no es de psicoterapia para que trata temas muy importantes aplicabales a este campo, a la psicología clínica y a muchos otros. Se trata de una descripción, en el estilo siempre distendido y simpático de Watzlawick, de la manera en que cómo se construye parte del conocimiento. Un acercamiento al constructivismo radical que ayuda a ver los problemas psicológicos desde otra óptica.



The Great Psychotherapy Debate, de Bruce Wampold.

Este libro ya fue comentado en otra entrada de mi blog. Una obra actualizada (la última edición es del 2015) en la que se explican muchas cosas importantes a la hora de tener en cuenta para interpretar los resultados de la investigación sobre proceso y resultado en psicoterapia.



Investigación en psicoterapia: proceso, resultado y factores comunes, de Corbella y Botella.

Como complemento al trabajo de Wampold tenemos este libro que recoge información referida los resultados de las investigaciones realizadas en psicoterapia durante las últimas décadas. La única pega es que es de 2004, por lo que no contiene los estudios llevados a cabo en los últimos 13 años (aunque tampoco es que hayan cambiado mucho las cosas).



Principios comunes en psicoterapia, de Chris Kleinke.

Hace unos pocos días hablaba de este libro con otro psicólogo clínico, la persona que me lo recomendó y uno de los profesionales con los que me formé, que decía que le parecía que era una obra adecuada para cuando uno está en mitad de la residencia. Yo lo pongo en la lista porque toca prácticamtente todos los temas fundamentales a tener en cuenta en la disciplina e incluye un montón de referencias (aunque en la edición que yo tengo hay muchas referencias en el texto que no aparecen en la sección correspondiente al final del libro). Quizás se queda algo anticuado en algunos aspectos, pero sigue siendo una lectura muy recomendable.



Psychotherapy Relationships That Work, editado por John Norcross.

En este libro se recopila una serie de artículos publicados en en número especial de la revista Psychotherapy. Muestra la importancia de le relación terapéutica y de los factores comunes asociados a los resultados del tratamiento, junto con recomendaciones clínicas para fomentarlos.



La comunicación terapéutica, de Paul Wachtel.

El uso del lenguaje, la manera de expresar los mensajes en terapia, es una habilidad básica y determinante del proceso psicoterapéutico. Las palabras que utilicemos y el momento en el que lo hagamos pueden promocionar el cambio deseado o, por el contrario, crear dificultades en la terapia. Este libro da unas cuantas claves al respecto.



Prescriptive Psychotherapy, de Larry Beutler y Mark Harwood.

En su momento hice una reseña sobre este importante libro, que incide en la importancia de adaptar las intervenciones a las características de cada persona.



La práctica de la psicoterapia + Habilidades de entrevista para psicoterapeutas, de Alberto Fernández Liria y Beatriz Rodríguez Vega.

Estos dos libros se complementan entre si y son utilizados en varios servicios como manuales básicos de formación. El primero explica el proceso de psicoterapia, los diferentes modelos, las fases del tratamiento y algunos principios de intervención. En el segundo podemos encontrar una buena cantidad de ejercicios prácticas para entrenar habilidades necesarias para afrontar con éxito cada sesión terapéutica.


 
La táctica del cambio, de Weakland, Segal y Fisch.

El año pasado volví a leerme este libro y he de admitir que no me causó una impresión tan buena como en la primera ocasión. La experiencia adquirida me hace ver algunos aspectos de forma diferente y sentirme en bastante desacuerdo con algunas afirmaciones, pero en cualquier caso contiene un montón de información muy útil a tener en cuenta en consulta, independientemente de que se trabaje desde el mismo modelo teórico que los autores o desde otro diferente. Cuestiones estratégicas como la postura del cliente y la teoría del problema y de la solución, por ejemplo, son tratados en este escrito.



Persuassion and Healing, de Jerome y Julia Frank.

He de admitir que, aunque tengo este libro, no lo he leído. Sin embargo, es todo un clásico que se sigue citando a pesar de su más de medio siglo de antigüedad y cuya descripción de ciertos factores comunes en psicoterapia sigue estando de actualidad, aunque puedan ser redefinidos de otras formas.

sábado, 13 de mayo de 2017

Investigación en psicología clínica: un ejemplo


Las competencias en materia de investigación son parte de la formación del psicólogo especialista en psicología clínica y tienen su espacio durante los cuatros años de residencia (PIR). Es fundamental, aunque el profesional no se vaya a dedicar a investigar, poseer una serie de conocimientos sobre metodología, análisis estadístico y procesos de investigación, así como desarrollar la capacidad de lectura crítica de la literatura especializada. Quizás muchas psicólogas y psicólogos clínicos no lleven a cabo nunca ninguna investigación propia, pero si que van a tener que leer en algún momento, con total seguridad, trabajos para cuya correcta interpretación es necesario tener los conocimientos científicos suficientes.

En Asturias es obligatorio para todos los residentes de psicología clínica y de psiquiatría el desarrollo y realización de un trabajo de investigación. Es una experiencia que, en general, resulta estresante para el futuro especialista, pero una vez superada, aporta una serie de competencias muy útiles. Durante mi período como PIR, llevé a cabo un estudio sobre cómo uno de los factores comunes eficaces en psicoterapia influía en los resultados del tratamiento psicológico. Aquel trabajo dio lugar a un artículo que publiqué en Revista de Psicoterapia en 2015 y que puede leerse al completo pinchando aquí.

No explicaré cómo se hizo el estudio, ya que el proceso está resumido en el mencionado artículo. Lo que quiero compartir aquí son los resultados con los que me encontré. Aquellos relacionados con el principal objetivo de la investigación aparecen en la publicación, pero hay otros hallazgos posteriores que fueron presentados en formato póster en varios congresos. Son análisis de los datos que hice después de finalizar el estudio, motivado por algunas preguntas que me hicieron en la exposición del trabajo de fin de residencia.

Vaya por delante que el trabajo tiene varias carencias y limitaciones metodológicas, por lo que las siguientes conclusiones no se pueden generalizar. 
 
  • El primer dato importante es que se mostró algún tipo de asociación entre la mejoría sintomática de los pacientes y la empatía percibida en los terapeutas. Esto no es nada nuevo. Como ya comenté en alguna otra ocasión, la empatía a demostrado (en investigaciones mucho mejor diseñadas que esta) ser un factor potenciador de los resultados de la psicoterapia.

  • Algo novedoso (hasta donde yo sé) consistió en comprobar si algún rasgo de personalidad de las personas atendidas se asociaba a la percepción que tenían de la empatía de la profesional que los trataba. La respuesta fue si: cuanto más extrovertida es una persona es más probable que puntúe más favorablemente la empatía de la terapeuta. Esto puede tener implicaciones a la hora de valorar los resultados mencionados en el punto anterior, ya que las características de personalidad pueden actuar como variable extraña de los resultados.

  • Fue interesante comprobar que aproximadamente la mitad de las personas había mejorado bastante en pocas sesiones (5 o menos), lo que es indicativo de que los tratamientos psicológicos pueden resultar eficaces en un breve período de tiempo y que los residentes de psicología clínica muestran un elevado nivel de competencia en esta materia.

  • Ya que tenía medidas de rasgos de personalidad y de resultados de la intervención, me decidí a comprobar si determinadas características personales de los pacientes tenían relación con la evolución del tratamiento. Y así fue: el rasgo Neuroticismo correlacionó positivamente con mejoría en los factores Problemas/Síntomas (p = 0.002), Riesgo (p =0.018), Puntuación Total (p = 0.011) y Puntuación Total sin los ítems de Riesgo (p = 0,009); el rasgo Responsabilidad correlacionó negativamente con Riesgo (p = 0.004); no se encontraron correlaciones significativas con los otros tres rasgos de personalidad del NEO-FFI. En resumen, se halló que a mayor nivel de Neuroticismo en los pacientes, mayor probabilidad de mejoría clínicamente significativa durante las primeras sesiones de terapia. Por otra parte, aquellos con niveles altos de Responsabilidad mostraban empeoramiento en los ítems relacionados con el riesgo de presentar conductas auto o heteroagresivas.

  • Finalmente, quise ver si el sexo del terapeuta afectaba de alguna manera a los resultados del tratamiento. Aquí me centré en dos cuestiones: ¿hay diferentes en empatía percibida entre hombres y mujeres? ¿Los resultados del tratamiento son diferentes cuando existe congruencia entre el sexo del paciente y el del terapeuta con respecto a cuando no se da esta coincidencia? En ambos casos la respuesta fue negativa: tanto mujeres como hombres fueron percibidos como igual de empáticos y el hecho de la congruencia de sexo entre profesional y consultante no afectó a los resultados. Sostengo la creencia, sin embargo, de que en casos específicos el sexo del terapeuta puede ser un factor muy importante, dependiente de la persona, el problema por el que consulta y las preferencias que tenga.

En definitiva, sirva esto como humilde ejemplo de otras de las tareas que realizan los psicólogos internos residentes durante su formación y para resaltar, una vez más, la importancia de los factores asociados con la relación terapéutica durante la psicoterapia.