miércoles, 17 de abril de 2019

Desarrollo profesional (II)

Hace unas semanas escribí unas líneas sobre el desarrollo profesional en psicología clínica y psicoterapia, señalando lo que los expertos habían descubierto sobre este tema. Hoy reflexionaré sobre mi caso particular, mi propia historia profesional y los cambios que he notado ha medida que he ido adquiriendo más experiencia. Y, para finalizar, algo que llevo tiempo queriendo compartir públicamente: mis resultados actuales, es decir, la respuesta a la pregunta “¿cómo la va, por término medio, a la gente que acude a mi consulta y participa en psicoterapia?”.

Mi desarrollo profesional comienza antes de tener ningún tipo de experiencia clínica (más allá del prácticum, en una unidad de hospitalización psiquiátrica). Lo hace en el momento en el que, tras unos años dedicándome a otras cosas, decido que quiero volver a apostar por la carrera que estudié y llegar a ser psicólogo clínico. Haber pasado años en un par de trabajos que no me satisfacían me ayudó a darme cuenta de lo importante que es poder dedicarte a algo con lo que te sientas a gusto (o incluso te apasione). Tomar la elección de dejar de trabajar y gastarme todos mis ahorros (literalmente) en pagarme una academia para preparar el examen de acceso al PIR fue toda una declaración de intenciones y una forma de compromiso implícito con el trabajo duro, el esfuerzo (que podría no haber sido recompensado) y la aceptación de la incertidumbre, la frustración, etc.

Creo que estudié y aprendí más de psicología clínica estudiandoel PIR que en los cinco años que estuve en la Universidad. Me vino bien preparar el examen para afianzar conocimientos y, sobre todo, para empezar a reflexionar sobre lo que es la salud mental, el rol del psicólogo y mi propio papel en todo esto. ¿Sería capaz de trabajar como especialista? ¿Podría sentirme competente y desarrollar habilidades básicas para ser un buen profesional? ¿Cómo entendía esto a lo que llamamos “psicopatología”? ¿Y lo que llamamos “terapia” o “tratamiento”? Hasta hace poco no sabía que lo estaba haciendo, pero se podría decir que el germen de la práctica reflexiva había empezado a crecer. Las charlas y debates con otros aspirantes al PIR en los descansos de las maratonianas jornadas de estudio afianzaron también este aspecto.

Cuando obtuve plaza, me esforcé por conocer un poco de cada uno de los enfoques de terapia. Cuando estudiaba, me consideraba un firme “creyente” de los principios del aprendizaje, fan de la terapia de conducta. Pero quería conocer, tenía curiosidad y estaba motivado por saber más y ampliar horizontes. Así que en las semanas previas al comienzo de la residencia me puse a leer cosas muy variadas: Skinner, Beck, Adler, Selvini-Palazzoli, Watzlawick… A algunos los dejé a medias porque no lograba entender nada (el caso de Adler), mientras que la terapia sistémica empezó a seducirme irremediablemente. En fin, que en lugar de criticar sin conocer, fui directamente a las fuentes y las abordé con sentido crítico y respeto (psicólogos del mundo, probadlo alguna vez: no es tan díficil).

De esta manera comencé el PIR, pensando en esto de que uno debe tener un modelo de referencia, lo cual parecía mostrar el hecho de que en diferentes rotaciones una de las preguntas iniciales de algunos profesionales fuera: “Y tú, ¿de qué orientación eres?”. Como era un novato, caía en la trampa y respondía. Hoy en día he desarrollado un poco más de desparpajo y repito la misma respuesta: “Orientación Noroeste” (de ahí vengo yo). Bromas a parte, la residencia de psicología clínica te da la maravillosa oportunidad de estar en contacto con clínicos que trabajan desde diferentes enfoques. Yo he estado en contacto con sistémicos, cognitivo-conductuales, psicodinámicos, integradores… y diría que de todos aprendí un poco. Hace escasos días leía con pena un comentario en Twitter de una joven psicóloga (que no había hecho el PIR) diciendo que eso de encontrarte con diferentes modelos teóricos en cada rotación era algo negativo e indeseable (más bien, creo que usaba la palabra “gymkana”). Como ya señalé, precisamente hay pruebas de lo contrario: tener un bagaje más amplio y conocimientos de diferentes modelos teóricos es algo que caracteriza a los mejores profesionales. Conocer ideas y planteamientos que van un poco más allá de nuestra zona de confort me parece algo imprescindible para ser un buen psicólogo clínico. Por supuesto, siempre de una forma crítica, pero humilde.

En mis primeros meses, me preocupé en exceso por la técnica: tenía la idea de que toda sesión debía terminar con alguna prescripción o indicación por mi parte, creyéndome en la posición del que soluciona los problemas humanos con ideas brillantes capaces de hacer cambiar al más “resistente”. Creo que es habitual y, en parte, normal para los que se encuentran comenzando su formación en psicoterapia. Abrir el manual y utilizar todo tipo de técnicas da sensación de seguridad. Por otro lado, las enseñanzas habituales en facultades, escuelas de formación y parte de la divulgación científica se centran en los procedimientos técnicos como clave para ayudar a las personas. Esto no es del todo problemático, las técnicas están ahí y son útiles, por lo que todo profesional que se precie tiene que aprender a utilizarlas en algún momento. Con el tiempo fui descubriendo que no marcan la diferencia con tanta frecuencia como se les atribuye y que, al final, es difícil diferenciar lo que es técnica de lo que no. ¿Construir una alianza terapéutica sólida es técnica o es otra cosa? ¿Y mostrar empatía de una forma determinada y en el momento preciso? Hoy en día lo tengo claro: la diferencia entre técnica, factores comunes o relaciones y habilidades terapéuticas es artificial y no hay una manera clara de aislar la influencia de unos y otros elementos. En fin, que recuerdo haberle comentado a mi supervisor del primer año, tiempo después de haberme ido de aquel centro de salud mental, que si hubiese vuelto atrás en el tiempo habría hecho las cosas de manera muy diferente; él me miró con cara de sorpresa y me dijo que lo había hecho muy bien. Pero no se trataba de si lo había hecho bien o mal (creo que, efectivamente, lo hice tan bien como cualquier otro residente de primer año), si no de un cambio en mi forma de ver las cosas.

Lo conté en público cuando expuse mi trabajo de fin de residencia y lo expongo de nuevo aquí. Una situación que marcó mi desarrollo profesional sucedió precisamente durante mi primer año como especialista en formación. Atendí a un hombre joven que había acudido a salud mental por problemas con su pareja y en el trabajo. Lo primero se había solucionado antes de la primera sesión y lo segundo de una forma inesperada. Así que en la tercera sesión acordamos el alta. Lo que recuerdo muy bien fueron sus palabras de agradecimiento (y su expresión sincera) hacia mi y como yo me quedé pensando: “¡pero si no he hecho nada!”. Claro, yo si que había hecho cosas que son terapéuticas, solo que no era consciente de ello y seguía ofuscado con la técnica. Este hecho contribuyó a mi creciente interés en las variables de proceso en psicoterapia: ¿qué es lo que hace que funcione? ¿Qué sucede en la interacción psicólogo-consultante que hace que las personas logren cambios importantes en sus vidas? Para mi, aquí está la clave, en el “cómo” se hace, en un sentido amplio. La rotación externa en una unidad de psicoterapia me sirvió para aprender mucho de estas cuestiones y de otras que no había tenido en cuenta hasta ahora, como el auto-cuidado del clínico, del que escribí hace poco.

Por cierto, en el párrafo anterior mencioné el trabajo de fin de residencia y esto es importante también para el desarrollo profesional. Aprender cuestiones básicas sobre investigación, hacer tus pinitos en ello, leer mucho y desarrollar capacidad crítica para analizar artículos y publicaciones varias. En ese sentido, a mi me ha ayudado mucho escribir unos pocos artículos, lo que te empuja a hacer búsquedas rigurosas sobre el tema, enfrentarte a las modificaciones sugeridas por los revisores de las revistas, etc.

Me queda mucho camino por recorrer, sin duda, pero hay detalles que me hacen darme cuenta de que me he desarrollado progresivamente como psicólogo clínico. Por ejemplo, recuerdo cómo me frustraba cuando iba a congresos, cursos o talleres, ávido de aprender cosas nuevas, sobre todo herramientas que al día siguiente me hicieran sentirme un psicólogo más eficaz; me frustraba, porque eso nunca sucedía. Lo mismo me pasaba con muchos libros y artículos. Sin embargo, hoy en día siento que disfruto mucho más y saco más provecho a este tipo de actividades, a pesar de que tengo mucha más experiencia que hace años. Mi hipótesis personal es que esto tiene que ver con que ya tengo una base de conocimiento robusta y amplia que me permite dejar de lado las ansias por encontrar certezas; en su lugar, trato de integrar lo que escucho o leo con mi comprensión de la materia.

En definitiva, de mi historia personal de desarrollo profesional (hasta la fecha actual) puedo sacar algunos elementos, a mi humilde parecer, que son claves y que he ido mencionando a lo largo de esta entrada: compromiso con el propio trabajo y con el esfuerzo que supone hacerlo de forma eficaz (y esto es algo que sucede hasta la jubilación, nunca puedes bajar la guardia); capacidad de reflexión acerca de la propia especialidad, del campo de conocimiento y de uno mismo; curiosidad y apertura a conceptos, ideas y aportaciones de otros profesionales (¡y sobre todo de los consultantes!); aprender y dominar las técnicas, pero sin darles un lugar privilegiado inmerecido; interés por las variables de proceso y los principios que favorecen el cambio en terapia; conocer cuestiones básicas sobre investigación y desarrollar la capacidad de lectura crítica. Y añado: interés por seguir mejorando y por poder ayudar a más personas.

¿A dónde me han llevado todas estas experiencias? Al siguiente lugar:



Este es un pantallazo de mis resultados (hasta el mes pasado) en los casos de personas que comenzaron conmigo el proceso de psicoterapia y de los cuales tengo medidas válidas para comprobar si hubo progreso en sus metas o no. Hay muchas variables en esta imagen, pero quizás lo más importante se halle en las tres últimas líneas. parara cada una de las columnas (que reflejan casos que todavía están en terapia, casos cerrados y los 30 últimos episodios terminados). Lo que muestran estos números es que hasta el 67.8% de las personas que han pasado hasta la fecha por mi consulta habían experimentado en la última sesión una mejoría significativa. Si de estos nos fijamos en los 30 más recientes, los resultados fueron todavía mejores (lo que es un indicio de que mi rendimiento está mejorando): el 79.2% mejoró más de lo esperado por azar (es decir, la probabilidad de atribuir ese cambio positivo a la terapia es elevada). Si comparamos estos resultados con la literatura especializada, se puede decir que están a la altura de los hallados en los ensayos clínicos aleatorizados, un tipo de estudio de la más alta calidad.

En cualquier caso, quiero ser honesto y matizar algunas cosas. No tengo medidas de seguimiento que permitan comprobar si los resultados se mantuvieron pasados varios meses, un criterio importante a la hora de valorar la efectividad de la terapia psicológica. El número promedio de sesiones que aparece aquí (donde pone “media de reuniones”) es muy bajo porque incluye también casos que “abandonaron” la terapia. Cuando una persona deja de acudir (porque no ve mejoría, no “conecta” con el clínico o por circunstancias externas), lo suele hacer muy pronto: raro es el caso de alguien que después de 2 o 3 sesiones sin obtener algún tipo de beneficio decida continuar asistiendo a más sesiones, especialmente si tiene que pagar por ellas. Además, aunque utilice escalas validadas para este tipo de cuestiones, el concepto de mejoría y progreso en psicoterapia a veces es discutible, como muestra este excelente artículo: Five types of clinical difference to monitor in practice. Por último, el número de casos incluídos en estos cálculos es pequeño; normalmente, aumentar el tamaño de la muestra hace que los resultados sean algo más humildes. Pero esto es algo que podré ir viendo con el tiempo (y compartir por aquí), a medida que el número de personas atendidas vaya creciendo.

Estoy convencido de que si todos los psicólogos clínicos (y residentes) monitorizaran sus resultados, sus números no serían muy diferentes a los míos. Recuerdo mi satisfacción y sorpresa al comprobar los datos de los residentes cuando hice mi trabajo sobre la empatía de los terapeutas: el 50% de las personas atendidas habían mejorado de forma significativa, según la información obtenida con el CORE-OM, ¡y en menos de 5 sesiones! 

De todo lo comentado aquí, la “gymkana” de la residencia ha sido sin duda la piedra angular de mi desarrollo profesional. Es una pena que siga habiendo personas que critiquen el PIR y traten de saltarse este eslabón fundamental de la formación en psicología clínica.

Ahora toca seguir trabajando. Y creciendo.

domingo, 31 de marzo de 2019

Jornada "Evidencias en Psicoterapia".

La Asociación Asturiana de Salud Mental ha tenido el detalle de invitarme a participar como ponente en una jornada sobre “Evidencias en Psicoterapia”. Para mi es todo un honor que hayan querido contar con mi presencia allí, sobre todo teniendo en cuenta que voy a estar rodeado de grandes y experimentados profesionales, psicólogos clínicos conocidos y respetados en Asturias (y más allá de sus fronteras): Francisco Estévez, que era jefe de estudios de la Unidad Docente Multiprofesional de Salud Mental del Principado de Asturias cuando yo comencé la residencia (allá por 2011) y que fue la persona que nos dio, a los de mi promoción, la bienvenida a la formación sanitaria especializada; Marino Pérez, catedrático de la Universidad de Oviedo, persona con amplios conocimientos, prolífico autor que siempre pone sobre la mesa ideas interesantes sobre la salud mental; y Marco Luengo, un clínico muy querido y co-responsable de esa magnífica investigación que me gusta citar a menudo sobre la efectividad de la psicoterapia breve en los servicios públicos (cuyos resultados se pueden consultar aquí y aquí).

En los últimos meses, dentro de la comunidad de psicólogas y psicólogos, se ha hablado mucho sobre prácticas basadas en la evidencia a raíz de los planes del Ministerio de Sanidad para luchar contra los tratamientos pseudocientíficos. Por desgracia sigue pasando algo que ya comenté en otra entrada: muchos pseudo-divulgadores de las redes sociales presentan una imagen parcial y sesgada de lo que es la práctica basada en la evidencia en psicología (aunque estoy seguro de que no lo hacen con mala intención ni a propósito). En esta jornada, la idea es hablar con claridad de estos y otros asuntos, acercando lo cuantitativo a lo cualitativo y ampliando miras en un tema tan importante como este.

Yo me dedicaré a tratar de explicar lo relevante que es adaptar la terapia a las características y preferencias de cada persona, integrando los factores que hacen que la intervención sea más eficaz. Así que saldrán temas ya abordados en este blog, como la práctica basada en la evidencia, los factores comunes y, sobre todo, la obtención y uso de feedback en psicoterapia.

La jornada está acreditada por la Escuela de Salud Mental de la AEN y tiene el reconocimiento de interés sanitario de la Consejería de Sanidad del Principado de Asturias. Tendrá lugar en el salón de actos del Hospital de Cabueñes (en Gijón), el 25 de Abril, de 9 de la mañana a 7.30 de la tarde. La cuota de inscripción es mínima, entre 10 y 20 euros. La inscripción se puede realizar pinchando AQUÍ.


martes, 26 de febrero de 2019

Auto-cuidado del profesional


Como seres humanos que somos (por lo menos algunos…), los psicólogos clínicos también nos estresamos, cansamos y sufrimos. En no pocas ocasiones ese malestar viene generado, en parte o totalmente, por nuestro trabajo. No nos engañemos, aunque a la mayoría nos apasione esta profesión y nos proporcione muchas satisfacciones (esos momentos impagables en los que ves a la gente recuperarse, cambiar, obtener sus objetivos, superar sus dificultades, etc.), también nos da quebraderos de cabeza. No importa lo duro que tengamos el cráneo, también se puede lesionar seriamente o llegar incluso a la ruptura.

Es sabido que las profesiones de ayuda, en la que se está en contacto con personas que sufren de una u otra manera, acarrean consigo el riesgo de quemarse, del famoso burnout (o desgaste profesional, caracterizado por cansancio emocional, apatía o indiferencia hacia los demás y sentimientos de ineficacia o baja realización personal) o la fatiga por compasión. No es de extrañar, en el caso de los clínicos estamos continuamente en contacto con el sufrimiento humano, escuchando historias llenas de dolor, traumas, violencia, desesperanza… Y aunque con la experiencia y una formación adecuada terminas desarrollando la capacidad para lidiar con todo ello, siempre hay situaciones que te tocan, te afectan y hacen que te las lleves contigo a casa, quieras o no. Porque una característica bastante importante para ser un especialista eficaz es tener un interés sincero a lo que le pasa a las personas a las que prestas tus servicios. Encontrar un equilibrio entre ese preocuparte por el otro, pero sin sobre-implicarte, se hace a veces difícil; pero es necesario.

Algunos factores causan con mayor probabilidad síntomas de cansancio emocional o estrés. Por ejemplo, una agenda sobrecargada, poco tiempo para dedicar a la personas (en comparación con el que podrían necesitar), escasez de recursos (¡a ver si las administraciones y gerencias toman nota de esto último!) o estar atendiendo a personas con elevado riesgo de suicidio. Los estudios muestran que esto último es uno de los factores que más queman a los psicólogos: se siente una gran impotencia cuando las posibilidades de que una persona termine con su vida son altas. Y más cuando llega a hacerlo. Por suerte, yo todavía no he tenido que lidiar con esto último, aunque es algo prácticamente inevitable. Desafortunadamente, en este trabajo, la probabilidad de trabajar con alguien que termine suicidándose es tan grande, que cabe esperar que a todos nos pase en algún momento. Y no lo podemos evitar.

No podemos evitar el sufrimiento, el malestar, las situaciones traumáticas y muchas otras circunstancias y emociones difíciles. Por ese motivo es tan importante que aprendamos a cuidarnos. Somos el instrumento mediante el que se vehiculizan nuestros conocimientos y competencias técnicas; y si un instrumento de este tipo no está bien calibrado o en condiciones, existe el riesgo de influir negativamente en el desarrollo de la terapia, perjudicando a las personas a las que queremos ayudar. Cuanto más quemado estás, peor es tu desempeño profesional.

Quizás el primer paso para afrontar todo esto es normalizar el hecho de sentirnos quemados. Una revisión del año pasado indicó que la mitad de los psicoterapeutas encuestados afirmaban sufrir burnout en niveles entre moderados y altos. Tanto factores personales como profesionales influyen en nuestro nivel de bienestar. Por ejemplo, según el citado estudio de Simionato y Simpson, un riesgo mayor de burnout está asociado a la edad (cuanto más joven, mayor el riesgo), a la experiencia (mayor riesgo cuando la experiencia es menor) y a sobre-implicarse en los problemas de los pacientes. Otros aspectos problemáticos son algunas características de personalidad como elevado neuroticismo, rigidez y perfeccionismo excesivos, egocentrismo o competitividad, entre otras. Sin embargo, estas características simplemente aumentan la probabilidad de sentirse emocionalmente agotado, pero todos somos vulnerables al estrés ocupacional.

Además del descenso en nuestro rendimiento, otras posibles consecuencias de sentirnos quemados pueden ser las siguientes: depresión, aislamiento social y laboral, insatisfacción con el trabajo, suicidio, adicciones, violaciones del código ético, cinismo, desilusión… La lista es larga. Se han detectado algunas señales que alertan de que uno se encuentra en un estado de este tipo, como pueden ser ansiedad, dificultades de concentración, reducción del contacto con compañeros, cometer errores clínicos con mayor frecuencia o incluso pensamientos suicidas. Por lo tanto, la presencia de estos y otros síntomas deben servirnos como indicativos de que algo no marcha bien en nosotros. Es el momento de sentarse a reflexionar sobre ello y busca la mejor manera de solucionarlo.

La clave para afrontar todo lo anterior es el auto-cuidado del profesional. Aquí también es aplicable aquello de “más vale prevenir que curar”. Sabiendo que la mitad de los clínicos se ven afectados por estas cuestiones, es sensato tener una especie de plan que nos permita hacer frente a las dificultades inherentes a la profesión. Esto es especialmente importante en el caso de especialistas más jóvenes y con menor experiencia, habida cuenta de lo que muestran los datos. Aquí van algunas recomendaciones generales que nos pueden ayudar a sobrevivir en el día a día de esta apasionante y desafiante ocupación.
  • Supervisión: ya sea con una persona más experta o con compañeros, estar en contacto con otros psicólogos y buscar consejo, orientación y apoyo es una buena manera de lidiar con el estrés.

  • Organiza tu agenda para poder dedicar tiempo no solo al trabajo, si no también al descanso y al ocio. Si hace falta, “oblígate” a tener horas en las que no te permitas trabajar. Recuerdo que en cierto momento de la residencia tuve que ponerme a mi mismo un límite horario diario, de manera que dejase de leer, estudiar, etc., a partir de una hora fija. Sin duda aquello funcionó muy bien. Tómate unas vacaciones de vez en cuando. 
     
  • Práctica reflexiva: con la ayuda de un supervisor, reflexionar sobre sesiones que te han afectado especialmente y plantearte ciertas preguntas puede ser un valioso recurso del que merece la pena sacar provecho.

  • Piensa en aquellas cosas que te hacen sentir bien y prográmalas si hace falta en tu calendario. No todas las estrategias funcionan con todo el mundo (al igual que no todas las técnicas en terapia son eficaces con todas las personas), por lo que es importante que descubras qué es en concreto lo que a ti más te sirve. Desarrolla tus propias estrategias de auto-cuidado.

  • Aprende a decir que no: aquellos que nos esforzamos por dar nuestra mejor versión somos un poco cafres (a veces) y nos apuntamos a todo lo que surja: trabajo, formación, investigación, artículos, asociacionismo… Asumámoslo: no podemos con todo, no somos máquinas ni superhéroes. Está bien decir que no y aceptar nuestros límites. Y respetarlos ya ni te cuento.

  • Cuídate física y psicológicamente: los hábitos de vida saludables nunca están de más. Ejercicio, ciclos de sueño-vigilia regulares, buena alimentación, cuidado de las relaciones cercanas… 
     
  • Terapia personal: si las cosas se tuercen tanto como para que no logres encontrar la manera de remontar por ti mismo, puedes plantearte consultar con un profesional. ¡No es nada de lo que avergonzarse! Al contrario, si lo necesitas, participar en tu propio proceso terapéutico es una manera de ayudar, indirectamente, a aquellos para los que trabajas. Recuerda: cuanto mejor estés tú, mejor estarán ellos.



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lunes, 18 de febrero de 2019

La memética y el Veredicto del Pájaro Dodo: la influencia de la cultura en la psicoterapia

El debate en torno al denominado “Veredicto del Pájaro Dodo”, una metáfora que hace alusión a la eficacia similar hallada al comparar los resultados generales de los grandes enfoques de psicoterapia, ha generado ríos de tinta dentro de la literatura especializada. En muchos casos, la discusión se ha convertido en el enfrentamiento de dos posturas polarizadas: aquella que defiende lo anterior, que no es el tipo de tratamiento o la técnica en particular lo que más contribuye a la mejoría de las personas, si no los factores comunes a los distintos modelos (la alianza terapéutica, instilación de esperanza o adaptar la intervención a determinadas características de la persona, por ejemplo) y otra que afirma que los factores específicos, y no los compartidos, son los más influyentes en los resultados de la terapia psicológica. Estas dos formas de ver el proceso terapéutico cuentan con pruebas que apoyan sus afirmaciones y, a su vez, con evidencias en contra de lo que defienden “los que están equivocados”. En más de una ocasión el debate se ha vuelto encarnizado, con duras críticas entre ambas posturas. En mi opinión, no se trata de una cuestión “o es esto o es lo otro”, si no de “es esto y también lo otro”. Abogo más por la integración de los datos que ofrecen las investigaciones de unos y de otros que por una competición que persiga ver quién tiene razón. 

Por desgracia, algunas personas han malinterpretado la idea que hay detrás de este veredicto y consideran que es equivalente a decir algo así como que "todo vale" en psicoterapia. Pero no, con esto no se afirma que cualquier intervención pueda ser útil, independientemente de su forma y que, por lo tanto, se puede dar luz verde a cualquier tipo de terapia. Se trata de señalar que los modelos serios y coherentes que han sido estudiados, de forma sistemática y adecuada, han mostrado ser eficaces. Tampoco se afirma que se pueda trabajar sin un modelo sensato (no existe una intervención basada en factores comunes sin más).

En cualquier caso, el tema de esta entrada no es reflexionar sobre esto. Como decía, ya hay mucho escrito sobre la cuestión, y estoy convencido que durante años las páginas de las revistas científicas y los libros de psicoterapia seguirán acogiendo opiniones y estudios al respecto. Lo que hoy quiero comentar brevemente es la publicación de un artículo en el que he colaborado y que aborda el Veredicto del Pájaro Dodo desde una óptica, hasta donde yo sé, totalmente novedosa: la memética.


Xacobe Fernández, psicólogo clínico de los Badalona Serveis Assistencials, es el verdadero artífice de esta original idea: adoptar un enfoque cultural concreto (la memética) para analizar cómo ciertas ideas se transmiten en psicoterapia y las posibles repercusiones que pueden tener.

Dado que los seres humanos somos capaces de imitar información del entorno, estos contenidos se pueden replicar por imitación, mutar, y seleccionar. De este modo, los organismos replicadores de esta información, en lugar de cadenas de aminoácidos, serían los procesos mentales superiores, expresados habitualmente en forma de lenguaje. Esta información imitable, equivalente al gen, sería el meme. Al igual que en genética se habla del “acervo genético”, a la totalidad de las informaciones propagadas a las que nos acabamos de referir las llamaríamos “cultura”.

La velocidad de propagación de los memes es drásticamente mayor que la de los genes. Por ende, la evolución del ecosistema cultural es mucho mayor y más maleable que la del ecosistema biológico. Esto implica que el código memético está en constante cambio y evolución, produciéndose grandes transformaciones y mutaciones en poco tiempo.

Gracias a Xacobe he descubierto un tema que era desconocido para mi y que da para mucho más de lo reflejado en el artículo (cuestiones de espacio han impedido un desarrollo más extenso), aplicable a múltiples ámbitos de la vida, pero especialmente importante cuando tiene que ver con profesiones asistenciales como la nuestra, en la que lo social, cultural, ideológico y político pueden influir (y, de hecho, lo hacen) de forma sustancial en la producción científica y en las ideas, mitos o memes que pasan a formar parte del conocimiento compartido por la comunidad.

Es un trabajo que requiere una lectura pausada y reflexiva para poder captar toda su esencia e implicaciones. Espero que aquellas personas que os animeis a leer el artículo lo encontreis de vuestro agrado. Os dejo con el resumen:

El debate acerca de la eficacia diferencial de los distintos modelos de psicoterapia y el conocido como “veredicto del Pájaro Dodo”, el hecho de que se haya encontrado una eficacia equivalente entre diferentes enfoques terapéuticos, es analizado en ese trabajo desde una nueva óptica cultural: la memética. Un meme es una unidad de información cultural que se replica y evoluciona por mecanismos de selección. La memética es el campo que se ocupa del estudio de los memes y de cómo se distribuyen y evolucionan. En este artículo nos proponemos analizar conceptos importantes de la psicoterapia y la psicología clínica desde el enfoque de la memética. Consideramos que esta perspectiva tiene importantes implicaciones en la conceptualización, estudio y mejora de la psicoterapia, arrojando luz sobre aspectos estancados y ofreciendo nuevas posibilidades investigadoras.


 Memética outtake.

viernes, 15 de febrero de 2019

XIX Jornadas ANPIR: 6 razones para apuntarse

En menos de cuatro meses se van a celebrar las XIX Jornadas de la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (ANPIR), que tendrán lugar en Oviedo entre el 6 y el 8 de Junio de 2019. Si eres psicólogo/a, estudiante de psicología o una persona interesada en general en la especialidad, no tienes excusa para perderte el evento. Pero si, por algún extraño motivo, tienes dudas respecto a si inscribirte o no, aquí van algunas razones de peso dirigidas a convencerte de que vengas a pasar esos días con nosotros.


#1. Por el programa: variedad y calidad.
Hemos organizado una programación variada en la que dar espacio a muchos de los ámbitos en los que se desarrolla y aplica la psicología clínica: psicoterapia, psicología clínica infanto-juvenil, neuropsicología, psico-oncología, cuidados paliativos, perspectiva de género… De ahí el lema de las jornadas: “Psicología Clínica: una especialidad, diferentes contextos”. Una buena manera de ponerse al día con respecto a lo que se está haciendo en cada una de esas áreas.


#2. Por los y las ponentes.
Algo que en ocasiones se echa en falta en congresos y jornadas es la presencia de ponentes que provengan de “las trincheras”, es decir, que estén trabajando a diario con personas, aplicando sus conocimientos y pericia como clínicos. Durante tres días vamos a poder disfrutar de mucho talento, tanto por parte de expertos reconocidos a nivel internacional, como de especialistas jóvenes deseosos de compartir su experiencia en diferentes servicios del sistema nacional de salud. Porque esto último es también importante: casi la totalidad de los ponentes trabajan en la sanidad pública. Por si fuera poco, tener a participantes de la talla de Richard Bentall (uno de los mayores expertos en psicosis) y de Lucy Johnstone (presentando en España esa maravilla que es el Marco del Poder, Amenaza y Significado) es todo un lujo y motivo suficiente para apuntarse.


#3. Por los talleres pre-congreso.
Para ir abriendo boca, antes de la inauguración se van a realizar dos talleres simultáneos a los que te puedes apuntar también. Javier Aznar, director de los programas de atención a menores víctimas de abuso sexual y mujeres víctimas de abuso sexual de la Xunta de Galicia, nos explicará cómo intervenir en estos casos tan duros de abuso sexual y trauma. Por otro lado, Pedro Sanz y Nuria Tur harán una introducción al trabajo con adolescentes desde la Terapia Basada en la Mentalización.

#4. Por la oportunidad para compartir intereses e inquietudes.
Os voy a confesar un pequeño secreto: cuando voy a una jornada de este tipo, disfruto tanto (¡o más!) con el “Congreso B”*, esos momentos entre conferencia y conferencia, en las comidas y cenas, en las que estás en compañía de otros profesionales y estudiantes que comparten tu misma pasión: la psicología clínica. Sesiones informales de las que también aprendes mucho y con las que, además, te diviertes. Es una oportunidad para reencontrarte con amigos y compañeras que viven en otros puntos de la geografía, para ponerte al día y retomar el contacto. También es una oportunidad para hablar con los conferenciantes. En la noche del viernes es posible apuntarse a una cena donde relajarse e intercambiar ideas, números de teléfono y direcciones de e-mail. Recuerdo lo emocionante que fue, por ejemplo, el año pasado hablar (bueno, más bien balbucear en inglés) y hacerme una foto con Robert Whitaker.

#5. Para poder exponer tus trabajos e investigaciones.
Para aquellos que están haciendo investigación en la práctica clínica es una oportunidad de presentar sus resultados, ya sea por medio de una comunicación oral o a través de un póster científico. Esto a veces hasta puede abrir algunas puertas o dar lugar a situaciones, cuando menos, interesantes (tal vez algún día cuente alguna cosa al respecto).

#6. Por visitar Asturias en verano.
Si nunca has estado en Asturias, esta es una magnífica oportunidad para conocer la hermosura de sus tierras y el buen talante de sus gentes. Y si ya has estado aquí… bueno, en ese caso no hace falta que diga nada para convencerte de que vuelvas en esta ocasión. ¡No conozco a nadie a quien no le haya gustado este lugar! Cuando en gran parte de España empiece a apretar el calor, aquí vamos a tener una temperatura ideal para disfrutar de las jornadas y del tiempo de ocio: tomar unas sidras en una terraza en Gijón, pasear por las calles de Oviedo, realizar una excursión por cualquiera de los cientos de pueblos con encanto de la comunidad… Tienes opciones donde elegir, todas ellas buenas.


Toda la información de las jornadas (y el formulario para inscribirse) está disponible en: https://www.anpir.org/jornadas-2019/


¡Nos vemos en Oviedo!


*Nada que ver con Cajas B o similares.

jueves, 7 de febrero de 2019

Proyectos y sobrecarga

Tengo que pedir disculpas a los lectores de El Lecho de Procusto por tener este terreno un poco abandonado. Siempre pienso en actualizar este blog y en mi mente se acumulan algunos temas que creo que pueden ser de interés de quienes suelen visitar este lugar. Por ejemplo, hace tiempo que quiero escribir algo sobre el auto-cuidado del profesional de la psicología clínica, un tema muy importante. De hecho, algo tiene que ver con el hecho de que haya tardado tanto en publicar una nueva entrada: soy consciente de que llevo mucha carga laboral sobre los hombros en estos momentos y necesito descansar cuando puedo.

Así que hoy voy a aprovechar y a utilizar mis justificaciones por haber tardado tanto en actualizar el blog como una nueva publicación en si misma. No toca hablar de algún tema específico, si no de cuestiones personales relacionadas con mi actividad profesional (en sus múltiples facetas). Lo que viene a continuación es un listado de todos los asuntos en los que ando metido, algunos de los cuáles se verán reflejados de forma más extensa en próximas actualizaciones.

Lo primero es lo primero: el trabajo clínico. En el mes de Enero el número de nuevas consultas ha sido elevado en años anteriores, especialmente si lo comparamos con otros meses. Y en este 2019 la demanda se ha disparado todavía más, de manera que paso muchas horas haciendo psicoterapia. Es un privilegio tener tanto trabajo y disfruto de ello, a pesar de todo el tiempo que requiere.

Por otro lado, formo parte del comité organizador de las próximas Jornadas de ANPIR, que se celebrarán en Oviedo del 6 al 8 de Junio de 2019. Nunca me había enfrentado a una tarea de este tipo y lo cierto es que me está dando mucho trabajo. ¡Menos mal que el comité está lleno de gente trabajadora que está haciendo todo lo posible por organizar un evento que merezca la pena! Hablaré del programa próximamente, pero de momento quiero resaltar la presencia en las jornadas de dos profesionales de reconocido prestigio internacional: Richard Bentall, uno de los mayores expertos en psicosis, y Lucy Johnstone, psicóloga clínica que presentará en España su trabajo sobre el Marco del Poder, Amenaza y Significado.

Con respecto a próximas publicaciones, pronto estará disponible en la revista Papeles del Psicólogo un artículo en el que he colaborado con Xacobe Fernández, quien ha tenido una idea muy original e interesante que hemos desarrollado con mucho entusiasmo. De momento no revelaré el tema del que trata, pero estoy seguro que va a llamar la atención. En la misma revista, está pendiente de publicarse también la versión en inglés de Pericia, Efectos del Terapeuta y Práctica Deliberada.

Además, tengo algún otro escrito en revisión, realizado en colaboración con otros grandes amigos y compañeros psicólogos clínicos. Revisarlo, editarlo y mandarlo es algo que me ha ocupado también bastante tiempo. Y aún me queda algún que otro proyecto secreto en el que estoy trabajando cuando tengo tiempo (es decir, ¡casi nunca!).

Por cierto, hablando de artículos, esta semana se ha publicado una entrada en el blog Therapy Meets Numbers en el que se revisa nuestro artículo del año pasado sobre el uso de feedback en psicoterapia. El autor, un clínico inglés al que no conocía, me contactó hace unas semanas pidiéndome permiso para publicarlo. Y la verdad es que es un honor que alguien se haga eco de tu trabajo y le dedique tan agradables palabras. Puedes ver dicha publicación pinchando en: Every picture tells a story.

En cuanto a formación, me he metido en un verdadero lío: solapar durante seis meses dos cursos diferentes. Acabo de comenzar la formación en la Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar mientras finalizo el Máster en Terapias Contextuales de la Universidad de Almería. Este año está siendo maravilloso poder contar con las sesiones de supervisión con Iván Torres, quien, además de enseñarme mucho de Terapia de Aceptación y Compromiso y de Psicoterapia Analítico-Funcional, es un gran compañero. Pronto llegará la hora de realizar el trabajo fin de máster (más cosas que hacer, ¡estupendo!).
Por cierto, esta puede ser una buena ocasión para recordar mis publicaciones en este blog sobre terapias contextuales: ACT, Mindfulness, TCBP, TIP y otras.

Todavía hay más: alguna que otra ponencia para los próximos meses y de las que iré dando más detalles a medida que se vayan concretando las propuestas.

Y, cuando me queda algo de tiempo, hasta intento tener un poco de vida personal.

Creo que todo esto hace que me merezca el perdón por parte de aquellos que esperan como agua de mayo nuevas actualizaciones del blog (en el caso de que exista un ser similar). Prometo* que pronto volveré y será con algo de mayor fundamento y menor dispersión.

¡Y recordad que os podéis subscribir al blog introduciendo vuestra dirección de e-mail en la casilla de la parte superior derecha!


*El cumplimiento de dicha promesa no está garantizado de ninguna manera.

viernes, 11 de enero de 2019

De la mejor terapia del universo a las revistas depredadoras

Me hubiese gustado publicar esta entrada el pasado 28 de Diciembre porque, en cierto sentido, lo que voy a contar aquí tiene tintes de inocentada, aunque la cosa es bastante seria. Pero en esas fechas, ya se sabe, el tiempo se escapa a gran velocidad. Hoy voy a hablaros de la terapia psicológica más eficaz del universo y de cómo gracias a ella terminé conociendo lo que son las revistas depredadoras.


Todo empezó por pura casualidad. Un día, paseando por Researchgate, me encontré con un comentario escrito por un tal Robert Moylan, el cual proclamaba los supuestos grandes beneficios de un enfoque terapéutico totalmente desconocido para mi: Emotional Core Therapy (ECT), algo así como “terapia del núcleo emocional” (perdonen la burda traducción, pero este invento tampoco se merece mucho más). El mensaje tenía toda la pinta de ser una especie de spam fraudulento que buscaba vender un producto muy concreto, la propia terapia ECT. Guiado por la curiosidad, me lancé a hacer una búsqueda en diferentes buscadores (generalistas y especializados) sobre Moylan, creyendo que la historia no tendría mucho recorrido y que no hallaría más que un puñado de resultados al respecto. Nada más lejos de la realidad.

Me encontré al señor Moylan hasta en la sopa (sin embargo, no pienso poner ni un solo enlace porque no quiero darle más publicidad). Además de su página web, tiene vídeos en Youtube, entrevistas en algún programa de televisión, varios libros a la venta en Amazon y algunos “artículos” publicados en “revistas científicas”. Mi interés siguió creciendo: según la página web oficial de ECT, “El Sr. Moylan proporciona evidencia científica de que la Emotional Core Therapy es el enfoque psicológico más simple, más efectivo y más inclusivo del mundo para tratar estrés relacional y psicológico. El Sr. Moylan ha probado su enfoque ECT miles de veces”. ¡Casi nada!

¿Quién no querría aprender la terapia más efectiva del mundo? Y si es la más sencilla, ¿bastará con leerme algún libro? Eso debieron pensar los pobres incautos que acudieron a Amazon a comprarlo, sobre todo cuando vieron las más de 300 opiniones que acompañan al producto, prácticamente todas ellas positivas. Sin embargo, leamos alguna de las escasas críticas negativas que podemos encontrar allí: “Como psicoterapeuta con una estantería llena de libros de psicología, counseling y auto-ayuda, me quedé intensamente decepcionado con este libro. Es el único libro que he pensando devolver en mi vida. Leí página tras página, esperando encontrar contenido útil de verdad, intervenciones o ideas sólidas o un encuadre para la ECT, solo para darme cuenta de que NO HAY NADA. No sé cómo se pueden escribir tantas páginas sobre nada, pero eso es lo que ha hecho este autor (…). Encargué este libro en base a las numerosas buenísimas reseñas, pero mirándolas más a fondo he llegado a creer que la mayor parte son falsas. Muchas usan las mismas ideas o frases...”. Efectivamente, lo que parece que sucede con los libros de Moylan en Amazon (tiene otro para adolescentes, otro para cuestiones espirituales y otro que… ¡aplica la ECT al golf!) es que se ha encargado de utilizar un montón de cuentas falsas (o ha contratado un servicio para hacerlo: esas cosas existen) para dejar una opinión muy positiva de su “obra”.

Pero echémos un vistazo al libro sobre la terapia más efectiva del mundo (el cual, en este caso no me avergüenza decirlo, he adquirido descargándolo por internet de forma poco ortodoxa). La primero que nos encontramos es una “advertencia” que dice así: “Este libro detalla las experiencias y opiniones personales del autor sobre salud mental y relaciones. El autor y el editor proporcionan este libro y sus contenidos sobre una base “tal cual” y no representan o dan garantías de ningún tipo con respecto a este libro y a sus contenidos (…) Además, el autor y el editor no representan o garantizan que la información accesible a través de este libro sea precisa, completa o actual”. Curioso. Un libro sobre algo tan maravilloso y que comienza diciendo que no se garantiza que lo escrito sea real. Quizás por eso no se aporta ni una sola referencia a lo largo de todo el volumen.

En la página web, donde hay una sección de formación igualmente sospechosa, se nos remite a la advertencia anteriormente mencionada, añadiendo que “La efectividad clínica a largo plazo de la ECT no puede ser puesta a prueba debido a la complejidad del proceso ECT [vaya, ¿pero no era el enfoque más simple del mundo?]. La única manera de probar la efectividad de ECT es mediante el método científico y trabajando el proceso con el ojo desnudo (¿?). En otras palabras, tienes que aplicar continuamente el proceso ECT a tu propio estrés o al de otros hasta que lo domines. Entonces es cuando necesitas hacer esta prueba a ojo desnudo con otro enfoque disponible para compararlo. ECT no puede prometer felicidad o un resultado positivo para cualquier individuo”.

Está bien, una página web para vender formación en un método que no funciona la puede hacer cualquiera. Escribir y publicar un libro también, así como pagar por bots o crear falsos usuarios de Amazon para que lo valoren positivamente. Lo mismo podemos decir de subir vídeos a Youtube haciendo una especie de seminarios para darle una mayor apariencia de seriedad al asunto. Sin embargo, también existen artículos de ECT publicados en revistas con revisión por pares. Así que quizás haya algo de verdad, después de todo. Porque ninguna revista científica publicaría un artículo que dice que una terapia es la más efectiva de todas sin que exista una buena fundamentación para ello.

¿O si?

Dirijamos la mirada ahora hacia uno de esos artículos de Moylan, de acceso abierto y publicado en una revista que dice tener revisión por pares. Tampoco hace falta ser muy meticuloso para darse cuenta que es una tomadura de pelo. El “trabajo” es brevísimo, no está bien estructurado y solo tiene cuatro referencias, que nisiquiera están puestas con el formato adecuado. Pero lo que ya es de risa es leer frases como las siguientes: “La XXXX [nombre de la revista] es un vehículo excelente para diseminar la verdad (…) las revistas son vehículos excelentes para establecer la verdad a través del método científico”. Y, en la sección de “método”: “Ya que cada persona es única a la hora de detectar y tratar el estrés relacional, las únicas herramientas que necesitas para probar su efectividad son tus propios eventos estresantes, mi libro de ECT y vídeos de entrenamiento...”.

Cualquier que haya leído dos o tres artículos de revistas especializadas y que conozca un poco el proceso de revisión sabe que nadie aceptaría la publicación de semejante despropósito y muchos menos si contiene la afirmación de que la ECT es la terapia que ha demostrado ser más efectiva sin aportar ni una sola prueba de ello. Por no hablar de que un niño de 10 años haría una redacción infinitamente mejor.

Entonces, ¿como es posible que existan unos pocos artículos de este tipo? Al principio pensé que la revista no existía y que era otra invención de Moylan. La página web de la misma tiene un aspecto bastante cutre que nada tiene que ver con el diseño habitual de este tipo de publicaciones. Sin embargo, al investigar un poco más me encontré con que la revista era real y que, según dicen, sigue un proceso de revisión por pares. Pero hay algo extraño. En vez de hablar de su factor de impacto, se refiere a al Índice Copernicus; y cuando menciona los sitios en los que está indexada, nombra páginas como Academia.edu, Researchgate o Google Scholar. Y así es como descubrí lo que es una revista depredadora.

Las revistas depredadoras son básicamente publicaciones en acceso abierto que se alimentan de la tasas que cobran a los autores por publicar sus artículos. Si bien es cierto que en muchas revistas serias los autores tienen que pagar un precio, este generalmente tiene que ver con servicios editoriales y demás que son necesarios para garantizar unos mínimos de calidad. El problema con las depredadoras es que las tasas nada tienen que ver con los costes de publicación o de edición. De hecho, aunque muchas, como en el ejemplo anterior, presumen de seguir una revisión por pares, esto realmente no se lleva a cabo. Tampoco hay gastos derivados de una edición en papel, de maquetación o diseño: las páginas webs de estas publicaciones y los artículos en si mismos están elaboradas mínimamente. Son revistas fraudulentas, en definitiva, cuyo único objetivo es sacar provecho económico, por lo que aceptan publicar prácticamente cualquier cosa, independientemente de su calidad o veracidad.

Ejemplo de lo anterior es el caso de un estudiante que, en el año 2010, envió un manuscrito que fue aceptado para su publicación (siempre que se pagara la tasa, claro), a pesar de que el artículo había sido generado aleatoriamente por un programa informático y estaba repleto de sinsentidos. Interesante también es el experimento del “Doctor Fraude”: un grupo de investigadores se inventó a una persona que se ofreció para formar parte del comité editorial de un buen número de revistas. A pesar de que no había publicado ni un solo artículo en su ficticia carrera y de que en su currículum decía haber escrito libros que no existían (publicados, además, por editoriales falsas), hasta 40 revistas aceptaron tenerla como editora. En 2013, John Bohannon escribió un artículo con defectos evidentes acerca de un supuesto constituyente y lo envió a varias revistas. El 60% de las publicaciones de acceso abierto lo aceptó, a pesar de su falsedad.

El problema ha ido creciendo a lo largo de los años, y ya en 2014 se estimaba que había unos 420000 artículos publicados en este tipo de revistas, cuyo número llegaba a las 8000. En un esfuerzo por ayudar a autores y lectores a filtrar este tipo de publicaciones, se han elaborado listas de revistas depredadoras, disponibles en internet y accesibles para cualquier persona.

Queda claro (por si alguien no lo sabía todavía), que muchos hacen de la ciencia y la asistencia sanitaria un negocio. No les importa generar conocimiento ni contribuir al desarrollo técnico, mucho menos el bienestar de las personas. Solo les preocupa su bolsillo. Los timadores también habitan la comunidad científica. Tienen en sus manos herramientas para difundir sus fraudes. Basta hacerse un página web bonita, publicar algunos libros vacíos de contenido en alguna editorial de bajo coste, subir vídeos a Youtube y mandar artículos a revistas dirigidas por otros personajes con la misma falta de conciencia moral y similar deseo de lucrarse sin importar el cómo.

En el fondo, lo que de verdad me preocupa es la posibilidad de que cosas similares sucedan también en las publicaciones consideradas serias. Al fin y al cabo, quien tenga un mínimo de formación y de experiencia se puede dar cuenta fácilmente de si está ante un artículo fraudulento o no. Cuesta más ser crítico y examinar a fondo los resultados mostrados en nuestras revistas de referencia, especialmente cuando apoyan las propias ideas, creencias o metodologías. Y, sin embargo, también ahí podemos encontrar problemas. Pero esa es otra historia.


Por lo demás, demos las gracias a Robert Moylan por descubrir la terapia más sencilla y efectiva del universo, que tanto sirve para gestionar el estrés interpersonal como para mejorar tu swing jugando al golf. ¡Gracias Señor Moylan!